A.D. 838M40. Randor Augusta (Kerbos), Sistema
Kerbos, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.
Las tres lunas de Tarion brillan ya en el cielo cuando
Alara oye la voz de su madre, llamándola de casa.
-¡Alara! ¡Ven a casa! ¡La cena estará lista enseguida!-.
La pequeña mira a Mathias decepcionada, sosteniendo aún
la pelota entre las manos. Llevan jugando a encestarla desde que han regresado
de la escuela, y ella es quien va ganando.
-Anda, ve- la anima su amigo.- Que no se enfade-.
Ella sonríe, asiente y le lanza la pelota.
-Adiós, Mathias- se despide.- Nos vemos mañana en el
colegio-.
Alara echa a correr hacia la casa vecina. A sus espaldas
oye la voz de la señora Trandor diciéndole a Mathias que él también debía ir a cenar,
y al niño contestado:
-¡Espera un momento, mamá! ¡Quiero ver si soy capaz de
encestar diez veces seguidas!-.
Cuando entra en casa, Selene ordena a su hija lavarse las
manos y poner la mesa; su padre y su hermano mayor pronto volverán a casa y
todo debe estar listo para su llegada. Al lado de su madre, Kevan refunfuña por
haber tenido que abandonar su holodrama favorito para ayudar a aliñar la
ensalada.
En ese momento, las luces de la
casa de los Farlane parpadean y se apagan. Alara está junto a la ventana y ve
cómo poco a poco la luz plateada y brillante de las lunas Nara, Kara y Dara va
tornado en un siniestro tono rojizo, haciendo que todo el paisaje que bañan
parezca cubierto de sangre oscura. En ese momento suena lejana, distante, una
explosión. Alara tiene ocho años y se asusta; mira con los ojos muy abiertos a
su madre, cuya piel reluce con un extraño tono rosado bajo la luz de las lunas
de sangre.
-Un generador debe haber explotado- dice Selene Farlane
con voz tranquilizadora al ver la expresión inquieta del rostro de sus hijos.-
Por eso se ha ido la luz. Los tecnomantes del Adeptus Mechanicus lo arreglarán
en seguida-.
Una segunda explosión resuena de inmediato, y después una
tercera, desmintiendo sus palabras. Luego, los estruendos comienzan a elevarse
en cercanía y cantidad, tantos que Alara ya no puede contarlos. A la luz roja
de las lunas se une el resplandor dorado del fuego, y el mordisco del miedo
hace presa cruel de su corazón.
-¡Nos están bombardeando!- grita Kevan.
Selene palidece.
-¡Al sótano ahora mismo!- grita.
En aquel instante, una ensordecedora explosión rompe los
cristales de las ventanas. Ante los ojos incrédulos de Alara, la casa de los
Trandor estalló en una nube de llamas y escombros.
“¡Mathias!” piensa
horrorizada, pero está completamente paralizada, demasiado llena de sorpresa y
conmoción como para poder gritar. El resplandor del fuego
le permite vislumbrar varias figuras voladoras, vagamente humanas, que dejan
caer algo sobre cuatro casas más de su calle, las cuales corren la misma suerte
que el hogar de los Trandor pocos segundos después.
Selene, horrorizada, agarra a sus hijos de la mano para
dirigirse al sótano. Pero apenas han salido al vestíbulo, la puerta principal
de la casa se estremece y un instante más tarde se abre de par en par con la
cerradura reventada por un disparo de bólter. Ante los ojos incrédulos de Alara
se revela una figura imponente, alta y terrible, que se recorta contra el
resplandor del fuego y las lunas rojas. Le recuerda a las imágenes que ha visto
en el colegio de los legendarios Marines Espaciales, pero en seguida se da
cuenta de que el ser que está frente a ella es un Marine extraño y siniestro,
un Marine tenebroso. Su servoarmadura oscura reluce con el destello acerado de
un filo cortante, y sus guanteletes tienen acopladas unas cuchillas que semejan
garras. Dos retropropulsores surgen de su espalda dándole el aspecto de un
monstruo alado, de una mortífera ave rapaz. En el pectoral de su armadura,
Alara distingue un emblema: una rueda de cuyo eje central brotaban ocho
flechas, formando una estrella de ocho puntas.
-¡Al suelo!- grita Selene, y de repente los
acontecimientos se precipitan, tan rápido que el cerebro de Alara apenas puede
procesarlos. El golpe es doloroso al caer al suelo cuando su madre los arroja a
ella y a su hermano al fondo del salón, y por un momento se queda sin
respiración. De un empujón, Selene vuelca la mesa del comedor convirtiéndola en
un rudimentario parapeto y se arroja hacia el cajón de la cómoda que hay justo
detrás para sacar una pistola láser, que Alara y sus hermanos tienen
terminantemente prohibido tocar.
El primer disparo del Marine oscuro destroza parte de la
mesa. Alara se tapa los oídos, aterrorizada. No entiende nada, no comprende qué
es lo que está pasando ni por qué esa criatura infernal ha entrado en su casa;
todo es tan confuso e irreal como la peor de sus pesadillas.
-¡Corred!- aúlla Selene.- ¡Por la ventana! ¡Corred!-.
Alara sabe que la orden va dirigida a ella, pero está
aturdida, paralizada, y no podría moverse aunque quisiera. Por fortuna, el
contacto de la mano de Kevan la hace reaccionar; su hermano mayor la obliga a
incorporarse y tira de ella hacia la cocina, en cuya ventana no queda un sólo
cristal. Al mismo tiempo, Alara oye a sus espaldas los disparos de la pistola
láser de su madre, seguidos por el brutal sonido del bólter del Marine oscuro.
Kevan la empuja frenéticamente, ayudándola a salir, y luego trepa para salir
detrás. Pero Alara se niega a avanzar. Lanza un gemido angustiado; no quiere
marcharse sin su madre.
-¡Mamá!- grita. Las lágrimas comienzan a desbordarse por
sus mejillas. Desde el salón le llega la voz de su madre; a juzgar por el dolor
que deja traslucir, está herida. Y la oye gritar sus últimas palabras,
proferidas con una voz desgarrada y desesperada que Alara no le había oído
jamás.
-¡Corred, hijos míos! ¡No dejéis que os atrape el
Rapax!-.
Y Alara echa a correr. Kevan corre a su lado. Ella y su
hermano bordean a toda prisa la casa mientras un último disparo de bólter
retumba a sus espaldas. El aire nocturno arrastra nubes de cenizas, y huele a
madera y carne quemada. Gritos cargados de horror y agonía resuenan por
doquier. Alara mira las ruinas ardientes que habían sido la casa de los
Trandor, y en el jardín, junto a los árboles humeantes, distingue a Mathias.
Está vivo, pero tiene el rostro inexpresivo y conmocionado, como si no fuera
del todo consciente de su entorno. Aún sostiene entre sus manos los restos de
un balón desinflado, atravesado por un enorme fragmento de cristal. A sus pies,
cerca de donde había estado la puerta principal de la casa, humea un bulto
inmóvil envuelto en llamas que alguna vez fue Alyssa Trandor.
-¡Mathias!- grita Alara, llena de pánico ante la idea de
que el Rapax que ha entrado en su casa pueda verle al salir y tratar de matarle
a él.
Pero Mathias no la oye. Sigue manteniendo los ojos fijos
en el infinito. En su rostro, un millar de lágrimas silenciosas se mezclan con
el lento flujo de la sangre que brota de una brecha en su frente.
-¡Vamos!- exclama Kevan, tirando de ella.
Entonces, el Rapax sale de su casa por la misma puerta
destrozada por la que ha entrado, y todos los pensamientos coherentes se
desvanecen de la mente de Alara ante el horror que no puede evitar contemplar. Detrás
del Marine oscuro, junto a las astillas ennegrecidas de lo que antes era la
mesa del salón, Alara ve a su madre. Está tirada en el suelo, en medio de un
charco de sangre. Le falta medio brazo, convertido en muñón ensangrentado a la
altura del codo, y el lado izquierdo de su cabeza está destrozado por un disparo
de bólter. Tiene los ojos abiertos, muertos y vacíos, y la boca congelada en una
mueca de horror.
-Malditos críos... -susurra la voz de Rapax, metálica y
siniestra.
-¡Mamá!- aúlla Alara con voz desgarrada.- ¡Mamáaaa!-.
Kevan también grita de horror, y juntos Alara y él echan
a correr calle abajo. A sus espaldas resonaron los pesados pasos del Rapax, que
los persigue. Varios disparos resquebrajan el asfalto de la calle, muy cerca de
ellos.
