A.D. 838M40. Randor Augusta (Kerbos), Sistema
Kerbos, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.
Para una aspirante
al Adepta Sororitas, los momentos de ocio son escasos. Cada minuto de su vida
encaja en un horario estricto que abarca todas las horas del día. Sin embargo,
incluso ellas necesitan tiempo libre e vez en cuando. Las novicias sólo tienen
media hora al día, que aumenta a una cuando se convierten en Cantoras y
permanece mientras son Constantias. Aumentará a dos horas enteras cuando se
conviertan en hermanas consagradas, y ese será el máximo del que dispondrán
durante el resto de su vida.
Alara, Valeria y
Octavia siempre pasan juntas su hora libre del día. A veces se les unen algunas
de sus hermanas, pero en esta ocasión están solas. Alara está cansada tras una
fuerte sesión de entrenamiento físico, Valeria está algo mareada por haber rechazado
el almuerzo tras asistir a su primera disección, y Octavia se encuentra
meditabunda, pensativa.
-¿Qué te ocurre?-
le pregunta Alara.
Octavia alza la
mirada.
-La clase de hoy
ha sido agotadora-.
Su amiga deja
escapar una risa sarcástica.
-¿Agotadora? Te
diré qué es agotador. ¿Qué te parecen doscientas flexiones, doscientos
abdominales, otras doscientas sesiones de pesas, y treinta vueltas al campo de
tiro? ¡Estoy para el arrastre! ¿Qué has hecho tú, leer más libros?-.
Valeria se ríe.
-Al menos no os ha
tocado ver cómo un chorro de fluido intestinal salpicaba el delantal de la
Sanadora al meter el bisturí. ¡Ajj! ¡Y ella ni se ha inmutado!-.
Octavia sonríe
ante las quejas de sus compañeras.
-No me refiero a
un esfuerzo físico, sino al agotamiento mental. Cada vez que nos instruyen
acerca de los Poderes Ruinosos, siento que la cabeza me va a estallar-.
Alara y Valeria
dejan de reír de inmediato. Con esos temas nunca se bromea.
-A veces es
difícil- continúa Octavia.- Tenemos sesiones de preparación psicológica y de
oración intensiva antes de las clases magistrales, y aún así… cada vez que nos
hablan de ello, se me ponen los pelos de punta. Y la preceptora nos ha
advertido que cuando seamos Dialogantes consagradas será mucho peor, porque
tendremos que enfrentarnos a las revelaciones oscuras completamente solas. Un
día nos encontraremos con una inscripción, un manuscrito o un archivo de imagen…
y tendremos que abrirlo y mirar sin saber siquiera qué nos vamos a encontrar.
El modo en que lo que hallemos dentro intentará atacar nuestra alma y nuestra
cordura-.
A pesar de que en
el planeta Kerbos es verano, Alara siente cómo un escalofrío le recorre la
nuca.
-Tú tienes que
conocerlos- murmura.- Yo tengo que matarlos-.
-También tendré
que expulsarlos- responde Octavia en el mismo tono de voz.- Expulsar a
entidades disformes, hermanas. Ni siquiera puedo imaginar cómo será una
experiencia así, aunque las preceptoras dicen que cuando terminemos el
entrenamiento todas seremos capaces. Combatir al hereje, al impuro y al
alienígena será extenuante, pero al menos tienes… tienes… un arma física que
disparar a un cuerpo físico. Después de lo que hemos aprendido hoy acerca de
los demonios, no dejo de preguntarme cómo me sentiré la primera vez que reciba
el impacto de las revelaciones oscuras. O que tenga que realizar un exorcismo-.
Las tres jóvenes
enmudecen durante un rato. Al final, es Valeria la que rompe el silencio.
-Vaya, después de
ver lo que os toca a vosotras dos, siento que ya no tengo derecho a quejarme
por un poco de fluido intestinal en descomposición-.
Alara y Octavia se
ríen, y de pronto es como si un rayo de sol disipara su ánimo sombrío. Sin
embargo, a Alara le queda un poso de inquietud, algo que le durará hasta la
noche.
“Las Dialogantes
también aprenden a pelear, porque es posible que tengan que hacerlo en el
futuro, a pesar de todo. ¿Cómo será el día en que cambie esa torna? ¿Cómo
reaccionaré el día en que yo también me vea enfrentada a una revelación oscura,
a la presencia demoníaca, y solo disponga de mi fe y de mi fortaleza mental
para sobreponerme?”.
A.D .844M40. Gemdall (Vermix), Sistema
Cadwen, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.
Una fugaz expresión de asombro cruzó por el rostro del padre Lucius,
que desapareció rápidamente para convertirse en un gesto de severidad. De
repente fue como si algo en él se trasformase; sus rasgos se endurecieron, su
espalda se irguió, y de pronto ya no pareció un amable y solícito anciano, sino
alguien mucho más duro y sagaz.
-¿Cómo lo ha sabido?- preguntó.
-Por sus palabras- respondió Alara.- Todo lo que nos ha contado lo
sabíamos ya, por haberlo leído en un informe confidencial del Ordo Hereticus.
Usted sabía demasiado del culto vermisionario para ser un simple sacerdote. Es
información restringida; ¿cómo iba a saberlo si no formara parte de los
Ordos?-.
El padre Lucius se llevó la mano a la frente en un gesto de fastidio.
-Tiene razón. He hablado demasiado. Al saber que eran ustedes del Ordo
Xenos, bajé la guardia-.
-Sin duda, padre- dijo Mathias con una voz repentinamente fría.- Pero,
¿me permite ver su documentación? Si es usted miembro del Ordo Hereticus,
tendrá una insignia que lo atestigüe-.
El sacerdote sonrió.
-Por supuesto que la tengo- dijo.- Y hace usted bien en sospechar,
Legado, aunque no es necesario, y las Hermanas que lo acompañan podrían
explicarle por qué-.
-Su insignia, por favor- repitió Mathias, impertérrito.
El padre Lucius abrió uno de los cajones del relicario. Mikael llevó
una mano al cinto, donde reposaba el cargador de su pistola, pero no fue
necesario usarla; el sacerdote se limitó a sacar una fina cartera de piel
decorada en relieve con símbolos eclesiásticos.
-Aquí tiene- dijo tendiéndosela a Mathias.
El joven extrajo su Auspex del bolsillo e introdujo la insignia en el
lector. Alara se estiró para leer por encima de su hombro.
LUCIUS KORMAN, ACÓLITO NIVEL SEGURIDAD 5.
ORDO HERETICUS.
