A fe y fuego

A fe y fuego

miércoles, 10 de junio de 2015

Capítulo 11



A.D. 824M40. Randor Augusta (Kerbos), Sistema Kerbos, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.


“Todos tenemos un ángel. Un guardián que nos protege, un enviado del Emperador. No sabemos qué aspecto tiene, quién será, o qué papel ocupará en nuestra vida. Pero siempre estará ahí, cerca de nosotros, protegiendo nuestro corazón de las tinieblas, si sabemos reconocerlo y dejarlo entrar”.
“¿Tú eres mi ángel, mami?”.
“Todos los padres somos los guardianes de nuestros hijos cuando son pequeños. Pero cuando te hagas mayor y nosotros ya no estemos contigo, a tu lado se quedará el ángel que te haya designado el Emperador, y él cuidará de ti cuando nosotros no podamos hacerlo”.
Alyssa Trandor había susurrado aquellas palabras a su hijo mucho tiempo atrás, una noche de tormenta en la que el niño se despertó asustado llamando a gritos a sus padres. Y tenía toda la razón.
Mathias tenía un ángel, pero se lo arrebataron cuando tenía ocho años.
Claro que aquella pérdida no fue más que otra gota más en un océano de amargura insondable, la pérdida definitiva cuando ya creía haberlo perdido todo. Primero fue su casa, estallando en una bola de fuego que reventó paredes, tejado y ventanas igual que las palomitas reventaban en la sartén. Después fueron los gritos, los alaridos de agonía de su familia quemándose viva dentro de la casa en llamas. Luego fue su madre, saliendo del hueco destrozado que había sido la puerta de su casa convertida en una criatura de pesadilla, envuelta en llamas, y desplomándose a sus pies. Y después de eso ya no podía recordar nada en absoluto, salvo a su ángel. Alara.
La había encontrado en el centro de refugiados de la milicia planetaria, aunque no recordaba haber llegado hasta allí. Pero ella había corrido hacia él, le había abrazado, y con aquel sencillo gesto había derretido las esquirlas de hielo en las que se estaba convirtiendo su corazón destrozado. Los dos lo habían perdido todo, pero se tenían el uno al otro. Al menos estaban juntos. Al lado de Alara podía intentar no llorar, podía intentar ser valiente, podía atreverse a seguir sintiendo, a creer que la vida aún podía tener un sentido. Una esperanza pequeña y frágil, pero esperanza al fin y al cabo. Una esperanza que murió el día en que llegaron a Kerbos.
En la mente de Mathias Trandor quedó grabado a fuego, para siempre, el instante en que lo separaron de Alara. Ella gritaba, él gritaba, trataban de aferrarse las manos, pero todos sus esfuerzos y súplicas eran en vano, porque se los llevaron tirando en direcciones opuestas. Y mientras veía cómo Alara se alejaba, mirándolo con el rostro lleno de desesperación y las lágrimas bañando sus mejillas, Mathias supo que ella era su ángel, el ángel que su madre le había prometido. Y que se lo estaban arrebatando.
Nunca se perdonó no haber llorado entonces. Debería haberlo hecho, debería haber dejado fluir el dolor que recorría su interior, pero tenía miedo. Más allá de las puertas de la Schola Progenium ya no le quedaba nada, salvo el vacío, la incertidumbre y el temor. No conocía a nadie, no tenía vida, futuro ni destino. Era una hoja en blanco, un comienzo desde cero. Y Mathias era lo bastante perspicaz como para saber lo que le sucedería a los lloricas allí dentro. Sabía, de la forma visceral e intuitiva que sólo los niños pueden saber, que cualquier síntoma de debilidad sería cruelmente castigado por una horda de compañeros tan asustados como él que se sentían tan solos, tan hundidos, tan destrozados, que caerían como lobos sobre cualquiera que fuera más débil que ellos, aunque sólo fuera por mantener una ilusión de control. De dominio.
El plan funcionó. Mathias logró contener las lágrimas mientras lo arrastraban a la fila con los demás niños, mientras anotaban sus datos, le asignaban una habitación y le entregaban el uniforme gris. No las dejó salir, a pesar de que las notaba bullendo en su interior.
Pero cuando llegó la noche y se encerró en el baño, dispuesto a dejarlas brotar, se dio cuenta de que ya no podían salir. Pensó en su padre, en su madre, en sus hermanos y en Alara, y su alma se retorció de pena y angustia, pero ya no podía llorar. El dolor había cristalizado en su interior y se había convertido en una bola de hielo, dura y punzante, congelándole las lágrimas y el corazón. Sólo su ángel podría haber convertido en calor aquel frío. Pero su ángel se había marchado.



A.D. 844M40. Prelux Magna (Vermix), Sistema Cadwen, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.




