A.D. 838M40. Randor Augusta (Kerbos), Sistema
Kerbos, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.
Hay quien dice que
las Hermanas de Batalla no piensan, sólo obedecen. Que serían capaces de hacer
cualquier brutalidad, por injusta o absurda que fuera, sólo porque se la
ordenara un alto eclesiarca o un inquisidor.
Puede que esto sea
así con algunas, pero para la mayoría de las Sororitas, esto no es cierto. Como
a todo soldado, se les inculcan al máximo las virtudes de la disciplina y la
obediencia, pero eso no significa que no se las aliente a pensar. Porque ya
actuaron a ciegas una vez, hace mucho tiempo, antes incluso de que se fundara
formalmente la Hermandad, y no puede volver a pasar. Hace milenios, las
antiguas Hijas del Emperador fueron engañadas y utilizadas por Goge Vandire, el
demente que se instauró a la vez en Gran Eclesiarca y Alto Señor del
Administratum, convirtiéndose en un dictador sediento de sangre que ordenaba y
cometía brutalidades en nombre del Emperador. Gracias a la rebelión de San
Sebastian Thor -el santo más venerado por las Sororitas- y al comandante del
Adeptus Custodes, que llevó a Alicia Dominica y a sus lugartenientes frente al
mismísimo Trono Dorado para que conocieran la verdad por medio del propio
Emperador, las Hijas comprendieron el engaño y se rebelaron contra aquel demente
traidor. Alicia Dominica en persona cortó la cabeza de Goge Vandire,
poniendo fin a la Era de la Apostasía y al Reinado e Sangre.
Después de
aquello, san Sebastian Thor convirtió a las Hijas del Emperador en la hermandad
del Adepta Sororitas, y a lo largo de sus milenios de existencia, éstas han
recordado la lección: Obedece a tus superiores, pero aprende a pensar.
Así que Alara y
las demás postulantes tienen lecciones semanales de Lógica, Estrategia y
Táctica. En ocasiones son hasta divertidas; las preceptoras animan a participar
a todas las alumnas y éstas jamás salen de clase sin tener la sensación de
haber aprendido algo más.
Esa semana, las
clases de Estrategia le corresponden a la hermana Liu, una mujer menuda de piel
cetrina y ojos rasgados que parece engañosamente débil hasta que se mueve con
extraordinaria agilidad y consigue que oponentes tres veces más fornidas que
ella den con sus huesos contra el suelo. La lección de hoy es básica: el primer
contacto con el enemigo.
-Todo combate
comienza con un primer contacto- explica la hermana Liu.- Cada batalla es
diferente, y también son diferentes las maneras de comenzarlas. Hay un antiguo
axioma terrano que dice: “quien golpea primero, golpea dos veces”. ¿Creéis que
es esto verdad?- la preceptora, al contrario que otras, no suele esperar que se
presenten voluntarias.- Marielle, ¿qué opinas?-.
La hermana
Marielle, una chica pelirroja y pecosa, apenas vacila.
-La mayor parte de
las veces, sí. Pero en ocasiones es conveniente tender una trampa al enemigo
para provocar que ataque donde nos conviene y se desgaste-.
-Cierto- conviene
Liu.- Pero en ese caso, la iniciativa del enemigo es ilusoria. En realidad, el
primer ataque es nuestro. Sólo que, en lugar de golpear, consiste en tender una
trampa. Y hay otra cuestión que debemos tener muy en consideración: un
excelente consejo que nos dejó el General Solar Macharius. Os lo voy a
explicar; hermana Alara, por favor, acérquese-.
Alara, sorprendida
por haber sido la elegida, se levanta al instante. Camina hacia el estrado
donde aguarda, en pie, la hermana Liu.
-Démosle la vuelta
a la sugerencia de la hermana Marielle. ¿Cómo se prevendría usted contra un
enemigo que prepara una trampa?-.
-Bueno, yo… -Alara
vacila, pillada por sorpresa.- Supongo que la única solución es darse cuenta de
que la trampa existe. Así uno puede verla venir y prevenir el mal antes de que
ocurra-.
-Cierto- sonríe la
hermana Liu.- Pero, ¿cómo ser capaz de prevenir una trampa? Acérqueme es bastón
de ahí, por favor-.
Alara se gira para
coger el bastón que la preceptora le indica, pero antes de dar un paso, el
mundo se vuelve del revés y sus huesos golpean contra el suelo. Antes de que
pase un segundo, advierte que la hermana Liu ha aprovechado que se daba la
vuelta para atraparla por detrás, hacerle una rápida llave y derribarla.
Atónita y aún dolorida, Alara intenta levantarse, pero la bota de la hermana
Liu se lo impide.
-Ésta es la máxima
del General Macharius- dice la preceptora.- "Ataca rápido y por sorpresa. Ataca sin previo aviso. Asegura la
victoria antes de que el enemigo se percate siquiera del peligro. Recuerda
siempre que una guerra se gana más fácilmente si tu enemigo desconoce que está
luchando"-.
Acto
seguido, la bota se retira y Liu tiende una mano a Alara para ayudarla a
levantarse.
-Su
respuesta es correcta, hermana. Pero al aplicarla, ha fallado. La única manera
de prevenir una trampa es verla venir. Anticiparse al enemigo, estar en alerta
permanente y saber reaccionar. Más vale que recuerden, Alara y todas las
alumnas que se encuentran en esta sala, que para negarle la victoria al enemigo
hay que negarle la iniciativa. Actúen primero. Anticípense. Deduzcan sus
intenciones. Si son capaces de prever lo que su rival va a hacer y darle la
vuelta en su favor, habrán recorrido mucho camino para ganar la batalla-.
A.D .844M40. Gemdall (Vermix), Sistema Cadwen, Sector Sardan, Segmento
Tempestuoso.
Alara y los demás
dejaron Gemdall al alba del día siguiente. Mathias había dispuesto que se
levantaran a las cinco de la mañana; necesitarían conducir durante todo el día
para llegar a Morloss esa misma noche.
-Vamos a tener un
día movidito- anunció el Legado.- He calculado que, contando con este mal
tiempo, necesitaremos viajar durante quince horas si queremos llegar esta
noche, descontando una parada para comer, ir al baño y repostar combustible.
Todos tendremos que hacer turnos de conducción-.
Mikael se encargó
del primer turno. El cielo seguía completamente encapotado y una monótona
cortina de lluvia emborronaba el horizonte de la autovía, pero aún así la
pálida luz de la mañana iba convirtiendo poco a poco el negro firmamento en un
pesado manto gris. Mientras el asesino enfilaba el todoterreno hacia el sur,
Mathias sacó su guía de viaje.
-Nuestra siguiente
parada os va a encantar, chicas- dijo, satisfecho.- Morloss Sacra, el mayor
centro espiritual de Vermix y la tercera ciudad más poblada de Kamrea, después
de Prelux y Yamarzanda. Según dice aquí: “fue en Morloss donde el legendario
general de la Guardia Imperial, Leopold Kareman, comenzó la Guerra de
Sometimiento. Morloss fue la primera ciudad que cayó en manos imperiales y se
convirtió en cuartel general del Imperio hasta el final de la guerra. Por ello,
fue bendecida por el primer obispo de Vermix, Flavius Benedictus, y en recuerdo
de tal acontecimiento se erigió una estatua gigante del Dios Emperador que aún
hoy se yergue en el extremo más occidental de la ciudad. Este lugar no es otro
que Zarasakis, isla fluvial situada en la desembocadura del río Morwin, corazón
político y religioso de la ciudad donde están situados el Palacio
Gubernamental, la Catedral del Emperador Triunfante, las sedes principales del
Administratum y el Magistratrum y las viviendas del alto funcionariado
imperial”-.
-¡Tenemos que
visitar esa estatua!- exclamó Octavia, entusiasmada.
-Creía que no
íbamos a Morloss a hacer turismo- dijo Mikael con ironía.
-La verdad es que
la estatua merece la visita, Mikael- admitió Mathias.- Aquí dice que mide doscientos cincuenta metros de altura y está bañada en oro puro. Es visible
desde el mar a muchos kilómetros de distancia, y bajo la luz del sol brilla
como un faro. Por la noche, miles de focos la iluminan para que siga siendo lo
primero que ven los peregrinos al llegar a Morloss. ¿Sabíais que la ciudad
recibe más de diez millones de peregrinos cada año? Proceden de todos los
rincones de Vermix e incluso de otros planetas del Sistema Cadwen-.
-Definitivamente
tenemos que ver esa estatua- afirmó Octavia.
-¡Yo no pienso
marcharme sin verla!- se le unió Valeria.
Alara sintió un
cosquilleo de emoción al imaginar lo hermoso que sería contemplar aquella
imagen monumental del Emperador.
-Estoy con mis
hermanas- dijo.- Yo también quiero verla-.
Mathias se giró
hacia las tres Sororitas y sonrió con la picardía del tahúr que va a sacarse
una carta de la manga.
-Pues no vamos a
llegar en mejor momento para visitarla. Porque pasado mañana se conmemora el
fin de la Guerra del Sometimiento, que en Vermix se llama el Día de la
Liberación. No creo que haga ningún mal que nos tomemos una tarde de asueto y
participemos del fervor religioso de la ciudad junto al resto de los
peregrinos-.
Alara, Valeria y
Octavia celebraron la propuesta con vítores de entusiasmo.
-Pero primero el
trabajo- las previno Mathias.- Antes de disfrutar de la fiesta tendremos que
reunirnos con el Legado del Ordo Hereticus, y para eso, primero tenemos que
llegar. Así que, ¡en marcha!-.
A pesar del mal
tiempo, el viaje transcurrió sin incidentes. Cuando pararon a comer, Mathias
consultó su cogitador portátil y encontró un nuevo mensaje de Lord Crisagon.
Antes de partir de nuevo, los reunió a todos en el coche para comunicarles otra
buena noticia.
-Su Señoría acaba
de comunicarme que la operación secreta que había organizado ha terminado con
éxito- anunció.- A lo largo del día de ayer, varios equipos coordinados del
Ordo Xenos, la Guardia Imperial y el Adepta Sororitas asaltaron todos los
Shantuor de Kamrea-.
Alara casi dio un
salto en el asiento.