Mathias extrajo la insignia del lector y se
la tendió de vuelta al sacerdote, esbozando una leve sonrisa.
-Gracias padre. Comprenda que ha sido
necesario-.
El hombre asintió con la cabeza.
-Por supuesto. Pero ya le he dicho que las
Hermanas que están aquí podrían haber respondido, si no de mi condición de
Acólito, al menos de mi pureza-.
Mathias se giró hacia las tres chicas.
-Nos dio su bendición y nuestras almas se
exaltaron revelando el poder de nuestra fe- explicó Octavia.- Eso nunca hubiera
ocurrido si se hubiera tratado de una bendición falsa, otorgada por un
descreído-.
El padre Lucius asintió, satisfecho.
-Bien, ahora que todo está aclarado, podremos
hablar con más libertad-.
-No lo entiendo- dijo Mathias.- ¿Por qué no
nos dijo desde el principio que era miembro del Ordo Hereticus, padre?-.
-¿Ha oído usted hablar de alguna misión del
Hereticus activa en este planeta?-.
El joven negó con la cabeza.
-Bien, pues he aquí la respuesta. El Lord
Inquisidor que dirige nuestra misión nos ordenó discreción absoluta de cara a
todo el mundo, incluso al gobierno y a los demás Ordos. Nadie sabe que estamos
aquí. O nadie lo sabía, al menos, hasta ahora-.
Alara asintió; por fin lo entendía todo.
-Ahora comprendo- dijo.- No dejaba de
resultarme extraño que nadie hubiera sospechado hasta ahora de los remanentes
paganos que permanecían en este planeta. Resulta que sí habían llamado la
atención de la Inquisición, sólo que nadie lo sabía-.
-Y por partida doble, por lo que veo- dijo el
padre Lucius con sorna.- Me temo que tendré que informar al Interrogador de que
ha habido una duplicidad de misión. Al parecer, ahora mismo cada Ordo está
investigando por su cuenta los mismos hechos-.
-Tal vez sea buena idea que nos unamos para
trabajar y pongamos las informaciones en común- dijo Mathias.- Hemos hecho
averiguaciones muy interesantes de las que, estoy seguro, el Ordo Hereticus no
tiene la menor idea. Y seguramente sus compañeros de cábala también poseerán
datos que nos resultarían de interés a nosotros-.
-¿Entonces van a seguir adelante con su
investigación?- preguntó Lucius.- ¿No creen, ahora que saben que el Ordo
Hereticus está en Vermix, que sería mejor dejarlo todo en nuestras manos? Al
fin y al cabo, la herejía y el paganismo es competencia del Hereticus, no del
Xenos-.
-Me temo que la cosa no es tan sencilla-
replicó Mathias, muy serio.- Hemos encontrado evidencias de que los misterios
de este planeta también atañen a nuestro Ordo. Lo que afecta a Vermix no es
sólo una contaminación herética, sino también alienígena-.
El padre Lucius abrió mucho los ojos.
-¿Alienígena, dice?-.
Mathias asintió. Acto seguido, relató sucintamente,
sin entrar en detalles, lo que habían descubierto en Shantuor Ledeesme. A medida
que hablaba, el rostro del padre Lucius iba llenándose de alarma.
-¿Brujos?- exclamó.- ¿Demonios? ¿Un portal
Eldar? ¡En el nombre del Emperador!-. Trazó el símbolo del Aquila sobre su
pecho, espantando.
-Veo que entiende la gravedad de la
situación, padre- dijo Mathias.- Necesitamos que nos diga quién está al mando
del Hereticus en Vermix y nos concierte una cita con él-.
El sacerdote asintió mientras el color volvía
lentamente a su semblante.
-La máxima autoridad de mi Ordo en este
planeta es el Interrogador Taddeus Damaris, pero no tengo forma de contactar
directamente con él. Yo pertenezco al grupo de investigación liderado por el
Legado Dryas, que por cierto está encargado de monitorizar el Movimiento
Libertador en esta parte de Kamrea. Él les pondrá en contacto con Damaris si lo
considera conveniente-.
Alara, que se mantenía callada, sintió una
oleada de satisfacción al ver la creciente resolución de Mathias, que cada vez
parecía más cómodo en su papel de líder.
-Muy bien- dijo el joven.- ¿Cómo podemos
entrevistarnos con el Legado Dryas?-.
-Para hacerlo, tendrían que viajar a Morloss.
Es allí donde tiene su base de operaciones. Yo no me muevo de Gemdall; soy el
contacto de todos los informadores que vigilan las actividades subversivas del
Movimiento Libertador. Como sacerdote, estoy en una posición óptima para
recibir diversas visitas en mi parroquia sin levantar sospechas-.
-Entonces, iremos a Morloss. ¿Podemos
concertar una cita para dentro de dos días?-.
-Supongo que sí- respondió Lucius.- ¿Tiene un
vocofonador al que poder contactarle? Llamaré al Legado y le enviaré el
mensaje. Nuestros protocolos de seguridad exigen que yo sea el enlace entre
ambos hasta que se encuentren-.
Mathias estuvo conforme e intercambiaron el
código de los vocofonadores. El padre Lucius prometió enviarles un mensaje
apenas el legado Dryas concertara una cita.
-Una cosa más- pidió Mathias antes de que se
despidieran.- Ha dicho usted que su grupo está vigilando las actividades del
Libertador. ¿Hay alguien más en Gemdall que se esté ocupando de eso?-.
-Sí, claro; el Adeptus Arbites. Es
competencia del Magistratum investigar a ese tipo de grupos. Toda la
información que recibo la envío al contacto que tenemos allí, aparte de al
Legado-.
-Haga el favor de decirle que esta tarde
iremos a verles. Queremos que nos cuente todo lo que sepa del asunto. Y también
tenemos que darles una buena noticia, que de seguro los alegrará-.
-Claro, claro… ¿Puedo preguntar de qué se
trata, si no es indiscreción?-.
Mathias sonrió.
-¿Le suena una banda de ladrones que se hace
llamar los Sanguijuelas?-.
El padre Lucius frunció el ceño y asintió.
-¡Cómo no! Es imposible vivir aquí y no haber
oído hablar de ellos. Se trata de una banda criminal ultraviolenta; el Adeptus
Arbites lleva años tratando de atraparlos. ¿Por qué lo pregunta?-.
La sonrisa de Mathias se ensanchó.
-Porque acabamos de ahorrarles la molestia-.