Alara corre, corre sin cesar cogida de la mano de su
hermano, cuando de repente suena un disparo más, y la mano de Kevan suelta la
suya. Se gira justo a tiempo para ver cómo la luz se apaga en los ojos de su
hermano, que se desploma en el suelo sin vida con la sangre brotando a chorros
de su cuerpo destrozado. La risa cruel del Rapax resuena como una maldición en
sus oídos.
Alara lanza un alarido desconsolado, llena de terror y
angustia, invadida por un dolor tan grande que le rompe en pedazos el corazón.
Mientras su vida se derrumba, corre como no había corrido jamás, ciega de dolor
y pánico, sin ser apenas consciente de por dónde va. Es esa ceguera, fruto del
terror, lo que impide que se dé cuenta de que se ha metido en una ratonera
hasta que es demasiado tarde: frente a ella, el muro que bordea un jardín,
demasiado alto para saltar y demasiado liso para escalar. Y tras ella el Rapax,
alto, acorzado y letal.
Alara sufre una saturación de pánico tal que la deja
vacía por dentro, y una profunda rabia contra el ser monstruoso que ha
asesinado a su hermano y a su madre le llena el corazón. El Rapax dispara;
Alara grita llevándose las manos a la cara mientras en el muro que hay a su
espalda se abría un boquete. ¿Ha fallado de verdad, o sólo está jugando con
ella, como los gatos juegan con los ratones antes de destrozarlos de un
zarpazo? Desesperada, se agacha para coger lo más parecido a una arma que halla
a su alcance: los trozos de muro que han caído a sus pies, y que arroja con
todas sus fuerzas contra el Rapax.
Los pedruscos rebotan inofensivos contra la imponente
armadura del Marine oscuro, pero Alara no se detiene. Ya no puede detenerse, ya
no puede pensar, todo se desmorona a su alrededor; su vida, su cordura, incluso
la realidad. Grita descontrolada de dolor, rabia e ira mientras sigue arrojando
piedras al ser que se acerca despacio, con un ademán burlón, seguro de que la
presa está a su alcance y ya no se escapará.
-Tienes agallas, niña- susurra el Rapax con una voz
metálica, cargada de malevolencia.- Te concederé el honor de bañar mi armadura
con tu sangre...
Guarda la pistola bólter en el cinto, y en su lugar
extrae una espada sierra.
Alara Farlane despierta en la oscuridad; en sus oídos aún
resuena su propio grito de terror. Tarda unos instantes en ser consciente de
que no está en Galvan, no tiene ocho años, y no está sucediendo otra vez; acaba
de revivir el mayor taruma de su infancia por medio de otra pesadilla.
“Estoy en Kerbos.
Estoy en el convento de la Rosa Ensangrentada. No hay Rapaxes, no hay nada,
estoy sola. Tranquila, tranquila, tranquila”.
Pero el cuerpo le
tiembla en movimientos espasmódicos, y la penumbra que la envuelve la ahoga de
terror. Rápidamente extiende una mano temblorosa hacia el interruptor de la
luz, y sólo cuando las tinieblas se disipan puede volver a respirar. Está en su
celda; una sencilla habitación monacal. Pero la muerte de su madre y de su
hermano ha sido tan intensa y tan real como todas sus regresiones, materializadas
en forma de horribles pesadillas.
Un gañido
angustiado escapa de su garganta. Alara sabe lo que tiene que hacer; salta de
la cama y cae de rodillas frente al devocionario de la pared; una I eclesiástica
en cuyo tronco dorado reluce el relieve del águila imperial y la silueta del
Emperador. La mano izquierda de Alara agarra el flagelo que cuelga al lado del
devocionario, mientras los dedos de la derecha forcejean para desabrochar los
botones de su camisón. Poco después, la prenda de vestir le resbala por los
hombros hasta la cintura, y el frío nocturno hace que el vello corporal se le
erice y los pezones se le endurezcan como piedras. Alara comienza a entonar con
voz frenética y desesperada el “Pax Imperialis” mientras se azota la espalda
desnuda con el flagelo, una y otra vez.
-Oh, Emperador,
escucha mi clamor; Guíame a través de las noches más oscuras; Endurece como el
acero mi corazón contra las tentaciones de los desviados; Hazme descansar en tu
luz…
Duele. Duele como
si la estuvieran quemando. Pero es el mismo dolor, unido a la repetición
mecánica de la oración, lo que finalmente la tranquiliza. En ocasiones normales
Alara odia utilizar el flagelo; le recuerda demasiado a los castigos que sufría
en la Schola Progenium. Pero cuando las pesadillas vuelven a su mente, cuando
los recuerdos la acosan inmisericordes, cuando el terror y la angustia se
vuelven tan intensos que tiene miedo de perder la razón, el dolor físico es lo
único que la calma, lo único que le devuelve la paz.
Poco a poco deja
de temblar, y el dolor de los golpes se hace lo bastante intenso como para que
sus ojos se llenen de lágrimas y un torrente de sollozos espasmódicos empiecen
a sacudirle el cuerpo. En ese momento Alara deja caer el flagelo; ya no lo
necesita más, ya se ha calmado. Al menos de momento. El llanto la cura, la
tranquiliza, las lágrimas ardientes cauterizan los desgarros de su alma, y la
oración bendita que emerge de sus labios es como un bálsamo para su corazón.
“El Emperador está
conmigo. Está conmigo. Él no dejará que vuelva a pasarme nada malo. El día en
que muera, será luchando en su defensa, cumpliendo su voluntad. No aquí, no
ahora, no esta noche”.
Sigue llorando
hasta que se agotan las lágrimas, y finalmente su respiración se tranquiliza y
puede volver a suspirar. Entonces, es consciente de nuevo del frío helador que
la envuelve, y rápidamente se viste otra vez. Tras abotonar su camisón de
invierno y depositar de nuevo el flagelo junto al devocionario, vuelve a la cama.
Tal vez ahora pueda descansar. La espalda le arde como si le hubiesen aplicado
un hierro al rojo, pero ese mismo malestar físico es lo que la tranquiliza, lo
que sana su alma.
Al fin y al cabo, el
dolor es un precio bajo a cambio de librarse del miedo.
A.D. 844M40. Prelux Magna (Vermix), Sistema
Cadwen, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.
Las manos de Alara se cerraron en un
movimiento espasmódico cuando acabó de leer el informe. Se sentía sorprendida;
amargamente sorprendida. Todo había sido mucho peor de lo que ella había
vivido, mucho más cruel de lo imaginado. ¿Familias enteras secuestradas para
ser sacrificadas en rituales blasfemos? ¿Atentados terroristas en el centro de
Galvan? Y lo que era peor, lo que hacía que se sintiera demasiado indignada
incluso para llorar. ¿Una distracción? ¿Su familia había sido cruelmente
masacrada para crear una distracción?
La furia le subió en oleada por la garganta.
Por un momento la invadieron las náuseas, y tuvo que echar la cabeza hacia
atrás respirando hondo, hasta que se le pasaron las ganas de vomitar. Sin
embargo, lo que no cedía ni lo más mínimo era la cólera que ardía en su
corazón.
“¡Traidores, blasfemos, asesinos impíos,
monstruos! ¡Mataron a mi padre, a mi madre y a mis hermanos! ¡Asesinaron a las
familias de Mathias, de Valeria, de Octavia, de Theodora, de Claudia, de todas
mis amigas! ¿Y para qué? ¿Para qué? ¡Para que sus asquerosos tecnoherejes
pudieran saquear aparatos electrónicos del centro comercial! ¿Por eso tuvo que
morir toda mi familia, para que una banda de traidores renegados pudieran
hacerse con un puñado de chucherías tecnológicas?”.
Qué sencillo parecía todo condensado en unas
pocas frases, qué manera de resumir una noche de pesadilla y horror.
“Los Rapaxes
arrojaron las bombas por las ventanas para que detonaran en el interior de las
casas unifamiliares, abrasando a las familias reunidas para la cena. Mathias vio a toda su familia
quemarse viva dentro de la casa en llamas. Su madre consiguió salir y murió
abrasada delante de él, a sus propios pies. Él sobrevivió porque se había
quedado en el jardín, intentando encestar la pelota diez veces seguidas. Yo me
había reído de él, le dije que no era capaz, pero no me pude quedar para
comprobarlo porque me llamó mi madre para la cena”. Las uñas de Alara arañaron
la mesa de madera pulida mientras su rostro se deformaba en una mueca de rabia
y dolor. “Una vez cometida esta
atrocidad, prosiguieron causando todo el daño posible atacando las casas
restantes con granadas de fragmentación y su armamento convencional. Vi a
mi madre muerta en el suelo, con el brazo y la cabeza reventados por disparos
de bólter. Mi hermano me salpicó el vestido con su sangre cuando la pistola del
Rapax le hizo un agujero en el pecho”.