-¿Los demás
Shantuor?- exclamó.- ¿Qué han encontrado?-.
-Todos estaban
igual que Shantuor Ledeesme- respondió Mathias.- Una puerta sellada, un templo
subterráneo, un portal a la Telaraña Eldar custodiada por una hueste demoníaca.
Por fortuna, gracias al completo informe que enviamos los equipos estaban
preparados y sabían lo que tenían que hacer. El Adeptus Mechanicus encontró y
abrió las puertas con rapidez y la Guardia Imperial, con un pelotón entero de
Hermanas de Batalla a la cabeza, penetró en las cámaras de contención a sangre
y fuego y aniquiló a los demonios guardianes y a los psíquicos en estasis que
sostenían los portales. Ha habido numerosos heridos, y algunas bajas entre los
guardias imperiales, pero todas las Sororitas han sobrevivido. Al parecer, la
Palatina Sabina y las Superioras Marcia y Lissandra fueron a la cabeza de los
grupos de ataque-.
-¿De veras?- Alara
se sentía dividida entre el asombro y la alegría.- Entonces, ¿ya está? ¿Han
purificado Kamrea?-.
-De los engendros
demoníacos sí, al parecer- afirmó Mathias con una sonrisa satisfecha.- La
herejía de los criptopaganos y la violencia del Movimiento Libertador nos
costarán un poco más, ¡pero estamos en camino de conseguirlo!-.
Antes de salir,
Alara y sus hermanas rezaron una emotiva plegaria de agradecimiento al
Emperador por la victoria de las fuerzas inquisitoriales y la supervivencia de
las Sororitas. Cuando el todoterreno enfiló de nuevo la autovía, Alara se
sentía pletórica; las impías fortalezas paganas habían sido purgadas y la
misión se dirigía a una ciudad sagrada en vísperas de una celebración festiva,
e iban a tener una reunión con el Ordo Hereticus que sin duda abriría nuevas y
provechosas vías de investigación.
Cuando llegaron a
Morloss, ya era de noche. A pesar de la oscuridad, una profusión de farolas
iluminaban las calles, y Alara constató que la ciudad parecía el opuesto de
Gemdall. Las dos eran similares: radiales, a orillas del mar, y atravesadas por
un río que las dividía en dos. Sin embargo, si Gemdall era toda piedra blanca,
mármol y ladrillo claro, Morloss era una ciudad oscura. La mayoría de los
edificios estaban construidos en ladrillo rojo, piedra gris oscura, y en el
caso de los edificios más elegantes, mármol negro, pizarra y obsidiana. Las calles
estaban limpias, cuidadas y bien iluminadas, pero aún así había una sensación
de tenebrosidad en todas partes que el cielo gris y la lluvia constante
incrementaban aún más.
El hotel Tres
Hermanas, en el que Mathias había reservado hospedaje, estaba en la parte norte
de la ciudad, no muy lejos de los muelles comerciales. El centro neurálgico de
Morloss se concentraba alrededor de la desembocadura de río y de la isla
central que había justo en ella, Zarasakis, en la cual se encontraban el
palacio ducal, la catedral y el centro financiero del Administratum. Los
barrios más ricos y opulentos ocupaban ambas márgenes del río, escoltando la
isla como una guardia de honor. El Tres Hermanas se encontraba a pocas manzanas
de distancia de las primeras calles opulentas, en un agradable y tranquilo
barrio de clase media. Era casi de noche cuando dejaron el todoterreno en el
aparcamiento subterráneo del hotel, de modo que tuvieron el tiempo justo para
dejar el equipaje en las habitaciones y asearse un poco antes de reunirse en el
restaurante para cenar.
-¿Vamos a salir
esta noche como lo hicimos en Gemdall?- preguntó Valeria mientras les servían
platos llenos de ensalada de flores haar y filetes de grox guisados en salsa.
-No creo que sea
prudente- respondió Mathias.- Mañana a las nueve en punto tenemos una cita con
nuestros amigos, y llevamos todo el día de viaje. Convendría que nos
fuéramos a dormir temprano para levantarnos descansados y con la cabeza
despejada. Ya saldremos mañana por la noche, si se tercia-.
-A propósito, ¿has
estudiado la ruta hasta el punto de encuentro?- preguntó Alara, llevándose un
trozo de filete a la boca.
-Lo haré esta
noche, antes de acostarnos. De todos modos, antes de salir miré el mapa por
encima, y la dirección no está demasiado lejos del Tres Hermanas-.
-¿Por qué se llama
Tres Hermanas?- preguntó Octavia.- Es un nombre curioso para un hotel-.
-Por las islas-
contestó Mathias, después de masticar y tragar un bocado.- La bahía de Morloss
está llena de islas. La más grande y conocida es Zarasakis, en la
desembocadura, pero hay muchas otras. Cerca de Zarasakis, al oeste, está la
isla de Faro, y al este, más lejos y un poco desperdigadas, se encuentran las
Tres Hermanas. Según he leído, las llamas así porque se parecen mucho en forma
y tamaño. Están llenas de residencias para ricos, jardines, zonas de recreo y
cosas por el estilo. Y frente a la bahía, muy adentradas en el mar, están las
islas que componen el centro penitenciario de Morloss-.
-¿Una cárcel?-
inquirió Valeria.
-Sí, pero quedaos
tranquilas, están bastante alejadas de la costa y bajo la custodia del Adeptus
Arbites. En muchas guías de viaje ni siquiera aparecen en el mapa; en los mapas
públicos del Administratum, aparecen como Zona Restringida. Aunque yo tuve
curiosidad y recurrí a los archivos del Munitorum, donde descubrí que se trata
de tres islas llamadas Zarpa, Garra y Cráneo. Una de ellas es la sede
administrativa y cuartel del Arbites, la otra es una prisión de alta seguridad
para criminales convictos-.
-¿Y la tercera?-
quiso saber Alara, al ver que Mathias no seguía hablando.
Él bebió un sorbo
de agua y se encogió de hombros.
-Ni idea. Zona
Prohibida. No encontré más información. Tampoco es que la buscara mucho, porque
teníamos prisa por partir y ese centro penitenciario no nos interesa en
absoluto. Pero los archivos del Munitorum advertían que tanto la isla como las
aguas circundantes están vedadas y que los vigilantes arrestan a cualquiera que
navegue por las proximidades sin autorización. El desembarco en la isla se pena
con la ejecución sumaria. De modo que no parece un buen sitio para ir de
picnic- concluyó con una sonrisa burlona.
Alara removió su
ensalada con el tenedor, pensativa.
-Me pregunto qué
habrá allí para que actúen con tanto secretismo y medidas de seguridad-.
Como Mathias había
sugerido, se acostaron temprano, y a la mañana siguiente dejaron el hotel rumbo
a la dirección que el padre Lucius les había proporcionado. Por lo que Alara
sabía, se trataba de un piso franco del Ordo Hereticus. Tanto ella como Valeria
y Octavia portaban las pelucas y las ropas civiles de costumbre, ocultando su
condición de Sororitas.
Faltaban pocos
minutos para las nueve cuando llegaron al portal indicado: un edificio de
piedra gris y estilo gótico que en nada se diferenciaba de las docenas y
docenas de edificios que llenaban aquel barrio. Mathias llamó al interfono, dio
la contraseña convenida, y la puerta se abrió para dejarlos entrar. Subieron en
un ascensor amplio que despedía un ligero olor a aceite de motor hasta llegar
al duodécimo piso. Antes de que Mathias llamara a la puerta indicada, esta se
abrió; era evidente que los estaban vigilando. Al otro lado de la puerta, un
hombre que portaba en la mano un Auspex y los miraba con expresión inquisitiva
se hizo a un lado para dejarlos pasar.
-Buenos días-
dijo.- Los esperábamos-.
Alara entró en
silencio, sin perder detalle de lo que había a su alrededor. Se trataba de un
piso sencillo, apenas decorado, pero limpio y de habitaciones amplias. El
hombre que los había recibido cerró la puerta y los condujo por el pasillo
hasta un salón grande cuyas tupidas cortinas, corridas por completo, ocultaban
la luz grisácea del exterior y hacían necesario que las lámparas estuvieran
encendidas. Junto a un par de sofás tapizados, un holovisor emitía a todo
volumen las imágenes de un conocido holodrama. La joven Sororita tuvo un
instante de sorpresa hasta que cayó, segundos después, en que los berridos y
llantos de la protagonista, infortunada viuda de un Guardia Imperial que
luchaba porque se reconociera el valor y el coraje de su marido, harían que
ningún hipotético espía pudiera escuchar la conversación que iba a tener lugar.
En el salón,
alrededor de una mesa ovalada, había sentadas cuatro personas. Dos de ellos
parecían vermixianos montanos: hombres de huesos anchos, piel cetrina y
cabellos oscuros y rizados. Uno de ellos llevaba perilla y parecía fuerte y
musculoso; el otro era lampiño, más bien regordete, y tenía en las manos una
placa de datos. La tercera era una mujer esbelta y atractiva cuyo cabello rubio
y rizado le daba un aspecto angelical. Pero fue el cuarto el que más llamó la
atención de Alara, provocándole una ligera sensación de malestar. Se trataba de
un joven de edad indescifrable, alto y delgado como un junco. Mostraba algunos
rasgos de albinismo, como la palidez alabastrina de su piel y el rubio platino
de su cabello, casi blanco, pero sus ojos mostraban un profundo y hechicero
color azul índigo. Sin embargo, lo más inquietante eran las filacterias de
protección que tatuaban sus manos y la parte inferior de su cuello, delatando
su condición: un psíquico imperial autorizado.
El montano fornido de la perilla se levantó al
ver llegar a los visitantes.
-El Legado y sus
ayudantes, supongo- dijo.- Los esperábamos. Identifíquense, por favor-.
Mathias sacó su
tarjeta de identificación y se la tendió al hombre que les había abierto la
puerta, y que aún sostenía su Auspex en la mano.
-Todo correcto-
dijo el hombre, tras pasar la tarjeta por el lector.
-Ahora usted- dijo
Mathias, mirando fijamente al que parecía el jefe.