La sede del Adeptus Arbites en Gemdall estaba
situada en el gigantesco complejo del Magistratum. En el centro de la ciudad,
al lado de los distritos gubernamental y eclesiástico, se alzaba un muro de
granito blanco que albergaba en su interior varios palacios góticos. Las
alambradas y las torretas que protegían el recinto, sólo superadas por las de
la Ciudadela militar, dejaban clara la funcionalidad de aquel lugar.
Alara, Mathias, Octavia, Valeria y Mikael se
desplazaron hasta allí en un taxi después de comer un almuerzo ligero en un restaurante
de la ciudad. Para evitar las largas colas y los innumerables controles y
puestos de seguridad, Mathias hizo valer su insignia inquisitorial, lo cual
hizo que todos los Arbitradores de guardia se cuadrasen de inmediato y se
apresurasen a abrirles paso. Una vez alejados de la entrada, caminaron por el
amplio patio hacia la entrada reservada a los agentes, escoltados por un
destacamento de Arbitradores en perfecta formación.
-Creo que podría acostumbrarme a esto- le
bisbiseó Mathias a Alara mientras caminaban.- Uno se siente importante, ¿eh?-.
Ella meneó la cabeza con una sonrisa.
El sargento de los Arbitradores los condujo
al interior de un edificio de piedra que parecía una mole gris. A pesar de que
los adornos góticos y los emblemas imperiales decoraban su fachada como en
cualquier otro edificio oficial, a Alara no se le escapó que las ventanas
estaban enrejadas, como para prevenir cualquier posible asalto desde el
exterior. A pesar de su belleza exterior, aquel edificio era una fortaleza. En
todas las cristaleras había vidrieras con el emblema del Adeptus Arbites: una
“I” imperial en cuyo centro destacaba una mano con guantelete sosteniendo una
balanza. Los cinco compañeros fueron conducidos al cuarto piso, donde ya los
aguardaba el contacto del padre Lucius, un Adeptus Arbites que se presentó como
el Inteligidor Lorkan. Se trataba de un hombre de unos cuarenta años, enjuto y
de mandíbula cuadrada, que llevaba el cabello rapado al uno. La cicatriz que le
cruzaba la cara de lado a lado reforzaba su natural expresión de severidad.
-Buenas tardes, Legado- le dijo a Mathias,
haciendo un saludo marcial.- El padre Lucius me ha comunicado que querían
verme-.
Los seis estaban sentados en una sala de
reuniones cerrada e insonorizada. Mathias asintió con la cabeza a las palabras
del Inteligidor.
-Así es. Queremos llevar a cabo un
intercambio de información. Tenemos cosas que decirle, y también hay asuntos de
los que necesitamos informarnos-.
-El Adeptus Arbites se enorgullece de poder
colaborar con la Santa Inquisición. ¿En qué puedo ayudarles?-.
-En primer lugar, le comunicamos que hemos
encontrado y exterminado a la banda de los Sanguijuelas en su guarida secreta-.
El Inteligidor Lorkan puso cara de sorpresa.
-¿Cómo dice? ¿Está seguro?-.
Mathias asintió.
-Se ocultaban en Shantuor Ledeesme. La
expedición inquisitorial que dirijo se desvió allí para pernoctar hace pocos
días-.
-Shantuor Ledeesme… -susurró Lorkan.- La
vieja fortaleza… La habíamos descartado desde el principio como posible
escondite; los informes indicaban que se trataba de un montón de ruinas
inhóspitas e insalubres-.
-Se encuentran en mejor estado de lo que
cualquiera pensaría- dijo Mathias.- Encontramos y requisamos sus alijos y
botines; está previsto que un convoy de la Guardia Imperial llegue a Gemdall a
lo largo de esta misma tarde para entregárselo a ustedes. Confío en que pronto
puedan restituir los bienes robados a sus propietarios-.
-Querrá usted decir a los herederos-
puntualizó Lorkan, pesaroso.- Esas bestias malnacidas eran extraordinariamente
violentas. Nunca dejaban alma con vida. Se especializaban en asaltar viviendas
de comerciantes ricos, y hubiera resistencia o no, mataban a todo el mundo. Doy
gracias al Emperador porque los hayan encontrado. ¿Hay supervivientes?-.
-Ninguno-.
El Inteligidor asintió.
-Hubiera sido bueno llevar a cabo alguna
ejecución ejemplar, pero siempre es una buena noticia que esos salvajes hayan
sido exterminados-.
-Por otra parte- continuó Mathias- hemos venido
porque el padre Lucius nos ha dicho que podía usted proporcionarnos información
sobre el Movimiento Libertador-.
La expresión del Inteligidor Lorkan se tornó
cautelosa.
-¿Por qué el Movimiento Libertador interesa al
Ordo Xenos?-.
La sonrisa de Mathias se envistió de cierta
frialdad.
-Comprenderá que no estoy autorizado por el Lord
Inquisidor para responder a esa pregunta. Basta decir que es una cuestión que
puede atañer tanto al Hereticus como al Xenos. ¿Nos va a facilitar la
información?-.
-Toda la que esté en mi mano, por supuesto-
respondió Lorkan.- ¿Qué quieren saber?-.
-¿Desde cuándo lleva activo ese movimiento?-.
-Nuestros primeros informes datan de hace veinte
años. Al principio sólo había pintadas y disturbios de baja intensidad. Por
desgracia, en los últimos diez años se han vuelto mucho más violentos, y sus
ataques se han recrudecido-.
-¿Recrudecido?- inquirió Mathias.- ¿Cuánto?-.
-¿Qué le parecen dos mil quinientas bajas entre
los miembros del Adeptus Arbites?- dijo Lorkan, mirándolo con gravedad.- Más de
seiscientos agentes muertos en atentados con explosivos; el resto,
incapacitados para el servicio activo. Y aparte, a lo largo del último decenio
han herido a tres mil quinientos más. Hemos conseguido ocultar estas cifras a
los ciudadanos hasta ahora, aunque hace poco uno de esos heridos fue un Juez
del Magistratum. Somos su principal objetivo, y para colmo Kamrea es su
continente predilecto para actuar-.
-Entiendo. ¿Y todos ellos tienen como líder a
ese… Libertador? ¿Alguien lo ha visto alguna vez?-.
Lorkan negó con la cabeza.
-Es el secreto mejor guardado de los
terroristas. Jamás hemos conseguido averiguar nada de él. Nunca se ha mostrado
en público y actúa a través de agentes que no lo conocen en persona-.
La mente de Alara, que revoloteaba en torno a
los datos que acababa de exponer el Inteligidor, saltó al recuerdo de los
Guerreros Gusano de Karlorn.
-¿Han capturado con vida a algún terrorista?-
preguntó.