Y aquello no había sido todo. Valeria y
Octavia, que estaban jugando juntas en casa de la primera, fueron las únicas
que se salvaron de las granadas de fragmentación porque se encontraban al otro
lado del sofá. La familia y la casa de Octavia habían sido pasto de las llamas,
igual que la de Cecilia, que se encontraba en su cuarto del primer piso y
resultó herida de consideración. Por fortuna su cara había quedado a salvo,
pero Alara sabía que tenía todo el torso, las nalgas y parte de los brazos marcados
por cicatrices de quemaduras. Había desarrollado una auténtica obsesión por el
fuego a partir de aquella traumática experiencia, y siempre se ofrecía
voluntaria para prender fuego a las piras donde abrasaban a los herejes. Al
revivir todo aquello frente al informe de la Palatina Flavia Alba, Alara tuvo
que contenerse para no gritar de indignación.
“¿Quiénes eran?” se preguntó. “¿Quiénes eran
esos hijos de puta? Tengo que saber a quiénes debo odiar, por encima de todos
los demás enemigos del Emperador. Debo saber a quiénes tengo que matar”.
Pero en el informe no constaba dato alguno
acerca de la identidad de los Marines Traidores. Alara retrocedió hasta el
encabezado y se fijó en el nombre del Inquisidor del Ordo Hereticus que había
dirigido la investigación: Darius Ravenstein. “Flavia Alba dice en su informe
que hubo Adoradores supervivientes que acabaron en manos de la Santa
Inquisición. Y el tal Lord Ravenstein ha hecho comentarios al pie del informe
de la Palatina; eso significa que debió redactar también un texto propio, en
alguna parte debe existir ese informe inquisitorial”.
Sin duda existiría, claro… pero eso no
significaba que ella pudiera leerlo. Todos los informes de la Inquisición eran
confidenciales, y sólo quienes pertenecían a ella podían consultarlos. En el
caso de los textos más comprometidos o blasfemos, además, sólo le estaba
permitido el acceso a aquellos que poseían un Sello Inquisitorial. Nada de ello
estaba al alcance de una Hermana del Adepta Sororitas, fuese Dialogante,
Redentora, Celeste o Palatina.
“No, no está a mi alcance. ¡Pero al de
Mathias, sí! ¡Él es un Acólito de la Inquisición y además Lord Crisagon tendrá
que concederle un Sello Inquisitorial si lo va a enviar como Investigador Legado!
¡Él podrá acceder a los informes confidenciales acerca de la Masacre de
Galvan!”.
La cuestión era: ¿querría hacerlo? Los detalles que se incluían en el informe de la
Palatina Flavia Alba no eran precisamente agradables.
“Si se lo pido yo, lo hará. Además, tiene que
hacerlo, tiene que aprender a sobreponerse al horror. Será necesario que lo
haga, tarde o temprano, si de verdad quiere convertirse en Inquisidor”.
Sólo una cosa la consolaba después de leer el
informe: la mención en una de las notas al pie de las acciones heroicas de su
padre, el capitán Marcus Farlane, y del padre de Mathias, el teniente Randall
Trandor. Alara se preguntó si ambos habrían sido parte de aquellos “angustiados
oficiales” a los que se refería Flavia Alba y que habían tenido que ser
obligados a la fuerza a permanecer en sus puestos por parte de los Comisarios
Imperiales. Supuso que no; si su padre y el de Mathias hubieran tratado de huir
o hubiesen perdido los nervios no constarían sus nombres en aquella mención de
honor, y desde luego tampoco hubieran recibido póstumamente el Cráneo de Oro
-en el caso de Randall Trandor- ni la Honorifica Imperialis –en el caso de
Marcus Farlane-. Tal vez su padre se sirvió de su alto rango para hacer las
pertinentes averiguaciones, y descubrió que su casa y la de su amigo se
contaban entre los hogares destruidos o asaltados. Debieron luchar y morir a la
desesperada, pensando que sus familias habían muerto.
Volcó el informe en su placa de datos particular, extrajo su tarjeta identificativa y apagó el
cogitador, murmurando las oraciones pertinentes mientras lo desconectaba. Para
entonces era casi la hora de la cena, y Alara no se quería retrasar. Tenía
mucho que hacer al día siguiente.
Aquella noche se fue a dormir pronto tras la
oración nocturna, y se acostó en la cama concentrada en un recuerdo feliz: las
palabras de amor, el cuerpo y el sabor de los labios de Mathias. Pero las
terribles revelaciones del informe de Flavia Alba todavía nadaban en su
subconsciente, y aquella noche las pesadillas la visitaron de nuevo. En lo más
profundo de la noche, mientras el convento dormía, Alara se despertó gritando
aterrorizada, y sus alaridos se confundieron con el bramido del viento y el
fragor de los relámpagos que se desataban sobre Prelux Magna en forma de tormenta.
Y cuando a la mortecina luz de su celda una temblorosa Alara echó mano del
flagelo y comenzó a golpearse y a rezar, sus lágrimas cayeron sobre el suelo
igual que en el exterior caía la lluvia sobre las calles.
Al día siguiente, Alara regresó a la capilla del Ordo Xenos. Al principio todo fue como de
costumbre: su paseo bajo un cielo cada vez más gris y encapotado, el camino
hasta la entrada, la mirada escrutadora de la Adepta Orbiana mientras
mascullaba entre dientes un saludo. Sin embargo, apenas Alara penetró en el
pasillo que se adentraba hacia el fondo de la capilla, se dio cuenta de algo
extraño: la luz de la cerradura en la puerta del laboratorio estaba en rojo.
Arqueó las cejas, extrañada, ¿es que Mathias no la estaba esperando?
Entonces, barrió con la mirada el resto del
pasillo y divisó al fondo una luz que sí era verde. Puesto que se trataba de la
única puerta abierta en todo el corredor, dedujo que la clase tendría lugar
allí aquel día.
“Tal vez el laboratorio está ocupado hoy” se
dijo mientras caminaba. “El magíster Seneca o alguno de los demás Acólitos
estarán trabajando allí y no desean ser molestados”.
Pero cuando giró el pomo y abrió la puerta,
se llevó una sorpresa al ver que al otro lado no había ninguna sala, sino otro
pasillo, también lleno de puertas a ambos lados y completamente desierto.
Extrañada, vaciló un instante, pero pocos segundos después una de las puertas
se abrió, y Mathias salió de ella.
-¡Hola!- dijo, sonriendo al ver a Alara y
saludando con la mano.- Estaba pendiente de oírte llegar-.
-Hola- respondió ella, cautelosa. No quiso
hacer ninguna muestra efusiva de cariño a pesar de que el corazón le saltó en
el pecho al verle; en aquel pasillo podía haber cámaras de seguridad.- ¿Dónde
estamos? ¿Qué es este sitio?-.
Él llegó a su altura y la cogió de la mano.
-Es la zona residencial de los Acólitos,
donde tenemos nuestras habitaciones privadas. Ven conmigo-.
-¿Vuestras habitaciones?-.
-Sí.- Mathias la condujo hasta la puerta por
la que había salido, aún abierta.- Este es mi cuarto. Supongo que no será
tan austero como una celda del Sororitas, pero tampoco es nada del otro mundo-.
Alara entró, y vio frente a sí una habitación
que triplicaba en tamaño la suya. A la izquierda de la puerta, pegada a la
pared, había una cama cubierta por una colcha mullida, más grande y con una
pinta mucho más confortable que la suya. También había un armario el doble de grande
que el suyo, una estantería llena de libros, y un escritorio tan grande como el de la Ejecutora Tharasia. En ella había un cogitador, una
lámpara, un aparato para escuchar música y montones de papel nuevo y tinta para
escribir. En la
pared del fondo, a la derecha, había una puerta que seguramente conducía al
cuarto de baño.
-¿Te gusta?- preguntó él, cerrando la puerta
a sus espaldas.
-Es enorme- dijo Alara, asombrada.
Él rió.
-Tampoco es para tanto-.
Alara meneó la cabeza; o las Sororitas eran
aún más austeras de lo que ella creía o los Acólitos de la Inquisición vivían
mucho mejor de lo que Mathias apreciaba. Hizo ademán de girarse, pero en ese
momento sintió el cálido aliento de Mathias junto al cuello.
