A fe y fuego

A fe y fuego

lunes, 30 de noviembre de 2015

Capítulo 25



 A.D. 838M40. Randor Augusta (Kerbos), Sistema Kerbos, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.


Para una aspirante al Adepta Sororitas, los momentos de ocio son escasos. Cada minuto de su vida encaja en un horario estricto que abarca todas las horas del día. Sin embargo, incluso ellas necesitan tiempo libre e vez en cuando. Las novicias sólo tienen media hora al día, que aumenta a una cuando se convierten en Cantoras y permanece mientras son Constantias. Aumentará a dos horas enteras cuando se conviertan en hermanas consagradas, y ese será el máximo del que dispondrán durante el resto de su vida.
Alara, Valeria y Octavia siempre pasan juntas su hora libre del día. A veces se les unen algunas de sus hermanas, pero en esta ocasión están solas. Alara está cansada tras una fuerte sesión de entrenamiento físico, Valeria está algo mareada por haber rechazado el almuerzo tras asistir a su primera disección, y Octavia se encuentra meditabunda, pensativa.
-¿Qué te ocurre?- le pregunta Alara.
Octavia alza la mirada.
-La clase de hoy ha sido agotadora-.
Su amiga deja escapar una risa sarcástica.
-¿Agotadora? Te diré qué es agotador. ¿Qué te parecen doscientas flexiones, doscientos abdominales, otras doscientas sesiones de pesas, y treinta vueltas al campo de tiro? ¡Estoy para el arrastre! ¿Qué has hecho tú, leer más libros?-.
Valeria se ríe.
-Al menos no os ha tocado ver cómo un chorro de fluido intestinal salpicaba el delantal de la Sanadora al meter el bisturí. ¡Ajj! ¡Y ella ni se ha inmutado!-.
Octavia sonríe ante las quejas de sus compañeras.
-No me refiero a un esfuerzo físico, sino al agotamiento mental. Cada vez que nos instruyen acerca de los Poderes Ruinosos, siento que la cabeza me va a estallar-.
Alara y Valeria dejan de reír de inmediato. Con esos temas nunca se bromea.
-A veces es difícil- continúa Octavia.- Tenemos sesiones de preparación psicológica y de oración intensiva antes de las clases magistrales, y aún así… cada vez que nos hablan de ello, se me ponen los pelos de punta. Y la preceptora nos ha advertido que cuando seamos Dialogantes consagradas será mucho peor, porque tendremos que enfrentarnos a las revelaciones oscuras completamente solas. Un día nos encontraremos con una inscripción, un manuscrito o un archivo de imagen… y tendremos que abrirlo y mirar sin saber siquiera qué nos vamos a encontrar. El modo en que lo que hallemos dentro intentará atacar nuestra alma y nuestra cordura-.
A pesar de que en el planeta Kerbos es verano, Alara siente cómo un escalofrío le recorre la nuca.
-Tú tienes que conocerlos- murmura.- Yo tengo que matarlos-.
-También tendré que expulsarlos- responde Octavia en el mismo tono de voz.- Expulsar a entidades disformes, hermanas. Ni siquiera puedo imaginar cómo será una experiencia así, aunque las preceptoras dicen que cuando terminemos el entrenamiento todas seremos capaces. Combatir al hereje, al impuro y al alienígena será extenuante, pero al menos tienes… tienes… un arma física que disparar a un cuerpo físico. Después de lo que hemos aprendido hoy acerca de los demonios, no dejo de preguntarme cómo me sentiré la primera vez que reciba el impacto de las revelaciones oscuras. O que tenga que realizar un exorcismo-.
Las tres jóvenes enmudecen durante un rato. Al final, es Valeria la que rompe el silencio.
-Vaya, después de ver lo que os toca a vosotras dos, siento que ya no tengo derecho a quejarme por un poco de fluido intestinal en descomposición-.
Alara y Octavia se ríen, y de pronto es como si un rayo de sol disipara su ánimo sombrío. Sin embargo, a Alara le queda un poso de inquietud, algo que le durará hasta la noche.
“Las Dialogantes también aprenden a pelear, porque es posible que tengan que hacerlo en el futuro, a pesar de todo. ¿Cómo será el día en que cambie esa torna? ¿Cómo reaccionaré el día en que yo también me vea enfrentada a una revelación oscura, a la presencia demoníaca, y solo disponga de mi fe y de mi fortaleza mental para sobreponerme?”.



A.D .844M40. Gemdall (Vermix), Sistema Cadwen, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.


Una fugaz expresión de asombro cruzó por el rostro del padre Lucius, que desapareció rápidamente para convertirse en un gesto de severidad. De repente fue como si algo en él se trasformase; sus rasgos se endurecieron, su espalda se irguió, y de pronto ya no pareció un amable y solícito anciano, sino alguien mucho más duro y sagaz.
-¿Cómo lo ha sabido?- preguntó.
-Por sus palabras- respondió Alara.- Todo lo que nos ha contado lo sabíamos ya, por haberlo leído en un informe confidencial del Ordo Hereticus. Usted sabía demasiado del culto vermisionario para ser un simple sacerdote. Es información restringida; ¿cómo iba a saberlo si no formara parte de los Ordos?-.
El padre Lucius se llevó la mano a la frente en un gesto de fastidio.
-Tiene razón. He hablado demasiado. Al saber que eran ustedes del Ordo Xenos, bajé la guardia-.
-Sin duda, padre- dijo Mathias con una voz repentinamente fría.- Pero, ¿me permite ver su documentación? Si es usted miembro del Ordo Hereticus, tendrá una insignia que lo atestigüe-.
El sacerdote sonrió.
-Por supuesto que la tengo- dijo.- Y hace usted bien en sospechar, Legado, aunque no es necesario, y las Hermanas que lo acompañan podrían explicarle por qué-.
-Su insignia, por favor- repitió Mathias, impertérrito.
El padre Lucius abrió uno de los cajones del relicario. Mikael llevó una mano al cinto, donde reposaba el cargador de su pistola, pero no fue necesario usarla; el sacerdote se limitó a sacar una fina cartera de piel decorada en relieve con símbolos eclesiásticos.
-Aquí tiene- dijo tendiéndosela a Mathias.
El joven extrajo su Auspex del bolsillo e introdujo la insignia en el lector. Alara se estiró para leer por encima de su hombro.
LUCIUS KORMAN, ACÓLITO NIVEL SEGURIDAD 5. ORDO HERETICUS.
Mathias extrajo la insignia del lector y se la tendió de vuelta al sacerdote, esbozando una leve sonrisa.
-Gracias padre. Comprenda que ha sido necesario-.
El hombre asintió con la cabeza.
-Por supuesto. Pero ya le he dicho que las Hermanas que están aquí podrían haber respondido, si no de mi condición de Acólito, al menos de mi pureza-.
Mathias se giró hacia las tres chicas.
-Nos dio su bendición y nuestras almas se exaltaron revelando el poder de nuestra fe- explicó Octavia.- Eso nunca hubiera ocurrido si se hubiera tratado de una bendición falsa, otorgada por un descreído-.
El padre Lucius asintió, satisfecho.
-Bien, ahora que todo está aclarado, podremos hablar con más libertad-.
-No lo entiendo- dijo Mathias.- ¿Por qué no nos dijo desde el principio que era miembro del Ordo Hereticus, padre?-.
-¿Ha oído usted hablar de alguna misión del Hereticus activa en este planeta?-.
El joven negó con la cabeza.
-Bien, pues he aquí la respuesta. El Lord Inquisidor que dirige nuestra misión nos ordenó discreción absoluta de cara a todo el mundo, incluso al gobierno y a los demás Ordos. Nadie sabe que estamos aquí. O nadie lo sabía, al menos, hasta ahora-.
Alara asintió; por fin lo entendía todo.
-Ahora comprendo- dijo.- No dejaba de resultarme extraño que nadie hubiera sospechado hasta ahora de los remanentes paganos que permanecían en este planeta. Resulta que sí habían llamado la atención de la Inquisición, sólo que nadie lo sabía-.
-Y por partida doble, por lo que veo- dijo el padre Lucius con sorna.- Me temo que tendré que informar al Interrogador de que ha habido una duplicidad de misión. Al parecer, ahora mismo cada Ordo está investigando por su cuenta los mismos hechos-.
-Tal vez sea buena idea que nos unamos para trabajar y pongamos las informaciones en común- dijo Mathias.- Hemos hecho averiguaciones muy interesantes de las que, estoy seguro, el Ordo Hereticus no tiene la menor idea. Y seguramente sus compañeros de cábala también poseerán datos que nos resultarían de interés a nosotros-.
-¿Entonces van a seguir adelante con su investigación?- preguntó Lucius.- ¿No creen, ahora que saben que el Ordo Hereticus está en Vermix, que sería mejor dejarlo todo en nuestras manos? Al fin y al cabo, la herejía y el paganismo es competencia del Hereticus, no del Xenos-.
-Me temo que la cosa no es tan sencilla- replicó Mathias, muy serio.- Hemos encontrado evidencias de que los misterios de este planeta también atañen a nuestro Ordo. Lo que afecta a Vermix no es sólo una contaminación herética, sino también alienígena-.
El padre Lucius abrió mucho los ojos.
-¿Alienígena, dice?-.
Mathias asintió. Acto seguido, relató sucintamente, sin entrar en detalles, lo que habían descubierto en Shantuor Ledeesme. A medida que hablaba, el rostro del padre Lucius iba llenándose de alarma.
-¿Brujos?- exclamó.- ¿Demonios? ¿Un portal Eldar? ¡En el nombre del Emperador!-. Trazó el símbolo del Aquila sobre su pecho, espantando.
-Veo que entiende la gravedad de la situación, padre- dijo Mathias.- Necesitamos que nos diga quién está al mando del Hereticus en Vermix y nos concierte una cita con él-.
El sacerdote asintió mientras el color volvía lentamente a su semblante.
-La máxima autoridad de mi Ordo en este planeta es el Interrogador Taddeus Damaris, pero no tengo forma de contactar directamente con él. Yo pertenezco al grupo de investigación liderado por el Legado Dryas, que por cierto está encargado de monitorizar el Movimiento Libertador en esta parte de Kamrea. Él les pondrá en contacto con Damaris si lo considera conveniente-.
Alara, que se mantenía callada, sintió una oleada de satisfacción al ver la creciente resolución de Mathias, que cada vez parecía más cómodo en su papel de líder.
-Muy bien- dijo el joven.- ¿Cómo podemos entrevistarnos con el Legado Dryas?-.
-Para hacerlo, tendrían que viajar a Morloss. Es allí donde tiene su base de operaciones. Yo no me muevo de Gemdall; soy el contacto de todos los informadores que vigilan las actividades subversivas del Movimiento Libertador. Como sacerdote, estoy en una posición óptima para recibir diversas visitas en mi parroquia sin levantar sospechas-.
-Entonces, iremos a Morloss. ¿Podemos concertar una cita para dentro de dos días?-.
-Supongo que sí- respondió Lucius.- ¿Tiene un vocofonador al que poder contactarle? Llamaré al Legado y le enviaré el mensaje. Nuestros protocolos de seguridad exigen que yo sea el enlace entre ambos hasta que se encuentren-.
Mathias estuvo conforme e intercambiaron el código de los vocofonadores. El padre Lucius prometió enviarles un mensaje apenas el legado Dryas concertara una cita.
-Una cosa más- pidió Mathias antes de que se despidieran.- Ha dicho usted que su grupo está vigilando las actividades del Libertador. ¿Hay alguien más en Gemdall que se esté ocupando de eso?-.
-Sí, claro; el Adeptus Arbites. Es competencia del Magistratum investigar a ese tipo de grupos. Toda la información que recibo la envío al contacto que tenemos allí, aparte de al Legado-.
-Haga el favor de decirle que esta tarde iremos a verles. Queremos que nos cuente todo lo que sepa del asunto. Y también tenemos que darles una buena noticia, que de seguro los alegrará-.
-Claro, claro… ¿Puedo preguntar de qué se trata, si no es indiscreción?-.
Mathias sonrió.
-¿Le suena una banda de ladrones que se hace llamar los Sanguijuelas?-.
El padre Lucius frunció el ceño y asintió.
-¡Cómo no! Es imposible vivir aquí y no haber oído hablar de ellos. Se trata de una banda criminal ultraviolenta; el Adeptus Arbites lleva años tratando de atraparlos. ¿Por qué lo pregunta?-.
La sonrisa de Mathias se ensanchó.
-Porque acabamos de ahorrarles la molestia-.