-Por supuesto, señorita- respondió el
Inteligidor.- ¿Cómo cree que hemos extraído la información que acabo de
revelar? Los agentes no conocen al Libertador ni a su círculo interior, al que
llaman Consejo Revolucionario. Sólo los líderes provinciales de las células
terroristas… y a esos aún no hemos conseguido echarles el guante-.
-¿Y los terroristas que han capturado… llevaban
alguna marca distintiva? ¿Un tatuaje, un colgante…?-.
El Inteligidor Lorkan le lanzó una mirada
inquisitiva.
-¿Cómo lo sabe? Sí; portaban ambos. Un tatuaje y
un colgante. Ambos con el mismo símbolo: una especie de ocho horizontal,
parecido al símbolo del infinito-.
-El vermívoros- susurró Octavia.
-¿Cómo dice?- preguntó el Inteligidor.
-Creo que ya nos hemos encontrado con ellos-
intervino Mathias, sin dar tiempo a que Octavia respondiera.- En Karlorn,
varios matones de una banda conocida como los Guerreros Gusano nos atacaron al
confundirnos con Arbitradores. Los redujimos y los entregamos en la sede del
Adeptus Arbites para que fueran interrogados y juzgados. Todos llevaban el
mismo tatuaje y el mismo colgante al que usted se ha referido-.
Por segunda vez en la conversación, Lorkan puso
cara de sorpresa.
-¿Fueron ustedes los responsables del
desmantelamiento de la célula de Karlorn? Vaya, me lleva de sorpresa en
sorpresa, Legado-.
Mathias hizo un gesto de rechazo con la mano.
-No nos otorgue méritos que no nos corresponden,
Inteligidor. Eso fue cosa de los muy capaces agentes del Arbites en Karlorn.
Nosotros nos limitamos a entregar a la pareja de matones que nos había
intentado atacar. No sé cuánto les sacarían, pero no parecían precisamente
peces gordos-.
-No- concedió Lorkan.- No lo eran. Aunque el
jefe, al parece, sabía lo suficiente para delatar a otros pececillos que no
eran tan pequeños. Por desgracia, no pudimos atrapar a los líderes. Sus
subalternos se sacrificaron combatiendo contra nosotros para cubrirles la
huida-.
-¿Son todos hombres?- quiso saber Alara.- ¿O hay
también mujeres entre sus filas?-.
-La inmensa mayoría son hombres- respondió
Lorkan.- O al menos eso es lo que se desprende de los informes que tenemos. El
perfil del insurgente es un varón joven, marginal y de historial conflictivo.
No parecen tener una gran infraestructura detrás; se arman del mercado negro y
funcionan a base de pisos francos y vehículos civiles robados. Un pequeño
porcentaje de ellos, no más del veinticinco por ciento, son mutantes-.
-¿Mutantes?- inquirió Alara.- ¿Pero no
psíquicos?-.
Un presentimiento desagradable estaba naciendo
en su cabeza. El Inteligidor frunció el ceño, desconcertado por su pregunta.
-Alguna vez hemos detectado actividad psíquica
entre ellos, pero casi siempre es de bajo potencial-.
-¿Algunas veces? ¿Se arriesgaría a dar un
porcentaje?-.
-Hum… -el Inteligidor se mantuvo en silencio
durante varios minutos mientras consultaba su placa de datos.- Tomando de base
el número total de mutantes, no más del diez por ciento. Y de ellos, menos de
un tercio era de alto potencial-.
-¿Tienen datos de cuántos miembros activos tiene
el Movimiento Libertador?-.
El Inteligidor Lorkan miró a Mathias de reojo,
pero al constatar que el Legado no parecía tener problema con que su compañera
metiera baza en la conversación, continuó hablando sin objetar nada.
-Desconocemos el número total de miembros, pero
hemos contabilizado unos ciento noventa mil en todo Vermix en los últimos
quince años, setenta y ocho mil de los cuales operaban en Kamrea-.
Alara intentó hacer cálculos mentales a toda
velocidad.
-Pero si el diez por ciento de psíquicos se ha
calculado en base a todos esos terroristas contabilizados… Eso viene a ser… Eh,
veamos…
-Casi cinco mil psíquicos no autorizados en los
últimos quince años- apuntó Octavia.- Unos trescientos treinta al año, si mis
cálculos son correctos-.
El mal presentimiento de Alara se hizo todavía
más intenso.
“El vermívoros… los terroristas llevan el
símbolo de los vermisionarios… los poderes psíquicos se consideraban una
bendición del Gran Padre, y los brujos entraban a formar parte de la Guardia
Vermisionaria si eran hombres o de las Sanadoras de la Madre, si eran mujeres.
Y ahora, tenemos más de tres centenares de psíquicos no autorizados en Vermix
cada año que nunca han sido localizados por el Adeptus Astra Telepathica.
¿Cuántos más podría haber ocultos mientras hablamos?”.
-¿La remesa de psíquicos que se entrega a las
Naves Negras en Vermix entra dentro de los porcentajes normales?- preguntó.
-Tenga por seguro que sí- respondió Lorkan, muy
serio.- De lo contrario, ya nos habríamos ocupado del asunto. Es nuestro
trabajo-.
-Por supuesto, Inteligidor. No quería decir lo
contrario. Pero quisiera saber, dentro de esos porcentajes normales, ¿las
cifras han disminuido en los últimos diez o veinte años?-.
Nueva pausa, esta vez más larga, mientras el
agente volvía a consultar su placa de datos. Finalmente, levantó la mirada
hacia Alara con un inconfundible gesto de contrariedad.
-Ya veo por dónde va, señorita. Y debo admitir
que tiene razón. En los últimos veinte años la cifra ha disminuido. Y en los
últimos diez, el descenso ha sido aún mayor. Pero los números, aunque a la
baja, siempre se han mantenido dentro de los estándares normales calculados por
el Adeptus Astra Telepathica-.
-Por supuesto que se han mantenido- dijo Mathias
con frialdad.- Esos cabrones son muy listos. Mucho más de lo que nos
imaginábamos. Alara, ya veo por dónde vas, y tienes toda la razón: están
ocultando a psíquicos emergentes para entrenarlos en secreto bajo sus filas.
Probablemente los brujos que ha localizado el Adeptus Arbites hasta ahora no
sean más que la punta del iceberg. Pero al mismo tiempo, a propósito, han
estado dejando que capturasen a otros, probablemente a los emergentes de más
bajo potencial… porque si hubieran ocultado a demasiados, el Astra Telepathica
se habría dado cuenta de que algo extraño pasaba, y habría dado la voz de
alarma a los Arbitradores-.