+++  MISIÓN DE RECONOCIMIENTO  +++
Anno Domini 844.M40 - Cofradía del Adepta Sororitas en Prelux Magna, capital del Planeta Vermix sito en el Sistema Cadwen del Sector Sardan. Palatina Superiora Sabina Crimos de la Rosa Ensangrentada.
Archivo de Diligencias: 246805.S4.SAR1.CAD1.VER1 - Informe de Operaciones: 246805.MR.V1
         Como consecuencia de las hipótesis formuladas por la Hermana Redentora Alara Farlane sobre la amenaza latente que supone la pervivencia entre la población nativa de veneraciones paganas, hemos organizado una comisión de investigación conjuntamente con la cábala inquisitorial destacada en Vermix. El objetivo es verificar la existencia de remanentes paganos en las regiones más remotas del continente Kamrea, tanto en la provincia capital de Prelux como en las provincias adyacentes de Marsia y Acasia, y analizar sus tradiciones y creencias para encontrar indicios de corrupción y blasfemia. En caso positivo, deberán tomarse las medidas oportunas para erradicar cualquier culto perverso y acabar con toda clase de supersticiones que supongan una desviación del Dogma Imperial, especialmente aquellas que puedan ser susceptibles de generar conatos de herejía. Para ello, se hará uso de todos los medios necesarios.
Dirección de la Expedición:
- Legado Inquisitorial Mathias Trandor, representante de la Santa Inquisición (nivel de mando 1).
- Predicador Apostólico Bruno Drayven, representante del Obispado Planetario (nivel de mando 2).
- Hermana Ejecutora Tharasia Praxedis, comandante del Adepta Sororitas (nivel de mando 3).
         - Hermana Redentora Alara Farlane, jefa de escuadra (nivel de mando 4).
         - Hermana Redentora Theodora Kastoria, jefa de escuadra (nivel de mando 4).
         - Hermana Letrada Octavia Branwen, corresponsal dialogante (nivel de mando 6).
         - Hermana Sanadora Valeria Marlow, responsable hospitalaria (nivel de mando 6).
- Tecnosacerdote Ophirus Crane, representante del Culto Mecánico (nivel de mando 2).
         - Tecnomante Lauron Heisen, experto en arcanotecnología (nivel de mando 4).
         - Tecnomante Basilio Lemnos, experto en visioingeniería (nivel de mando 4).
- Auditor Rudolf Hoffmann, representante de la Administración (nivel de mando 2).
- Oficial Teniente Robert Travis, comandante de la Guardia Imperial (nivel de mando 3).
         - Suboficial Brigada Richard Harrington, jefe de pelotón (nivel de mando 4).
         - Suboficial Sargento William Cardigan, jefe de pelotón (nivel de mando 5).
         - Suboficial Sargento Thomas Sheffield, jefe de pelotón (nivel de mando 5).
         - Suboficial Sargento Horacio Taunton, jefe de pelotón (nivel de mando 5).
Organización de la Expedición:
- Automóvil Todoterreno Civil (Trandor, Farlane, Branwen, Marlow, Skyros).
- Transporte Blindado Rhino A (Drayven, 2 Misioneros, 2 Confesores, Hoffmann y 4 Contables).
- Transporte Blindado Rhino B (Kastoria, 8 Hermanas Redentoras y 1 Hermana Vengadora).
- Transporte Blindado Rhino C (Crane, Heisen, Lemnos y 3 Servidores; material técnico).
- Transporte Blindado Rhino D (2 Hermanas Sanadoras; espacio para atender 4 heridos).
- Vehículo Blindado Inmolator (Praxedis y 4 Hermanas Redentoras; oratorio portátil).
- Vehículo Blindado Salamandra (Travis y 4 Guardias Imperiales; puesto de mando).
- Vehículo Blindado Chimera A (Harrington y 14 Guardias Imperiales).
- Vehículo Blindado Chimera B (Cardigan y 14 Guardias Imperiales).
- Vehículo Blindado Chimera C (Sheffield y 14 Guardias Imperiales).
- Vehículo Blindado Chimera D (Taunton y 14 Ingenieros Militares).
- Vehículo Blindado Troyano A (suministros y provisiones, agua potable, generador eléctrico).
- Vehículo Blindado Troyano B (suministros y provisiones, agua potable, generador eléctrico).
- Vehículo Blindado Troyano C (material de construcción modular prefabricado, lavadora-secadora).
- Vehículo Blindado Troyano D (material de construcción modular prefabricado, lavadora-secadora).
* Todos los vehículos y transportes llevan un remolque de cuatro ruedas para llevar los equipajes, salvo los Troyanos que cargan en sus remolques con módulos prefabricadas de fortificación y protección.
Trayecto de la Expedición:
         Partiendo desde Prelux Magna, el convoy se dirigirá a las Tierras Bajas ubicadas al suroeste de la capital planetaria, con destino a Gemdall y Morloss para iniciar la investigación en las regiones al NSO y SSO de Kamrea.
Después retrocederá en dirección este atravesando las Tierras Altas por Ankorgeyd, continuando hacia el SE hasta llegar a Zordian, dónde el convoy atravesará el Desfiladero de Garlock y abandonará la zona montañosa por Borsian tomando dirección este hacia el Páramo de Mirrion.
Desde la planicie, cruzando por Gorankorg el caudaloso río Barangwin, la expedición retornará a las Tierras Bajas siguiendo la ruta del SE hasta Morlian y desde allí viajará en dirección sur llegando a Masarkand, capital de la provincia de Marsia.
Continuando hacia el SO, el convoy alcanzará Yamarzanda (el mayor puerto al sur de Kamrea) y las regiones pantanosas anegadas por el río Fedangwin y sus doce afluentes. Tras un rodeo costero hacia el ESE se llegará hasta Sangaranda, extremo suroriental de Kamrea en el ramal sur de la Sierra de Nakonsodan, dónde se regresará a las Tierras Altas siguiendo hacia el norte en paralelo a la Sierra por la ruta costera que conduce a Bardasanda.
Desde esta ciudad se llega de nuevo hasta la Meseta de Thammarath por su lado oriental y se penetra en la provincia de Acasia, entrando primero en Rathamdar antes de cruzar las Colinas de Kiraetham y llegar hasta su capital, Arkandhor.
Continuando a través de las llanuras que se extienden hacia el NE, la expedición alcanzará Irnathdar en la costa norte y desde allí tomará dirección oeste hasta Salabrenn, dónde el convoy volverá a las Tierras Bajas por el río Dokangwin. Prosiguiendo hacia el SO atravesará Akeloss y desde allí regresará finalmente a Prelux.