-Alara- susurró. Sus labios le rozaron
suavemente la piel, haciendo que se le erizara el vello de la nuca- no he
podido dejar de pensar en ti ni un segundo…
Alara sabía que tenía que mencionarle lo que
había descubierto, pero le resultó imposible sacar el tema en aquel
momento. Comenzaron a besarse sin parar, con un ansia casi desesperada,
como si quisieran recuperar en aquellos minutos todo lo que habían perdido
durante tantos años. Siguieron besándose apasionadamente, ebrios de amor, hasta
que Mathias, exaltado, le clavó los
dedos en la espalda mientras le desabrochaba el hábito. Ella lanzó una exclamación de dolor.
-¿Alara?- preguntó Mathias, sorprendido y
angustiado, soltándola de inmediato.-¿Qué te pasa?-.
-Nada- respondió ella, torciendo el gesto.-
Es sólo que… mejor no me aprietes así la espalda. La tengo un poco dolorida-.
Mathias frunció el ceño. Antes de que ella pudiera impedirlo, la hizo girar para echarle un vistazo a su espalda desnuda.
-¡Por el Trono! ¿Qué te ha pasado? ¡Estás llena de
latigazos!-.
-No es nada. Yo misma me los hice. Anoche-.
Mathias parecía tan confuso como horrorizado.
-Pero, ¿por qué? ¿Por qué lo hiciste?- de
pronto, su rostro se llenó de espanto.- ¿No tendría nada que ver con… con lo de
ayer, verdad? Con lo que hicimos…
-No, claro que no- respondió ella, rechazando
la sugerencia con un gesto de la mano.
Mathias no parecía muy convencido.
-¿Es que crees que estuvo mal? ¿Acaso te
arrepientes?-.
Alara no hubiera querido hablar de aquel
tema, pero comprendió que tendría que contárselo para que dejara de
angustiarse.
-¿Crees que si me pareciera mal estaría permitiendo que me quitaras la ropa? No, Mathias; no tiene nada que ver con nosotros. Fue por las
pesadillas-.
-¿Las pesadillas?-.
-¿Tú no tienes pesadillas con… con lo de
Galvan?-.
El rostro de Mathias se ensombreció.
-Sí-.
-¿Con mucha frecuencia?-.
-Más de la que me gustaría-.
-Yo también. A veces me
despierto gritando. Nada puede calmarme, salvo los azotes y la
oración. De ese modo, consigo vencer el miedo y puedo volver a dormirme-.
Mathias meneó la cabeza con incredulidad.
-Entiendo lo de la oración, pero, ¿los
azotes?-.
-Es por el dolor, en realidad- le explicó
Alara.- Cuando el dolor físico es lo bastante intenso, consigue hacerme superar
el dolor espiritual. Y lo hago de ese modo porque el flagelo que utilizamos las
Sororitas, como ya te dije, está diseñado para ser doloroso sin ser dañino.
Necesitamos estar de una pieza y en buen estado físico para mantener el
rendimiento en los entrenamientos, pero al mismo tiempo necesitamos el dolor
para mortificarnos y purificar el alma. Aunque yo no lo empleo tan a menudo
como hacen otras de mis hermanas, lo uso para calmarme cuando tengo pesadillas.
Es lo único que funciona-.
-Me parece una insensatez- masculló Mathias.
Alara frunció el ceño.
-¿Y qué es lo que utilizas tú? ¿O es que tus
pesadillas no son tan terribles?-.
-Lo son. Pero yo… bueno, yo tomo
tranquilizantes. Cuando tengo un día especialmente movido o me asaltan los
malos recuerdos, las pastillas me ayudan a no soñar. O, si sueño, a no
despertarme gritando. Deberías probarlas; si quieres puedo darte algunas-.
Alara negó con la cabeza.
-No quiero depender de un medicamento que me
puede faltar más adelante. Y tú tampoco deberías. Si alguna vez no puedes
acceder a los tranquilizantes, sufrirás síndrome de abstinencia y será aún
peor. Deberías probar mi método; yo sólo necesito el flagelo para calmarme-.
-Ah, no- respondió Mathias, cruzándose de
brazos.- Me niego. E insisto en que deberías probar los tranquilizantes, Alara.
No me gusta la idea de que te hagas daño-.
Alara prefirió no seguir discutiendo. No
sabía cómo decirle que todo el daño que pudiera hacerse a sí misma, por grande
que fuera, era nimio comparado con el dolor que sentía en su interior, con el
horror y la desesperación que le provocaban los recuerdos.
-Lo que no entiendo- continuó Mathias- es qué
te pasó ayer para que sufrieras pesadillas así. Yo… bueno, debo reconocer que
me acosté bastante feliz-.
Alara sonrió con tristeza.
-Yo también lo hubiera hecho, de no ser por
algo que leí. Algo que… la verdad, quería contarte, aunque no sé si tú querrás
saberlo. Es sobre la Matanza de Galvan-.
Mathias palideció.
-¿La Matanza de Galvan?-.
-Sí. Concretamente, el informe de la Palatina
Flavia Alba, que a su vez es un resumen del parte de operaciones de la Hermana
Silvia Fulvia, quien lideró y coordinó a las Sororitas en Galvan. Habla de todo
lo que sucedió aquella noche. Ahora lo sé… casi todo. ¿Quieres saberlo tú
también?-.
Él se mantuvo en silencio varios segundos,
como sumido en una lucha interior. Finalmente, apretó los labios y asintió.
-Si quiero ser Inquisidor, no puedo
retroceder ante nada. Ni siquiera ante esto. Háblame de lo que has averiguado;
yo también quiero saberlo-.
Alara, sin una palabra, sacó su placa de datos de la bolsa y se la tendió. Mathias la encendió y empezó a leer. Su rostro pasó de la
lividez al espanto, del espanto a la ira y de la ira a la indignación.
-¿Una distracción?- rugió.- ¿Quemaron viva a
mi familia por una puta distracción?-.
Mathias golpeó la mesa con el puño, lleno de
rabia. Alara no se lo reprochó; le comprendía perfectamente.
-Sigue leyendo- le dijo.- Lo que hicieron en
el distrito comercial fue igual o peor-.
Mathias acabó de leer, con el horror y la ira
grabados en el semblante.
-Ataques terroristas en el centro de la
ciudad… tortura y secuestro de familias en el distrito comercial… Hijos de
puta. Hijos de la grandísima puta. Que los demonios se los lleven a todos.
¿Quiénes fueron?- los ojos del joven recorrieron con rapidez la página hasta
llegar al final del informe.- No lo dice. No dice quiénes fueron, excepto que
se trataba de Marines traidores-.
-Tal vez tú puedas averiguarlo- dijo Alara.-
Yo no pude. Mira; el informe de la Palatina fue encargado por un Inquisidor
General, un tal Darius Ravenstein. Yo no puedo acceder a un archivo
inquisitorial con mi autorización eclesiástica, pero tal vez tú sí que puedas.
Tú perteneces a la Inquisición-.
Mathias la miró, dubitativo.
-Tal vez, pero… no soy más que un Acólito. No
sé si mi rango llegará a tanto-.
Abrió su cogitador mascullando una oración en
voz baja, entró en una página y tras una breve búsqueda tecleó rápidamente el
código del documento. Una luz roja llenó la pantalla: MATHIAS TRANDOR, ACÓLITO.
RANGO DE SEGURIDAD: 3. ACCESO DENEGADO.
-El rango de seguridad del informe es 5- dijo
Mathias.- No puedo acceder a él con mi tarjeta-.
-Con tu tarjeta de Acólito- puntualizó
Alara.- Pero ahora no eres sólo un Acólito, ¿no? Lord Crisagon te han nombrado
Legado Inquisitorial. Tal vez con esa nueva identificación sí puedas acceder-.
-¿Te refieres…?- Mathias giró la cabeza y su
mirada se posó en un cajón del escritorio que estaba cerrado con llave.- En
fin, puedo intentarlo. No se perderá nada con probar, supongo-.
Se inclinó sobre el revoltijo de sus ropas
que descansaba sobre una banqueta, a los pies de la cama. Del bolsillo de su
túnica extrajo un manojo de llaves, escogió una y abrió el cajón. De allí
extrajo una pequeña caja de madera oscura adornada con incrustaciones de madreperla;
en la parte superior brillaba en relieve el símbolo inquisitorial del Ordo
Xenos. Mathias usó una segunda llave para abrir la caja, en cuyo interior
habían dos objetos: un sello de escrutinio con la forma de la “I”
inquisitorial, y una tarjeta de identificación.
-Vamos a ver-.
Extrajo la identificación de Acólito e
introdujo en el lector del cogitador la nueva tarjeta. Apretó una tecla, y al
instante cambiaron las palabras que llenaban la pantalla mientras la luz se
volvía verde: MATHIAS TRANDOR, LEGADO INQUISITORIAL. RANGO DE SEGURIDAD: 5.
ACCESO PERMITIDO.