-¿Está seguro de lo que dice, Legado?- preguntó
Lorkan con voz grave.- Los sondeos del Astra Telepathica suelen ser muy exhaustivos.
Si hay tantos psíquicos no autorizados en este planeta como ustedes plantean,
¿por qué no los han localizado? ¿Y por qué no se han mostrado hasta ahora?-.
-Vermix es un planeta muy agreste todavía, para
los estándares de un mundo imperial- respondió Mathias.- Aunque los núcleos de
población sean grandes y estén bien comunicados, la mayor parte del planeta
consta de marismas, selvas, ciénagas y cadenas montañosas, todas ellas plagadas
de multitud de poblaciones muy pequeñas y aisladas entre sí y de las vías y
ciudades principales. No me cabe duda de que es casi imposible que un psíquico
emergente escape del Adeptus Astra Telephatica si vive en una ciudad o un
pueblo grande y bien comunicado, como por ejemplo Romwall. Pero si emerge en
una de las zonas aisladas, o habiendo emergido en la ciudad los terroristas lo
localizan primero y se lo llevan allí…
-Aun así, los poderes arcanos requieren
entrenamiento- insistió Lorkan.- Si fuera como usted dice, la actividad
psíquica en las zonas rurales sería tan intensa que habría llamado la atención
de nuestros telépatas y astrópatas-.
-Si tienen algún tipo de arcanotecnología que
sirva de inhibidor psíquico, no- intervino Octavia.- Podrían crear algo
semejante a una campana de silencio-.
-¿Una… -el Inteligidor la miró alarmado.- ¿Cree
usted que disponen de… de arcanotecnología? ¿En base a qué? ¡Se trataría de
algo gravísimo! Requeriría la… -su voz se desvaneció mientras miraba de nuevo a Mathias.
-De la Inquisición- dijo el joven.- Y
ciertamente, el Ordo Hereticus, al que usted sirve, ya lo está investigando.
Pero esa arcanotecnología que sospechamos que obra en poder de los insurgentes
podría ser de origen alienígena. Lo que explica, de hecho, que yo esté aquí
ahora mismo preguntándole por el tema-.
El Inteligidor Lorkan asintió, mirando a Mathias
con gravedad.
-Ahora entiendo mejor, Legado. Sin duda, se hace
perentorio que contacten ustedes con el superior del padre Lucius y pongan en
común la información con el Ordo Hereticus cuanto antes. Se están llevando a
cabo dos investigaciones paralelas sobre el mismo tema, y aunque desconozco
cuáles son los métodos de trabajo de los Ordos en estos casos, creo que actuar
de manera coordinada ser-a la mejor opción-.
Mathias asintió.
-Eso mismo había pensado yo. Ya hemos solicitado
una cita con el Legado Inquisitorial del padre Lucius, y espero que pronto se
avengan a tener una reunión con nosotros-.
-Una última pregunta, Inteligidor Lorkan, si me
permite- intervino Alara.
El agente se giró hacia ella.
-Dígame-.
-¿Qué saben de los objetivos del Movimiento
Libertador?-.
Lorkan dejó la placa de datos a un lado. Era
evidente que no le hacía falta para consultar una información que él y todos
los miembros de su equipo ya tenían interiorizada.
-Todo lo que hemos sacado en claro de los
interrogatorios es que, aparte de la rebelión contra la autoridad del Imperio,
abogan por restaurar los valores y costumbres tradicionales del planeta Vermix,
aunque no dejan claro cuáles son exactamente esas tradiciones a las que se
refieren. Y todos ellos manifiestan un profundo desprecio hacia la nobleza
nativa de este planeta-.
“¿Por qué?”, se preguntó Alara, pensativa.
Aquello era lo único que no encajaba. “Si el Imperio se marchara, ¿acaso no
sería la nobleza nativa quien tendría que hacerse cargo del gobierno de este
planeta? ¿Por qué la rechazan, cuando se trata de los sustitutos naturales del
Imperio? ¿Por qué, si son herederos de esa cultura nativa vermixiana que tanto
dicen defender?”.
Alara no habría sabido decir por qué, pero de
algún modo, intuía que la respuesta estaba cada vez más cerca.
Tras despedirse del Inteligidor Lorkan y
regresar al hotel, Mathias se encontró con dos mensajes. Uno de ellos era del
padre Lucius: el Legado del Ordo Hereticus, su superior, había aceptado
reunirse con el equipo de investigación del Ordo Xenos. No había nombres, pero
sí una dirección de Morloss, una hora -dos días más tarde a primera hora de la
mañana-, y una contraseña, que Mathias memorizó y borró de inmediato. El segundo
mensaje era de Lord Crisagon. Constaba de una breve nota de felicitación a
Mathias por sus progresos, y de un archivo adjunto bastante grande. Cuando el
joven Legado lo abrió, Alara advirtió que su rostro se llenaba de sorpresa e
interés.-
-No puedo creerlo. ¡Lo ha terminado! ¡Por fin lo
ha terminado!-.
-¿De qué hablas?- inquirió Alara.
-¡Del informe de Phoebe sobre la historia
antigua de Vermix!- exclamó Mathias, emocionado.- ¡Ya lo ha terminado! Lord
Crisagon lo llama “el informe Aberlindt” y dice que cuando lo leamos se
resolverán casi todas nuestras dudas sobre Vermix y sus tradiciones. ¡Esta
Phoebe es genial!-.
Alara aprovechó que Mathias seguía mirando
fijamente la pantalla para fruncir el ceño.
-Vaya, en ese caso supongo que querrás leerlo
cuanto antes-.
-¡Sí, claro!-.
-En ese caso, será mejor que me vaya-.
Mathias se giró hacia ella extrañado.
-¿Qué te vayas? ¿Y por qué?-.
-¿No lo recuerdas?- Alara lo miró exasperada.-
No, ya veo que en estos momentos lo único que tienes en la cabeza es el informe
de tu amiga Aberlindt. Nuestro convoy llegaba esta tarde a Gemdall; nos estarán
esperando en la Ciudadela. Acordamos que nos reuniríamos con ellos para
ponerlos al corriente de nuestros avances-.
-¡Oh, vaya!- Mathias la miró desolado.- ¿Será
mucho pedir que vayáis vosotros y hables en mi nombre, Alara? De verdad, tengo
que leer este informe. Y no dispongo de mucho tiempo, si mañana hemos de viajar
a Morloss. El Ordo Hereticus nos espera-.