La expedición inquisitorial partió de Prelux Magna diecisiete días más tarde del comienzo de las clases privadas. Alara dejó su convento temprano, en una mañana seca y luminosa. Los nubarrones habían dejado un claro en el cielo, y los cada vez menos frecuentes rayos de Cadwen Astrum se derramaban sobre el cristal, la piedra y el asfalto que componía la megápolis. Tras asegurarse de que todos los equipajes estaban listos, consumir un copioso desayuno y asistir a un oficio religioso solemne oficiado por la Palatina Sabina, el Segundo Pelotón de la Primera Sección de la Primera Compañía de la Rosa Ensangrentada en Vermix montó en dos Rhinos y un Inmolator del Adepta Sororitas y se puso en marcha. A pesar de los nervios y la emoción que la embargaban, Alara no sonreía. Desde hacía algo más de semana y media, las sonrisas y las bromas de la joven habían disminuido bastante, y rara vez se la oía reír
Tarion, su hermoso y otrora pacífico planeta Tarion, el de los bosques frondosos, las praderas verdes, los gigantescos lagos y las ciudades jardín, había sido devastado por la guerra.
Mientras el Rhino se ponía en marcha por la Avenida del Emperador en dirección a la capilla inquisitorial, Alara no pudo evitar rememorar una vez más todo lo que había averiguado. El planeta Tarion se componía de dos masas continentales, Archanes y Arkarion, salpicadas y rodeadas de gigantescos lagos de agua dulce. Aquila Aurea era la enorme y populosa capital de Archanes y del planeta, mientras que Galvan, segunda en importancia, era la capital de Arkarion. La mayor parte los levantamientos se habían sucedido en el continente de Archanes, hasta el punto de que los rebeldes habían llegado a asediar Aquila Aurea. Sin embargo, gran parte de Arkarion se había mantenido leal, y con el apoyo de los Comisarios la inmensa mayoría de los oficiales traidores de la Guardia Imperial habían sido ejecutados sumariamente por sus propias tropas. Lord Darius Ravenstein había establecido la sede central de su cábala en Galvan, ya que debido a los terribles sucesos de la masacre, la ola de horror, ira y repulsa que había sacudido a sus habitantes la convertía en la ciudad más fiable del planeta. Al final, tras dieciséis años de guerra civil, los leales al Imperio habían prevalecido, y los traidores habían sido derrotados. La Armada Imperial había destruido uno de los cruceros de batalla que los Barones del Trueno habían enviado como apoyo a sus cultistas, las Sororitas habían prestado un apoyo decisivo a las fuerzas Imperiales, todos los leales habían luchado unidos en un solo clamor… pero Tarion había quedado medio devastado, y doscientos millones de vidas se habían perdido. A pesar de que Mathias le había presentado las cifras como algo positivo -ya que las pérdidas podrían haber sido mucho mayores, y de la cantidad total sólo sesenta millones eran tropas y ciudadanos leales-, a Alara se le partía el corazón cada vez que lo pensaba.
Sesenta millones de ciudadanos leales muertos. Incontables bellezas naturales arruinadas. Tarion era un planeta terraformado, igual que Cadwen y Vermix, pero mucho más hermoso. Mientras que Cadwen estaba lleno de ciudades populosas y colmenas ultramodernas, y Vermix era un vergel salvaje con aire prehistórico, Tarion poseía una belleza idílica, como la de la antigua y sagrada Tierra. Ahora, los bosques de coníferas y abetos de Archanes estaban devastados casi por completo, y buena parte de las verdes praderas salpicadas de sauces y álamos de Arkarion habían sido arrasadas. El Tarion de los recuerdos de Alara estaba arruinado. Pasarían varios siglos antes de que pudiera recuperar el esplendor y la belleza de antaño, si es que lo hacía, y para entonces a saber si ella seguiría con vida. La fatídica tarde en que recibió la noticia acusó el golpe en silencio, con el rostro lívido y taciturno y las facciones cinceladas en hielo, un hielo que ni siquiera el cariño de Mathias había logrado derretir por completo.
“Ya no puedo volver a casa”, pensó, mientras el suelo del Rhino traqueteaba bajo sus pies. “Aunque me lo permitieran, aunque subiese en una nave y pusiera rumbo a Tarion, nunca podré volver a casa, porque mi hogar ya no existe. Tarion ha cambiado, Arkarion ha cambiado, Galvan ha cambiado, y el barrio donde yo vivía, mi propia calle, mi propia casa, están plagados de desconocidos. Aunque pudiera retornar, apenas los reconocería”.
Aquello debería haberla hecho llorar, pero sus lágrimas se habían secado. Se negaba a dejarlas salir.
“Ahora, mi casa es mi convento. Mi familia son el Adepta Sororitas, mis hermanas y los brazos de Mathias. Donde estén ellos, está mi hogar”.
Era un buen pensamiento, un pensamiento consolador. Pero entonces, ¿por qué seguía doliendo tanto?
Alara se refugió en una plegaria silenciosa mientras el convoy arribaba a la capilla inquisitorial. Cuando llegaron, los transportes blindados se detuvieron, y poco después se abrió la puerta del Rhino. Alara descendió, pero no iba sola. Octavia y Valeria la acompañaban. Ambas se habían presentado voluntarias para la misión, reacias a separarse de Alara.
-No podemos dejarte de lado- le había dicho Octavia con voz dulce y solemne, ajustándose las gafas.- Siempre hemos estado juntas; ahora no va a ser menos-.
-Además, no vamos a permitir que te quedes tú sola con toda la diversión- añadió Valeria, jovial, dándole una palmadita en la espalda.
Mathias había decidido que las tres irían con él como parte de la avanzadilla destinada a recabar información.
-Necesitamos a una dialogante para que nos traduzca las conversaciones en montano o en paliano que no entendamos- dijo.- Y también necesitamos una hospitalaria para prestarnos asistencia médica si surgiera algún conflicto. Tú, Alara, como militante, deberás protegerlas a las dos-.
-Octavia no servirá- había protestado Alara.- No conoce las lenguas de Vermix-.
Pero resultó que sí las conocía. No perfectamente, pero sí hasta el punto de poder entenderlas y conversar. Al parecer, desde que se enteró de que Vermix iba a ser su próximo destino, Octavia se había volcado en un estudio intensivo de sus dos lenguas principales, y al llegar a Prelux Magna había redoblado sus esfuerzos. Por supuesto, había hermanas dialogantes mejor preparadas que ella, pero todas estaban muy lejos de Prelux en esos momentos, asignadas a otras misiones. Y dado que Octavia era una joven inteligente y con facilidad natural para los idiomas, Alara acabó convenciéndose de que haría un buen papel.