Éste sonrió,
extrajo su propia tarjeta y se la tendió a Octavia, que aguardaba con su propio
Auspex en la mano. La joven Dialogante miró la pantalla y asintió.
-Muy bien- dijo.-
Al parecer, todos somos quienes decimos ser-.
Aquellas palabras
hicieron que Alara por fin se relajara un tanto, aunque la presencia de
psíquico continuaba poniéndola nerviosa. Los psíquicos extraían sus poderes de
la Disformidad, lo que a efectos prácticos significaba que cada vez que hacían
uso de sus poderes tenían que abrir un canal que transfería la energía del
Inmaterium directamente a sus mentes. Aunque los glifos que les tatuaban en la
Scholastica Psykana los protegían hasta cierto punto de los peligros de la
Disformidad, siempre existía el peligro de que algo se colara por el canal. Y
cuanto más poder extraían, mayor era esta posibilidad. En aquellas ocasiones,
los psíquicos podrían sufrir mutaciones, heridas, o en los casos más graves,
corrupción espiritual e incluso una posesión demoníaca, lo cual conllevaba una
ejecución sumaria inmediata. Aquella era una de las razones por las cuales el
Adepta Sororitas jamás aceptaba a psíquicas entre sus filas.
El hombre de rizos
y perilla que parecía el jefe hizo un gesto de invitación con las manos.
-Siéntense, por
favor. Pero antes, permitan que me presente y les presente a mi equipo. Soy
Syrio Dryas, Legado Inquisitorial del Ordo Hereticus. Estos son Eustace
Greenwall, erudito- el moreno de la placa de datos los saludó con un ademán-,
Samantha Anterrax, nuestra espía y contacto entre la nobleza- la dama rubia
hizo una inclinación de cabeza-, y Baltazhar Astellas, telépata autorizado- el
psíquico de cabello platino esbozó una sonrisa que tenía un deje de
suficiencia-, y el que les ha abierto la puerta es Damian Vogel, responsable de
seguridad y antiguo miembro del Adeptus Arbites-.
-Yo soy el Legado
Mathias Trandor- se presentó Mathias.- Él es Mikael Skyros, mi guardaespaldas,
y ellas son Alara Farlane, Valeria Marlow y Octavia Branwen, mis asistentes-.
-Es un placer-
respondió Dryas mientras Alara y los demás tomaban asiento.- Y ahora que están
hechas las presentaciones, tal vez puedan explicarnos con detalle el motivo de
esta reunión. El padre Lucius me ha dicho que por algún motivo el Ordo Xenos
está investigando también al Movimiento Libertador, y al parecer han hecho
ustedes algunos descubrimientos interesantes-.
Mathias asintió, y
a continuación puso a Dryas al corriente de lo que habían averiguado. Habló de
los Guerreros Gusano y de los sucesos ocurridos en Shantuor Ledeesme; también
relató los descubrimientos de Phoebe Aberlindt acerca del pasado xenos del
planeta y lo ocurrido durante la jornada de investigación en Romwall. A medida
que hablaba, los rostros del Legado y sus Acólitos fueron perdiendo la seria
impasibilidad para llenarse de asombro y temor.
-Por el Sagrado
Trono de Terra- susurró Samantha cuando Mathias terminó.- Es aún peor de lo que
temíamos, Syrio-.
El Legado Dryas
asintió con gravedad.
-No puedo sino
darle las gracias, Legado Trandor, por compartir con el Ordo Hereticus esta
información- dijo, mirando a Mathias con deferencia.- Efectivamente, hemos
estado llevando a cabo dos investigaciones paralelas. Pero aunque sabemos mucho
más que ustedes acerca del Movimiento Libertador, estábamos lejos de averiguar
todo lo que ustedes han descubierto sobre los Shantuor y el origen de las
religiones paganas de este planeta. Como usted ha planteado, se hace necesario
coordinar nuestros esfuerzos para continuar esta investigación. Primero
tendremos que informar a mi superior en Vermix, el Interrogador Taddeus
Damaris, pero estoy seguro de que su criterio coincidirá con el nuestro-.
Alara frunció el
ceño.
-¿Un
Interrogador?- preguntó.- ¿No dependen ustedes de un Lord Inquisidor?-.
-Su Señoría no se
encuentra en Vermix- respondió Dryas, escueto.- Taddeus Damaris es su
Interrogador más veterano, razón por la cual lo ha enviado aquí-.
-Claro- dijo ella
con tranquilidad.- Porque Lord Darius Ravenstein sigue en Tarion. Ese es el
Inquisidor para el que trabajan, ¿verdad que sí?-.
Los rostros de
todos los agentes se llenaron de sorpresa, excepto el del Baltazhar Astellas,
que adoptó una expresión suspicaz.
-¿Cómo lo sabe?-
pregunto Dryas con frialdad.- ¿Cómo sabe su nombre?-.
Alara experimentó
una emoción tan intensa como repentina, acompañada de un súbito ramalazo de
comprensión.
-Porque mi teoría
es cierta. La Matanza de Galvan está relacionada de algún modo con Vermix, como
sospeché cuando leí el informe redactado por Ravenstein que nos facilitó Lord
Crisagon. El capitán Janos Blint había llevado la Viento Sideral a
Vermix cuando se topó con los Barones del Trueno. Algo en Vermix hizo que los Marines Traidores
se interesaran en Galvan. Darius Ravenstein también lo sospecha, por eso ha
mandado a su Interrogador a Vermix. ¿Verdad que sí?-.
Syrio Dryas la miró fijamente, helado.
-¿Quién es usted?- preguntó.
Baltazhar Astellas intervino antes de que
Alara pudiera contestar.
-Estás equivocado, Syrio- dijo. Tenía una voz
grave y susurrante.- No posee poderes psíquicos, y desde luego no es una
Vidente. Se trata de una Hermana de Batalla-.
Alara se giró hacia el psíquico, rápida como
una serpiente.
-¿Me ha leído la mente?- rugió.- ¿Cómo se
atreve a... a invadir mi cabeza con sus poderes?-.
Mathias la agarró de la muñeca.
-Alara, por favor, cálmate-.
-No he penetrado en su mente- respondió
Astellas con seriedad, aunque en el fondo de sus pupilas destellaba un brillo
burlón.- He usado un poder más sutil, y menos invasivo. Una suerte de
omnisciencia-.
-No vuelva a hacer eso nunca- siseó
Alara con voz amenazante.
-Baltazhar, hermana Alara, les ruego que se
calmen- rogó Dryas.- Por favor, hermana, entienda que la identidad de nuestro
Lord Inquisidor es alto secreto. Que usted haya conseguido adivinar su
identidad nos ha resultado francamente inquietante. Sin embargo, si es miembro
del Adepta Sororitas su fiabilidad y lealtad están fuera de toda duda. Entiendo
que tienen poderosos motivos para mantener en secreto su pertenencia a la
Hermandad-.
-Debemos pasar desapercibidas- intervino
Octavia.- Es imposible hacerlo si no nos ocultamos-.
-Eso lo entiendo- dijo el Legado de
Hereticus.- Pero quisiera saber, ¿cómo es posible que ustedes hayan llegado a
la misma conclusión que Lord Ravenstein?-.
-¿Cómo dice?- preguntó Mathias.
-La hermana Alara ha dicho que tras leer el
informe de Lord Ravenstein acerca de la Matanza de Galvan estableció una
conexión entre los sucesos de Tarion y el planeta Vermix a juzgar por la ruta de
la Viento Sideral. Pero, ¿qué la llevó a leer este informe? Ustedes, según me
han dicho, son miembros del Ordo Xenos que estudiaban los antiguos cultos
paganos de Vermix. ¿Qué tiene eso que ver con la guerra en Tarion o con la
Matanza de Galvan?-.
Syrio Dryas volvía a mostrarse suspicaz.
Alara comprendió que la única forma de apaciguarlo sería decirle la verdad.
-El informe lo leímos antes de comenzar la
misión de investigación- reconoció- y no tenía relación directa con ella, al
menos a priori. El Legado Trandor solicitó y obtuvo de Lord Crisagon permiso
para leer el informe y compartirlo con nosotras porque los cuatro somos
huérfanos de Tarion. Vivíamos en Galvan cuando tuvo lugar la Matanza… y
sobrevivimos a ella-.
Por segunda vez, los miembros del Ordo
Hereticus volvieron a quedarse mudos. Syrio los miró con asombro; Samantha y
Eustace, con conmiseración. Damian y Baltazhar los observaron con una expresión
inescrutable.
-Huérfanos de Galvan… -susurró el legado
Dryas.- Schola Progenium, ¿no es así? Ustedes tres, por supuesto, si son
hermanas del Adepta Sororitas… pero usted también, ¿no es así, Legado
Trandor?-.
Mathias asintió.
-Los cuatro somos progénitos de Tarion.
Siempre quisimos saber qué sucedió aquella noche y quiénes fueron los
responsables de asesinato de nuestras familias. Lo que no podíamos imaginar fue
que acabaríamos estableciendo una conexión con Vermix. Puede llamarlo divina
providencia, si lo desea-.
-El Emperador posee caminos inescrutables-
coincidió Dryas, solemne.
Alara sintió un cálido y secreto ramalazo de
orgullo por Mathias. A pesar de estar hablando del tema más traumático y doloroso
para él, se mantenía firme e impávido, sin mostrar ninguna emoción que lo hiciera
parecer débil de cara al exterior.
“Tiene madera de Inquisidor”.
-Bien, ¿y qué me dicen de ustedes?- quiso
saber Mathias.- Les hemos contado los pormenores de nuestra investigación; ¿qué
hay de la suya? ¿Qué han averiguado?-.
-El Interrogador Damaris lleva varios años
trabajando del incógnito en Vermix- respondió Syrio.- No conocemos todos los
detalles de su investigación, puesto que tiene varios equipos trabajando en
distintos puntos de Vermix. Nosotros tenemos un objetivo prioritario: monitorizar
al Movimiento Libertador. Hasta ahora hemos conseguido infiltrar a unos pocos
de nuestros agentes, aunque ninguno de ellos ha conseguido ascender a rangos de
importancia. Al parecer, el grupo tiene ciertas características sospechosas…
que lo sitúan a medio camino entre una mafia y una secta. Estructura
triangular, pruebas iniciáticas, palabras en clave, líderes ocultos a los que
se les atribuye poderes sobrehumanos…
-Eso apunta a que los altos mandos son
brujos, ¿no es así?- inquirió Alara, evitando a duras penas el impulso de mirar
a Baltahzar Astellas al pronunciar la palabra “brujos”.