-¡Genial!- exclamó Alara, satisfecha.- ¡Lo
que suponía! Vamos, ábrelo. ¡Tenemos que leerlo!-.
-En realidad, sólo estoy autorizado a leerlo
yo- puntualizó Mathias.- Pero supongo que no habrá problema en que tú también
lo leas si yo te doy permiso para ello-.
Los dos se inclinaron sobre la pantalla para
leer el informe.
+++ INFORME RESERVADO : MASACRE DE GALVAN +++
Archivo de Diligencias :
159753086420.D - Fecha : 0.355.824.M40 - Santa Inquisición Imperial.
Registro de Operaciones :
159753086420.R - Fecha : 0.306.824.M40 - Departamento Eclesiástico.
Asunto : Incursión del
Caos - Nivel de Seguridad : 5 - Inquisidor : Darius Ravenstein, Ordo Hereticus.
Anno Domini 824.M40 -
Capilla de la Santa Inquisición en Aquila Áurea, capital del Planeta Tarion
sito en el Sistema Cadwen del Sector Sardan. Inquisidor General Darius
Ravenstein del Ordo Hereticus.
Investigación de los
hechos acontecidos en la ciudad de Galvan la noche del 0.302.824.M40 según los
informes de operaciones y registros de incidencias presentados por los
diferentes departamentos que han sido requeridos por la autoridad
inquisitorial. Resumen de resultados y conclusiones.
■ Investigación Completa ► Archivo de Actuaciones / Interrogatorios :
159753086420.C ► A / B
● Fuentes : Adepta Sororitas, Guardia Imperial, Adeptus
Arbites, Milicia Planetaria, Policía Planetaria.
● Referencias: AS-135795.T,
GI-124680.P, AA-175396428.L, MP-147036.K, PP-163905842.F
Los sucesos tristemente conocidos como Masacre de Galvan tienen la apariencia
de un ataque pirata, un asalto de forajidos para la obtención de botín y causar
destrozos en una población imperial. Y en tal sentido apuntan muchos indicios,
pues Galvan es una ciudad próspera llena de riquezas. Pero hay otros indicios
que señalan la existencia de otra motivación subyacente directamente
relacionada con los hechos. Pero debo analizar diversos aspectos de lo ocurrido
para obtener las oportunas conclusiones.
- Balance de
Fuerzas y Cálculo de Bajas durante la confrontación.
Según la información recogida tras los
combates por todos los cuerpos imperiales implicados en los mismos, las fuerzas
enemigas consistieron en una hueste de 360 Marines Traidores, incluyendo los 60
Rapaxes y los 30 Exterminadores, organizada en escuadras tácticas de 10
guerreros bajo el mando de un Campeón y agrupándose en destacamentos de 3
escuadras liderados por un Caudillo. Uno de los destacamentos estaba formado
por Elegidos y tenía al frente al Comandante del Caos que dirigía toda la
operación. Integrado en éste destacamento había grupo de Tecnosacerdotes
Renegados, bajo el mando de un Tecnomarine Traidor, asistido por un numeroso
equipo de Servidores Robotizados que fueron los responsables de realizar el
saqueo tecnológico en el distrito comercial. Según el testimonio de los pocos
supervivientes de este ataque, se trataría de unos 5 Tecnosacerdotes con unos
45 Servidores. A esta hueste de Marines Traidores prestaba apoyo un contingente
de unos 960 Adoradores del Caos, en su mayor parte equipados como la Milicia
Planetaria y el resto como la Guardia Imperial. Su organización era bastante
más irregular, formando cuadrillas de 20 guerreros dirigidos por un Exaltado.
También tuvieron el respaldo de 10 Brutos Infernales (repartidos entre los
destacamentos de Marines, salvo los formados por Rapaxes), 12 Carros de Combate
clase Predator formando 3 escuadrones, 4 Land Raiders para los Elegidos y
Exterminadores (dos escuadras de ambos, pues los Exterminadores forman
escuadras de 5), y unos 36 Transportes Blindados clase Rhino asignados a las
demás escuadras (salvo Exterminadores y Rapaxes), de los cuales 5 eran de los
Tecnosacerdotes y 6 para el botín. Esta poderosa fuerza tuvo unas pérdidas
mortales del 20% entre los Marines y los Exterminadores, del 40% entre los
Rapaxes y del 80% entre los Adoradores. Asimismo, perdieron 5 Rhinos, 3
Predators y 5 Brutos en los combates. Siempre que fue posible, el enemigo
recuperó los cuerpos de los caídos para salvar su material (salvo en el caso de
los Rapaxes que sólo recuperó la mitad y de los Adoradores que no se molestó en
recuperar ningún cadáver). Por supuesto, el enemigo sólo se preocupó por ayudar
a los heridos que eran Marines; todos los Adoradores incapacitados fueron
rematados por sus camaradas para evitar su captura.
Por parte imperial, estuvo implicado el
33º Regimiento Tarionita de la Guardia Imperial destacado en la Ciudadela de
Galvan (1.850 soldados y oficiales con 30 transportes), la 24ª
Compañía Tarionita Mecanizada agregada al 33º Regimiento de Infantería como
apoyo acorazado (820 soldados y oficiales con 160 vehículos blindados de
diverso tipo), la LXIV
Compañía Sororitas de la Rosa Ensangrentada (290 Hermanas de Batalla con 33
vehículos), 42ª
Brigada de Seguridad del Adeptus Arbites (5.450 agentes y oficiales con 90
transportes), la 82ª División de la Milicia Planetaria (16.770 milicianos con
sus jefes y 360 vehículos de apoyo) desplegada para la defensa provincial y el
V Cuerpo de Policía con base en Galvan (49.140 agentes y oficiales con 840
vehículos).
Obviamente, sólo el 20% de todos los efectivos de Arbitradores,
Milicianos y Policías se llegó a enfrentar en algún momento a los caóticos, en
especial durante la fase final de los combates y en la búsqueda de rezagados
ocultos. Por su parte, las fuerzas de la Guardia Imperial sólo participaron en
un 80% (534 soldados y oficiales estaban de baja o de permiso en el momento del
ataque), mientras que las Hermanas de Batalla lucharon con el 100% de sus
efectivos tras la primera hora de enfrentamientos. Aunque la incursión se
prolongó durante 3 horas, dada la confusión que generaron los agresores
mediante diversos actos terroristas (además del ataque a la zona residencial de
la Ciudadela, se detonaron decenas de bombas ocultas por toda la ciudad para
desconcertar a las fuerzas imperiales), no fue posible congregar más efectivos
a tiempo para detener el ataque enemigo. Esto explica que la manifiesta
superioridad numérica de las unidades imperiales tuviera un efecto limitado en
el desarrollo de los acontecimientos, aunque fue determinante para la
elaboración del plan enemigo. Afortunadamente, la firme defensa de la Guardia
Imperial evitó males mayores y con el apoyo de las Hermanas de Batalla pudo
vencerse al adversario. Las pérdidas fueron cuantiosas gracias a la
superioridad cualitativa de los Marines Traidores y a los actos terroristas
perpetrados: el 60% del total fueron civiles, el 30% miembros de las fuerzas de
seguridad (Arbitradores, Milicianos y Policías), el 9% efectivos de la Guardia
Imperial y el 1% Hermanas de Batalla, con una cifra total de 2.900 muertos y
4.600 heridos. Esto implica una relación de muertos del 340% en contra del
Imperio.
La conclusión de estas cifras es que el
enemigo estudió la zona de operaciones con detalle, así como el nivel de
protección de los objetivos y la capacidad militar de las fuerzas imperiales
para dar una respuesta rápida a una incursión por sorpresa desde dentro de la
propia ciudad. Con esa información en su poder, planificó sus acciones con
detenimiento y preparó con antelación la zona de operaciones para obtener la
máxima ventaja y minimizar los riesgos. Por tanto, fue necesario infiltrar
agentes encubiertos sobre el terreno para obtener los datos necesarios para
elaborar su plan. Todo esto plantea el problema de cómo logró el enemigo
introducir sus agentes sin levantar sospechas.
La preparación de las bombas
utilizadas en los atentados terroristas supone conexiones con el crimen organizado
o el establecimiento de una red propia de contrabando para introducir los
explosivos. Dicha vía de suministro sería también la utilizada para importar el
material especial de alta tecnología arcana con el que se construyó el Portal
en el parque público del XIX distrito residencial[1], así como para introducir
armamento para la operación. Todo esto viene a confirmar las suposiciones de la
Canonesa Flavia Alba sobre el origen foráneo del Portal y permite deducir que,
en virtud de la información proporcionada por los Arbitradores sobre la
ausencia de cultos secretos y sectas ocultas o la nula presencia de
veneraciones idólatras que refiere la Canonesa en su informe (datos confirmados
durante las investigaciones realizadas por mi equipo inquisitorial sobre las causas
y motivos de la incursión), los agentes encubiertos encargados de realizar el
reconocimiento tuvieron que ser introducidos en la ciudad al carecer el enemigo
de base social para reclutarlos entre la población autóctona. Sólo falta
determinar si la procedencia de todo ello es extraplanetaria o existe una
fuente nativa oriunda de otra región para zanjar la cuestión sobre el origen[2] de los
medios empleados.