Alara asintió de mala gana, pensando para sus
adentros que los consejos sentimentales de Valeria eran mucho más fáciles de
poner en práctica cuando aquella dichosa Phoebe Aberlindt no salía a la
palestra.
“Déjalo estar”, se ordenó. “Al fin y al cabo,
sigue en Shantuor Ledeesme. Y es de esperar que se quede husmeando por allí una
buena temporada. Mientras permanezca allí, no será un problema”.
El mal humor de Alara pronto se disipó en cuanto
llegó a la Ciudadela acompañada por Octavia y Valeria -Mikael, como buen
guardaespaldas, se había quedado en el hotel para proteger a Mathias- y se
reencontró con sus hermanas. Tharasia, Bruno, Ophirus, Travis y Hoffman se
alegraron de verlas y se mostraron muy interesados por escuchar los progresos
que habían hecho durante los últimos días. Las tres Sororitas estuvieron un
buen rato reunidas con ellos, contándoles con detalle todo lo que habían descubierto
en Gemdall, en Romwall y durante sus encuentros con el padre Lucius y el Inteligidor
Lorkar.
Asimismo, Alara y sus compañeras también se
enteraron de las novedades en la expedición. Las hermanas Hospitalarias habían
estudiado al detalle la muestra de tejido infectado que Valeria había tomado
del bandido mutado en Shantuor Ledeesme, y habían concluido que se trataba de
un extraño virus psicoactivo de procedencia disforme que, por fortuna, no se
había contagiado a ninguno de los imperiales que habían estado cerca del
infectado. Tras varios días de encierro y numerosos análisis de fluidos y
muestras biológicas, los guardias imperiales bajo custodia se declararon sanos
y pudieron reintegrarse en su unidad. Los cadáveres de los caídos en la
purificación del Shantuor habían sido enviados a Prelux Magna en depósitos
sellados para recibir un entierro digno en el distrito eclesiástico, y los
guardias imperiales y hermanas de batalla heridos ya estaban recibiendo
asistencia médica. La hermana más grave de todas era Silvia, que tras su
malogrado enfrentamiento con las Furias del Caos había perdido los dos ojos,
aunque la intervención de Alara le había salvado la vida. La ceguera podría
solventarse con dos implantes oculares biónicos, pero el rosario de cicatrices
que recorría la parte superior de su rostro no tendría solución.
“No importa”, pensó Alara. “Toda cicatriz en
nuestro cuerpo es señal de orgullo ante los ojos de nuestro Divino Padre”.
Por un fugaz instante, se preguntó si la
atracción que Mathias sentía por ella se vería mermada en caso de que las
heridas en combate la deformaran, como a la hermana Silvia. Desechó aquella
posibilidad casi de inmediato; ella sentiría lo mismo por Mathias aunque
tuviera todo el cuerpo lleno de cicatrices de guerra, incluso lo amaría más,
sabiendo que las había sufrido luchando por el Emperador. ¿Por qué en el caso
contrario iba a ser diferente?
A petición de Tharasia, Alara, Octavia y Valeria
cenaron con sus hermanas y a la hora de completas se unieron a ellas en
oración. Alara mostró una sonrisa resplandeciente durante todo el oficio
religioso, y tuvo que hacer un esfuerzo para no reír de alegría al entonar los
himnos. ¡Había echado tanto de menos oran junto a sus hermanas! La misión de
investigación estaba resultando muy emocionante, y vivirla al lado de Mathias
lo hacía todo aún mejor, pero su corazón no había dejado de anhelar la rutina
conventual, la vida comunal junto a sus hermanas. Al lado de ellas, sintió que
la fe le inflamaba el corazón de amor por el Dios Emperador y de fraternal
cariño por las mujeres que la rodeaban. Aquellos sentimientos eran tan fuertes,
si no más, que lo que sentía por Mathias Trandor. ¿Sería posible tenerlo todo?
¿De veras el Emperador, en su infinita benevolencia, iba a concederle semejante
don?
Cuando regresaron al hotel, Alara se sentía
pletórica de felicidad y con el alma llena a rebosar de un fervor renovado. Al
llamar a la puerta de su habitación, oyó la voz amortiguada de Mikael.
-Pasad-.
Un segundo después, de abrió la puerta. Alara,
Octavia y Valeria entraron bajo la mirada de un vigilante Mikael Skyros, que
parecía tener un ojo puesto en ellas y otro en Mathias. No era de extrañar; el
joven Legado parecía nerviosísimo y se paseaba de un lado a otro de la salita
con la impaciencia de un león enjaulado.
-¡Ah, por fin estáis aquí!- exclamó al verlas
entrar.
Cuando se dirigió hacia ellas, Alara percibió en
sus ojos un brillo similar al que había visto en sus hermanas poco antes,
durante la oración. Pero en este caso no se debía al fervor religioso, sino a
la emoción desbordante por un nuevo descubrimiento.
-Deduzco que has averiguado algo interesante-
dijo sonriendo.
-¿Algo?- preguntó Mathias, abriendo los brazos
como si pretendiera abarcar con ellos toda la habitación.- Algo no, Alara. Lo
he averiguado… todo-.
-¿Todo?- Alara lo miró con incredulidad.
-Bueno, todo lo referente a Vermix. Su pasado,
la verdad que subyace tras él… ahora por fin entiendo en verdad por qué
construyeron Shantuor Ledeesme. A decir verdad, visitar ese lugar es lo que ha dado
a Phoebe el empujoncito final para atar los últimos hilos sueltos del pasado
vermixiano. Gracias a nuestra investigación, ha podido completar el informe-.
-¿Y podemos escucharlo?- inquirió Octavia.- ¿O
quieres que lo leamos?-.
-Teniendo en cuenta la hora que es, creo que
será más práctico que os haga un resumen- respondió Mathias.- Aunque, por
supuesto, si queréis leerlo estará a vuestra disposición. Sentaos, por favor.
Os advierto que deberéis mantener una mente abierta cuando oigáis lo que os voy
a revelar-.
Alara sintió que la chispeante alegría en su
interior fluctuaba, devorada por las sombras de la inquietud. Las palabras de
Mathias le trajeron a la cabeza un conocido axioma imperial.
“En la mente cerrada no entra la herejía”.
-No me gusta cómo ha sonado lo que acabas de
decir- murmuró.
-No te preocupes, Alara- se apresuró a decir
Mathias.- Todo el informe ha contado con la supervisión y el beneplácito de
Lord Crisagon. Sólo digo que debéis estar preparadas porque buena parte de la
información podría ser considerada… perturbadora-.