Ninguna de las tres jóvenes parecía una Sororitas cuando descendieron del Rhino. Octavia había echado mano de sus mejores artes como dialogante y las había camuflado con ropas civiles, pelucas y maquillaje que habían hecho desaparecer el marcado aspecto que las delataba como Hijas del Emperador. Dado que lo que necesitaban no era tanto dejar de parecer ellas mismas como dejar de delatar lo que eran, Octavia decidió inspirarse en el aspecto que más probablemente hubieran tenido de haber continuado con sus vidas en Galvan; aquello, según explicó a sus dos amigas, no sólo sería lo más sencillo -pues cuanto más elaborado resultaba un disfraz, más arriesgado era ser descubiertas si alguna pieza fallaba-, sino que las ayudaría a fingir ser civiles de un modo más natural. Así, la propia Octavia se convirtió en una joven de flequillo despeinado y cabello castaño lacio que recogía en una coleta baja a la altura de la nuca. Llevaba sus habituales anteojos redondos de montura metálica y parecía la perfecta estudiante de un Collegia Imperialis, recatada y formal. Valeria, por su parte, se había convertido en la orgullosa poseedora de una melena rubia y ondulada que enmarcaba un gracioso rostro redondo de mejillas rosadas y labios color fresa. Sus ropas eran de colores vivos, azul, blanco y amarillo, propias de su carácter alegre.
Finalmente, estaba Alara. Siempre había sido la más valiente y atrevida de su grupo de amigas, incluso siendo una niña en Galvan, de modo que Octavia la había caracterizado como tal. Había recuperado su característica melena color negro azabache larga hasta los omóplatos. Apenas llevaba maquillaje, iba vestida de cuero marrón y algodón blanco y calzaba botas altas de medio tacón. Cuando Alara se miró al espejo justo antes de salir del convento, apenas se reconoció. Vio frente a ella a una mujer familiar, vagamente parecida a su madre, pero apenas conocida. Ella era ahora una Hermana de Batalla en cuerpo y alma, de la cabeza a los pies. Sin su hábito y con el corte de pelo reglamentario oculto bajo la peluca se sentía muy extraña.
Mathias, que las estaba esperando, puso cara de sorpresa al verlas de aquella guisa. Se acercó a Alara para saludarla y la tomó de las manos.
-Octavia ha hecho un trabajo increíble- dijo.- Estás tal y como siempre te imaginé. Ahora por fin vuelves a ser tú misma-.
Alara se removió, incómoda.
-La verdad es que es justamente ahora cuando no me siento yo misma- le confesó.
La sonrisa de Mathias se marchitó.
-Entiendo- dijo con un suspiro.
Sus dedos acariciaron las manos de Alara con ternura en un gesto que ya era íntimo entre ellos. No podía hacer nada más con ella en público, aún no, de modo que le apretó las manos con fuerza. Ella le devolvió el apretón. Cuando cruzaron la mirada, Alara se ruborizó ligeramente al comprender que él estaba rememorando los últimos días pasados, igual que ella. Las clases sobre la sociedad, la cultura, la flora y la fauna de Vermix se habían sucedido veloces durante el resto de la semana, tan intensivas como provechosas. Cuando terminaron, Alara siguió exenta de las guardias, circunstancia que se extendió al resto de su pelotón, pues en esta ocasión fue ella quien tuvo que instruir a sus compañeras sobre todo lo que le había enseñado Mathias. Aquellas clases magistrales consumían las cuatro horas diarias que hubieran debido estar destinadas a las guardias, de modo que Alara sólo tuvo libres las dos horas de rigor durante la semana siguiente. Solicitó permiso a la Ejecutoria Tharasia para poder ausentarse del convento durante su tiempo libre, y para su sorpresa, Tharasia -que además de supervisar sus entrenamientos también asistía a las clases magistrales como jefa del pelotón que era- le concedió el permiso sin hacer preguntas.
Así pues, Alara siguió visitando a Mathias en la capilla del Ordo Xenos. Era consciente de que la Adepta Orbiana sabía que las tardes enteras de clases habían terminado y que aún así ella seguía viniendo, pero a aquellas alturas a Alara le importaba un rábano las miradas suspicaces de aquella mujer. No sabía cómo irían las cosas durante la misión, y tenía la intención de aprovechar al máximo el poco tiempo de tranquilidad que le quedaba. Cuando llegaba, Mathias la conducía directamente a su habitación, y allí comenzaban a besarse frenéticamente y a desnudarse el uno al otro apenas él cerraba la puerta, tan llenos de anhelo y de ansia el uno por el otro que apenas podían soportar estar un solo segundo sin tocarse. Cuando descansaban después de consumar su pasión, hablaban de sí mismos y de su pasado, de sus experiencias y sus gustos, de lo mucho que se amaban, y de cómo se habían echado de menos. Y a medida que pasaban los días, Alara sentía que el amor consumía su alma como una sed insaciable en su interior. Cuanto más tiempo pasaba con él, más lo necesitaba, y más insoportable se le hacía la idea de que los separaran. Sólo la fe y la devoción ardiente que despertaba en ella el Dios Emperador era más fuerte que aquellos sentimientos.
El hechizo de la mirada entre Alara y Mathias se rompió cuando ella vio de reojo que una figura alta y oscura se acercaba. Mathias hizo un gesto de saludo con la mano.
-¡Ah, ya has llegado! Alara, te presento a Mikael Skyros, mi guardaespaldas personal. Mikael sirve como espía y asesino en el séquito de Lord Crisagon-.
-Un placer, hermana- dijo Mikael, inclinando levemente la cabeza.
-Igualmente- respondió ella, observándole. Se trataba de un hombre joven, de cabello castaño y largo hasta los hombros. Una corta barba le sombreaba la parte inferior del rostro y vestía con ropas azules y negras, sencillas y discretas. No era especialmente guapo; tampoco especialmente feo. Sus ojos, del mismo color castaño oscuro que su cabello, no mostraban ninguna emoción en absoluto. Parecía el típico ciudadano imperial, una cara más entre la multitud, que nadie recordaría al minuto de haberla visto.
“Supongo que por eso es la persona ideal para el puesto que desempeña”, pensó Alara.