La sede del Adeptus Arbites en Gemdall estaba situada en el gigantesco complejo del Magistratum. En el centro de la ciudad, al lado de los distritos gubernamental y eclesiástico, se alzaba un muro de granito blanco que albergaba en su interior varios palacios góticos. Las alambradas y las torretas que protegían el recinto, sólo superadas por las de la Ciudadela militar, dejaban clara la funcionalidad de aquel lugar.
Alara, Mathias, Octavia, Valeria y Mikael se desplazaron hasta allí en un taxi después de comer un almuerzo ligero en un restaurante de la ciudad. Para evitar las largas colas y los innumerables controles y puestos de seguridad, Mathias hizo valer su insignia inquisitorial, lo cual hizo que todos los Arbitradores de guardia se cuadrasen de inmediato y se apresurasen a abrirles paso. Una vez alejados de la entrada, caminaron por el amplio patio hacia la entrada reservada a los agentes, escoltados por un destacamento de Arbitradores en perfecta formación.
-Creo que podría acostumbrarme a esto- le bisbiseó Mathias a Alara mientras caminaban.- Uno se siente importante, ¿eh?-.
Ella meneó la cabeza con una sonrisa.
El sargento de los Arbitradores los condujo al interior de un edificio de piedra que parecía una mole gris. A pesar de que los adornos góticos y los emblemas imperiales decoraban su fachada como en cualquier otro edificio oficial, a Alara no se le escapó que las ventanas estaban enrejadas, como para prevenir cualquier posible asalto desde el exterior. A pesar de su belleza exterior, aquel edificio era una fortaleza. En todas las cristaleras había vidrieras con el emblema del Adeptus Arbites: una “I” imperial en cuyo centro destacaba una mano con guantelete sosteniendo una balanza. Los cinco compañeros fueron conducidos al cuarto piso, donde ya los aguardaba el contacto del padre Lucius, un Adeptus Arbites que se presentó como el Inteligidor Lorkan. Se trataba de un hombre de unos cuarenta años, enjuto y de mandíbula cuadrada, que llevaba el cabello rapado al uno. La cicatriz que le cruzaba la cara de lado a lado reforzaba su natural expresión de severidad.
-Buenas tardes, Legado- le dijo a Mathias, haciendo un saludo marcial.- El padre Lucius me ha comunicado que querían verme-.
Los seis estaban sentados en una sala de reuniones cerrada e insonorizada. Mathias asintió con la cabeza a las palabras del Inteligidor.
-Así es. Queremos llevar a cabo un intercambio de información. Tenemos cosas que decirle, y también hay asuntos de los que necesitamos informarnos-.
-El Adeptus Arbites se enorgullece de poder colaborar con la Santa Inquisición. ¿En qué puedo ayudarles?-.
-En primer lugar, le comunicamos que hemos encontrado y exterminado a la banda de los Sanguijuelas en su guarida secreta-.
El Inteligidor Lorkan puso cara de sorpresa.
-¿Cómo dice? ¿Está seguro?-.
Mathias asintió.
-Se ocultaban en Shantuor Ledeesme. La expedición inquisitorial que dirijo se desvió allí para pernoctar hace pocos días-.
-Shantuor Ledeesme… -susurró Lorkan.- La vieja fortaleza… La habíamos descartado desde el principio como posible escondite; los informes indicaban que se trataba de un montón de ruinas inhóspitas e insalubres-.
-Se encuentran en mejor estado de lo que cualquiera pensaría- dijo Mathias.- Encontramos y requisamos sus alijos y botines; está previsto que un convoy de la Guardia Imperial llegue a Gemdall a lo largo de esta misma tarde para entregárselo a ustedes. Confío en que pronto puedan restituir los bienes robados a sus propietarios-.
-Querrá usted decir a los herederos- puntualizó Lorkan, pesaroso.- Esas bestias malnacidas eran extraordinariamente violentas. Nunca dejaban alma con vida. Se especializaban en asaltar viviendas de comerciantes ricos, y hubiera resistencia o no, mataban a todo el mundo. Doy gracias al Emperador porque los hayan encontrado. ¿Hay supervivientes?-.
-Ninguno-.
El Inteligidor asintió.
-Hubiera sido bueno llevar a cabo alguna ejecución ejemplar, pero siempre es una buena noticia que esos salvajes hayan sido exterminados-.
-Por otra parte- continuó Mathias- hemos venido porque el padre Lucius nos ha dicho que podía usted proporcionarnos información sobre el Movimiento Libertador-.
La expresión del Inteligidor Lorkan se tornó cautelosa.
-¿Por qué el Movimiento Libertador interesa al Ordo Xenos?-.
La sonrisa de Mathias se envistió de cierta frialdad.
-Comprenderá que no estoy autorizado por el Lord Inquisidor para responder a esa pregunta. Basta decir que es una cuestión que puede atañer tanto al Hereticus como al Xenos. ¿Nos va a facilitar la información?-.
-Toda la que esté en mi mano, por supuesto- respondió Lorkan.- ¿Qué quieren saber?-.
-¿Desde cuándo lleva activo ese movimiento?-.
-Nuestros primeros informes datan de hace veinte años. Al principio sólo había pintadas y disturbios de baja intensidad. Por desgracia, en los últimos diez años se han vuelto mucho más violentos, y sus ataques se han recrudecido-.
-¿Recrudecido?- inquirió Mathias.- ¿Cuánto?-.
-¿Qué le parecen dos mil quinientas bajas entre los miembros del Adeptus Arbites?- dijo Lorkan, mirándolo con gravedad.- Más de seiscientos agentes muertos en atentados con explosivos; el resto, incapacitados para el servicio activo. Y aparte, a lo largo del último decenio han herido a tres mil quinientos más. Hemos conseguido ocultar estas cifras a los ciudadanos hasta ahora, aunque hace poco uno de esos heridos fue un Juez del Magistratum. Somos su principal objetivo, y para colmo Kamrea es su continente predilecto para actuar-.
-Entiendo. ¿Y todos ellos tienen como líder a ese… Libertador? ¿Alguien lo ha visto alguna vez?-.
Lorkan negó con la cabeza.
-Es el secreto mejor guardado de los terroristas. Jamás hemos conseguido averiguar nada de él. Nunca se ha mostrado en público y actúa a través de agentes que no lo conocen en persona-.
La mente de Alara, que revoloteaba en torno a los datos que acababa de exponer el Inteligidor, saltó al recuerdo de los Guerreros Gusano de Karlorn.
-¿Han capturado con vida a algún terrorista?- preguntó.
-Por supuesto, señorita- respondió el Inteligidor.- ¿Cómo cree que hemos extraído la información que acabo de revelar? Los agentes no conocen al Libertador ni a su círculo interior, al que llaman Consejo Revolucionario. Sólo los líderes provinciales de las células terroristas… y a esos aún no hemos conseguido echarles el guante-.
-¿Y los terroristas que han capturado… llevaban alguna marca distintiva? ¿Un tatuaje, un colgante…?-.
El Inteligidor Lorkan le lanzó una mirada inquisitiva.
-¿Cómo lo sabe? Sí; portaban ambos. Un tatuaje y un colgante. Ambos con el mismo símbolo: una especie de ocho horizontal, parecido al símbolo del infinito-.
-El vermívoros- susurró Octavia.
-¿Cómo dice?- preguntó el Inteligidor.
-Creo que ya nos hemos encontrado con ellos- intervino Mathias, sin dar tiempo a que Octavia respondiera.- En Karlorn, varios matones de una banda conocida como los Guerreros Gusano nos atacaron al confundirnos con Arbitradores. Los redujimos y los entregamos en la sede del Adeptus Arbites para que fueran interrogados y juzgados. Todos llevaban el mismo tatuaje y el mismo colgante al que usted se ha referido-.
Por segunda vez en la conversación, Lorkan puso cara de sorpresa.
-¿Fueron ustedes los responsables del desmantelamiento de la célula de Karlorn? Vaya, me lleva de sorpresa en sorpresa, Legado-.
Mathias hizo un gesto de rechazo con la mano.
-No nos otorgue méritos que no nos corresponden, Inteligidor. Eso fue cosa de los muy capaces agentes del Arbites en Karlorn. Nosotros nos limitamos a entregar a la pareja de matones que nos había intentado atacar. No sé cuánto les sacarían, pero no parecían precisamente peces gordos-.
-No- concedió Lorkan.- No lo eran. Aunque el jefe, al parece, sabía lo suficiente para delatar a otros pececillos que no eran tan pequeños. Por desgracia, no pudimos atrapar a los líderes. Sus subalternos se sacrificaron combatiendo contra nosotros para cubrirles la huida-.
-¿Son todos hombres?- quiso saber Alara.- ¿O hay también mujeres entre sus filas?-.
-La inmensa mayoría son hombres- respondió Lorkan.- O al menos eso es lo que se desprende de los informes que tenemos. El perfil del insurgente es un varón joven, marginal y de historial conflictivo. No parecen tener una gran infraestructura detrás; se arman del mercado negro y funcionan a base de pisos francos y vehículos civiles robados. Un pequeño porcentaje de ellos, no más del veinticinco por ciento, son mutantes-.
-¿Mutantes?- inquirió Alara.- ¿Pero no psíquicos?-.
Un presentimiento desagradable estaba naciendo en su cabeza. El Inteligidor frunció el ceño, desconcertado por su pregunta.
-Alguna vez hemos detectado actividad psíquica entre ellos, pero casi siempre es de bajo potencial-.
-¿Algunas veces? ¿Se arriesgaría a dar un porcentaje?-.
-Hum… -el Inteligidor se mantuvo en silencio durante varios minutos mientras consultaba su placa de datos.- Tomando de base el número total de mutantes, no más del diez por ciento. Y de ellos, menos de un tercio era de alto potencial-.
-¿Tienen datos de cuántos miembros activos tiene el Movimiento Libertador?-.
El Inteligidor Lorkan miró a Mathias de reojo, pero al constatar que el Legado no parecía tener problema con que su compañera metiera baza en la conversación, continuó hablando sin objetar nada.
-Desconocemos el número total de miembros, pero hemos contabilizado unos ciento noventa mil en todo Vermix en los últimos quince años, setenta y ocho mil de los cuales operaban en Kamrea-.
Alara intentó hacer cálculos mentales a toda velocidad.
-Pero si el diez por ciento de psíquicos se ha calculado en base a todos esos terroristas contabilizados… Eso viene a ser… Eh, veamos…
-Casi cinco mil psíquicos no autorizados en los últimos quince años- apuntó Octavia.- Unos trescientos treinta al año, si mis cálculos son correctos-.
El mal presentimiento de Alara se hizo todavía más intenso.
“El vermívoros… los terroristas llevan el símbolo de los vermisionarios… los poderes psíquicos se consideraban una bendición del Gran Padre, y los brujos entraban a formar parte de la Guardia Vermisionaria si eran hombres o de las Sanadoras de la Madre, si eran mujeres. Y ahora, tenemos más de tres centenares de psíquicos no autorizados en Vermix cada año que nunca han sido localizados por el Adeptus Astra Telepathica. ¿Cuántos más podría haber ocultos mientras hablamos?”.
-¿La remesa de psíquicos que se entrega a las Naves Negras en Vermix entra dentro de los porcentajes normales?- preguntó.
-Tenga por seguro que sí- respondió Lorkan, muy serio.- De lo contrario, ya nos habríamos ocupado del asunto. Es nuestro trabajo-.
-Por supuesto, Inteligidor. No quería decir lo contrario. Pero quisiera saber, dentro de esos porcentajes normales, ¿las cifras han disminuido en los últimos diez o veinte años?-.
Nueva pausa, esta vez más larga, mientras el agente volvía a consultar su placa de datos. Finalmente, levantó la mirada hacia Alara con un inconfundible gesto de contrariedad.
-Ya veo por dónde va, señorita. Y debo admitir que tiene razón. En los últimos veinte años la cifra ha disminuido. Y en los últimos diez, el descenso ha sido aún mayor. Pero los números, aunque a la baja, siempre se han mantenido dentro de los estándares normales calculados por el Adeptus Astra Telepathica-.
-Por supuesto que se han mantenido- dijo Mathias con frialdad.- Esos cabrones son muy listos. Mucho más de lo que nos imaginábamos. Alara, ya veo por dónde vas, y tienes toda la razón: están ocultando a psíquicos emergentes para entrenarlos en secreto bajo sus filas. Probablemente los brujos que ha localizado el Adeptus Arbites hasta ahora no sean más que la punta del iceberg. Pero al mismo tiempo, a propósito, han estado dejando que capturasen a otros, probablemente a los emergentes de más bajo potencial… porque si hubieran ocultado a demasiados, el Astra Telepathica se habría dado cuenta de que algo extraño pasaba, y habría dado la voz de alarma a los Arbitradores-.
-¿Está seguro de lo que dice, Legado?- preguntó Lorkan con voz grave.- Los sondeos del Astra Telepathica suelen ser muy exhaustivos. Si hay tantos psíquicos no autorizados en este planeta como ustedes plantean, ¿por qué no los han localizado? ¿Y por qué no se han mostrado hasta ahora?-.
-Vermix es un planeta muy agreste todavía, para los estándares de un mundo imperial- respondió Mathias.- Aunque los núcleos de población sean grandes y estén bien comunicados, la mayor parte del planeta consta de marismas, selvas, ciénagas y cadenas montañosas, todas ellas plagadas de multitud de poblaciones muy pequeñas y aisladas entre sí y de las vías y ciudades principales. No me cabe duda de que es casi imposible que un psíquico emergente escape del Adeptus Astra Telephatica si vive en una ciudad o un pueblo grande y bien comunicado, como por ejemplo Romwall. Pero si emerge en una de las zonas aisladas, o habiendo emergido en la ciudad los terroristas lo localizan primero y se lo llevan allí…
-Aun así, los poderes arcanos requieren entrenamiento- insistió Lorkan.- Si fuera como usted dice, la actividad psíquica en las zonas rurales sería tan intensa que habría llamado la atención de nuestros telépatas y astrópatas-.
-Si tienen algún tipo de arcanotecnología que sirva de inhibidor psíquico, no- intervino Octavia.- Podrían crear algo semejante a una campana de silencio-.
-¿Una… -el Inteligidor la miró alarmado.- ¿Cree usted que disponen de… de arcanotecnología? ¿En base a qué? ¡Se trataría de algo gravísimo! Requeriría la… -su voz se desvaneció mientras miraba de nuevo a Mathias.
-De la Inquisición- dijo el joven.- Y ciertamente, el Ordo Hereticus, al que usted sirve, ya lo está investigando. Pero esa arcanotecnología que sospechamos que obra en poder de los insurgentes podría ser de origen alienígena. Lo que explica, de hecho, que yo esté aquí ahora mismo preguntándole por el tema-.
El Inteligidor Lorkan asintió, mirando a Mathias con gravedad.
-Ahora entiendo mejor, Legado. Sin duda, se hace perentorio que contacten ustedes con el superior del padre Lucius y pongan en común la información con el Ordo Hereticus cuanto antes. Se están llevando a cabo dos investigaciones paralelas sobre el mismo tema, y aunque desconozco cuáles son los métodos de trabajo de los Ordos en estos casos, creo que actuar de manera coordinada ser-a la mejor opción-.
Mathias asintió.
-Eso mismo había pensado yo. Ya hemos solicitado una cita con el Legado Inquisitorial del padre Lucius, y espero que pronto se avengan a tener una reunión con nosotros-.
-Una última pregunta, Inteligidor Lorkan, si me permite- intervino Alara.
El agente se giró hacia ella.
-Dígame-.
-¿Qué saben de los objetivos del Movimiento Libertador?-.
Lorkan dejó la placa de datos a un lado. Era evidente que no le hacía falta para consultar una información que él y todos los miembros de su equipo ya tenían interiorizada.
-Todo lo que hemos sacado en claro de los interrogatorios es que, aparte de la rebelión contra la autoridad del Imperio, abogan por restaurar los valores y costumbres tradicionales del planeta Vermix, aunque no dejan claro cuáles son exactamente esas tradiciones a las que se refieren. Y todos ellos manifiestan un profundo desprecio hacia la nobleza nativa de este planeta-.
“¿Por qué?”, se preguntó Alara, pensativa. Aquello era lo único que no encajaba. “Si el Imperio se marchara, ¿acaso no sería la nobleza nativa quien tendría que hacerse cargo del gobierno de este planeta? ¿Por qué la rechazan, cuando se trata de los sustitutos naturales del Imperio? ¿Por qué, si son herederos de esa cultura nativa vermixiana que tanto dicen defender?”.
Alara no habría sabido decir por qué, pero de algún modo, intuía que la respuesta estaba cada vez más cerca.