-Lo creemos muy probable- dijo Dryas.- Aunque
como ya he dicho, ninguno de nuestros agentes infiltrados ha llegado tan alto
como para verlos en persona. Lo que sí sabemos, sin embargo, es que hace pocos
días ocurrió algo que puso muy nerviosos a los capitostes de la secta. Algo a
lo que llamaron La señal del Padre. Y al parecer ayer mismo sucedió algo más
relacionado con ello que provocó una auténtica conmoción. No hemos vuelto a
recibir informes al respecto, pero los infiltrados creen que el Movimiento
Libertador está preparando algo. Una acción armada de gran calibre, tal vez un
ataque terrorista importante. Aunque todos los indicios apuntan a Prelux,
estamos en estado de máxima alerta-.
-¿La señal de Padre?- preguntó Valeria,
sorprendida.- ¿No es esa la marca que apareció en el cielo sobre Shantuor
Ledeesme? ¿Esa de la que nos habló aquel chico, Reen Brümmer?-.
-¿Cómo dice?- preguntó Syrio, intrigado.
-¡Así es, Valeria!- exclamó Octavia hablando
muy deprisa, lo que hacía siempre que estaba nerviosa. Se giró hacia el Legado
del Hereticus.- Cuando purificamos Shantuor Ledeesme, una extraña marca de luz
apareció en el cielo. Tras investigar el altar del templo pagano, aunque sólo
pude hacerlo durante un breve período de tiempo antes de que nos marcháramos,
deduje que la señal se emitió de algún modo desde ese altar, y creo que quien
la activó fue el demonio; el Heraldo. Durante nuestras pesquisas en Gemdall nos
enteramos de que muchas personas la vieron desde la carretera, y una de ellas
la identificó como la señal del Padre. Más tarde, en el pueblo de Romwall,
entrevistamos a una anciana que conocía un poco de las antiguas leyendas
vermixianas. La señora nos dijo que según dichas leyendas la señal es un aviso,
una alerta que anuncia tiempos oscuros y el regreso de unos horribles monstruos
que traerán gran sufrimiento al mundo. Creemos… creemos que esos monstruos de
los que habla la leyenda eran los Eldar. Al purgar a los demonios guardianes,
los portales a la Telaraña estarían abiertos para los xenos si pretendieran
regresar a Vermix-.
El moreno rostro de Dryas se llenó de
preocupación.
-¿Creen que podría ocurrir algo así?-.
Alara y todos los demás posaron sus ojos en
Mathias.
-Nuestro tecnomago especialista no lo cree
probable- respondió el joven tras una breve pausa.- Los portales son ahora
accesibles, sí, pero llevaban bloqueados más de diez milenos. ¿Por qué los
Eldar iban a intentar entrar precisamente ahora? No, no creemos que vayan a
hacerlo… a no ser que algo atraiga su atención sobre ellos, claro. Pero los
Adeptus Mechanicus están siendo sumamente cuidadosos para evitar soliviantar en
lo más mínimo el espíritu máquina de esos portales mientras los estudian-.
-Dentro de lo que cabe, es una buena noticia-
dijo el Legado Dryas, aún tenso.- Pero me han dejado preocupado con el asunto
de esa dichosa señal del Padre. Si es lo que ha soliviantado tanto al
Libertador y sus lugartenientes, creo que ya no cabe duda; mis sospechas y las
suyas están confirmadas, Legado Trandor. El Movimiento Libertador habla de
regresar a la blasfemia vermisionarias cuando se refiere a esas “antiguas
tradiciones vermixianas”. En última instancia, sirven a los poderes del Caos.
Es tarea de la Inquisición detenerlos y purgarlos hasta al último de ellos-.
-¿Por qué habla sólo de regresar a la
blasfemia vermisionaria?- preguntó de repente Alara.- ¿Qué hay del culto
saurosicario? Tenemos sospechas de que la adoración al dios Eldar de la Guerra
acabó derivando en un culto khornita-.
-Por eso no se inquiete, hermana Alara-
contestó Syrio.- Los saurosicarios son montanos, y los vermisionarios palianos.
Nunca se unirán para combatir juntos-.
-Ah, ¿no?- inquirió la joven.- Permítanme una
pregunta, señores: ¿todos ustedes son nativos de Vermix?-.
Los cuatro miembros del Ordo Hereticus
asintieron.
-Bien, no sé tanto de etnología vermixiana
como la Dialogante Octavia, aquí presente- dijo Alara.- Pero apostaría a que
usted, Legado Dryas, y los Acólitos Greenwall y Vogel son montanos. En cambio,
el Acólito Astellas es indudablemente paliano, y a juzgar por la piel clara y
el cabello rubio de la Acólita Anterrax, diría lo mismo de ella. ¿Me
equivoco?-.
Samantha esbozó una leve sonrisa.
-No, no se equivoca-.
-Entonces, aquí tenemos a palianos y montanos
trabajando juntos. ¿Cómo es posible?-.
-La situación no es la misma, hermana- la
previno la espía.- Todos nosotros nacimos en capitales urbanas y en el seño de
familias imperiales. Nos educaron para creer en la unidad del Imperio y en el
culto al Dios Emperador. Somos capaces de trabajar en el Ordo Hereticus por
nuestro objetivo común, sin dejar que esas viejas distinciones racistas causen
malestar entre nosotros. En cambio, el Movimiento Libertador suele reclutar a
sus miembros entre la juventud problemáticas de las zonas rurales o los barrios
marginales de las ciudades. Ese tipo de personas tienen muy arraigado el
resentimiento racial. Al fin y al cabo, quieren volver a las viejas
tradiciones, y una de las costumbres más antiguas de Vermix es que los palianos
y los montanos luchen los unos contra los otros- esbozó una sonrisa irónica.
-Tal vez no combatan juntos, codo con codo-
admitió Alara.- Pero, ¿se les ha ocurrido que el Libertador podría intentar
coordinarlos? Para ellos, el Imperio es un enemigo común. Puede que no luchen
los unos junto a los otros, pero podrían luchar coordinados con los otros, cada
uno por su cuenta y en su territorio, si hubiera un líder común que los dirigiera-.
-¿Y quién sería ese líder?- inquirió Syrio.
-¿Un deomecanicista? ¿Un silicologista?-
aventuró Alara.- Me parecen los más probables. Ambos fueron cultos humanos que
se desarrollaron al margen del tándem vermisionario-saurosicario-.
-Y que fueron purgados en su debido momento-
le recordó el Legado del Hereticus.
-No del todo, quizás- replicó Alara.- ¿Qué
hay de las inteligencias abominables que destruimos en Shantuor Ledeesme? ¿Son
antiguas, o de reciente fabricación? Sea como sea, tras el Incidente Inhumano
fueron capaces de sobrevivir sin ser detectadas. Creo que valdría la pena pedir
al Adeptus Mechanicus que nos digan si están realmente seguros de que esos
cultos fueron exterminados por completo-.
-Se lo solicitaré al Tecnoadepto Crane en
cuanto nuestro convoy llegue a Morloss- dijo Mathias.- Aunque aún tardarán unos
días en dejar Gemdall. Necesitan aprovisionarse y esperar a que lleguen
refuerzos para relevar a nuestras bajas-.
-Soliciten lo que quieran, pero creo que se
olvidan de un pequeño detalle- insistió Dryas.- ¿El Libertador sería paliano o
montano? Porque a la fuerza debe pertenecer a una de las dos etnias, si es
vermixiano. Y eso haría que la otra desconfiara de él automáticamente. Si es un
mestizo, probablemente recibiría el desprecio de las dos razas por igual-.
Alara frunció el ceño, pensativa.
-Sé que es complicado- dijo finalmente.- Pero
es la única opción que tiene lógica, Legado Dryas. Ha habido centenares de
levantamientos en Vermix desde la Guerra de Sometimiento, y todos fracasaron
por el mismo motivo: los rebeldes eran demasiado pocos y nunca trabajaron
juntos. Cualquier líder con visión se daría cuenta de que la única manera de
que supongan una amenaza es unirlos a todos-.
-¡Lo cual me recuerda…!- exclamó Mathias,
haciendo que todos fijaran de nuevo la vista en él.- La rebelión del Conde
Loco-.
-Fue hace más de doscientos años- dijo la
Acólita Anterrax.- ¿Qué pasa con eso?-.
-Que hemos encontrado algo que le perteneció-
dijo Mathias, que se había inclinado para sacar algo de su cartera.- Bueno, más
que encontrar, comprado. En un anticuario. Y por un precio nada barato. Pero
creo que podría valer la pena-.
-¿De qué se trata?- preguntó Syrio.
-De esto- respondió Mathias, incorporándose y
dejando un rectángulo envuelto en tela sobre la mesa.- Un icono. Abiertamente
herético- añadió, desenvolviéndolo.- Al parecer, fue pintado por Oskar Esmer
por encargo del Conde Loco, y los pigmentos están fabricados con cristales
psicoactivos. La hermana Octavia detectó que habían encerrado en él algún tipo
de hechizo latente. Lo he traído conmigo porque tenía la esperanza de que entre
ustedes hubiera un telépata, ya que son muy frecuentes en las cábalas del Ordo
Hereticus-.
-¿Para qué interrogar con fuego y tormento
cuando tienes a tu lado a un jodementes?- bromeó Damian Vogel, mirando a
Baltazhar. El psíquico puso los ojos en blanco, y Alara comprendió que debía
ser una chanza común entre ellos.
-Deme el icono- dijo Astellas con su voz
grave y calmada.- Veré lo que puedo hacer con él. Y usted, hermana Alara, no me
mire con esa cara. No voy a comenzar a lanzar chispas y rayos disformes en
medio de esta sala-.
Alara apretó los labios, conteniendo el
impulso de lanzar un comentario mordaz. Baltazhar tomó el icono entre sus
manos. Al instante, sus ojos color índigo se estrecharon hasta convertirse en
dos ranuras.