Tras él, sin embargo, venían seis personas que jamás habrían podido pasar desapercibidas. Si Mikael Skyros parecía el paradigma de la discreción, los otros estaban condenados a llamar la atención por donde quiera que pasaran. Dos de ellos eran calvos, vestidos con túnicas color sangre y con las cabezas rapadas, el cuello y las manos llenas de diversos artilugios electrónicos. El de en medio, alto y fornido, llevaba una llamativa túnica roja con grecas blancas en mangas, capucha y ruedo. Tenía el rostro medio oculto por un artilugio mecánico que recordaba vagamente a un respirador, y uno de sus ojos era biónico. Los cables que brotaban de él reptaban frente arriba por una placa metálica hasta introducirse en el interior de su cerebro. Sus manos estaban enguantadas en negro y de su espalda abultada emergían los tentáculos anillados de tres mecadendritos. Era obvio que se trataba de un tecnosacerdote del Culto Mecánico. Mathias lo saludó y se giró hacia Alara.
-Este es Ophirus Crane, del Adeptus Mechanicus como habrás deducido por su aspecto. Los que lo acompañan son los tecnomantes Lauron Heisen y Basilio Lemnos-.
-¿Y los tres que vienen detrás?- inquirió Alara.
Mathias echó un vistazo sin demasiado interés a los tres encapuchados vestidos de negro cuyos ojos miraban inexpresivos al vacío y cuyo cuerpo, brazos y piernas incluidas, estaba sustituido en su mayor parte por implantes biónicos.
-Ah, esos son servidores. No les hagas ningún caso, están lobotomizados-.
Alara asintió. Sabía que los servidores del Adeptus Mechanicus eran seres que tal vez hubieran sido humanos en el pasado, pero que apenas merecían semejante calificativo en su estado actual. La conversión en servidor era un castigo tan duro como habitual en los Mundos Forja, y se reservaba tanto para los criminales comunes como para los tecnoherejes o para aquellos que por descuido o negligencia arruinaban alguna maquinaria valiosa ofendiendo al Omnissiah. Lobotomizados y con los cerebros trepanados, arrancados de raíz sus recuerdos y su personalidad, se convertían en autómatas que vivían por pura inercia y no hacían nada salvo servir ciega y mecánicamente las órdenes de aquellos a quienes servían. En opinión de Alara, eran seres desgraciados para los que la muerte sería una bendición del Emperador. Aunque aquello no significara que tuviera compasión de ellos; todos los que eran condenados a un castigo semejante merecían con creces sus lamentables destinos.
Una vez hechas las presentaciones, Mathias reunió en torno suyo a las tres Sororitas y a Mikael Skyros.
-Muy bien, a partir de ahora no quiero escuchar nada de “hermanas”, ni de tratamientos formales, ni de “señor legado”. Somos Mathias, Alara, Valeria, Octavia y Mikael, antropólogos recién licenciados en el Collegia Imperialis de Prelux Magna. El asesino, el legado inquisitorial y las hermanas del Sororitas quedan relegados hasta nueva orden, ¿me habéis entendido?- todos asintieron.- Eso espero, porque no toleraré deslices ni errores. El que sea incapaz de adaptarse a la situación se queda fuera del grupo-.
Alara miró a Mathias con sorpresa y aprobación. Si su nuevo cargo de líder de la misión le producía algún tipo de inseguridad, en nada lo demostraba; poseía mayores dotes de liderazgo y determinación de lo que ella había calibrado en un principio. Quizás sí era cierto que tenía potencial para convertirse en Inquisidor.
“Sólo lo he conocido en la intimidad, con la guardia baja” comprendió Alara. “Igual que él a mí. Nos abrimos el corazón el uno al otro de inmediato apenas nos reencontramos. Ninguno de nosotros ha visto la fachada que el otro ofrece en público. Yo no conozco al Inquisidor en ciernes y él no conoce a la Hermana de Batalla”.
Bien; en ese caso sería interesante descubrir aquella nueva faceta de Mathias. De momento, le resultaba interesante, incluso atrayente. Era fuerte, y Alara respetaba la fuerza. Sólo confiaba en que su lado más duro, más devoto y combativo, le resultase igualmente llevadero a Mathias cuando lo conociera.
El automóvil todoterreno color verde metalizado que iban a emplear para la misión llevaba un remolque adosado a la parte trasera. Todos dejaron allí sus equipajes, salvo las armas, cargadores y suministros básicos, que se guardaron en el maletero. Luego, subieron al vehículo, y con Mikael al volante, Mathias de copiloto y las tres chicas detrás, pusieron rumbo a las puertas del Sector Eclesiástico, seguidos por el convoy del Sororitas y por dos Rhinos más: uno del Adeptus Mechanicus en el que viajaban Ophirus Crane con sus tecnomantes y sus servidores, y otro de la Eclesiarquía, donde viajaba el predicador Bruno Drayven con dos misioneros y otros dos confesores. La idea de incluir al padre Bruno en la misión había sido de Mathias; al parecer, Bruno y él se conocían y tenían cierta amistad. Según Mathias le había contado a Alara, Bruno era el más adecuado por la misión, no sólo por ser un sacerdote sagaz y aguerrido que se había convertido en uno de los hombres de confianza del Obispo, sino por su carácter jovial y talante moderado, que serían muy útiles tanto a la hora de tratar con lugareños desconfiados como en caso de que la relación secreta entre Mathias y Alara saliera a la luz.
Apenas traspasaron las monumentales puertas blindadas, Alara se dio cuenta de que los esperaban al otro lado de la muralla. Se trataba de un nuevo convoy, esta vez compuesto por cuatro Troyanos, cuatro Chimeras y un Salamandra de la Guardia Imperial. Cuando llegaron al centro de la plaza, Mathias descendió del coche y fue al encuentro del oficial al mando, un teniente que se cuadró de inmediato al ver llegar al Legado. Tras conversar durante unos minutos, Mathias regresó junto al todoterreno e hizo un gesto con la mano a sus ocupantes para que salieran.
-Podéis estirar las piernas un poco más si queréis- dijo.- Aún vamos a tardar un rato-.
-¿Y eso?- quiso saber Octavia, saliendo del vehículo.
-El Auditor Rudolf Hoffman- dijo Mathias con un suspiro.- El representante del Administratum. Se está retrasando-.
-¿Y por qué va a venir a la expedición un tipo del Administratum?- preguntó Valeria, extrañada.
-Bueno, ya sabéis que necesitábamos la autorización del Administratum para traer de refuerzo a la Guardia Imperial, ya que dependen del Gobernador Planetario. Eso hubiera significado deberles un favor. Pero si aprovechábamos para llevar a un Auditor y unos cuántos contables con nosotros, el favor quedaba saldado. Prefiero no deberles nada-.