-“Por medio de Su gracia divina leeré lo que no
debió ser escrito, veré lo que no debería ser presenciado y soportaré lo que
nunca debió existir. Su radiante luz brillará sobre mí y mi alma permanecerá
pura”- dijo Octavia, citando el Primer Juramento de la Cámara Dialogante.-
Habla, Mathias. Cuéntanos lo que debemos saber-.
Se sentó en el sofá, junto a la mesilla donde
descansaba el cogitador, y las demás la imitaron. Mathias se quedó de pie, como
un profesor de Collegia a punto de dar una clase magistral.
-La clave sobre el planeta Vermix se remonta a
muchos siglos atrás; concretamente al Vigésimo Primer Milenio, en plena Edad
Oscura de la Tecnología. Como ya sabéis, en esta tenebrosa era la humanidad no
tenía dioses, el Emperador aún no se había manifestado como tal, y la ciencia
era el único credo que conocían los humanos. Habían llegado al cénit de la
tecnología, y ésta lo dominaba todo. Hacía ya seis mil años que se habían
inventado el Motor Disforme y los Campos Geller, y la humanidad se encontraba
sumida en lo que los eruditos llaman el Éxodo Espacial: la expansión desde el
Sistema Solar a lo largo de toda la Galaxia. Fue en esta época cuando se
descubrió el Sistema Cadwen, donde todos nosotros hemos nacido y en el que nos
encontramos ahora. Desde el planeta Kerbos, la capital del sector, se enviaron
equipos científicos que terraformaron Cadwen, un planeta desértico,
transformándolo en un lugar habitable. Poco después, los cadwenitas empezaron a
entablar relaciones con los otros tres planetas poblados del sistema: Tarion,
Vermix y Voxtor. Estos mundos, que entonces no se llamaban así, eran, tal y
como ya nos reveló Lord Crisagon durante nuestra reunión en Shantuor Ledeesme,
parte del Imperio Eldar-.
Alara sintió como si una losa le cayera sobre
los hombros.
“Entonces es verdad”, pensó, derrotada. A pesar
de la insistencia del Inquisidor, había conservado la esperanza de que las
teorías del Ordo Xenos estuvieran equivocadas y el planeta Vermix hubiera sido
un mundo humano atacado y colonizado posteriormente por alienígenas. Sin
embargo, las evidencias habían acabado dando la razón a Lord Crisagon: el único
mundo originalmente humano del Sistema era Cadwen. Tarion, su amado Tarion, su
mundo natal de las verdes praderas y los mil lagos, había sido en su origen un
planeta Eldar. Un inmundo y asqueroso nido de criaturas xenos.
-Sé que es duro, chicas, pero al menos no nos
pilla por sorpresa- las consoló Mathias, viendo la cara de abatimiento de las
tres Sororitas.- Sabéis que Lord Crisagon ya había deducido esta cuestión,
incluso antes de que Phoebe completara su informe. Pero permitid que siga
contándoos la historia. Los humanos contactaron con los Eldar en son de paz, y
durante los siguientes cinco mil años las relaciones con los xenos fueron
buenas. Sin embargo, a medida que Cadwen se hacía más y más poderoso, los
humanos colonizaron Pector y Naxala para explotar sus recursos naturales. Esto
disgustó a los Eldar, que lo vieron como una amenaza expansionista, y las
relaciones se volvieron tensas. Y fue justo entonces cuando estalló la Era de
los Conflictos: las Inteligencias Abominables se rebelaron a lo largo y ancho
de todo el Imperio. Los humanos de Cadwen fueron más listos y rápidos que la
mayoría: antes de que la rebelión se hiciera imparable, desconectaron las
Inteligencias Abominables de manera preventiva. Aquello salvó al planeta, pero
al mismo tiempo lo aisló por completo del resto del Imperio y le hizo perder la
mayor parte de su potencia militar. Las facciones rivales al poder en Cadwen
aprovecharon estas circunstancias para iniciar una guerra civil contra el
gobierno planetario, y los humanos derrotados se exiliaron a Tarion y a Vermix.
Suplicaron protección a los Eldar, pactaron con ellos y se convirtieron en sus
vasallos-.
-¡Escoria hereje y xenófila!- gritó Alara sin
poderlo evitar.
-¡Por favor, Alara!- le rogó Mathias.- Las
paredes de esta suite son insonorizadas, pero no sé hasta qué punto, si
gritas en ese todo-.
Alara enrojeció a la vez de vergüenza e
indignación.
-Lo siento- siseó.- Pero es que esos… esos… ¡es
repugnante!-.
-La verdad es que tiene razón- convino Valeria
entre dientes.
-Por favor, hermanas, dejadle continuar- rogó
Octavia.- Tenemos que saber qué ocurrió después-.
-Gracias, Octavia- Mathias siguió paseándose
frente a ellas, como si estuviera dando una clase magistral.- Lo cierto es que,
tal vez os conforte saberlo, lo cadwenitas exiliados acabaron pagando un alto
precio por su xenofilia. En aquellos tiempos, el Imperio Eldar ya estaba
empezando a entrar en decadencia. Los alienígenas fueron pervirtiéndose poco a
poco, y a medida que caían en su espiral de depravación convirtieron a sus
vasallos humanos en esclavos. Los Eldar tradicionalistas que resistían a la
corrupción, al parecer, se resistieron y trataron de proteger a sus aliados
humanos. Consiguieron imponerse en Tarion, pero no en Vermix, donde los
depravados ganaron la batalla-.
-¿Y Voxtor?- quiso saber Octavia.- ¿No era
también un mundo Eldar? ¿Qué pasó en Voxtor?-.
-Las fuentes que ha encontrado Phoebe no dejan
demasiado claro lo que ocurrió en Voxtor- admitió Mathias.- No han sobrevivido
demasiados documentos de aquella época, y casi todos se refieren a Vermix o en
menor medida a Tarion. En el informe hay una nota al pie donde dice que, según
el tecnomago Corban Wyllard, toda la información que existe sobre Voxtor está
en poder del Culto Mecánico. Pero bueno, ese es otro tema. Sigamos con la
historia que conocemos-.
La Dialogante asintió, dejándolo estar.
-Como iba diciendo- continuó Mathias.- En Tarion
se impusieron los Eldar que hoy conocemos con el nombre de “Exoditas”.