Tras despedirse del Inteligidor Lorkan y regresar al hotel, Mathias se encontró con dos mensajes. Uno de ellos era del padre Lucius: el Legado del Ordo Hereticus, su superior, había aceptado reunirse con el equipo de investigación del Ordo Xenos. No había nombres, pero sí una dirección de Morloss, una hora -dos días más tarde a primera hora de la mañana-, y una contraseña, que Mathias memorizó y borró de inmediato. El segundo mensaje era de Lord Crisagon. Constaba de una breve nota de felicitación a Mathias por sus progresos, y de un archivo adjunto bastante grande. Cuando el joven Legado lo abrió, Alara advirtió que su rostro se llenaba de sorpresa e interés.-
-No puedo creerlo. ¡Lo ha terminado! ¡Por fin lo ha terminado!-.
-¿De qué hablas?- inquirió Alara.
-¡Del informe de Phoebe sobre la historia antigua de Vermix!- exclamó Mathias, emocionado.- ¡Ya lo ha terminado! Lord Crisagon lo llama “el informe Aberlindt” y dice que cuando lo leamos se resolverán casi todas nuestras dudas sobre Vermix y sus tradiciones. ¡Esta Phoebe es genial!-.
Alara aprovechó que Mathias seguía mirando fijamente la pantalla para fruncir el ceño.
-Vaya, en ese caso supongo que querrás leerlo cuanto antes-.
-¡Sí, claro!-.
-En ese caso, será mejor que me vaya-.
Mathias se giró hacia ella extrañado.
-¿Qué te vayas? ¿Y por qué?-.
-¿No lo recuerdas?- Alara lo miró exasperada.- No, ya veo que en estos momentos lo único que tienes en la cabeza es el informe de tu amiga Aberlindt. Nuestro convoy llegaba esta tarde a Gemdall; nos estarán esperando en la Ciudadela. Acordamos que nos reuniríamos con ellos para ponerlos al corriente de nuestros avances-.
-¡Oh, vaya!- Mathias la miró desolado.- ¿Será mucho pedir que vayáis vosotros y hables en mi nombre, Alara? De verdad, tengo que leer este informe. Y no dispongo de mucho tiempo, si mañana hemos de viajar a Morloss. El Ordo Hereticus nos espera-.
Alara asintió de mala gana, pensando para sus adentros que los consejos sentimentales de Valeria eran mucho más fáciles de poner en práctica cuando aquella dichosa Phoebe Aberlindt no salía a la palestra.
“Déjalo estar”, se ordenó. “Al fin y al cabo, sigue en Shantuor Ledeesme. Y es de esperar que se quede husmeando por allí una buena temporada. Mientras permanezca allí, no será un problema”.