-Me imagino- dijo Octavia, alisándose la falda de lana gris que llevaba.- Al Auditor le vendrá muy bien ir en un convoy tan bien protegido y que va a recorrer todo el continente de Kamrea. Y a nosotros no nos viene mal porque nos ayuda a crearle una nueva tapadera creíble a la misión. Con la excusa de los contables, del predicador y del tecnosacerdote en busca de nuevos descubrimientos arcanotecnológicos, a nadie le extrañará que la expedición conste de tantos efectivos-.
-Chica lista- asintió Mathias.- Pero hay otra razón. Dado que yo voy a estar ausente del grupo principal durante la mayor parte del tiempo, porque formaré parte de la avanzadilla con vosotros, se hacía necesario alguien que pudiese tomar el mando en mi ausencia. En quien primero pensé fue en Bruno, pero claro, eso hubiera podido ofender a Ophirus Crane; ya sabéis la rivalidad que existe entre la Eclesiarquía y el Culto Mecánico. Claro que por esa misma razón tampoco podía darle el mando a Ophirus. Y dárselo a la Ejecutora Tharasia habría sido lo mismo que dárselo a Bruno. De modo que pensé que poner al mando al Auditor Hoffman cuando yo no esté es la mejor opción; como representante del Administratum, estará acostumbrado a crear un equilibrio entre las partes y sus distintos intereses, y además todos los contactos de Bruno y de Lord Crisagon nos han confirmado que es fiable-.
Cuando Mathias terminó de conversar con Octavia, Alara se lo llevó aparte. Deseaba preguntarle en privado algo que estaba corroyéndole la mente desde hacía un buen rato.
-Mathias, quiero preguntarte una cosa-.
-Dime- dijo él, echando un breve vistazo de reojo a la avenida por si venía acercarse el coche del Auditor de una vez.
-¿Mikael sabe lo nuestro?- preguntó Alara.
Mathias la miró.
-Sí lo sabe. Espero que no te parezca mal. Creí que eso haría las cosas más fáciles-.
-Me parece bien- dijo ella.- Octavia y Valeria también lo saben. Sólo quería saber si… bueno, si teníamos que seguir disimulando cuando estuviéramos solos con ellos-.
-No más de lo que nuestro propio recato nos dicte-.
-Y dime, ¿lo sabe alguien más de tu entorno, aparte de Mikael?- inquirió Alara.
Había hecho la pregunta del modo más inocente, sólo por curiosidad, de modo que se quedó sorprendida cuando vio que Mathias se ruborizaba ligeramente y sus labios dibujaban una mueca de desagrado.
-En realidad… creo que ya lo sabe media capilla-.
-¿Qué?- gritó Alara, subiendo la voz sin poderlo evitar.- ¡Por la misericordia del Emperador, Mathias! ¿Cómo has podido ser tan indiscreto?-.
-¡Yo no se lo he ido contando a todo el mundo!-se defendió él, azorado.
Alara se cruzó de brazos, ceñuda.
-Si tú no has sido, ¿entonces, quién?-.
Mathias se pasó una mano por la nunca, estirando el brazo. Parecía muy incómodo.
-Acadio Udrian- dijo finalmente.- Mi compañero de trabajo; el que te presenté el otro día-.
El rostro de Alara se llenó de una mezcla de indignación e incredulidad. Sólo había visto a aquel joven desgarbado de rostro insulso en un par de ocasiones, y en ninguna de las dos habían intercambiado más de media docena de palabras.
-No lo entiendo- barbotó.- ¿Cómo es posible?-.
-Bueno, al parecer… en fin, será mejor que te lo cuente desde el principio- Mathias miró de refilón una vez más, en esta ocasión para asegurarse de que no hubiese nadie cerca que pudiera oír la conversación.- Todo comenzó anteayer. ¿Recuerdas que durante los dos últimos días no nos hemos visto porque estábamos liados con los preparativos de la misión? Pues bien; el primer día de preparativos por la mañana, Lord Crisagon me mandó llamar a su despacho. Yo pensé que quería comentar conmigo algún detalle de la expedición, pero cuando entré y vi la cara de funeral que tenía, me di cuenta en seguida de que algo no iba bien. Y efectivamente; nada más sentarme, me preguntó cuál era exactamente la naturaleza de mi relación con la hermana del Sororitas que venía a la capilla para recibir clases. Yo, claro, me quedé de piedra, pero luego me di cuenta de que si ninguno de nosotros dos había incumplido norma alguna no tenía sentido que lo negara; eso al margen de que si me lo estaba preguntado a la cara era seguro que ya lo sabía, con lo cual negar que estábamos juntos sólo hubiera servido para hacerle creer que se trataba de un asunto turbio. De modo que lo admití. Él se cabreó bastante conmigo. “¿Se da cuenta de dónde se está metiendo, Trandor?”, me gritó. “¡Si se dedica a seducir y deshonrar a una hermana del Adepta Sororitas, las consecuencias pueden ser muy graves, para usted y para ella! ¡No sé a qué diantre está jugando, pero le advierto que como ella acabe haciendo los votos de Arrepentida y luego venga la Palatina de su Orden a reclamar, no pienso mover un dedo por usted!”-.
Alara se llevó las manos a la cara.
-Yo le dije que no comprendía por qué se había enfadado así- continuó Mathias.- Le expliqué que las hermanas del Sororitas no hacéis voto de castidad, sino de celibato, y que por lo tanto no estábamos incumpliendo ninguna norma. “No se trata sólo de cumplir meras formalidades” insistió Lord Crisagon. “Le creía a usted lo bastante inteligente como para comprender los riesgos de lo que está haciendo”. “Pero, ¿qué tiene de malo lo que estoy haciendo, señor?”, protesté. Su Señoría me miró como si fuera imbécil. “Si le rompe usted el corazón a esa Hermana de Batalla, o la pervierte de alguna manera…” comenzó a decir. En ese punto yo le interrumpí. Le dije que sin duda había malinterpretado la situación, que mis intenciones hacia ti eran serias y honorables, que nos conocíamos desde niños y que yo te amaba. Y fue entonces, al ver la cara de desconcierto que puso, cuando comprendí lo que fallaba. “Discúlpeme, señor”, le dije, “pero creo que alguien ha estado difundiendo rumores malintencionados sobre la hermana Alara y sobre mí. ¿Cómo se ha enterado de lo nuestro, si puedo preguntar?”. Entonces, Lord Crisagon me miró fijamente durante un momento, y acabó confesando que el Adepto Udrian había ido a verle para denunciar mi “grave falta de moralidad”-.
-Pero, ¿por qué?- exclamó Alara, consternada.- ¿Por qué hizo eso? ¡Se supone que os llevábais bien, y a mí apenas me conocía, y encima se supone que adoraba a las Sororitas!-.
-Me parece que precisamente ese fue el origen del problema- contestó Mathias, desviando la mirada con una mezcla de fastidio y vergüenza.- No sé si en algún momento sintió curiosidad y se acercó a la puerta de mi habitación para espiar, o simplemente dio la casualidad de que pasaba por allí. Pero el caso es que nos oyó. Mientras estábamos… eh…