- Análisis
de la intervención de las Fuerzas Imperiales en el enfrentamiento.
Para descartar que el enemigo se
hubiese beneficiado de una potencial negligencia o ayuda por parte de las
fuerzas imperiales en el desarrollo de sus planes, así como para depurar
responsabilidades en un caso u otro, ha sido preciso realizar un estudio
detallado de la conducta durante los combates de las distintas unidades leales
implicadas. Para ello, ha sido necesario examinar los diversos registros de
operaciones que cada cuerpo de seguridad ha elaborado recogiendo la actuación
de sus unidades en el enfrentamiento, así como los informes de incidencias
sobre el periodo de servicio previo al ataque. Toda esta información puede
consultarse detalladamente en los archivos referenciados de cada departamento y
el análisis completo en el informe de actuaciones 159753086420.C (sección A, apartado 5).
En este resumen sólo se expondrán las intervenciones más destacadas y las
conclusiones sobre cada cuerpo.
● Guardia Imperial: 33º Regimiento de Infantería Tarionita
y 24ª Compañía Mecanizada Tarionita.
El comportamiento de las diez Compañías
fue, en general, tan profesional y valeroso como puede esperarse de la Guardia
Imperial. Sólo hubo un momento de vacilación cuando se inició el asalto
exterior de la Ciudadela y muchos oficiales dudaron entre defender el perímetro
fortificado o acudir en auxilio del sector residencial atacado. La confusión
terminó en buena medida con la intervención de los Comisarios adjuntos al
determinar que sólo las unidades ya implicadas en el auxilio se encargarían del
contraataque a los Rapaxes con el apoyo de las Hermanas de Batalla. Mientras
tanto, el Coronel Imperial y su estado mayor se ocuparon de organizar
eficazmente la defensa, logrando que el ataque por sorpresa fracasara. Merecen
una mención destacada las tres acciones más heroicas[3] sucedidas
durante la defensa:
○ La 5ª Compañía del capitán Marcus Farlane, una de las
tres que estaban de servicio desde el principio del ataque, defendió tenazmente
el perímetro exterior hasta que el enemigo logró hacer brecha en el sector de
la 7ª Compañía por la intervención decisiva de los Exterminadores apóstatas.
Esto forzó el repliegue al perímetro interior para evitar el flanqueo. La 5ª
Compañía ocupó posiciones alrededor del Parque Móvil mientras la 24ª Compañía
Mecanizada terminaba los preparativos para el despliegue de su 1ª Sección de
Carros de Combate. Durante los combates de contención, las tropas del capitán
Farlane sufrieron el asalto de una escuadra de Exterminadores apoyada por dos
destacamentos de Adoradores y un Bruto Infernal. Tras duros enfrentamientos,
los Exterminadores y el Bruto Infernal lograron llegar a la línea imperial
aprovechando la llegada de refuerzos enemigos en forma de dos destacamentos más
de Adoradores dirigidos por sendas escuadras de Marines Traidores. La matanza
fue terrible, pero, cuando la acometida de los Exterminadores estuvo cerca de
triunfar gracias al Bruto Infernal que diezmaba las fuerzas imperiales, el
teniente Randall Trandor tomó el mando directo de un Pelotón de armas pesadas y
lanzó un devastador ataque que destruyó al Bruto Infernal. Ante esta hazaña, la
moral de los imperiales se reforzó y pudo contenerse el ataque. Sin embargo, el
Campeón del Caos que comandaba el asalto se arrojó rabioso contra éstos
valientes que sólo salvaron la vida gracias al sacrificio del teniente Trandor.
Dejando el mando a un gravemente herido Comisario adjunto, el capitán Farlane
cerró el paso al furioso Campeón que había logrado penetrar la posición
imperial persiguiendo a los equipos de armas pesadas, dando tiempo a que se
desplegaran nuevamente para castigar con su potencia de fuego a los Marines. En
el épico duelo subsiguiente, un audaz y astuto capitán Farlane consiguió matar
al Campeón utilizando su espada de energía en un hábil lance, aunque quedó
mortalmente herido a su vez por el puño blindado de su adversario. Vivió el
tiempo suficiente para contemplar cómo los carros de combate de la Compañía
Mecanizada llegaban y aniquilaban a la fuerza atacante sin dejar supervivientes
ante el clamor imperial.
○ La 3ª Compañía estaba de reserva cuando se produjo la
alerta general, entrando en combate un poco más tarde. Desplegada en la defensa
de la entrada principal del perímetro exterior, sufrió duros ataques de las
fuerzas enemigas que contaban con el apoyo de 4 carros blindados clase
Predator. Los combates fueron encarnizados, pero la Compañía resistió con
numerosas bajas hasta que se produjo la brecha en el sector de la 7ª Compañía.
Replegándose hacia el Arsenal Mayor, fueron perseguidos por la fuerza acorazada
enemiga por un pasaje estrecho que obligó a los soldados a cerrar filas. Esto
fue bien aprovechado por el enemigo para realizar fuego concentrado y masacrar
a decenas de guardias. Ante la desafortunada situación de sus compañeros, el
sargento Robin Marlow tomó una bomba de fusión de un artificiero caído y se
hizo el muerto. Cuando el primer Predator pasó a su lado, se levantó de un
salto y acopló la bomba a sus motores justo antes de ser abatido por el segundo
Predator. La explosión poco después de la bomba no sólo destruyó al primer
Predator sino que bloqueó el paso de los otros tres.
También es necesario señalar otros
hechos menos dignos que se limitan a tres casos puntuales de cobardía
(debidamente castigados por los Comisarios imperiales) y un caso grave de
negligencia. Los casos de cobardía sucedieron durante el colapso de la 7ª
Compañía ante el furioso asalto del grueso de la fuerza enemiga, cuyos
efectivos supervivientes fueron reagrupados por el Coronel en persona y todo su
estado mayor que tomó las armas para sostener el perímetro interior situado
enfrente de la brecha. Con esta intervención, los restos de la 7ª Compañía
resistieron durante toda la batalla. Por otro lado, el caso de negligencia fue
cometido por el teniente Edward Jenkins, oficial de guardia cuando se recibió
el aviso desde el Centro de Estudios Astronómicos de Galvan. El teniente Jenkins
mantuvo una actitud en todo momento escéptica ante la advertencia por
considerar absurdo un ataque caótico sin haberse dado la alerta de invasión
planetaria por parte de la Armada Imperial. Esto motivó que el adepto Robert
Harley se pusiera en contacto con el Adepta Sororitas que sí atendió el aviso.
Por dicha conducta negligente al no realizar ninguna comprobación ni tomar
medida preventiva alguna, fue juzgado y condenado a muerte. Sin embargo, a
pesar de estos hechos, considero que la Guardia Imperial actuó correctamente.
● Adepta Sororitas: LXIV Compañía de la Rosa
Ensangrentada.
La actuación de las Hermanas de Batalla fue en todo momento
intachable, con numerosos actos de valor que hacen honor a su merecida fama. No
sólo respondieron con prontitud ante el aviso recibido del ataque, prefiriendo
movilizarse por una falsa alarma que ignorar una amenaza potencial, sino que su
intervención en apoyo de la Guardia Imperial y de la Milicia Planetaria fue
decisiva para limitar el alcance de los daños ocasionados por la incursión
enemiga. Destacable fue la conducta de las Serafines que se centraron en
desbaratar el ataque terrorista de los Rapaxes, salvando decenas de vidas con
su apoyo a la tropas imperiales que defendían la zona. Mención especial merece
la Hermana Astrid que fue capaz de abatir tres Rapaxes, el máximo número de
Marines eliminado por cualquier otra Hermana de Batalla.
● Adeptus Arbites: 42ª Brigada de Seguridad, 3ª y 6ª
Secciones de Orden Público.