El mal humor de Alara pronto se disipó en cuanto llegó a la Ciudadela acompañada por Octavia y Valeria -Mikael, como buen guardaespaldas, se había quedado en el hotel para proteger a Mathias- y se reencontró con sus hermanas. Tharasia, Bruno, Ophirus, Travis y Hoffman se alegraron de verlas y se mostraron muy interesados por escuchar los progresos que habían hecho durante los últimos días. Las tres Sororitas estuvieron un buen rato reunidas con ellos, contándoles con detalle todo lo que habían descubierto en Gemdall, en Romwall y durante sus encuentros con el padre Lucius y el Inteligidor Lorkar.
Asimismo, Alara y sus compañeras también se enteraron de las novedades en la expedición. Las hermanas Hospitalarias habían estudiado al detalle la muestra de tejido infectado que Valeria había tomado del bandido mutado en Shantuor Ledeesme, y habían concluido que se trataba de un extraño virus psicoactivo de procedencia disforme que, por fortuna, no se había contagiado a ninguno de los imperiales que habían estado cerca del infectado. Tras varios días de encierro y numerosos análisis de fluidos y muestras biológicas, los guardias imperiales bajo custodia se declararon sanos y pudieron reintegrarse en su unidad. Los cadáveres de los caídos en la purificación del Shantuor habían sido enviados a Prelux Magna en depósitos sellados para recibir un entierro digno en el distrito eclesiástico, y los guardias imperiales y hermanas de batalla heridos ya estaban recibiendo asistencia médica. La hermana más grave de todas era Silvia, que tras su malogrado enfrentamiento con las Furias del Caos había perdido los dos ojos, aunque la intervención de Alara le había salvado la vida. La ceguera podría solventarse con dos implantes oculares biónicos, pero el rosario de cicatrices que recorría la parte superior de su rostro no tendría solución.
“No importa”, pensó Alara. “Toda cicatriz en nuestro cuerpo es señal de orgullo ante los ojos de nuestro Divino Padre”.
Por un fugaz instante, se preguntó si la atracción que Mathias sentía por ella se vería mermada en caso de que las heridas en combate la deformaran, como a la hermana Silvia. Desechó aquella posibilidad casi de inmediato; ella sentiría lo mismo por Mathias aunque tuviera todo el cuerpo lleno de cicatrices de guerra, incluso lo amaría más, sabiendo que las había sufrido luchando por el Emperador. ¿Por qué en el caso contrario iba a ser diferente?
A petición de Tharasia, Alara, Octavia y Valeria cenaron con sus hermanas y a la hora de completas se unieron a ellas en oración. Alara mostró una sonrisa resplandeciente durante todo el oficio religioso, y tuvo que hacer un esfuerzo para no reír de alegría al entonar los himnos. ¡Había echado tanto de menos oran junto a sus hermanas! La misión de investigación estaba resultando muy emocionante, y vivirla al lado de Mathias lo hacía todo aún mejor, pero su corazón no había dejado de anhelar la rutina conventual, la vida comunal junto a sus hermanas. Al lado de ellas, sintió que la fe le inflamaba el corazón de amor por el Dios Emperador y de fraternal cariño por las mujeres que la rodeaban. Aquellos sentimientos eran tan fuertes, si no más, que lo que sentía por Mathias Trandor. ¿Sería posible tenerlo todo? ¿De veras el Emperador, en su infinita benevolencia, iba a concederle semejante don?
Cuando regresaron al hotel, Alara se sentía pletórica de felicidad y con el alma llena a rebosar de un fervor renovado. Al llamar a la puerta de su habitación, oyó la voz amortiguada de Mikael.
-Pasad-.
Un segundo después, de abrió la puerta. Alara, Octavia y Valeria entraron bajo la mirada de un vigilante Mikael Skyros, que parecía tener un ojo puesto en ellas y otro en Mathias. No era de extrañar; el joven Legado parecía nerviosísimo y se paseaba de un lado a otro de la salita con la impaciencia de un león enjaulado.
-¡Ah, por fin estáis aquí!- exclamó al verlas entrar.
Cuando se dirigió hacia ellas, Alara percibió en sus ojos un brillo similar al que había visto en sus hermanas poco antes, durante la oración. Pero en este caso no se debía al fervor religioso, sino a la emoción desbordante por un nuevo descubrimiento.
-Deduzco que has averiguado algo interesante- dijo sonriendo.
-¿Algo?- preguntó Mathias, abriendo los brazos como si pretendiera abarcar con ellos toda la habitación.- Algo no, Alara. Lo he averiguado… todo-.
-¿Todo?- Alara lo miró con incredulidad.
-Bueno, todo lo referente a Vermix. Su pasado, la verdad que subyace tras él… ahora por fin entiendo en verdad por qué construyeron Shantuor Ledeesme. A decir verdad, visitar ese lugar es lo que ha dado a Phoebe el empujoncito final para atar los últimos hilos sueltos del pasado vermixiano. Gracias a nuestra investigación, ha podido completar el informe-.
-¿Y podemos escucharlo?- inquirió Octavia.- ¿O quieres que lo leamos?-.
-Teniendo en cuenta la hora que es, creo que será más práctico que os haga un resumen- respondió Mathias.- Aunque, por supuesto, si queréis leerlo estará a vuestra disposición. Sentaos, por favor. Os advierto que deberéis mantener una mente abierta cuando oigáis lo que os voy a revelar-.
Alara sintió que la chispeante alegría en su interior fluctuaba, devorada por las sombras de la inquietud. Las palabras de Mathias le trajeron a la cabeza un conocido axioma imperial.
“En la mente cerrada no entra la herejía”.
-No me gusta cómo ha sonado lo que acabas de decir- murmuró.
-No te preocupes, Alara- se apresuró a decir Mathias.- Todo el informe ha contado con la supervisión y el beneplácito de Lord Crisagon. Sólo digo que debéis estar preparadas porque buena parte de la información podría ser considerada… perturbadora-.
-“Por medio de Su gracia divina leeré lo que no debió ser escrito, veré lo que no debería ser presenciado y soportaré lo que nunca debió existir. Su radiante luz brillará sobre mí y mi alma permanecerá pura”- dijo Octavia, citando el Primer Juramento de la Cámara Dialogante.- Habla, Mathias. Cuéntanos lo que debemos saber-.
Se sentó en el sofá, junto a la mesilla donde descansaba el cogitador, y las demás la imitaron. Mathias se quedó de pie, como un profesor de Collegia a punto de dar una clase magistral.
-La clave sobre el planeta Vermix se remonta a muchos siglos atrás; concretamente al Vigésimo Primer Milenio, en plena Edad Oscura de la Tecnología. Como ya sabéis, en esta tenebrosa era la humanidad no tenía dioses, el Emperador aún no se había manifestado como tal, y la ciencia era el único credo que conocían los humanos. Habían llegado al cénit de la tecnología, y ésta lo dominaba todo. Hacía ya seis mil años que se habían inventado el Motor Disforme y los Campos Geller, y la humanidad se encontraba sumida en lo que los eruditos llaman el Éxodo Espacial: la expansión desde el Sistema Solar a lo largo de toda la Galaxia. Fue en esta época cuando se descubrió el Sistema Cadwen, donde todos nosotros hemos nacido y en el que nos encontramos ahora. Desde el planeta Kerbos, la capital del sector, se enviaron equipos científicos que terraformaron Cadwen, un planeta desértico, transformándolo en un lugar habitable. Poco después, los cadwenitas empezaron a entablar relaciones con los otros tres planetas poblados del sistema: Tarion, Vermix y Voxtor. Estos mundos, que entonces no se llamaban así, eran, tal y como ya nos reveló Lord Crisagon durante nuestra reunión en Shantuor Ledeesme, parte del Imperio Eldar-.
Alara sintió como si una losa le cayera sobre los hombros.
“Entonces es verdad”, pensó, derrotada. A pesar de la insistencia del Inquisidor, había conservado la esperanza de que las teorías del Ordo Xenos estuvieran equivocadas y el planeta Vermix hubiera sido un mundo humano atacado y colonizado posteriormente por alienígenas. Sin embargo, las evidencias habían acabado dando la razón a Lord Crisagon: el único mundo originalmente humano del Sistema era Cadwen. Tarion, su amado Tarion, su mundo natal de las verdes praderas y los mil lagos, había sido en su origen un planeta Eldar. Un inmundo y asqueroso nido de criaturas xenos.
-Sé que es duro, chicas, pero al menos no nos pilla por sorpresa- las consoló Mathias, viendo la cara de abatimiento de las tres Sororitas.- Sabéis que Lord Crisagon ya había deducido esta cuestión, incluso antes de que Phoebe completara su informe. Pero permitid que siga contándoos la historia. Los humanos contactaron con los Eldar en son de paz, y durante los siguientes cinco mil años las relaciones con los xenos fueron buenas. Sin embargo, a medida que Cadwen se hacía más y más poderoso, los humanos colonizaron Pector y Naxala para explotar sus recursos naturales. Esto disgustó a los Eldar, que lo vieron como una amenaza expansionista, y las relaciones se volvieron tensas. Y fue justo entonces cuando estalló la Era de los Conflictos: las Inteligencias Abominables se rebelaron a lo largo y ancho de todo el Imperio. Los humanos de Cadwen fueron más listos y rápidos que la mayoría: antes de que la rebelión se hiciera imparable, desconectaron las Inteligencias Abominables de manera preventiva. Aquello salvó al planeta, pero al mismo tiempo lo aisló por completo del resto del Imperio y le hizo perder la mayor parte de su potencia militar. Las facciones rivales al poder en Cadwen aprovecharon estas circunstancias para iniciar una guerra civil contra el gobierno planetario, y los humanos derrotados se exiliaron a Tarion y a Vermix. Suplicaron protección a los Eldar, pactaron con ellos y se convirtieron en sus vasallos-.
-¡Escoria hereje y xenófila!- gritó Alara sin poderlo evitar.
-¡Por favor, Alara!- le rogó Mathias.- Las paredes de esta suite son insonorizadas, pero no sé hasta qué punto, si gritas en ese todo-.
Alara enrojeció a la vez de vergüenza e indignación.
-Lo siento- siseó.- Pero es que esos… esos… ¡es repugnante!-.
-La verdad es que tiene razón- convino Valeria entre dientes.
-Por favor, hermanas, dejadle continuar- rogó Octavia.- Tenemos que saber qué ocurrió después-.
-Gracias, Octavia- Mathias siguió paseándose frente a ellas, como si estuviera dando una clase magistral.- Lo cierto es que, tal vez os conforte saberlo, lo cadwenitas exiliados acabaron pagando un alto precio por su xenofilia. En aquellos tiempos, el Imperio Eldar ya estaba empezando a entrar en decadencia. Los alienígenas fueron pervirtiéndose poco a poco, y a medida que caían en su espiral de depravación convirtieron a sus vasallos humanos en esclavos. Los Eldar tradicionalistas que resistían a la corrupción, al parecer, se resistieron y trataron de proteger a sus aliados humanos. Consiguieron imponerse en Tarion, pero no en Vermix, donde los depravados ganaron la batalla-.
-¿Y Voxtor?- quiso saber Octavia.- ¿No era también un mundo Eldar? ¿Qué pasó en Voxtor?-.
-Las fuentes que ha encontrado Phoebe no dejan demasiado claro lo que ocurrió en Voxtor- admitió Mathias.- No han sobrevivido demasiados documentos de aquella época, y casi todos se refieren a Vermix o en menor medida a Tarion. En el informe hay una nota al pie donde dice que, según el tecnomago Corban Wyllard, toda la información que existe sobre Voxtor está en poder del Culto Mecánico. Pero bueno, ese es otro tema. Sigamos con la historia que conocemos-.
La Dialogante asintió, dejándolo estar.
-Como iba diciendo- continuó Mathias.- En Tarion se impusieron los Eldar que hoy conocemos con el nombre de “Exoditas”. Alertados por sus Videntes de que algo horrendo iba a ocurrirle a su especie, construyeron un mundo astronave en su astillero orbital y abandonaron Tarion, dejándoselo a los humanos. Los Eldar de Vermix, cuya depravación moral los equipara a los que llamamos Eldar Oscuros, se quedaron en el planeta hasta el Trigésimo Primer Milenio, cuando la degeneración moral de su gente fue tan total y absoluta que dio lugar al nacimiento de Slaanesh, el cuarto y último de los Poderes Ruinosos. En el instante en que la realidad se desgarró para crear el Ojo del Terror y millones de mundos del Imperio Eldar desaparecían para siempre, un eco de aquel estallido de la Disformidad alcanzó a Vermix. Todos los psíquicos Eldar murieron en el acto, al tiempo que una cantidad anormal de humanos comenzaban a emerger. Entre los brujos recién emergidos, uno especialmente poderoso se alzó como líder de todos los demás haciéndose llamar el Libertador. Aprovechando la debilidad de los Eldar, muchos de los cuales habían enloquecido, hizo que todos los humanos se rebelaran contra ellos, y los derrotaron. Los pocos que escaparon con vida huyeron a la Telaraña Eldar a través de los Portales Dimensionales, uno de los cuales es el que encontramos en Ledeesme. Tras el exilio de los Exoditas y la expulsión de los Oscuros, los humanos se convirtieron en dueños y señores del Sistema Cadwen, y así ha sido hasta nuestros días-.
-Un momento, un momento- dijo Octavia, alzando una mano.- ¿Ya está todo? Eso nos deja muchos interrogantes. ¿Y el culto vermisionario? ¿De dónde procede? ¿Cómo es que el Libertador era un adorador del Caos?-.
Mathias esbozó una amarga sonrisa.
-Eso lo he dejado para el final. Es la bomba más potente que suelta el informe. Veréis, como en la Era Oscura de la Tecnología no había dioses, tras la rebelión de las máquinas los humanos de este sistema quedaron descorazonados. La ciencia les había fallado, los había traicionado. No tenían nada a lo que aferrarse, porque hasta la llegada de los colonos Imperiales ni siquiera conocían la existencia del Dios Emperador. De modo que adoraron a los únicos dioses que conocían: las deidades de los Eldar-.
Alara sintió que se le faltaba la respiración. A su mente le costaba trabajo procesar la enormidad de aquella herejía
-Los dioses más venerados en el Sistema Cadwen eran Kurnous e Isha, a quienes los Eldar llamaban el Padre y la Madre. Según nos ha revelado Lord Crisagon, y esta información es muy poco conocida en el Imperio de la Humanidad, cuando Slaanesh nació se enfrentó a las deidades Eldar, y prácticamente las aniquiló, pues las almas de aquellos que los sustentaban habían caído en la muerte y la locura. Sólo tres dioses sobrevivieron al enfrentamiento: Cegorach, también llamado el Dios que Ríe, Khaela Mensha Kaine, que en lengua Eldar significa “Dios de la Mano Ensangrentada” y al parecer pervive con su esencia fragmentada y custodiada por los Exoditas, e Isha, la Madre. Las leyendas de los Eldar cuentan que cuando Isha iba a ser devorada por Slaanesh, Nurgle oyó sus gritos y las rescató, convirtiéndola en una… una especie de mascota consorte. Y que desde entonces la tiene prisionera en su Reino del Caos, dado que, como era una diosa de la curación, es capaz de sobrevivir a toda la enfermedad y la podredumbre que asola ese infierno-.
Mathias se detuvo, consciente de que las tres Sororitas necesitaban tiempo para digerir la información. Octavia estaba pálida; Alara y Valeria parecían descompuestas, como si estuvieran a punto de vomitar la cena.
-Cómo… cómo pudieron… -jadeó Alara.- Esto es una locura, Mathias. ¿Estás seguro de lo que dices? Por la Santa Misericordia del Emperador, ¿está seguro?-.
El joven asintió con gravedad.
-Yo… tampoco me lo tomé muy bien al leerlo-.
-Lástima de cena- comentó Mikael con sequedad.- Lo que no ha echado lo ha tirado a la basura-.
-No todos tenemos tu estómago- dijo Mathias con aspereza, como si le avergonzara que Mikael lo hubiera puesto en evidencia.
-¿Eso es todo?- preguntó Octavia, que seguía hablando a susurros como si temiera alzar la voz.- ¿O no? Presiento que aún queda más-.
-Quizá lo hayáis adivinado ya- dijo Mathias.- Tras la caída de los dioses Eldar, el Libertador, que sin lugar a dudas era un adorador de los Poderes Ruinosos, aprovechó para tergiversar la religión de este planeta y convertirla en un culto al Caos. Isha seguía siendo en verdad la Madre, pero ahora el Padre ya no era Kurnous, sino Nurgle: el nuevo consorte y amo de la diosa. Eso en lo que respecta a los vermisionarios. Por eso Vermix jamás llegó a ser un mundo demoníaco; la inmensa mayoría de los fieles ignoraban estar adorando a un demonio, y los sumos sacerdotes mantuvieron la mascarada para no asustarlos. En cuanto a los saurosicarios, en su origen eran guerreros esclavos de los Eldar, capataces de los esclavos palianos, de modo que también se llevaron lo suyo durante la rebelión del Libertador, de ahí que los montanos y los palianos siempre hayan estado enfrentados. Adoraban a Khaela Mensha Khaine, el dios de la guerra y de la mano ensangrentada. Adivinad a quién adoran ahora-.
Muy lejos, como en un sueño, Alara volvió a recordar las palabras de pesadilla que la habían perseguido desde que era una niña, desde la noche de la Matanza de Galvan.
Te concederé el honor de bañar mi armadura con tu sangre…
-En cuanto a los deomecanicistas y los silicologistas- concluyó Mathias- aparecieron tras la Caída de los Eldar, y al parecer siempre mantuvieron un equilibrio entre vermisionarios y saurosicarios. Lord Crisagon no está seguro de si se trató de un simple remanente de la Edad Oscura de la Tecnología o adoraban a otro de los Poderes Ruinosos, probablemente a Tzeench, ya que la presencia del Caos estaba tan patente en este planeta-.
Alara tragó saliva, luchando aún por controlar las náuseas. La horrenda verdad sobre las religiones ancestrales del planeta Vermix superaba sus peores expectativas. No se trataba de cultos paganos, ni xenófilos, ni caóticos… sino de las tres cosas a la vez. La herejía y la blasfemia habían penetrado en lo más profundo de las raíces de Vermix, pudriéndolas hasta los cimientos.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Capítulo 24