-Sí- susurró.- Siento poder en él. Se trata
de una psicograbación. Quien hechizó este icono pretendía dejar un mensaje para
quien fuera capaz de recibirlo. Sin lugar a dudas, otro psíquico-.
-¿Puede extraerlo?- preguntó Mathias.
-¿No será peligroso?- inquirió Alara con
rapidez.
Astellas los miró a ambos.
-Puedo extraerlo, y no es peligroso. No más
que cualquier otro uso simple de la telepatía, al menos- cerró los ojos,
concentrándose un instante, mientras posaba la mano en el icono.- Es una voz...
un mensaje de voz...
Al instante, Baltazhar Astellas se quedó
rígido, como si estuviera en trance. Alara se puso tensa, pero al cabo de un
segundo, el psíquico comenzó a hablar. Su voz ya no era el susurro grave y
sereno de costumbre; tenía un timbre extraño, chirriante y ansioso, como si
otra persona estuviera hablando a través de sus labios.
-Ha
llegado el momento de dejar mi legado- graznó.- Me encuentro sumido en una guerra sagrada para detener a un demente.
Ese sacerdote loco, el consejero espiritual del Gobernador de Mordall… ha envenenado
la mente de mi señor. Quiere que destruyan los Shantuor, que los bombardeen
hasta arrasar sus cimientos. Quiere destruir hasta el último vestigio de
nuestro pasado. No, no… ¡son lo único que puede salvarnos! ¡Atiende, tú que has
hallado mi mensaje! Debemos volver nuestra vista al Gran Padre, ¡sólo a él!
Hemos olvidado nuestras tradiciones, hemos dado la espalda a las creencias de
nuestros ancestros. Y vamos a pagarlo con nuestras vidas. Yo lo descubrí, oh,
sí. Descubrí las puertas arcanas.
La primera estaba
en los cimientos de mi propio castillo. Apenas pude creerlo cuando la encontré.
Forman una red, una red que conecta el planeta. Pero mis conocimientos eran
insuficientes, no sabía cómo continuar… así que busqué a los antiguos sabios de
la ciencia, a los legendarios deomecanicistas y silicologistas. Decían que los
habían exterminado, pero yo los encontré. Les mostré la puerta que había en mi
castillo, y ellos a cambio me aceptaron entre ellos y me enseñaron. Toda mi vida
financiando las excavaciones, encontrando vestigios… Los míos me llamaron loco,
dijeron que dilapidaba mi fortuna, pero hallamos todas las puertas. Los alienígenas
las construyeron para viajar a través de Kamrea, y de Kamrea a otros
continentes. Ahora las conocemos todas.
Pero también he
aprendido más. Los alienígenas que fueron expulsados por el Elegido del Gran
Padre construyeron otras puertas. Mis sabios maestros me lo revelaron. Puertas
más allá de las estrellas, más allá de la realidad, a los caminos de la dimensión
donde moran los xenos. Ellos nos esclavizaron, nos oprimieron, vivíamos y
moríamos por sus designios. Cuando el Elegido del Padre los expulsó, se
construyeron los Shantuor para cerrar las puertas a la dimensión xenos y
asegurarnos de que no regresaran jamás. Mientras esos santuarios-fortaleza
prevalezcan, Vermix resistirá. ¡Y ahora el loco del Gobernador quiere
destruirlos! No, no puedo permitirlo. Nos hemos alzado, nos hemos rebelado, y
consigamos o no hacernos con la victoria, jamás nos rendiremos hasta que
logremos acabar con ese Gobernador infame y el sacerdote que lo ha desviado.
Pero, ¡atiende!
Podría volver a pasar. En el futuro, alguien podría volver a intentar destruir
los Shantuor. Por eso dejo aquí mi mensaje, y en los otros seis iconos que el
buen Esmer ha pintado para mí. Que mi mensaje llegue a los benditos del Gran
Padre: jamás permitáis que el Imperio sepa lo que guardan los Shantuor. Nunca
deben ser perturbados, nunca deben ser destruidos. Al final de este mensaje
adjunto la imagen mental del mapa que diseñé con la red de portales arcanos
planetarios; que se usen para bien. Que se usen para detener la locura de los
Imperiales, si de nuevo osan perturbar los sagrados Shantuor. A ti que me has
escuchado; que la bendición del Padre se derrame sobre ti y que la gracia de la
Madre esté siempre contigo-.
Baltazhar Astellas
se detuvo un instante, abrió los ojos y emitió un jadeo ahogado.
-¿Estás bien,
Baltazhar?- inquirió Dryas.
El psíquico
parpadeó.
-Sí- respondió con
voz ronca.- Por el Sagrado Trono de Terra, esa voz era demencial-.
Alara deslizó
suavemente la mano lejos de la cartuchera de su pistola bólter, donde la había
tenido posada a lo largo de toda la psicotransmisión.
-Lógico, teniendo
en cuenta que estábamos oyendo los recuerdos de un loco- dijo con sequedad.
-Pero ese loco
acaba de revelarnos datos muy significativos- dijo Mathias.- Para empezar, que
encontró deomecanicistas y silicologistas vivos, lo cual da un nuevo empuje a
la teoría de la hermana Alara. Sabemos que existen, sabemos que conocen la
verdad sobre el pasado de Vermix, y sabemos que por lo tanto serían capaces de
establecer la conexión entre las señales del Padre y la purga de los Shantuor.
Si todos estaban igual de protegidos que Ledeesme, las siete señales habrán
brillado en el cielo en una misma semana. Y el número del Poder Ruinoso que los
guía, Nurgle el corruptor, es precisamente el siete. No me extraña que se hayan
vuelto locos-.
-La cuestión es, ¿qué
van a hacer ahora?- se preguntó Dryas, nervioso.- Si el Movimientos Libertador
tiene relación con este asunto, podrían conocer la ubicación de las puertas…
-Portales
intraplanetarios- puntualizó Mathias.- Al parecer, se trata de tecnología Eldar
muy usada por estos xenos en sus planetas. También tienen portales
interestelares, que son capaces de conectar varios planetas del mismo sistema,
aunque desconozco si en Vermix hay de ese tipo o no. Y por último, portales
dimensionales; los que conducen directamente a la Telaraña-.
-Como sea- porfió
el otro Legado.- Si conocen los portales, podrán moverse con extraordinaria
rapidez por Kamrea y por todo Vermix. Eso explicaría la ubicuidad que parecen
demostrar los altos cargos del Movimiento Libertador, apareciendo y
desapareciendo aquí y allá del modo más inesperado. Nuestros agentes
infiltrados sospechaban de artefactos de teletransporte, pero…
-Tal vez de eso
también tengan- dijo Mathias.- Al fin y al cabo, si conocen los portales es que
también conocen a los silicologistas y a los deomecanicistas-.
El puño de Syrio
Dryas golpeó contra la mesa.
-La situación es
más grave de lo que creíamos. Honestamente, creo que a este grupo se le va de
las manos. Si todos están conformes, voy a contactar con el Interrogador
Taddeus Damaris. Le pediré que venga a Morloss y celebraremos una reunión de
urgencia para establecer un nuevo plan, en colaboración con el Ordo Xenos.
Legado Trandor, le sugiero que contacte en cuanto pueda con su Lord Inquisidor
y lo informe de los detalles de esta reunión. Creo que él y Damaris tendrán que
coordinarse para establecer nuestras próximas líneas de acción-.
Mathias asintió.
-¿Creen que
podrían conseguirnos una copia de ese mapa mental que ha visto el Acólito
Astellas?- preguntó.- Si señala la ubicación de todos los portales
intraplanetarios Eldar, Lord Crisagon necesitará disponer de él cuanto antes-.
Dryas se levantó.
-Denlo por hecho.
Vengan aquí mañana a la misma hora y transmítanos el parecer de Lord Crisagon.
Nosotros les estregaremos una placa de datos con la transcripción del mapa de
portales. Lo lamento, Baltazhar, pero creo que vas a tener un día muy ocupado-.
El psíquico se
puso en pie y les obsequió con una sonrisa torcida.
-Qué se le va a
hacer- dijo.- Cuando el deber nos llama, nuestra obligación es servir al
Emperador-.
Cuando salieron
del piso franco del Ordo Hereticus era casi mediodía. Regresaron al hotel para
almorzar, y después de comer subieron a la suite de Mathias y Alara para
hacer planes. Tras una breve conversación, todos convinieron en que no había
gran cosa que hacer hasta que Baltazhar Astellas les entregase la
psicograbación y el mapa de los portales Eldar. Mathias llamó a Lord Crisagon a
su vocofonador, y en esta ocasión el Inquisidor respondió de inmediato. Mathias
le dio las oportunas explicaciones y respondió a todas las dudas que éste le
planteó, y cuando colgó, miró a Alara con una amplia sonrisa.
-¡Lord Crisagon
está eufórico!- dijo, muy ufano.- No puede creer que hayamos encontrado un mapa
con la ubicación de los portales Eldar. ¡Jamás lo había visto tan satisfecho!
No lo creerás… ¡me ha dicho que he sobrepasado sus expectativas y que si sigo
así puede que pronto ascienda al puesto de Interrogador!-.
Abrazó a Alara con
gran alegría, y ella le devolvió el abrazo, entusiasmada. Sabía lo que aquello
significaba: el rango de Interrogador era el que un Inquisidor otorgaba a sus
Legados de más valía y confianza, aquellos que habían sido elegidos para ser
adiestrados y convertirse a su vez en nuevos inquisidores. Si Mathias se
convertía en uno de ellos, sus responsabilidades serían mayores y su trabajo
mucho más duro, pero también lo dejaría a un solo paso de convertirse también
en Inquisidor. Y cuando lo hiciera, reclamaría a Alara como parte de su séquito
y los dos podrían estar juntos para siempre.
-¡Te quiero!-
canturreó él, besándola una y otra vez.- ¡Te quiero, te quiero, te quiero!-.
-Ejem- tosió
Mikael con sequedad.- No estáis solos, ¿recordáis?-.
Mathias y Alara
rieron y se separaron, azorados. A pesar de su comentario, Skyros también
sonreía.