Durante el periodo transcurrido entre
el asalto a la Ciudadela y la incursión al distrito comercial, fueron los
Arbitradores los responsables de controlar las calles de la ciudad mientras se
desplegaba la Milicia Planetaria desde sus cuarteles en el cinturón fortificado
que protege Galvan. En el desempeño de esta misión tuvieron que enfrentarse a
una sucesión de atentados terroristas con bombas que tenían el objetivo de
sembrar la confusión entre las fuerzas imperiales. Su intervención en apoyo de
la Policía fue decisiva para mantener el orden y localizar otros lugares
sospechosos de albergar más bombas ocultas, evitándose nuevas víctimas tras
desalojarlos y acordonarlos. También afrontaron el avance de la fuerza
mecanizada enemiga que marchaba desde el Portal hacia la Ciudadela para
reforzar al grupo infiltrado de infantería que atacaba por sorpresa la
fortaleza: aunque carecían de armamento pesado, los valerosos Arbitradores
causaron diversos trastornos a las unidades blindadas del adversario para
retrasar todo lo posible su progreso, lo que habría permitido ganar tiempo para
consolidar las defensas imperiales. Luego de producirse el contraataque
imperial, destacaron por su constante apoyo en los flancos y retaguardia, así
como en las acciones de limpieza realizadas tras la batalla. Fue sin duda una
conducta meritoria.
● Milicia Planetaria: 82ª División de Protección, 28º y
30º Regimientos de Guarnición.
Movilizados tras darse la alarma de
ataque, sus mandos quedaron desconcertados durante unos momentos al enterarse
que la agresión procedía del interior de la ciudad. No obstante, reaccionaron
con prontitud y se desplegaron en las zonas estratégicas del perímetro urbano
cumpliendo con los planes de defensa establecidos por el Mando Imperial. El
2/28º Batallón destacó a su Compañía C en el III distrito comercial, justo media
hora antes de sufrir la devastadora incursión caótica, mientras que las
Compañías A y B se desplegaban en los distritos comerciales I y II
respectivamente. Siguiendo el protocolo, tomaron medidas defensivas, como
controles de tránsito con barricadas de cemento y posiciones protegidas con
reductos prefabricados, para crear un perímetro de seguridad. Sin embargo,
aunque contaban con apoyo de Arbitradores y Policías, no tenían posibilidades
contra los poderosos Marines Traidores y su potente armamento. Cuando se
produjo el ataque, los Milicianos lucharon con valor causando muchas pérdidas a
los destacamentos de Adoradores, pero la rápida intervención de los Marines
Traidores desbarató toda defensa organizada y una hora después toda resistencia
en la zona había sido aniquilada, incluyendo la establecida en los distritos
adyacentes para evitar maniobras de flanqueo que estorbaran el saqueo del III
distrito comercial. Con los refuerzos llegados desde los fuertes exteriores, el
coronel miliciano Donald Wilkes organizó un contraataque con tres Compañías del
30º Regimiento de Guarnición y las Compañías B y C del 1/28º Batallón de
Guardia, que resultó infructuoso y costoso hasta que se unieron a la lucha las
Hermanas de Batalla acompañadas por el resto del 28º Regimiento de Guarnición
(cuyo cometido en la defensa del perímetro urbano fue asumido por los otros dos
Batallones del 30º Regimiento tan pronto llegaron al interior de la ciudad). El
principal problema de la Milicia fue su falta de experiencia en combate y el miedo
que les causaban los temibles Brutos Infernales, así como escaso adiestramiento
en técnicas de ataque contra unidades blindadas o tropas protegidas con
servoarmaduras. Con el apoyo del Adepta Sororitas, el rendimiento de la Milicia
mejoró cuando las veteranas Hermanas Celestes tomaron el mando táctico de sus
Secciones. Fue entonces cuando la situación cambió y los caóticos fueron
expulsados de la zona, sufriendo numerosas bajas en su retirada hacia el Portal
Dimensional. Su contribución hasta el fin de los combates se limitó a prestar
apoyo táctico y realizar labores de limpieza en la retaguardia.[4]
● Policía Planetaria: V Cuerpo de Vigilancia, Brigadas del
III Distrito Comercial y XIX Distrito Residencial.
Como única fuerza imperial desplegada desde antes del ataque
en la ciudad, puede considerarse que tuvo mucha responsabilidad en la tardía
detección del grupo de asalto enemigo en su tránsito desde el Portal hasta la
Ciudadela, así como en la prevención de la incursión contra el III distrito
comercial. Sin embargo, una investigación detallada de los sucesos ofrece otra
perspectiva de su actuación. En primer lugar, existen evidencias de que varias
patrullas apostadas en lugares clave fueron emboscadas por los agentes caóticos
infiltrados y eliminadas sin levantar sospechas o causar mucho escándalo,
dejando el camino libre tanto para el asalto como para la incursión. En segundo
lugar, la sucesión de atentados con bombas ocultas causó una notable confusión
y atrajeron la atención de muchas unidades de la Policía. Con esta medidas, el
enemigo se aseguró que éste departamento imperial no tuviera a sus agentes bien
situados para alertar de forma temprana sobre sus movimientos. En cuanto a su
actuación en combate, la ausencia de armamento pesado relegó a la Policía a un
papel menor de apoyo poco trascendente.
- Resultados y
Conclusiones de los Interrogatorios a los Prisioneros :
Una de las mayores contribuciones del Cuerpo de Arbitradores
a las operaciones realizadas fue la captura de varias docenas de Adoradores,
concretamente dos tercios de los 42 guerreros y 6 líderes que fueron apresados
por las fuerzas imperiales, gracias a su maestría usando armamento aturdidor.
De esta forma, hemos obtenido una cantidad importante de información con su
interrogatorio (primero, por la Sección de Investigación Criminal de los
Arbitradores; después, por los Interrogadores Facultados de la Santa
Inquisición). Terminadas las labores de Inteligencia, los Idólatras contumaces
fueron entregados a la Justicia para su ejecución inmediata por incineración,
mientras que los arrepentidos fueron llevados a nuestra Nave Negra para purgar
sus crímenes mediante su conversión en Arcoflagelantes. Para realizar los
interrogatorios se utilizaron refinados métodos de tortura y agresivas técnicas
de persuasión que no pusieron en riesgo la vida de los prisioneros,
garantizando así que recibieran su justo castigo. Como era de esperar, su grado
de fanatismo fue inversamente proporcional a su nivel de resistencia,
volviéndose más colaborativos a medida que se endurecían los métodos. Sin
embargo, todos los líderes y algunos de sus más exaltados secuaces aguantaron
las técnicas más crueles, obligándonos a emplear los efectivos (aunque
económicamente costosos) sueros hipnóticos para forzarles a responder nuestras
preguntas y obtener información más relevante. Lamentablemente, los
organizadores del ataque mantuvieron ocultos a sus seguidores los detalles más
importantes, por lo que sólo hemos obtenido una información limitada.
● Sobre los responsables del ataque a Galvan:
Tanto el análisis de la heráldica observada en las
servoarmaduras y vehículos del enemigo como las declaraciones de los
prisioneros permiten determinar que el asalto fue organizado por un Capítulo de
Marines Renegados conocido como Barones del Trueno (cuyo emblema es un martillo
negro sobre fondo blanco con dos relámpagos amarillos cruzados), liderado por
el infame Señor del Trueno Halfdan Thorlak (un sanguinario Comandante del Caos
que venera a la feroz entidad infernal conocida como Khorne), que se dedica a
la piratería por todo el Sector Sardan desde que fuera descubierta su corrupción
y recibiera la sanción de Traidores Excomulgados[5]
en el 236.M40 por el Inquisidor General Aristide Blacherna. La identidad de los
Marines Traidores resulta concordante con los métodos utilizados, pues los
Barones se caracterizan por sus violentos asaltos perpetrados con subterfugios
y tácticas de infiltración. Con esta información podemos identificar al
Tecnomarine Traidor que supervisó el saqueo del III distrito comercial: el
siniestro Vidkun Asgerd, que ya era sospechoso de tecnoherejía antes de la corrupción
del Capítulo.
● Sobre los agentes enemigos infiltrados en Galvan:
Todos los prisioneros han demostrado que adoran a la misma
entidad infernal que sus malvados amos, los Barones del Trueno: la blasfema
divinidad del Caos llamada Khorne que representa la violencia sanguinaria y el
ansia asesina de los luchadores indómitos. Esto implica que reclutan a sus
miembros de entre clanes guerreros, gremios de asesinos, bandas mercenarias,
grupos criminales, cultos sangrientos y órdenes de caballeros, o cualquier otro
tipo de asociación marcial. Un abanico demasiado grande para concretar una
procedencia precisa. El propio origen heterogéneo de los Adoradores capturados
dificulta ésta línea de investigación. Sin embargo, las cualidades necesarias
para convertirse en un espía indican que los agentes infiltrados deben provenir
de un ambiente que ensalce la disciplina. Muchos de los reos han confesado su
pertenencia a una orden de carácter marcial llamada "Hermandad del
Martillo", oriunda del vecino continente de Archanes, cuyo culto a las
hazañas militares se ha extendido entre la sociedad autóctona[6]
y podría tener ramificaciones por otros continentes. Esto sería sólo una
coincidencia debida a la popularidad de la orden, con la cual habrían
contactado los agentes reclutadores de los Barones, si no fuera porque algunos
prisioneros han revelado que los integrantes del círculo interior estaban bajo
la dirección de unos misteriosos Heraldos del Trueno: sin duda, servidores
capitulares de los Barones que fueron enviados años atrás para crear esta orden
y proveerse así de personal nativo para sus planes.