A.D. 837M40. Randor Augusta (Kerbos), Sistema Kerbos, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.


-¿Cuál es el mayor peligro que anida en el corazón del Imperio? ¿Alguien lo sabe?-.
Un prudente silencio reina durante varios segundos. Alara sabe que a la hermana Felicia, una Dialogante alta y enjuta cuyos años de juventud hace tiempo que quedaron atrás, no le gustan las respuestas apresuradas. Claro que tampoco le agradan las alumnas indecisas. Finalmente, una joven Cantora llamada Prudence levanta la mano.
-¿Hermana Prudence?-.
-Los desviados, los traidores y los alienígenas-.
La Hermana Felicia se gira hacia ella con el semblante serio.
-Todos ellos lo son, sin duda, pero sólo a causa de un peligro mucho mayor. ¿Cuál es?-.
Prudence se calla, intimidada. Otra hermana levanta la mano.
-¿Karei?-.
-La herejía-.
-Se va acercando- dice la hermana Felicia sin variar un ápice su expresión de severidad.- Las dos revolotean en torno a la verdad, pero sólo ven el filo de la espada, no la mano que la empuña. Lo volveré a preguntar una vez más: ¿cuál es el mayor peligro que anida en el corazón de Imperio?-.
Las hermanas se miran unas a otras, inseguras. Alara no se atreve a hablar. En su corazón, ha dado la razón a sus dos compañeras al oírlas hablar. Entonces, la mano de Octavia se levanta.
-¿Hermana Octavia?-.
La joven no parpadea al mirar a su preceptora.
-La falta de fe-.
La hermana Felicia inclina la cabeza en un único ademán aprobatorio.
-¿Por qué lo cree así?-.
Octavia traga saliva, algo insegura. Alara sabe lo mucho que su amiga detesta ser el centro de atención, aunque se trata de un defecto que, como Dialogante en ciernes, cada vez se esfuerza más en combatir. Y ahora mismo, la mirada de toda la clase se encuentra fija en ella.
-Porque la falta de fe es la puerta a que entre todo lo demás. Todos los peligros que han mencionado las hermanas Prudence y Karei. La Lectio Divinitatis nos enseña que la fe es el escudo más fuerte y el arma más poderosa que la humanidad posee contra el mal. Su ausencia conlleva la perdición-.
La hermana Felicia se gira para dirigirse a toda la clase.
-La hermana Octavia está en lo cierto. Puede sentarse- añade, mirando fugazmente a Octavia, y la joven se sienta controlando a duras penas la sonrisa que intenta asomarle a su rostro.- La falta de fe: he aquí el mayor peligro que amenaza el Imperio. La ausencia de fe es la marca de la debilidad. La debilidad conduce a la herejía. La herejía conduce a la condenación. Nunca se engañen respecto a esto, hermanas: la guerra es el estado natural del mundo en que vivimos. Los enemigos del Imperio son legión, y así seguirá ocurriendo hasta el día en que el Sagrado Emperador se levante del Trono y guíe a la Humanidad a la victoria eterna. Pero nada es imposible para aquellos que tienen verdadera fe. Ante el fuego purificador de la devoción, todas las espadas se quiebran y todos los enemigos se humillan. Para aquellos que tienen fe, la muerte en combate no es más que otra forma de victoria; una que conlleva la gloria del martirio y la eternidad a la diestra del Emperador-.
La voz de la hermana Felicia llena los corazones de todas las jóvenes de la sala, y Alara siente cómo el suyo propio se inflama de fervor al reconocer la verdad de las palabras que escucha. Y esa certeza, esa verdad, hace crecer todavía más la llama de una fe que es cada día mayor.
-Recordad, hermanas: la herejía, la xenofilia, la blasfemia y demás abominaciones siempre son el final de camino. Son el último eslabón de una cadena que comenzó con la duda, con la tibieza, con la desidia. Quien permite que su fe se debilite, está abriendo la puerta a la corrupción. Recordadlo siempre, hermanas, y recordad la reflexión de santa Ezrabeth sobre los peligros de esta debilidad y el modo en que debemos actuar para neutralizarla. ¿Alguien puede citarla?-.
Alara levanta la vista. Hace pocos días estuvo leyendo el breviario de santa Ezrabeth, y está casi segura de que recuerda a la perfección la cita, porque le llamó mucho la atención el símil que la santa había hecho entre la devoción y la jardinería. Mira de reojo a Octavia, pero su amiga sonríe, como cediéndole el turno. Tras un brevísimo lapso de indecisión, Alara levanta la mano.
-¿Sí, hermana Alara?-.
La joven se pone en pie y responde sin vacilar.
-"La falta de fe es como un tumor supurante en una frágil rosa. Al igual que muchos parásitos, ataca primero el tallo debilitado antes de extenderse a otras plantas más saludables. Y como buenas jardineras, hemos de cuidar bien de nuestras flores, sabiendo con exactitud cuándo abonarlas, cuándo podarlas y cuándo arrancarlas de raíz"-.