Alertados por sus Videntes de que algo horrendo iba a ocurrirle a su especie,
construyeron un mundo astronave en su astillero orbital y abandonaron Tarion,
dejándoselo a los humanos. Los Eldar de Vermix, cuya depravación moral los
equipara a los que llamamos Eldar Oscuros, se quedaron en el planeta hasta el
Trigésimo Primer Milenio, cuando la degeneración moral de su gente fue tan
total y absoluta que dio lugar al nacimiento de Slaanesh, el cuarto y último de
los Poderes Ruinosos. En el instante en que la realidad se desgarró para crear
el Ojo del Terror y millones de mundos del Imperio Eldar desaparecían para
siempre, un eco de aquel estallido de la Disformidad alcanzó a Vermix. Todos
los psíquicos Eldar murieron en el acto, al tiempo que una cantidad anormal de
humanos comenzaban a emerger. Entre los brujos recién emergidos, uno
especialmente poderoso se alzó como líder de todos los demás haciéndose llamar
el Libertador. Aprovechando la debilidad de los Eldar, muchos de los cuales
habían enloquecido, hizo que todos los humanos se rebelaran contra ellos, y los
derrotaron. Los pocos que escaparon con vida huyeron a la Telaraña Eldar a
través de los Portales Dimensionales, uno de los cuales es el que encontramos
en Ledeesme. Tras el exilio de los Exoditas y la expulsión de los Oscuros, los
humanos se convirtieron en dueños y señores del Sistema Cadwen, y así ha sido
hasta nuestros días-.
-Un momento, un momento- dijo Octavia, alzando
una mano.- ¿Ya está todo? Eso nos deja muchos interrogantes. ¿Y el culto
vermisionario? ¿De dónde procede? ¿Cómo es que el Libertador era un adorador
del Caos?-.
Mathias esbozó una amarga sonrisa.
-Eso lo he dejado para el final. Es la bomba más
potente que suelta el informe. Veréis, como en la Era Oscura de la Tecnología
no había dioses, tras la rebelión de las máquinas los humanos de este sistema
quedaron descorazonados. La ciencia les había fallado, los había traicionado.
No tenían nada a lo que aferrarse, porque hasta la llegada de los colonos
Imperiales ni siquiera conocían la existencia del Dios Emperador. De modo que
adoraron a los únicos dioses que conocían: las deidades de los Eldar-.
Alara sintió que se le faltaba la respiración. A
su mente le costaba trabajo procesar la enormidad de aquella herejía
-Los dioses más venerados en el Sistema Cadwen
eran Kurnous e Isha, a quienes los Eldar llamaban el Padre y la Madre. Según
nos ha revelado Lord Crisagon, y esta información es muy poco conocida en el
Imperio de la Humanidad, cuando Slaanesh nació se enfrentó a las deidades
Eldar, y prácticamente las aniquiló, pues las almas de aquellos que los
sustentaban habían caído en la muerte y la locura. Sólo tres dioses
sobrevivieron al enfrentamiento: Cegorach, también llamado el Dios que Ríe,
Khaela Mensha Kaine, que en lengua Eldar significa “Dios de la Mano
Ensangrentada” y al parecer pervive con su esencia fragmentada y custodiada por
los Exoditas, e Isha, la Madre. Las leyendas de los Eldar cuentan que cuando
Isha iba a ser devorada por Slaanesh, Nurgle oyó sus gritos y las rescató,
convirtiéndola en una… una especie de mascota consorte. Y que desde entonces la
tiene prisionera en su Reino del Caos, dado que, como era una diosa de la
curación, es capaz de sobrevivir a toda la enfermedad y la podredumbre que
asola ese infierno-.
Mathias se detuvo, consciente de que las tres
Sororitas necesitaban tiempo para digerir la información. Octavia estaba
pálida; Alara y Valeria parecían descompuestas, como si estuvieran a punto de
vomitar la cena.
-Cómo… cómo pudieron… -jadeó Alara.- Esto es una
locura, Mathias. ¿Estás seguro de lo que dices? Por la Santa Misericordia del
Emperador, ¿está seguro?-.
El joven asintió con gravedad.
-Yo… tampoco me lo tomé muy bien al leerlo-.
-Lástima de cena- comentó Mikael con sequedad.-
Lo que no ha echado lo ha tirado a la basura-.
-No todos tenemos tu estómago- dijo Mathias con
aspereza, como si le avergonzara que Mikael lo hubiera puesto en evidencia.
-¿Eso es todo?- preguntó Octavia, que seguía
hablando a susurros como si temiera alzar la voz.- ¿O no? Presiento que aún
queda más-.
-Quizá lo hayáis adivinado ya- dijo Mathias.- Tras
la caída de los dioses Eldar, el Libertador, que sin lugar a dudas era un
adorador de los Poderes Ruinosos, aprovechó para tergiversar la religión de
este planeta y convertirla en un culto al Caos. Isha seguía siendo en verdad la
Madre, pero ahora el Padre ya no era Kurnous, sino Nurgle: el nuevo consorte y
amo de la diosa. Eso en lo que respecta a los vermisionarios. Por eso Vermix
jamás llegó a ser un mundo demoníaco; la inmensa mayoría de los fieles
ignoraban estar adorando a un demonio, y los sumos sacerdotes mantuvieron la
mascarada para no asustarlos. En cuanto a los saurosicarios, en su origen eran
guerreros esclavos de los Eldar, capataces de los esclavos palianos, de modo
que también se llevaron lo suyo durante la rebelión del Libertador, de ahí que
los montanos y los palianos siempre hayan estado enfrentados. Adoraban a Khaela
Mensha Khaine, el dios de la guerra y de la mano ensangrentada. Adivinad a
quién adoran ahora-.
Muy lejos, como en un sueño, Alara volvió a
recordar las palabras de pesadilla que la habían perseguido desde que era una
niña, desde la noche de la Matanza de Galvan.
Te concederé el honor de bañar mi armadura con tu sangre…
-En cuanto a los deomecanicistas y los
silicologistas- concluyó Mathias- aparecieron tras la Caída de los Eldar, y al
parecer siempre mantuvieron un equilibrio entre vermisionarios y saurosicarios.
Lord Crisagon no está seguro de si se trató de un simple remanente de la Edad
Oscura de la Tecnología o adoraban a otro de los Poderes Ruinosos,
probablemente a Tzeench, ya que la presencia del Caos estaba tan patente en
este planeta-.
Alara tragó saliva, luchando aún por controlar
las náuseas. La horrenda verdad sobre las religiones ancestrales del planeta
Vermix superaba sus peores expectativas. No se trataba de cultos paganos, ni
xenófilos, ni caóticos… sino de las tres cosas a la vez. La herejía y la
blasfemia habían penetrado en lo más profundo de las raíces de Vermix,
pudriéndolas hasta los cimientos.