-Sugiero- dijo Mathias
con voz muy alegre.- Que nos tomemos el resto de la tarde con calma. Lord
Crisagon me ha pedido que mañana, cuando nos reunamos con el grupo de Dryas,
busquemos un holoproyector. Desea hablar personalmente con él, y a ser posible,
también con el Interrogador Damaris. Eso significa que contamos con unas horas
libres, así que, ¿y si esta noche hacemos algo especial? Sé de algo que creo
que os animaría-.
-Creo que sé por
dónde vas- sonrió Mikael.
Alara, Valeria y Octavia
lo miraron con expectación.
-Ya sabéis que
mañana se conmemora el Día de la Liberación. Y en Morloss, la celebración
comienza esta noche con una festividad llamada la Vigilia de los Santos. A
primera hora de la tarde comenzará una procesión llamada la Luminaria, en la
que miles de personas desfilan con luces encendidas e iconos sagrados. Cuando
la Luminaria llegue a su destino final, la plaza del Emperador en la isla
Zarasakis, habrá un festival de danza frente a la plaza de la Catedral, y después
la celebración finalizará con un espectáculo de luz y pirotecnia junto a la estatua
de Emperador-.
-¿De verdad?-
exclamó Alara, entusiasmada.- ¡Oh, por el Trono, vamos ahora mismo!-.
-¡Sí, sí!- gritó Octavia,
palmeando con las manos como una niña.
-¡Tenemos que ir!-
exclamó Valeria, pletórica.- ¡No me lo perdería por nada del mundo!-.
Mathias y Mikael
se echaron a reír.
-Ahora por fin sé
cómo hacer perder la compostura a una hermana del Sororitas- dijo Mikael,
sonriente.- Basta con hablarles de una nueva y emocionante celebración
religiosa-.
-Venga, vamos-
dijo Mathias, cogiendo su abrigo.- Si no queremos ver la procesión con
binoculares, más vale que salgamos ya hacia los muelles. No están lejos de
aquí-.
Cuando llegaron a
Zarasakis, se encontraron la isla atestada de fieles y peregrinos. Muchos llevaban
guardando el sitio desde el día anterior. Por doquier había pantallas gigantes
para que todo el mundo pudiera ver lo que pasaba en la avenida General Leopold
Kareman y en la avenida del Emperador Triunfante, por las cuales la Luminaria
haría su recorrido principal, así como la plaza del Emperador. Las calles
estaban atestadas, pero Alara, Mathias y los demás consiguieron apretujarse en
la tercera fila para ver pasar la procesión. Alara se emocionó cuando vio las
primeras luces: miles, millones de velas titilantes portadas por fieles
vestidos con túnicas blancas que a la luz de las llamas mostraban un resplandor
dorado.
-No llueve- dijo
Valeria, desconcertada, mientras miraba hacia arriba.
-Ni verás jamás
que llueva durante la Luminaria- dijo Mikael.- Y tampoco mañana, en el Día de
la Liberación. Al menos en lo que a las principales capitales respecta. El
Gobierno se gasta muchos tronos todos los años en sacar aeronaves especiales
que veinticuatro horas antes rocían las nubes con un mejunje que frena
temporalmente la lluvia. Eso significa que pasado mañana el agua de lluvia
caerá de color marrón y con más fuerza que nunca, pero como ese día es
costumbre que todo el mundo se quede en casa y encienda una vela blanca por los
mártires imperiales que cayeron en la Guerra de Sometimiento, los únicos que lo
sufren son los servidores y empleados que se encargan de limpiar las calles-.
Junto a los fieles
con velas, pasaron muchos otros personajes: sacerdotes con vocoamplificadores
que entonaban a voz en grito alabanzas al Emperador, penitentes descalzos con
los pies ensangrentados que arrastraban cadenas en cumplimiento de alguna
promesa, muchachas con la cabeza afeitada vestidas con túnicas con el símbolo
del Aquila que arrojaban flores a los espectadores, bandas de servidores que
tocaban himnos religiosos con varios instrumentos al mismo tiempo, e incluso un
destacamento del Adeptus Arbites y otro de la Guardia Imperial, que avanzaron
muy dignos con sus uniformes de gala portando en torno al brazo una banda de
luto en honor a los mártires.
La gente voceaba y
chillaba extasiada; todos alababan al Emperador y muchos agitaban banderines
con la “I” eclesiástica, el Aquila imperial o el cráneo coronado. Hubo algunos
desmayos, pero en seguida fueron atendidos por los enfermeros de guardia del
Adeptus Medicae. Alara observó que también había otro tipo de Arbitradores
menos afortunados allí: los que debían encargarse de la seguridad. Un fuerte
dispositivo custodiaba calles, casas y transeúntes; el Adeptus Arbites estaba
decidido a que nada ni nadie entorpeciera el buen funcionamiento del festival.
Ya era de noche
cuando la Luminaria siguió su camino final hasta la plaza del Emperador. Aunque
era imposible llegar hasta allí, Alara se dio cuenta de que a medida que la
procesión dejaba atrás las calles la gente las tomaba y se ponía a bailar.
-¿Qué hacen?-
quiso saber.
-Ensayan por
última vez sus pasos- les explicó Mikael.- Las danzas principales son en la
plaza, pero esas por lo general sólo las pueden ver los capitostes: el
Gobernador, los nobles, las familias de los altos funcionarios. De modo que,
para que todo el mundo participe en la celebración, el Adeptus Mechanicus
transmite la música por medio de vocoamplificadores situados en las calles
principales, y la gente baila en toda la isla. Quedémonos un poco; es digno de
contemplar-.
Al cabo de un buen
rato, las pantallas gigantes mostraron la llegada de la Luminaria a la plaza
del Emperador, y poco después comenzaron a escucharse las primeras notas de la
música. La melodía era pegadiza y festiva, de una alegría contagiosa. Hombres,
mujeres y niños comenzaron a bailar cogiéndose de las manos y girando sobre sí
mismos. Alara, pletórica de alegría al ver aquellas demostraciones
multitudinarias de fe a su alrededor, cogió del brazo a Mathias y se puso a
bailar también.
-¡No conozco los
pasos!- protestó él, riendo.
-¡Yo tampoco! ¿A
quién le importa?- exclamó ella, feliz.- ¡Sólo escucha la música!-.
Cogiendo las manos
de Mathias, Alara rió, bailó y giró, feliz de danzar junto a todos los demás
fieles en honor del Dios Emperador. Apenas se dio cuenta de que, cerca de
ellos, Valeria, Octavia y Mikael los imitaban. Cuando la melodía terminó,
estaban sin aliento. Mathias los miró con una amplia sonrisa.
-Ha sido
estupendo- dijo.- Pero os quiero llevar a un lugar especial para ver el fin de
fiesta, y si no salimos ahora, no llegaremos. ¡Venid conmigo!-.
Los condujo hasta
el muelle occidental de la isla, lejos de la zona central. Debido a la
considerable altura de la estatua del Emperador, el mejor lugar para ver las
luces era la porción de mar que había frente a Zarasakis, y muchos
transbordadores y barcazas estaban a disposición de los fieles que podían
permitirse un pasaje. Mathias compró boletos para los cinco y a las ocho menos
cuarto embarcaron en uno de los últimos transbordadores que salían del muelle.
Por un recargo extra, pudieron escoger los mejores sitios, en la proa de la
embarcación.
El transbordador
los llevó hasta la desembocadura del río, desde donde se veían los edificios
más grandes y las luces más brillantes de Zarasakis. La estatua de Emperador apareció
ante ellos, alta y grandiosa, iluminada por cientos de focos que hacían
resplandecer el bruñido dorado contra el cielo nocturno. Alara, Valeria y
Octavia se quedaron extasiadas cuando el transbordador se acercó y pudieron
verlo con claridad: ahí estaba, alto, enorme y orgulloso. El Emperador portaba
una armadura que parecía de oro, al igual que la corona de laurel que reposaba
en sus sienes. Su rostro poderoso, sabio y valiente miraba al horizonte
mientras sostenía uno de sus brazos en alto, en un gesto que era a la vez de
bendición y autoridad, y el otro reposaba sobre una espada flamígera cuya punta
reposaba en el suelo, al lado de sus pies.
Finalmente, todas
las embarcaciones se detuvieron frente a la isla. Alara pasó los últimos
minutos retorciéndose de los nervios, cogiéndole la mano a Mathias, hasta que a
las ocho en punto comenzaron a resonar los primeros acordes del Himno Imperial.
Un millar de globos de luz ascendieron en perfecta sincronización, arrancando a
la estatua mil destellos diferentes que le otorgaban una falsa sensación de
movimiento, casi como si estuviera viva. Láseres coloridos de baja potencia
danzaban en el cielo al ritmo de la música, y cuando llegaban los acordes más
triunfales, nubes de chispas blancas y anaranjadas se alzaban como olas a ambos
lados de la estatua.
De repente, cuando
el himno llegó a su gloriosa parte final, varios haces de potente luz blanca
ascendieron en espiral en torno al Emperador. A medida que subían, el filo de
la espada dorada comenzaba a flamear con llamas falsas. Los haces de luz se
reunieron en torno a la cabeza del Emperador y se abrieron en forma de abanico,
formando un halo de santidad. Entonces, los ojos de la estatua se iluminaron
con una luz tan potente que hacía daño a la vista. Y en ese momento terminó el
himno con una última nota triunfal: con la figura del Emperador destellando, la
espada llameante, el halo santificador y los ojos de fuego.
La gente
prorrumpió en “¡ooohs!” y “¡aaahs!” maravillados, y muchos rompieron a
aplaudir. Alara, en cambio, no podía. Estaba demasiado maravillada, con el
éxtasis religioso hinchiéndole el corazón. Mathias, que estaba junto a ella, le
rodeó los hombros con el brazo y la atrajo hacia sí, acercando los labios a su
oído para susurrarle.
-Si no fuera por
tus votos, Alara, este sería el momento en que te pediría que te casaras
conmigo-.
Ella le tomó de la
mano, se giró para mirarle y sonrió.
-Y si yo pudiera
casarme, Mathias, lo haría contigo-.
Él la estrechó
contra sí, acercando su boca a la de ella. Mathias y Alara se besaron,
abrazados con fuerza, unidos ante los ojos del Dios Emperador.