Alara se cubrió de nuevo el rostro con las manos, enrojeciendo violentamente.
-Oh, por el Trono… -gimió.
Por un momento se imaginó a Acadio con el oído pegado a la puerta, escuchando los jadeos de placer y las palabras de amor que ella y Mathias se decían en la intimidad. Tomar conciencia de semejante violación de su privacidad hizo que sintiera náuseas.
-Además, al parecer no se había limitado a hablar sólo con Lord Crisagon- dijo Mathias.- Había ido poniéndome verde delante del Magíster Séneca y de la Adepta Orbiana, diciendo que yo era un seductor sin escrúpulos, que había tomado tu virtud como quien toma un trofeo y que en cuanto me cansara de ti te dejaría tirada y te rompería el corazón. Y claro, esa chismosa de Orbiana, que ya se barruntaba algo al verte venir todos los días a visitarme, se lo contó a todo el que quiso escucharla. Todo esto lo supe por Lord Crisagon, de modo que en cuanto salí de su despacho fui directamente a ver a Acadio. Estaba en el laboratorio, como de costumbre a esas horas. Yo estaba cabreadísimo, y me encaré con él en cuanto lo vi. “¿Cómo se te ha ocurrido denunciarme a Lord Crisagon por inmoral, maldito imbécil?”, le grité. El muy idiota, encima, se mostró desafiante. Se levantó y me miró con desprecio. “¿Cómo se te ha ocurrido a ti mancillar la pureza de una Hermana de Batalla, haciéndole romper sus votos? ¡Las cosas que le decías eran realmente indecentes!”, me espetó. Te juro que no sé cómo lo hice para no romperle la cara en ese mismo momento. Lo agarré de las solapas de la bata. “¡Además de ignorante, eres gilipollas!”, exclamé. “Tanto que sabes sobre el Adepta Sororitas, ¿y no sabías que no hacen voto de castidad?”. Me miró como si estuviera hablando en dialecto montano. “¡Pero si juran no tomar esposo ni tener hijos!”. Casi me lo cargo. Le grité que eso era celibato, no castidad, y que si no sabía la diferencia podía buscarla en un puñetero diccionario. También le dije que no te había seducido, que estábamos enamorados desde que éramos un par de críos, que íbamos totalmente en serio y que había sido él, y no yo, quien te había deshonrado con sus sucias mentiras ante los demás miembros de la cábala inquisitorial-.
Alara no dijo nada. Jamás se había sentido tan abochornada, ni siquiera ante la Ejecutora Tharasia. El odio que estaba naciendo en su corazón hacia Acadio Udrian era tan grande que amenazaba con hacerla estallar. Mathias, mientras tanto, volvió a hablar.
-Lo único que puedo decir en descargo de ese inepto es que él creía que estaba diciendo la verdad cuando me denunció, porque después de oír mis explicaciones se quedó helado. Al comprender lo que había hecho, se puso pálido y me pidió disculpas-.
-Espero que lo mandaras a la mierda- masculló Alara.
-Le dije que ya era tarde para lamentaciones, que si pensaba así debería haber hablado primero conmigo antes de ponerse a difundir calumnias, y antes aún de denunciarme ante el mismísimo Lord Inquisidor. Le dije que eso tendría que haber hecho si hubiera sido mi amigo, pero que visto su comportamiento desde luego estaba claro que no éramos amigos. Y que iba a contarte lo que había hecho y las cosas que había dicho acerca de nosotros, para que tú lo supieras y le despreciaras. Creo que eso lo hundió del todo; en el fondo, estoy convencido de que la envidia fue una de las cosas que lo llevó a actuar como lo hizo. Él siempre había adorado a las Sororitas, ya te lo dije; os considera el paradigma de mujer ideal, puras y perfectas. No debió caerle muy bien que fuera yo quien hubiera conseguido enamorar a una de ellas. Y sin duda tu desprecio le supondrá el mayor de los castigos, aunque la bronca que le echó su Señoría por difundir falsos rumores creando mal ambiente entre los miembros de su cábala tampoco le habrá hecho demasiada gracia-.
Alara rechinó los dientes.
-Puede considerarse afortunado si lo único que se gana es mi desprecio- siseó.
Mathias bajó la mirada, apesadumbrado.
-Lo siento mucho, Alara. De verdad que lo siento-.
-No te disculpes; no tienes la culpa de lo que haya hecho ese idiota. Aunque me imagino la opinión que tendrá ahora sobre mí ese tal Mikael Skyros-.
-Ah, sí, Mikael; fue por él que empezamos a hablar del tema. No te preocupes por él; precisamente es quien menos debe inquietarte. Como hasta ahora era el guardaespaldas personal de Lord Crisagon, casi nunca estaba en la capilla, y cuando está no se despega de él; es su sombra. De modo que era de los pocos que no se había enterado de nada. Ayer le conté a grandes rasgos lo que había pasado, por si veía algo durante la expedición o llegaban a sus oídos cualquier tipo de rumores-.
-¿Y qué dijo él?- quiso saber Alara.
-Se encogió de hombros, dijo que le daba igual y que cada uno se complica la vida como quiere. Es la ventaja de que sea un tipo tan pragmático. Supongo que es un requisito importante si quieres convertirte en asesino-.
En ese momento, el teniente de la Guardia Imperial llamó a voces a Mathias.
-¡Señor Legado! ¡Señor! ¡Llega el Auditor del Administratum!-.
Un automóvil grande, de color gris metalizado, estaba aparcando en una esquina de la plaza. De él salió un hombre enjuto y con escaso pelo rubio oscuro que comenzaba a encanecer en las sienes. Portaba un austero traje gris, uniforme de los supervisores del Administratum. Tras él bajaron cuatro contables tan grises y anodinos como él, aunque tres de ellos eran más jóvenes.
-Discúlpame, Alara- dijo Mathias.- Ve subiendo al coche con los demás; luego seguiremos hablando-.
Desde el interior del todoterreno, Alara vio cómo Mathias conversaba con el Auditor Rudolf Hoffman. Poco después, Hoffman hizo una seña a los contables y todos marcharon hacia el Rhino de la Eclesiarquía, donde los esperaba el padre Bruno. Mathias hizo una seña al teniente de la Guardia Imperial y volvió al todoterreno.
-Hoffman y los demás ya han subido con sus equipajes en el Rhino- dijo Mathias, entrando en el vehículo.- Ya estamos todos; podemos partir-.
Cerró la portezuela y se puso el cinturón de seguridad. Mikael puso en marcha el vehículo y comenzó a circular avenida arriba, seguido por la comitiva de transportes blindados. Las sombrías calles de Prelux Magna comenzaban a desfilar veloces tras el cristal de la ventanilla. Por fin había comenzado la expedición.