● Sobre la estructura logística enemiga en Galvan:
Conseguir información sobre éste asunto ha resultado muy
costoso, pero finalmente sabemos ya cómo se introdujeron las bombas y las armas
(así como los materiales para construir el Portal) dentro de la ciudad. Según
hemos podido extraer con drogas y torturas a los líderes apresados, hace varios
años los Barones del Trueno capturaron una nave comercial llamada Viento Sideral con toda su tripulación.
El capitán, Gustav Brunnen, llegó a un trato para salvar la vida de todos a
cambio su colaboración (según parece, el trato pudo estar relacionado con la
carga de la nave). El Duque del Trueno, Arvid Lokir, impío comandante del
crucero de ataque Furia del Trueno
que realizó la captura aceptó el trato. De este modo pudo introducir un comando
en Galvan que capturó al mercader propietario, Jonas Blint, y su familia. Con
ello, pudieron utilizar su red mercantil para introducir armamento y explosivos
de contrabando en Galvan, así como el material del Portal y grupos de Adoradores.
Tras la batalla, no se supo más de todos ellos.
● Sobre el auténtico propósito del enemigo en Galvan:
Gracias a los métodos antes comentados, hemos confirmado que
realmente el objetivo del asalto era la obtención de tecnología para satisfacer
las necesidades materiales de los Barones del Trueno, en especial para sostener
el trabajo del perverso Vidkun Asgerd y sus Tecnosacerdotes Renegados. Dado el
historial de tecnoherejía que se le atribuye, es probable que detrás de todo
esto haya un proyecto de tecnología prohibida. Ya he señalado al principio del informe la existencia de algunos indicios alarmantes. Uno de ellos es que,
según la Policía Planetaria, en Galvan hay un lucrativo contrabando
tecnológico: no sólo se trata del habitual fraude de tasas comerciales, sino
que también se trafica con arcanotecnología. Y ésta procede de yacimientos de
origen pre-imperial ocultos bajo los cimientos de las nuevas ciudades. Además,
el desdichado mercader Jonas Blint era investigado por participar en este
contrabando, lo que me hace temer que el ataque a Galvan estuviera motivado por
el tipo de mercancía que transportaba su nave, Viento Sideral, oculta en sus bodegas. Mercancía al parecer muy
valiosa para Asgerd y su gente. Lamentablemente, ni la ruta de la nave
(Tarion-Cadwen-Vermix) ni su manifiesto de carga revelan nada.
[1] Debe diferenciarse
entre un Portal Dimensional (que comunica dos puntos conectados sideralmente,
pero existentes en la Realidad) y un Portal Disforme (que comunica la Realidad
con la Disformidad rasgando la Celosía o barrera mística entre ambas, como hace
una astronave con motor disforme o un ritual blasfemo dentro de un planeta), ya
que el primero es una puerta a un camino estable y seguro por el Empíreo
(podría decirse que es una versión limitada y rudimentaria de la asombrosa
Telaraña de los Eldar utilizando métodos alternativos) y el otro una puerta a
las tortuosas sendas del Tártaro infestadas de espectros. No es de extrañar la
confusión de los mandos imperiales entre los dos conceptos, pues a la bendita
ignorancia que los profanos deben tener sobre el tema se suma la interpretación
errónea de "dimensión" como universo paralelo, cuando se trata de una
magnitud física: el Portal reduce las dimensiones espacio-temporales entre dos
puntos, con una técnica maravillosa que se desarrolló a finales de la Edad
Oscura de la Tecnología como alternativa al viaje disforme para desplazarse
entre dos mundos previamente preparados (con sus puertas construidas) por un
recorrido cerrado y bidireccional, que se perdió durante la Era de los
Conflictos. Al menos su comprensión y fundamento teórico, ya que algunos
Tecnosacerdotes pueden saber aún cómo hacerlo.
[2] Paralelamente a la
cuestión sobre el origen de los agentes y el equipo empleado por el enemigo,
queda pendiente también la cuestión de la vía utilizada para introducir todo
ello en la ciudad de Galvan. Sin duda, lo más fácil pero menos discreto hubiera
sido utilizar los servicios del crimen organizado local; lo más discreto pero
menos fácil hubiera sido crear una red de contrabando propia. Lo importante de
todo esto es la amenaza latente que supone la existencia de dicha estructura al
servicio de los Poderes Ruinosos, por lo que no puede ignorarse.
[3] La 5ª Compañía tuvo
el honor de tener en su seno dos de estas tres acciones heroicas, que
implicaron a dos oficiales y pudieron estar motivadas tanto por su sentido del
deber como por la muerte en el ataque del Bruto Infernal y los Exterminadores
de un hijo en cada caso, de servicio en la misma unidad. La otra acción heroica
fue protagonizada por un sargento de la 3ª Compañía en defensa de sus soldados.
Otros miembros de la Guardia Imperial (así como Arbitradores y Sororitas)
tuvieron actuaciones distinguidas, pero ninguna de ellas llegó al extremo de
sacrificio heroico de las tres nombradas. Aunque no se mencionen en este
resumen, figuran en sus respectivos registros.
[4] Como queda reflejado
en el informe de operaciones original (Referencia 147036.K), las Compañías B y
C del 1/28ª Batallón de Guardia habían dejado una de sus Secciones en sus
respectivas posiciones defensivas, y las tres Compañías del 30º Regimiento de
Guarnición no habían traído consigo sus equipos de armas pesadas para llegar
más rápido ni estaban bien cohesionadas por ser de distintos Batallones.
[5] Según los registros
consultados, reservados para los altos rangos inquisitoriales, tras la condena
se expropiaron todas las posesiones del Capítulo y se procedió a purificar su
Mundo Feudal (otorgado tras su fundación para el reclutamiento de aspirantes)
de toda corrupción. En el transcurso de la purga, la Fortaleza-Monasterio
Capitular fue asediada y destruida por las fuerzas imperiales, la población
nativa fue apresada y recluida en masivos campos de concentración para su
escrutinio y depuración, se arrasaron las Abadías de Reclutamiento sin dejar
ningún maestro ni novicio vivo, y se eliminó todo rastro de su presencia en el
planeta. Los habitantes que motivaron la más leve duda sobre su pureza fueron
ejecutados sumariamente, así como todas las autoridades planetarias que no
demostraron su absoluta inocencia.
[6] Dado el carácter
militarista de nuestro Sagrado Imperio, resultan muy habituales las
asociaciones paramilitares formadas por entusiastas de la épica guerrera o por
veteranos licenciados que tienen nostalgia por su anterior vida marcial. Aunque
gozan de mucho prestigio, sobre todo en las clases medias y altas, pueden
convertirse en potenciales fuentes de corrupción si un agente maléfico pervierte
su ideología.
La verdad es que duele leer que el objetivo del ataque fuesen unos putos trastos del supermercado tecnológico. Y la escena en la que llega el Rapax a la casa está muy lograda en cuanto a la mezcla de dramatismo y rapidez del desarrollo del ataque, te ha quedado narrado al punto hollywoodiense.
ResponderEliminarNo sé si lo del motivo lo has hecho tan simple para que les duela aún más a los personajes o porque es sólo una forma de desviar la atención hacia un plan más elaborado. De cualquier forma, con esto se entiende por qué la pobre Alara se tiene que pegar latigazos para poder sobreponerse a las pesadillas, puffff...y pensar que hay niños hoy en día que viven cosas tan terribles como estas.
Te reconozco que aunque entiendo el trabajo que conlleva añadir todos los detalles de cifras de efectivos, víctimas y demás, me ha costado bastante leer la parte del informe, la vista me rehuye las cifras por tener que estudiarme números de reales decretos, superficies y producciones de la opo.
Hay que tener en cuenta que es un informe puramente técnico; normal que no sea ameno. Sin embargo, contiene algunos datos importantes, que tendrán trascendencia en el próximo capítulo.
ResponderEliminarSí, las chucherías tecnológicas parecen el motivo evidente... ¿pero no es mucho ruido para tan pocas nueces? Ahí lo dejo ;-)