A.D .844M40. Romwall (Vermix), Sistema Cadwen, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.


Tras despedirse de la señora Brümmer, Mathias y los demás regresaron al todoterreno para celebrar una improvisada reunión y comentar sus impresiones. Octavia convino con Mathias que el gran conocimiento de Elsa Brümmer sobre las leyendas y tradiciones vermixianas era sospechoso, pero no alarmante. Teniendo en cuenta que muchas de aquellas historias estaban proscritas desde hacía siglos, podrían haber detenido a la anciana acusándola de poseer conocimientos prohibidos, pero Mathias descartó esa posibilidad de plano.
-Detener a una vieja por haber conservado en la memoria los cuentos de sus mayores no sólo sería inútil sino también peligroso- dictaminó.- ¿De qué nos serviría? Eso no significa que sea pagana, y aunque lo fuera, dudo mucho que tenga conexión alguna con el movimiento del Libertador. Si la detuviéramos, descubriríamos nuestra misión y podríamos alertar a quienes realmente debemos atrapar-.
-Yo no estoy tan segura de que no sea una pagana- intervino Alara.- ¿No os fijasteis en que no había ningún símbolo religioso en su casa? Y cuando fui al cuarto de baño, aproveché para husmear un poco y descubrí un tríptico muy extraño en su dormitorio-.
Procedió a relatar a sus compañeros lo que había descubierto. Mikael se encogió de hombros, pero Octavia y Valeria en seguida se dieron cuenta de las anomalías que había en el icono.
-Merece la pena investigarlo- dijo Mathias.- Dedicaremos el resto de la tarde a visitar las tiendas de decoración y de iconografía religiosa de Romwall. No puede haber demasiadas, y tal vez en alguna de ellas encontremos más imágenes con anomalías-.
Así pues, se abotonaron los abrigos, echaron mano de los paraguas y se pasaron el resto de la tarde vagabundeando de tienda en tienda. El primer sitio que visitaron fue la tienda que había justo al lado de la iglesia, cerca de la plaza del Emperador; en su escaparate destacaba el relieve con el sello oficial de la Eclesiarquía. Al poco de entrar, Alara localizó la imaginería dedicada a san Leandro y santa Minerva y confirmó sus sospechas: las irregularidades del tríptico de Elsa Brümmer no eran ninguna desviación típica de Vermix. Todas las imágenes de los santos que se exhibían en la tienda de la Eclesiarquía eran correctas, conforme al canon.
-Confirmado- dijo Octavia al salir.- La representación del icono de la señora Brümmer es una desviación anómala. Está claro que no lo compró en una tienda oficial-.
-Puede que lo hiciera por ahorrar dinero- dijo Mathias.- El arte sacro de este tipo de tiendas es de buena calidad, y por consiguiente más caro. Veamos qué hay del resto de comercios locales-.



Durante el resto de la tarde, una cosa quedó clara: aunque el tríptico de la señora Brümmer mostrara una desviación del canon oficial, se trataba de una desviación sumamente común en el planeta, o al menos en la región. El grupo visitó cinco tiendas distintas, y en todas ellas encontraron las mismas imágenes sutilmente tergiversadas que Alara había descubierto en casa de la anciana. Cuando salieron de la última tienda, era ya la hora del crepúsculo, y la espesa capa de nubes que derramaba lluvia sobre sus cabezas hacía que el ambiente fuera aún más oscuro y lóbrego de lo que correspondía a aquellas horas.
-Vaya por el Trono- suspiró Octavia mientras sus botas de tejido impermeable comenzaban a chapotear por la calle casi desierta.- Al parecer, esa condenada desviación está muy extendida. Y es muy sutil. De hecho, dudo que los ciudadanos no especializados encuentren diferencia alguna entre esas imágenes y las de los iconos oficiales de la Eclesiarquía, exceptuando el precio-.
-Lo cual significa- añadió Mathias, mirando a Alara de reojo.- Que Elsa Brümmer no tiene por qué ser ninguna hereje. Podría ser sencillamente una mujer mayor, no especialmente adinerada ni amiga de los adornos caseros, que decidió comprar un tríptico en la tienda más barata-.
-Era el único objeto religioso que vi en toda la casa- siseó Alara entre dientes.
-Eso no significa nada- insistió Mathias.- Sé que te resulta difícil de asimilar, pero no todos los ciudadanos son tan devotos como vosotras. Eso no significa que sean unos descreídos o que no amen al Emperador, y mucho menos que sean herejes. Además, tal vez la mujer llevara algún rosarius o un águila imperial colgada del cuello; lo cierto es que la ropa que llevaba no permitía ver si tenía joyas-.
El grupo se sumió en un breve silencio antes de que Valeria hablara.
-En resumen, que estamos en una vía muerta-.
-No necesariamente- dijo Octavia, en un tono más animado.- Hemos anotado el nombre de la empresa que fabrica y distribuye los iconos: Manufacturas Artesanas Esmer. Valdría la pena echarles un ojo. Y también sería interesante que, a lo largo de nuestro viaje, comparemos la imaginería de san Leandro y santa Minerva para discernir si esta divergencia se trata de una variación regional o es algo generalizado por toda Kamrea-.
Alara no dijo nada. No la abandonaba la sensación de que estaban haciendo algo mal. Pero, ¿qué era?
-Lo cierto es que, si son imágenes heréticas lo que buscamos, no creo que podamos obtenerlas de este modo. Eso en el supuesto de que existan- dijo de repente Mikael.
-¿Qué quieres decir?- preguntó Mathias. El final de su pregunta fue ahogado por un trueno ensordecedor que retumbó en el aire.
-Quiero decir, ¿quién osaría vender abiertamente material divergente? Si yo tuviera… hum… digamos, material con desviaciones más sutiles de las que hemos descubierto, lo tendría bajo llave en la trastienda. No se lo vendería al primer capullo que pasara por mi tienda-.
-Entiendo- dijo Mathias, meditabundo.- Pero, ¿qué quieres que hagamos? No podemos exigir hacer un registro. Nos delataríamos-.
Mikael se detuvo, se giró hacia los demás y sonrió. Alara comenzaba a conocerlo lo bastante bien como para darse cuenta de que aquella sonrisa, entre misteriosa y malévola, indicaba que al asesino se le acababa de ocurrir una idea.
-Bueno, un buen plan sería hacernos pasar por paganos. Y tenemos el material adecuado para ello. ¿Dónde están los colgantes con el vermívoros que le quitamos a los pandilleros de Karlorn?-.
El semblante de Mathias se iluminó.
-Aún están en el coche, con el resto del material de mi maletín. Buena idea, Mikael-.
-¿Buena idea? ¡Deberíamos haberlo hecho antes!- se lamentó Octavia.- Sólo nos queda una tienda por visitar-.
-¿Más decoración?- preguntó Valeria.
-Algo así. Un anticuario. Vende muebles, enseres y objetos decorativos antiguos o de segunda mano. He pensado que sería interesante echarles un vistazo-.
-Buena idea- convino Mathias.- Vamos al coche-.
Regresaron a paso ligero al todoterreno, en cuyo maletero continuaba seguro el maletín, y dentro de él, los colgantes. Mathias los tomó entre sus manos, y tras reflexionar un instante se los tendió a Octavia y a Mikael.
-Si vamos a hacernos pasar por paganos, más vale que lo hagamos bien. No bastará con llevar el colgante; tenemos que hablar en paliano. Un supuesto pagano de Vermix que sólo sabe hablar en gótico despertaría sospechas. Vosotros dos sois los únicos que domináis el idioma-.
El anticuario estaba al otro extremo del pueblo, pero como era la última parada que debían hacer antes de regresar a Gemdall, se desplazaron en coche y llegaron en menos de diez minutos. Cuando llegaron a las puertas del local, era casi noche cerrada.
-“Arte y Antigüedades Fusch”- leyó Octavia, señalando el letrero desvencijado de letras cursivas que había encima de la puerta.- Es aquí. Aparca lo más cerca que puedas, Alara-.
Alara dejó el vehículo a un par de calles de distancia, y bajó con Octavia y Mikael.
-Me quedaré cerca- dijo, señalando las tiendas aledañas al anticuario, que mostraban escaparates llenos de ropa.- Así, si ocurre algo podré prestaros ayuda-.