6 comentarios:

  1. Me encanta la palabra "terraformación" :D

    Veo que mis pesquisas sobre Acadio no estaban muy lejos de lo que iba a pasar. Los envidiosos son muy de difamar a espaldas porque la frustración que les crea el no tener lo que desean les lleva a huir de la verdad, bien podría haberle dicho a Mathias que pensaba que lo estaba haciendo mal. Aunque no entiendo todo el revuelo con la relación entre Mathias y Alara, si es legal que tengan una relación siempre y cuando ella mantenga el celibato.

    Por lo demás, me gusta la comparación entre la pérdida de la vegetación de Tarion con los disfraces que deben ponerse, es como si con ello se vieran a sí mismas en un reflejo de lo que es la irealidad de todo. Tarion pierde la vida ( humana y vegetal) y ellas tienen que ponerse una máscara para ocultar la consecuencia del ataque.

    También la angustia de los recuerdos de Mathias, siempre dejando claro que la desgracia la tienen presente en su cabeza todo el tiempo. Me recuerda a la canción "Lithium" de Evanescence.

    Esperaré al siguiente, que seguro que se empieza a animar la cosa y hay más acción.

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  2. El revuelo de la relación es por varios motivos:

    -En el caso de Tharasia y las superioras, ya lo expliqué: porque Alara es joven y prometedora y temen que enamorarse le llene la cabeza de pajaritos y la haga bajar el rendimiento que se espera de ella. Es como lo del padre Morgan con Tolkien y su novia Edith, para entendernos: Tolkien no tenía ningún voto o impedimento para enamorarse y casarse, pero al padre Morgan no le gustó que se liara con Edith mientras estaba estudiando porque eso le distraía.

    -En el caso del resto de gente, no es que consideren que está mal, pero lo consideran un cotilleo muy jugoso y Alara valora mucho su intimidad. Aunque las Sororitas no tenga prohibidas las relaciones amorosas, lo cierto es que sus circunstancias personales rara vez les dan oportunidad de iniciar una, de modo que para el resto de ciudadanos imperiales están rodeadas de una especie de aureola mítica. Los hombres las miran con miedo, respeto y admiración, no con deseo; el aura de pureza y fe que las envuelve las hace parecer intocables (imagina el mal rollo que le da a un tío normal tener como novia a una monja fanática capaz de hacer trizas a un Marine del Caos). Por eso el hecho de que una de ellas se empareje es fuente de cotilleo generalizado (de hecho, esa es precisamente la razón de que en la novela de Warhammer "Cain's Last Stand" la hermana de batalla emparejada y su amante lleven las cosas con discreción, para evitar ser fuente de cotilleos).

    -En el caso concreto de Mathias y Alara, lo que escandaliza al Inquisidor no es que Mathias se líe con Alara, sino que tal y como acusa Acadio, "había tomado su virtud como quien toma un trofeo y que en cuanto se cansara de ella la dejaría tirada y le rompería el corazón". Vamos, de seducir con engaños a una hermana de batalla para follársela y demostrar a todo el mundo lo milhombres que es por haber conseguido desflorar a una hembra alfa semejante XDD
    En cuanto Mathias le aclara que las cosas no son así, y que sus intenciones son honestas, el Inquisidor le da el visto bueno al asunto, y de hecho es a Acadio al que le pega la bronca por difundir rumores falsos.

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  3. Me ha gustado mucho que el prólogo se viese desde la perspectiva de Mathias, porque considero importante conocer también sus pensamientos tras la destrucción de Galvan y su separación de su querida Alara. Ha sido muy emotivo.

    ¡Y joder con Acadio, menuda discreción! Parece que su concepción de las Sororitas se ha venido abajo. Espero que no se convierta en un fanático que planee mantener "puras" a las Sororitas utilizando medios poco ortodoxos. Me da que Alara le gusta más de lo que sería recomendable, y ahí puede cocerse una tragedia de proporciones épicas.

    Buen episodio, aunque sigo haciéndome un lío con los nombres de lugares y otros términos (soy un poco zote, lo sé). Voy a tener que ponerme al día con Warhammer si no quiero perder el hilo.

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  4. Jejeje, tampoco te creas que Acadio discrimina mucho. Es el equivalente wahammero al típico fanboy de las heroínas de comic; le gustaría cualquier cosa que llevase media melena, flequillo y servoarmadura con tetas :-P

    Los nombres de los lugares son inventados para este fanfic; no te preocupes en exceso por ellos porque cada vez que la historia lleve a los personajes a un lugar, habrá tiempo de sobra para que te familiarices con él. En cuanto a los nombres de los vehículos, no te compliques la vida; basta con saber que son diferentes modelos de carros de combate ;-)

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  5. Hola Estelwen;

    Raro me parece que en el convoy no hayas metido un camion cisterna de Promethium (para los no profanos del mundo W40K es el combustible), ya que todos los vehiculos que has metido son muy tragones.

    Gracias.

    Un saludo.

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    1. Bueno, como el planeta es civilizado (aunque sea de aquellas maneras), hay estaciones de combustible -tanto civiles como en los destacamentos de la Guardia Imperial)- lo bastante cercanas unas de otras para estar a distancia de reserva. Como en la Tierra actual, vamos. Al menos en este momento del viaje. Cuando lleguen a zonas más agrestes y aisladas, sí que tendrán que llevar algún extra con combustible de repuesto ;-)

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