Cuando regresaron
a tierra firme, acabado el espectáculo, Alara sonreía como una tonta, algo muy
inhabitual en ella. Mathias y ella no se habían vuelto a soltar de la mano.
Cenaron pescado a la parrilla acompañado por un Amasec ligero en un restaurante
del puerto. Todos se sentían felices y animados, con el corazón repleto de
devoción y alegría; incluso Mikael, que no perdía detalle del entorno como
correspondía a un buen guardaespaldas, parecía entretenido. Alara sentía una
chispeante sensación de euforia en su interior, y no a causa del poco Amasec
que había probado, porque aquel sentimiento se acrecentaba cada vez que miraba
a Mathias. Su sonrisa, su voz, sus ojos y su dulce rostro evocaban en ella un
amor tan intenso que sólo era superado por el fervor que la invadía al
contemplar la estatua sagrada que relucía en la oscuridad. Se sentía feliz, tan
feliz como en el día de su consagración, y aquella burbujeante felicidad siguió
llenándola por completo cuando dejaron el restaurante, llegaron al hotel, y
Mathias y ella hicieron el amor entre las sábanas. Se durmió abrazada a él, con
una sonrisa dichosa en los labios.
Lo primero que
Alara notó al despertar es que Mathias ya no se encontraba a su lado. Atontada
por el sueño, se dio cuenta de que aún era de noche, y el silencio era total.
Lo primero que pensó es que Mathias se había levantado para ir al baño y sus
movimientos la habían despertado, pero al girar la cabeza vio que la puerta del
baño estaba abierta, y las luces apagadas.
Aquello la
espabiló de repente. Se incorporó en la cama y miró nerviosa a su alrededor.
-¿Mathias?-
preguntó en voz alta.
Silencio.
-¿Mathias?- llamó,
más fuerte.
No recibió
respuesta. Alara se levantó de un salto, encendió la luz de la mesilla y la del
baño, pero Mathias no estaba allí, ni tampoco en el dormitorio. Empezó a
ponerse nerviosa. ¿Dónde estaba Mathias?
Miró a su
alrededor, y se dio cuenta de que la puerta que daba a la salita, que habían
cerrado antes de irse a dormir, estaba entornada. Tragó saliva. Si Mathias
estaba ahí, tendría que haberla oído. ¿Por qué no contestaba? Rápidamente,
cogió la pistola láser que reposaba junto al crono de la mesilla de noche y se
acercó a la puerta de puntillas. Con un rápido movimiento, abrió la puerta de
un tirón y entró de un salto en la salita, apuntando en todas direcciones.
No había nadie.
Encendió la luz. La salita estaba vacía, y seguía sin haber ni rastro de
Mathias.
En ese momento,
sucedió algo que le puso los pelos de punta: descubrió que la puerta que daba
al pasillo del hotel estaba entreabierta, y a sus oídos llegó un lejano gemido.
Parecía de dolor… y parecía la voz de Mathias.
Con el corazón en
la garganta, abrió la puerta y oteó el pasillo. Estaba desierto. Pero aquel
gemido de angustia volvió a sonar. Una voz lejana y doliente pronunció su
nombre.
-Alara…
“¡Mathias!” pensó
Alara horrorizada. “¡Es él! ¿Dónde está? ¿Qué le ha pasado?”.
Había sonado
detrás de la esquina, más allá de los ascensores. Alara giró por el pasillo sin
dejar de apuntar con la pistola. Entonces, vio algo: uno de los ascensores
estaba abierto. Algo bloqueaba las puertas impidiendo que se cerraran. Se
acercó con cautela. Eran dos piernas humanas, enfundadas en unos pantalones
negros. Alara corrió hacia al ascensor angustiada, pero cuando llegó frente a
las puertas se dio cuenta de que no se trataba de Mathias. Era un hombre
desconocido, de mediana edad, con el rostro congelado en una mueca de dolor y
terror. De sus ojos abiertos, vacíos, fluían lágrimas de sangre, al igual que
de sus orejas, su boca y su nariz. También había un cuajarón de sangre viscosa
sobre su pecho, y multitud de gotitas salpicando las paredes.
-Alara…
La voz de Mathias
se oía más fuerte, más cerca. Era débil, entrecortada, llena de angustia y dolor.
Alara se giró hacia las escaleras que bordeaban los ascensores, sin sentir
apenas el frío de las baldosas en sus pies descalzos, y al asomarse, vio un
bulto en el descansillo. Un hombre de cabello claro, encogido en un rincón y
con el rostro oculto entre los brazos, que se estremeció al oírla llegar.
-Alaaara…
-gimoteó.- Ayúdameee…
-¡Mathias!-
exclamó Alara horrorizada, corriendo hacia él.- ¿Qué haces ahí? ¿Qué te ha
pasado?-.
Se arrodilló junto
a él, y su horror se acrecentó al ver que bajo los brazos de Mathias nacía un
reguero de sangre, que caía por sus rodillas desnudas y se extendía lentamente
por el suelo. El joven lanzó un sonido angustiado que era a la vez sollozo y
gemido.
-¡Mathias, por
favor! ¿Quién te ha hecho esto? ¡Ven conmigo, tengo que llevarte con Valeria!-.
Alara tiró de sus
brazos, obligándolo a incorporarse, y entonces él alzó la cabeza. Alara se
llevó las manos a la boca ahogando un grito. Mathias tenía el rostro deformado
en una mueca de agonía y sufrimiento atroz. Lágrimas rojas fluían de sus ojos
inyectados en sangre y resbalaban por su cara pálida. También sangraba
copiosamente por la nariz y las orejas, y el rojo sangriento era aún más
terrible resaltando en la blancura cadavérica de su rostro. Cuando abrió la
boca, Alara vio que su lengua y sus dientes estaban teñidos de rojo.
-Alara- gruñó.
Extendió las manos hacia ella, y la sangre que las cubría comenzó a burbujear y
a retorcerse en repugnantes ondulaciones, como si estuviera llena de asquerosos
seres vivos que correteaban por ella. Su voz ya no parecía suya: se había
vuelto disonante, disforme, y repentinamente gutural.- Vas a morir-.
El dolor agónico
desapareció repentinamente del rostro de Mathias, sustituido por una expresión
de locura y odio. Su boca se torció en una mueca demencial. Alara apenas tuvo
tiempo de gritar antes de que las ensangrentadas manos del joven se cerraran en
torno a su garganta.
Un alarido
desesperado, histérico, resonó en los oídos de Alara. Su propio alarido. Abrió
los ojos de repente, confusa y aterrorizada.
-¿Pero qué coño…?-
gritó a su lado una voz alarmada.
Alara se incorporó
con un salto que casi la hizo caer de la cama: junto a ella se encontraba
Mathias. No el enloquecido y ensangrentado que tenía frente a sí un momento
antes, sino un Mathias ileso, confuso, con el cabello revuelto y el rostro
lleno de espanto.
-¿Qué pasa? ¿Hay
alguien? ¿Sucede algo?-.
-No… yo… -Alara
jadeó con la respiración entrecortada.- Creo… creo que acabo de tener una
pesadilla-.
-¡Ah!- Mathias se
derrumbó en la cama, algo más sereno.- Mierda, otra vez soñando con Galvan,
¿no?-.
-¡No!- exclamó
ella. Se levantó la cama y encendió la luz; cada vez se sentía más angustiada.-
¡No ha sido una de mis pesadillas de Galvan, ha sido como la de Shantuor
Ledeesme!-.
Él se incorporó,
mirándola con una mezcla de confusión y angustia.
-¿Como la de
Shantuor Ledeesme? ¿Volvías a estar herida, te pasaba algo?-.
-¡A mí no!- gimió
Alara con la voz quebrada.- ¡Era a ti! ¡Te pasaba… te pasaba algo terrible!-.
Miró de reojo el
crono de la mesilla: marcaba las siete menos cuarto de la mañana. En ese
instante, recordó la explicación de Mathias le había dado en la fortaleza
santuario, y un escalofrío la estremeció por completo.
-¿Tienes aquí el
Auspex psíquico?- preguntó a bocajarro.
-Eh… sí, sí-
Mathias todavía no parecía ser plenamente consciente de lo que sucedía, y la
miraba con una vaga expresión de alarma.
-¡Sácalo ahora!
¡Rápido!-.
Él se acercó a la
maleta.
-¿Para qué?-
preguntó mientras buscaba.
-Tenemos que
comprobar que no hay ningún efecto psíquico activo en esta habitación. Ni en
nosotros. Tú dijiste que era sensible; creo que he percibido algo-.
Mathias encontró
al fin el Auspex, lo cogió y se incorporó. Al darse la vuelta, sufrió un
sobresalto al ver que Alara, de pie junto a la mesilla de noche, lo estaba
encañonado con la pistola láser.
-Tú primero-
siseó.
Mathias la miró
con los ojos desencajados por la sorpresa.
-Alara, ¿qué coño
estás haciendo? ¡Baja la pistola!-.
La mirada de la
joven se endureció.
-Escanéate a ti
mismo con el Auspex- siseó.- Ahora. Estoy hablando en serio-.
La mirada de
Mathias perdió algo de sorpresa para llenarse de resquemor, como si temiera
estar delante de una persona que había perdido la chaveta. Levantó el Auspex
con la mano derecha.
-Vale, vale.
Tranquila, ¿de acuerdo?-. Despacio, lo pasó frente a su cabeza, bajó hasta el
torso y volvió a subir.- Ya está-.
Ella siguió
encañonándolo.
-No lo manipules,
y gíralo para enseñarme la lectura-.
Él le mostró el
Auspex de inmediato.
-¿Lo ves?
¿Recuerdas lo que te dije? Mira los valores de corrupción disforme y energía
psíquica activa: están a cero. Potencial tres, sin emersión. Justo como la
última vez. ¿Te acuerdas?-.
Alara miró la
pantalla, y una oleada de bendito y reconfortante alivio le recorrió el cuerpo.
Su mano temblorosa bajó la pistola láser y la dejó encima de la mesilla.
-Dios Emperador,
gracias- susurró.
Mathias no parecía
ni aliviado ni agradecido.