Octavia sentía una aguda punzada de nervios a la altura del estómago cuando traspasó junto a Mikael las puertas del anticuario. De algún modo, sentía como si por primera vez estuviera llevando a cabo una auténtica misión de Dialogante. Espionaje, infiltración, investigación… eran las materias en las que la habían entrenado, y por fin iba a ponerlas en práctica a pleno rendimiento.
Al oír la campana de la puerta, un hombre salió de la trastienda y se acercó al mostrador. Tenía el pelo completamente blanco, un par de implantes de calidad estándar a un lado de la cabeza, y dos dedos biónicos, uno de los cuales tenía engarzada una holopluma ligera. Esbozó una sonrisa torcida al verlos llegar.
-Buenas tardes- dijo Mikael en paliano.
-Buenas tardes- respondió el anticuario en el mismo idioma.- ¿En qué puedo ayudarles?-.
Octavia esbozó una amable sonrisa.
-Estamos decorando nuestra nueva casa y buscamos un icono religioso para el recibidor o el dormitorio. ¿Tiene usted alguna de esas cosas?-.
-Puede ser- dijo el anciano, sin perder su torcida sonrisa.- Pero en el pueblo hay muchas tiendas que venden iconografía. ¿Cómo es que han venido precisamente aquí?-.
Octavia hizo un gesto de suave desdén con la mano.
-En esas tiendas se vende lo típico; lo que está en todas partes. Cualquiera puede tenerlo. Nosotros buscábamos algo… más especial, si usted me entiende. Más exclusivo-.
-¿Alguna imagen en particular?-.
-Somos devotos de san Leandro y santa Minerva-.
-Veré lo que tengo- dijo el hombre, y regresó a la trastienda.
Octavia miró disimuladamente hacia su pecho. Allí, entre los botones de su blusa, destellaba el vermívoros. Lo llevaba puesto de manera que diera la impresión de que deseaba mantenerlo oculto, pero que al mismo tiempo se dejara entrever lo suficiente entre la tela para que un observador atento adivinase lo que era. ¿Se habría dado cuenta el vendedor?
Poco después, el anticuario regresó con dos trípticos y tres iconos en las manos. Octavia les echó un vistazo y sintió una oleada de decepción: todos mostraban imágenes semejantes a las del tríptico no oficial, con las mismas desviaciones menores, si bien se notaba que el material era artesanal y no habían sido pintados en serie siguiendo el diseño estándar de un artista. Sólo había uno que difiriera en algo del resto: en uno de los trípticos, la lágrima de santa Minerva no era transparente sino negra.
-No están mal- dijo Octavia lentamente.- Sobre todo éste- añadió, rozando con el dedo la lágrima oscura de la santa.- Pero buscábamos algo más especial. Más acorde con la tradición pictórica de Vermix. ¿Me comprende?-.
Al decir la última palabra, se rozó el pecho de una manera que parecía casual, casi como si se estuviese rascando. Sus dedos rozaron el colgante, dejándolo ver con claridad durante un segundo antes de retirar la mano y dejar que los pliegues de la blusa lo ocultaran parcialmente de nuevo. En aquella ocasión, el anticuario sí se dio cuenta de lo que brillaba en el pecho de Octavia, aunque su mirada sólo duró un fugaz instante y su rostro no mostró cambio alguno en la expresión.
-Déjeme ir al almacén, a ver si tengo algo más-.
En aquella ocasión, el anciano tardó varios minutos en volver. Octavia se dio cuenta de que Mikael fingía examinar la tienda, pero en realidad estaba alerta, vigilando con disimulo en todas direcciones. La joven se sintió nerviosa; ¿iría todo bien? Estaba segura de haber hablado en un correcto paliano, con una gramática fluida y sin apenas acento…
-Ya estoy aquí- dijo la voz del vendedor, sacándola de sus pensamientos. Llevaba un objeto rectangular entre las manos, oculto por una tela protectora de color púrpura.- Este es el icono de san Leandro y santa Minerva más antiguo que tengo. Y aunque su diseño no es ortodoxo, posee ciertas… peculiaridades regionales que tal vez sean de su agrado y del de su… hum… ¿esposo?-.
-Sí, así es- sonrió Octavia, rezando porque Mikael no pusiera cara de extrañeza.
El asesino, como si hubiera percibido sus temores, se situó a su lado.
-Enséñenoslo- pidió.
El anticuario desenvolvió con delicadeza la tela y mostró un icono de madera maciza con los bordes remachados en cobre deslucido. En el centro, estaba la representación de los santos más heterodoxa que Octavia hubiera visto jamás. Tanto, que era evidente que no se trataba de santa Minerva y san Leandro. El hombre era corpulento, vestía una túnica raída y portaba una espada que relucía con un extraño color verdoso. Tenía una sonrisa beatífica en su rostro, cubierto de llagas y pústulas como si sufriera una espantosa enfermedad. La mujer tenía una larga cabellera que le llegaba hasta el suelo y portaba un extraño báculo en cuya cúspide destellaba una gema ovalada de color azul. Su expresión de grave tristeza se veía acentuada por la tres lágrimas negras que le brotaban de cada ojo, trazando finas líneas en sus mejillas.
Octavia estaba segura de estar contemplando al Gran Padre y a la Madre de Todo.
-Esto sí es más parecido a lo que buscábamos- dijo, levantando la mirada y componiendo en su rostro una sonrisa satisfecha con el toque justo de complicidad.- ¿Cuánto cuesta?-.
-Cien tronos- respondió el anticuario.
La expresión de estupefacción de la cara de Octavia no fue fingida.
-¿Cien tronos? ¿Está usted bromeando?-.
-Creo que no ha prestado atención a la firma- dijo el hombre, solícito.- Vuelva a mirar. Esquina inferior izquierda-.
-“Oskar Esmer”- leyó.
Antes de que pudiera preguntar quién demonios era ese sujeto, oyó la exclamación de Mikael a su lado.
-¿Esmer? ¿Es un Esmer auténtico?-.
-Pues sí- respondió el anticuario, desviando su atención al asesino.- Un auténtico Oskar Esmer, encargado por el conde de Komorand en persona. Comprenderá que semejante pieza no puede ser barata. Por eso no la muestro de buenas a primeras a clientes ordinarios, pero dado que ustedes parecían especialmente interesados…
-¿Cuál de los condes de Komorand la encargó?- preguntó Octavia.
El anciano volvió a mirarla y esbozó una sonrisa torcida.
-Lord Oswall Feinheim- respondió.- Más conocido en la cultura popular como el Conde Loco-.
-El instigador de la última Gran Revuelta- susurró Octavia.- El que hace doscientos alzó en rebelión a los señores de Gemdall y Morloss-.
La sonrisa del anticuario se ensanchó.
-Me alegra ver, señorita, que conoce usted la historia de su propio planeta. Muchos jóvenes hoy en día no se preocupan ya de esas cosas, pero veo que usted y su esposo tienen intereses diferentes. Quizás no sepan, sin embargo, que la leyenda del Conde Loco va mucho más allá. Según murmuran algunos, tiene tintes… sobrenaturales-.
Octavia miró al vendedor el tiempo suficiente para hacer un brevísimo análisis de su expresión. Parecía un pescador ansioso por lanzar el cebo, aunque trataba de ocultar el entusiasmo por las buenas piezas que creía estar a punto de cazar bajo una máscara de falsa serenidad. La joven Dialogante abrió mucho los ojos y lo observó con interés, dando a entender que había mordido el anzuelo.
-¿Sobrenatural?- preguntó.- ¿De qué se trata?-.
-Bien, son tan sólo rumores, por supuesto… pero algunos dicen que no sólo fue acusado por el Imperio de traición, sino también de herejía. Se cuenta que lo llamaban el Conde Loco debido a sus excéntricas aficiones. Al parecer, era aficionado a la Medicina, y hay quien dice que mandaba que le trajeran cadáveres en secreto para experimentar con ellos en las profundidades de su palacio. Qué hacía allí, nadie lo sabe, aunque la leyenda cuenta que algunos de sus sirvientes desaparecieron por averiguar demasiado. Sea como fuere, los rumores llegaron a oídos de las autoridades y el conde fue acusado de herejía. Fue entonces cuando organizó la Gran Revuelta, que como es bien sabido fracasó tras diez años de hostilidades. Sin embargo, las autoridades nunca consiguieron atrapar a Lord Oswall, que desapareció para siempre. Pero antes de eso, encargó este icono a Oskar Esmer, al parecer con la intención de transmitir con él algún tipo de información en clave que estaba relacionada con sus investigaciones-.
Mikael puso cara de escepticismo.
-Una gran historia, señor… ¿Fusch? ¿Es ése su nombre? Pero me pregunto cómo es que sabe usted tanto acerca del tema. ¿No se supone que una información tan comprometida debería ser secreta?-.
El señor Fusch no perdió ni un ápice de confianza en su gesto.
-Tal vez, pero le aseguro que no me la estoy inventando, como parece usted sospechar. Me lo contaron los propios descendientes del conde, en concreto el padre del actual  conde de Komorand cuando sólo era un jovencito imberbe. Su familia le encargó deshacerse de varios objetos antiguos y me contó la historia, supongo que con la esperanza de hacer el lote más interesante a mis ojos-.
-¿El lote?- inquirió Octavia.- Pero, ¿por qué se lo vendieron a usted? Un auténtico Oskar Esmer…
-Al parecer, descubrieron un arcón cerrado que guardaba varias de las pertenencias de Lord Oswall- explicó el anticuario.- Como la familia directa del conde cayó en desgracia tras la Gran Revuelta, el título y las propiedades recayeron sobre una rama lateral que se mantuvo leal al Imperio, y desde entonces siempre han estado muy interesados en desvincularse de todo lo que tuviera que ver con Oswall Feinheim. Cuando descubrieron que el arcón era de él, estaban ansiosos por quitárselo de encima… pero naturalmente intuyeron que podían sacar un buen pellizco a cambio de aquellas antigüedades. Y dado que el condado de Komorand gobierna estas tierras y el palacio familiar está a poca distancia de Romwall, vinieron a vendérmelo a mí. Así que ya ve, cien tronos es incluso menos de lo que este icono vale. ¿Dónde encontrarán un auténtico Esmer con tanta historia interesante a sus espaldas?-.
-Ya veo- dijo Octavia.- Pero resulta que, lamentablemente, no disponemos de tanto dinero. ¿Tal vez podría usted hacernos una pequeña rebaja?-.
El señor Fusch la miró, evaluándola.
-¿Cuánto estarían dispuestos a pagar?-.
-¿Treinta?-.
-No me haga reír, señorita. ¿Treinta tronos por un Esmer? Creía que entendía usted de arte…
-Oh, y entiendo- le aseguró la joven.- Pero por eso precisamente sé que este icono, aún dando por sentada su autenticidad, es una de las obras menores de Esmer, no catalogada… ni creo que lo esté jamás, dada la temática-.
El anticuario se encogió de hombros.
-No lo venderé por menos de ochenta-.
-Cuarenta, y se lo estamos quitando de las manos, en el mejor sentido. Es una pieza incómoda de tener en la trastienda, ¿no es cierto?-.
Fusch comenzó a fruncir el ceño.
-Mire, señorita, es cierto que no se trata de una pieza que se pueda lucir en el salón de casa, pero sigue siendo un original pintado a mano por un renombrado artista. Setenta y cinco, y dese por contenta-.
-Cuarenta-.
-Setenta-.
-Cincuenta, y nos olvidaremos de la factura-.
-Cincuenta y cinco… libre de impuestos-.
-Trato hecho- Octavia esbozó una amplia sonrisa, que el anticuario no le devolvió.
-¿Cómo va a pagar? No admitimos cartas de crédito-.
-Oh, no se preocupe, mi esposo lleva efectivo suficiente- Octavia se giró hacia Mikael.- Querido, por favor…
Mikael, que había observado la negociación sin perder interés, sacó la bolsa de tronos en efectivo que llevaban para gastos y vació casi todo su contenido.
-Aquí tiene. Cincuenta y cinco-.
El señor Fusch contó el dinero y asintió.
-Muy bien-.
Volvió a envolver el icono en la tela, lo empaquetó en papel marrón y se lo tendió a Octavia.
-Disfruten de su icono- dijo, lanzándole una penetrante mirada.
-Muchas gracias- respondió ella en el mismo paliano perfecto que había usado a lo largo de la conversación.- Que tenga usted un buen día-.