-¿Se puede saber
qué te ha dado? ¡Primero te despiertas gritando como si estuvieran asesinándote
y luego me apuntas con una pistola!-.
-Escanéame a mí
ahora, por favor-.
Mathias titubeó.
Ella resopló con impaciencia.
-No te voy a hacer
ningún daño, Mathias. Ya he comprobado que sigues siendo tú. Ahora necesito
saber qué me ha pasado a mí. Escanéame, por favor-.
Él la miraba
receloso, pero aún así se acercó y la recorrió con el Auspex psíquico.
-Estás como
siempre, Alara. Corrupción a cero, psiónica, potencial seis coma ocho no
emergid… ¿qué coño es esto?-.
Alara sintió una
punzada de pánico.
-¿Qué? ¿Qué es?
¿Qué me pasa?-.
“No, no puedo
haber emergido, soy una hermana de batalla, ¡no puedo ser una bruja!”.
-El Auspex sigue
marcando no emersión, pero la energía psíquica marca un valor exacto de 0,8. Lo
cual no tiene ningún sentido, porque el valor menor del poder psíquico más
débil es 1,0. Es imposible. A no ser que… -alzó la vista y la miró,
preocupado.- A no ser que haya detectado algo. Pero no es algo que haya actuado
sobre ti, ni sobre mí, ni tampoco en esta habitación-.
-Entonces… -Alara
tragó saliva con esfuerzo; la garganta se le había convertido en piedra.-
Entonces es que algo se acerca. Lo sé, lo presiento. ¡Hay un peligro que se
acerca, y va a por ti! ¡Te va a pasar algo malo!-.
El rostro de
Mathias se llenó de temor.
-¿De qué estás
hablando?-.
-En mi sueño, me
despertaba y a mi lado no había nadie. Habías desaparecido. Salía a buscarte…
encontraba a un desconocido tirado junto al ascensor, un hombre muerto. Tú me
llamabas. Yo… yo te buscaba, y entonces te veía ahí, lleno de sangre. Te… te
salía sangre de los ojos, de la boca y de todas partes, y de repente parecía
como si esa sangre estuviera llena de bichos, y tú te volvías loco y me
atacabas-.
Mathias palideció.
-Por el Trono
bendito…
-¡Vamos!- exclamó
Alara, cogiendo su camisón y poniéndoselo apresuradamente.- ¡Vístete, corre!
¡Tenemos que ir a ver a Octavia ahora mismo! ¡Si alguien va a atacarte con un
poder disforme, ella es la única que tal vez pueda ayudarnos!-.
Mientras Mathias
cubría su desnudez a toda prisa con el pantalón y la camisa del pijama, Alara
sintió que los nervios y el terror crecían en su interior. De repente, sintió
la sensación acuciante de que debían salir de aquella habitación cuanto antes.
-¡Venga, vamos!-.
Agarró el Auspex,
cogió a Mathias de la mano y lo arrastró hasta la puerta. Miró por la mirilla,
pero no vio nada, y abrió. El pasillo estaba desierto. Ella y Mathias salieron,
cerraron la puerta a sus espaldas y se dirigieron a la habitación de en frente,
donde dormían Valeria y Octavia. Alara llamó a la puerta.
-¿Sí?- preguntó al
cabo de varios segundos una voz adormilada.
-¡Somos nosotros!-
exclamó Alara.- ¡Mathias y yo! ¡Abrid la puerta!-.
-Ahora vamos-
respondió aquella voz, que parecía la de Octavia.
En ese momento,
una puerta se abrió y cerró, y unos pasos solitarios resonaron en el
descansillo. Alara y Mathias se giraron con rapidez, pero la persona que
caminaba hacia ellos parecía inofensiva. Se trataba de un hombre, un huésped,
que empujaba una maleta de ruedas con la mano. Sonrió con amabilidad al llegar
a su altura, y cuando lo hizo un frío helador atravesó el corazón de Alara: era
él, el hombre ensangrentado de su sueño. Pero ahora estaba allí, frente a
ellos, y parecía rebosante de salud.
-Buenos días-
saludó.- Otros dos madrugadores, ¿eh?-.
-Sí- respondió
Mathias, forzando una sonrisa.- Buenos días-.
-Buenos días-
repitió Alara, que se sentía demasiado asustada para sonreír.
-A quien madruga,
el Emperador ayuda- dijo el hombre, volviendo a sonreír. Se despidió con un
ademán amistoso y dobló la esquina en dirección al ascensor. Alara se giró y
golpeó la puerta con los puños.
-¡Octavia, por el
Trono, abre la maldita puerta!-.
-Ya voy, ya voy-
refunfuñó su amiga al otro lado.- No encuentro mis gafas-.
-Se han caído al
lado de la mesita- dijo la voz de Valeria.- Mira, ahí las tienes-.
Alara emitió un
gemido de desesperación.
-¿Qué te pasa?-
preguntó Mathias, preocupado.
-Ese… ese hombre…
creo que lo he visto antes, en mi sueño. Y estaba muerto. Es real, mi sueño se
está haciendo real…
Se oyó un “clinc”
musical. El ascensor que el huésped aguardaba acababa de llegar. Al otro lado
de la esquina, Alara no podía ver nada, pero lo oyó hablar de nuevo con aquel
tono de jovialidad.
-Buenos días,
señor. Al que madruga, el Emperador ayuda, ¿eh?-.
-Buenos días-
respondió una voz ronca.
La puerta de la
habitación se abrió por fin, y una soñolienta Octavia apareció en el umbral.
-¿Se puede saber
qué pasa?- preguntó.
-Oiga, ¿se
encuentra bien?- inquirió lejana la voz del huésped.- Trae usted mala cara…
Alara no llegó a
oír la contestación. Arrojó a Mathias a la habitación de un empujón, entró tras
él y cerró la puerta sin hacer ruido. Octavia los miró con sorpresa.
-Alara, ¿qué estás
haciendo?-.
Alara se giró
hacia sus amigas, que iban en camisón como ella y parecían confundidas.
-No hagáis ruido y
no abráis esa puerta por nada. Algo muy malo se acerca… -un sollozo ahogado
brotó de su garganta.- Algo terrible va a pasarle a Mathias, y yo no puedo
impedirlo, Tienes que ayudarle, Octavia, te lo suplico, tienes que ayudarnos,
tenemos que salvar a Mathias…
Los ojos de las
dos Sororitas se abrieron como platos.
-Alara, no lo
entiendo- dijo Octavia con suavidad.- ¿Qué crees que va a pasarle?-.
-Yo… -Alara
respiró hondo. Se dio cuenta de que ya no podía ocultar su secreto por más
tiempo. Alargó el Auspex psíquico, que aún mantenía agarrado con fuerza.- Mira
esto-.
Valeria la rodeó
con sus brazos para confortarla mientras Octavia echaba un vistazo a la
lectura.
-Hum… ¿un valor de
0’8? Qué raro… -su rostro se llenó de sorpresa.- ¿Quién demonios tiene un
potencial psíquico de 6’8?-.
-Yo- respondió
Alara con la voz quebrada.
Octavia se quedó
mirándola sin habla, y súbitamente las manos de Valeria se separaron de ella en
un gesto de sobresalto. Alara se cubrió la cara con las manos y rompió a
llorar.
-No… no es lo que
pensáis- sollozó.- No he emergido, ¡no soy una bruja!-.
-Por supuesto que
no lo eres- dijo Valeria con voz tranquilizadora, volviéndola a abrazar.- Alara,
¿qué te ha sucedido?-.
-He… he soñado…
Iba a seguir
hablando, pero se interrumpió. Con toda claridad, pudo oír como unos fuertes
golpes sonaban en una puerta. No en la habitación donde estaban, pero sí muy
cerca. Con cuidado, se levantó y se acercó de puntillas para observar por la
mirilla. Frente a su propia habitación, donde Mathias y ella estaban hasta
hacía pocos minutos, había alguien. Un hombre fornido y corpulento de ralo
cabello negro. Desde su posición, Alara sólo podía verle las anchas espaldas.
Y estaba llamando
a su puerta.
-¿Qué…?- empezó a
preguntar Mathias, acercándose, pero Alara se abalanzó sobre él y le tapó los
boca. Lo miró con los ojos brillantes de lágrimas, llevándose un dedo
tembloroso a los labios para imponerle silencio.
“De la blasfemia
de los Descarriados, Emperador líbranos” salmodió en su mente. “De la blasfemia
de los Descarriados, Domine libra nos”.
El hombre corpulento
aguardó varios segundos, volvió a llamar, apoyó el oído en la puerta e hizo un
ademán de impaciencia. Miro a su alrededor, inseguro. Cuando se hizo patente
para él que en aquella habitación no había nadie, se dirigió a la que estaba
justo en frente, y llamó. Alara lo vio de perfil. Llevaba una especie de placa
de datos en las manos. Tenía la piel de un color cerúleo, enfermizo. Llevaba el
uniforme de los empleados del hotel. Y más que corpulento, estaba gordo, a
juzgar por su voluminosa barriga.
Alguien debió
responder al otro lado de la puerta, porque el gordo habló.
-Abra, por favor.
Traigo un mensaje que le ha llegado a recepción-.
La puerta de la
habitación se abrió, y apareció un hombre de mediana edad. El gordo le tendió la
placa de datos, y cuando el hombre bajó la vista para mirarla, el otro lo agarró
de la pechera del pijama y lo empujó dentro de la habitación.
-Rápido- siseó
Alara, girándose.- ¡Una pistola bólter! ¡Ya!-.
Octavia le tendió
la suya, que estaba en la mesilla de noche.
-¿Qué pasa ahí
fuera?-.
-Un hombre gordo
con pinta de enfermo acaba de atacar a uno de los huéspedes. Primero ha llamado
a nuestra habitación, pero como no había nadie se ha ido a la de al lado. Voy a
por él- cogió el arma, llevó una mano al pomo y se giró hacia sus amigas.- En
nombre del Emperador, no permitáis que Mathias salga, ni que nadie se acerque a
él, bajo ningún concepto-.
-Alara- siseó el
joven, nervioso.- ¿A dónde vas?-.
-A matar a ese
hijo de puta- respondió Alara, abriendo la puerta.- No dejaré que nadie te haga
daño-.