Alara fingía observar una falda de seda iridiscente cuando vio por el rabillo del ojo que Octavia y Mikael salían de la tienda de antigüedades. Esperó un prudente minuto a que se alejaran un poco y entonces los siguió.
-¿Y bien?- preguntó al llegar a su altura.- ¿Cómo ha ido todo?-.
-Genial- respondió Octavia, guiñándole un ojo y mostrando el paquete.- Hemos conseguido algo muy interesante-.
Llegaron al todoterreno, donde Mathias y Valeria los esperaban. Una vez dentro del vehículo, lo primero que hizo Octavia fue quitarse el colgante.
-Puaj- gruñó, entregándoselo a Mathias como si se tratara de un objeto sucio.- Vuélvelo a guardar. Qué asco de amuleto pagano. Y pensar que he tenido que fingir ser uno de ellos… -se estremeció y trazó el signo del Aquila sobre su pecho.
-A mí no me ha parecido nada de particular- repuso Mikael, dándole el suyo a Mathias.- Anda, guárdalos, no vaya a verlos alguien-.
-Has tenido una gran idea- lo alabó el joven Legado, deslizando los colgantes en el interior de su maletín.- ¿Habéis encontrado algo?-.
-Sí- respondió Octavia. Tras mirar a su alrededor para asegurarse de que no había nadie cerca del todoterreno, rasgó el paquete y extrajo el icono.- Mirad esto-.
Mathias puso cara de asombro al ver la imagen; Alara y Valeria, de repugnancia.
-El Padre y la Madre- gruñó Alara.- Está claro como el agua. El culto vermisionario es lo que ha tergiversado los iconos de los santos imperiales-.
-Eso creo yo también- murmuró Octavia.
-Y más vale que sea así, porque no nos ha costado precisamente barato- apostilló Mikael con sarcasmo- esposa-.
-¿Cuánto habéis pagado?- quiso saber Mathias.
-Cincuenta y cinco tronos-.
-¡¿Qué?!-.
-Y nos lo ha dejado casi a mitad del precio inicial-.
-Pero… pero… -Mathias estaba atónito.- ¿Cómo os habéis podido gastar esa burrada en un cuadro? ¿Sabéis que tengo que justificar nuestros gastos ante Lord Crisagon? ¡Me voy a llevar una bronca de campeonato!-.
-Lo dudo- dijo Octavia, muy segura.- No sólo se trata de un icono abiertamente herético con una historia muy interesante detrás que valdría la pena verificar, sino de la obra de un artista vermixiano famoso, Oskar Esmer-.
Alara frunció el ceño. Aquel nombre le resultaba familiar.
-¿Esmer? Esmer… ¿Dónde acabo de oír yo ese nom…?
Se llevó la mano a la boca, llena de asombro. Octavia sonrió con expresión de suficiencia al ver que su amiga caía en la cuenta.
-Manufacturas Artesanas Esmer. La misma empresa que elabora y distribuye todos los iconos heréticos-.



Cuando regresaron a Gemdall era ya muy tarde, de modo que encargaron unos bocadillos al servicio de habitaciones y cenaron mientras celebraban una reunión. Mathias estaba eufórico; de no tener ninguna pista en firme, habían pasado a poseer dos interesantes hilos de los que tirar: la empresa de Manufacturas Esmer y el icono herético del Conde Loco. Entre bocado y bocado, Octavia y él se repartieron la faena: él buscó todo lo referente a Oskar Esmer y la empresa que llevaba su mismo nombre, y la Dialogante verificó toda la información que el señor Fusch les había revelado sobre Lord Oswall Feinheim.
-Todo correcto- dijo la joven al final de la cena.- La información del anticuario coincide con la de los archivos, al menos la oficial. Es cierto que Feinheim tenía fama de excéntrico, que fue acusado de herejía y que instigó la Gran Rebelión. Al parecer, dilapidó gran parte de su fortuna en expediciones arqueológicas y viajes a lugares remotos que sus contemporáneos definieron como absurdas. Cuando fue evidente que las autoridades iban a aplastar la rebelión, desapareció de la noche a la mañana abandonando a sus aliados, que fueron ejecutados por traición. Los títulos y las propiedades se entregaron a otras familias nobles de lealtad probada, y desde entonces Gemdall y Morloss han estado tranquilas-.
-Yo no he sacado en claro gran cosa del asunto Esmer- admitió Mathias, cerrando su cogitador.- Al parecer, la empresa nunca ha tenido problemas, paga todos sus impuestos y económicamente es solvente. Oskar Esmer también tenía fama de excéntrico, pero nunca llegó a los niveles de Oswall Feinheim, y sus rarezas se le toleraban porque era un artista famoso. Hace mucho que murió, pero sus descendientes son los que llevan la empresa. Al parecer, la mayoría de cuadros que producen en serie están basados en diseños originales del pintor, aunque tienen varios artistas en nómina que hacen trabajos artesanos-.
Valeria bostezó.
-Perdón- se excusó.- Tal vez sería interesante escribir a Lord Crisagon para ver si la Inquisición tiene más información sobre estos asuntos. Quizás conozcan datos que nosotros no-.
-Lo que a mí más me llama la atención- dijo Alara de repente- es el icono. Octavia, ¿no has dicho antes que el anticuario te ha contado una historia extraña sobre él?-.
-Ah, sí- dijo Octavia.- Aunque no sé hasta qué punto podría ser verdad o fue tan sólo un cuento que me contó para subir el precio. Dijo que Lord Oswall le había encargado la pintura personalmente a Oskar Esmer porque deseaba transmitir mediante ella algún tipo de conocimiento secreto-.
-¿El culto vermisionario, quizás?- inquirió Valeria.- Hace doscientos años llevaba muchos siglos siendo un secreto, al menos para la sociedad imperial-.
Alara cogió el icono, le retiró el envoltorio de tela y lo tomó entre sus manos. Al mirarlo, sintió un extraño escalofrío. Aquella pintura la inquietaba, y no sólo por las imágenes. Le dio varias vueltas buscando algún tipo de abertura o tapa secreta, pero no halló nada. Era evidente que se trataba de una pieza de madera maciza, barnizada y remachada en los bordes.
-¿Alara?- inquirió Mathias.- ¿Qué pasa?-.
-Me pregunto… -dijo Alara en voz baja.- ¿Sabéis si un icono de madera como éste se podría hechizar con algún poder psíquico?-.
Octavia la miró sorprendida.
-Los poderes de los brujos pueden afectar a cualquier cosa, excepto a los humanos con el gen paria, pero si te refieres a dejar un hechizo encerrado en un objeto o algo así, eso sólo puede hacerse con gemas, metales o cristal, no con materia orgánica. Claro… a no ser…
Rápidamente se puso en pie y salió de la habitación, para volver poco después con su Auspex. Presionó las runas adecuadas para despertar al espíritu máquina del aparato y barrió con él la superficie del icono.
-Muy interesante… -susurró.- Tal y como me imaginaba. Buena idea, Alara-.
-¿Qué pasa?- volvió a preguntar Mathias, inquieto.- ¿Qué hay en ese icono?-.
-Antes he dicho que no se podía encerrar un hechizo en materiales orgánicos. Y realmente no puede estar en el soporte de madera del icono… pero en la pintura sí-.
-¿Es que hay algo en la pintura?-.
Octavia asintió.
-Tal y como Alara me ha hecho sospechar, los pigmentos están hechos con polvos de cristales psicoactivos. Y, efectivamente, éstos guardan un hechizo. No sabría decir cuál; la resonancia es débil. Es evidente que está en estado latente, al menos de momento. Si tuviera que apostar, diría que el señor Fusch tenía razón y guarda un mensaje… que ninguno de nosotros podemos leer-.
-¿Quieres decir que se necesitaría un psíquico para leerlo?- inquirió Mikael.
-Un telépata, en concreto. Y uno bien entrenado, a poder ser por la Inquisición. Quién sabe qué clase de revelación terrible podría aguardar en esta pintura, teniendo en cuenta que muestra una imagen blasfema y que la encargó un hereje apodado el Conde Loco-.
Alara recordó la presentación que había tenido lugar en Shantuor Ledeesme, justo antes de que se marcharan.
-Lord Crisagon tiene un psíquico a su servicio, ¿no?- preguntó.- Molocai, o algo así, se llamaba…
-Dymas Molocai- asintió Mathias.- Pero no es telépata, sino vidente-.
-¿Podría valer?- inquirió Alara.
-No estoy segura- admitió Octavia, dubitativa.- Tal vez-.
-Pero Dymas está en el equipo del Interrogador Kyrion- objetó Mathias.- No puedo ordenarle que venga aquí sin más. Melancton lo necesita para explorar Shantuor Ledeesme-.
-¿Lord Crisagon no tiene ningún telépata en su séquito?- preguntó Valeria.
-No estoy seguro…
-Tiene otros psíquicos aparte de Dymas- intervino Mikael.- Pero no recuerdo si alguno de ellos eran telépata. Tenemos a nuestro propio astrópata, claro, pero no sé si será el adecuado para leer el mensaje oculto de ese condenado icono-.
Mathias consultó su crono.
-Ahora ya es tarde- dijo.- Prefiero no molestar a Lord Crisagon a estas horas. Mañana, después de desayunar, lo llamaré al vocofonador y hablaré con él, a ver qué nos dice. Ahora se levanta la reunión; ha sido un día de mucho trabajo y tenemos que descansar-.
Octavia, Valeria y Mikael se despidieron y se retiraron a sus habitaciones. Alara, fiel a su costumbre de cada noche, se arrodilló con el Rosarius en las manos y rezó sus oraciones nocturnas mientras Mathias se cambiaba de ropa y se lavaba los dientes. Cuando terminó de rezar, se puso en pie y se dispuso a buscar su ropa de dormir, pero apenas tuvo la camisola entre las manos sintió que los brazos de Mathias se cerraban en torno a su cintura.
-¿No decías que era muy tarde?- preguntó ella, con una involuntaria sonrisa bailándole en los labios.- ¿Qué teníamos que descansar?-.
-No tan tarde- susurró él, estrechándola con más fuerza y pegando los labios a su cuello.



Al día siguiente, Alara se despertó temprano. Tras desayunar en el comedor del hotel, tanto ella como sus hermanas insistieron en acudir al servicio religioso.
-¿Y no podéis recogeros en oración entre las tres, como hacéis siempre?- protestó Mathias.
-No es lo mismo- insistió Alara, que se habían levantado con el corazón enfervorecido y unas ganas irresistibles de acudir al templo más cercano.- Necesito asistir a un oficio celebrado por un sacerdote, y a Octavia y Valeria les pasa lo mismo. Te lo aseguro, Mathias, es una necesidad. Y a vosotros tampoco os haría ningún mal asistir-.
-Ya rezo en privado- objetó Mathias.- Y en Prelux acudo a los oficios una vez al día, pero en medio del viaje y teniendo tanto trabajo…
-Es obvio que necesitas rezar más- dijo Alara, frunciendo el ceño.- Los dos lo necesitáis. Debemos dar gracias por los logros que hemos conseguido y pedir fuerzas para continuar con nuestra misión-.
Mathias se rindió.
-Si tan importante os parece, os acompañaremos. ¿Verdad, Mikael?-.
El asesino se encogió de hombros.
-Si el jefe lo ordena… yo no tengo nada mejor que hacer-.
La iglesia más cercana al hotel era la de san Sebastian Thor, lo cual entusiasmó a Alara. Todas las Hermanas de Batalla eran devotas del santo reformador, ya que había sido bajo su égida cuando se había creado el Adepta Sororitas, y la mayoría de ellas eran además thorianas convencidas, aunque también había algunas que se inclinaban por la ideología monodominante. Sebastian Thor era uno de los santos más famosos del Imperio, lo cual aseguraba que prácticamente hubiera un templo dedicado a él en cada ciudad importante, pero la joven Militante consideró un buen augurio que la iglesia más próxima estuviera consagrada precisamente a él.
Cuando salieron a la calle, se encontraron con una de las raras treguas que la lluvia daba en la temporada del monzón. A pesar de que el cielo seguía gris y encapotado, no caía ni una gota de agua.
-¡Por fin!- exclamó Valeria, alegre.- El Sagrado Emperador nos concede una tregua después de tanta lluvia-.
-No pretendo ser pesimista- dijo Mikael- pero los que hemos nacido aquí sabemos que la calma siempre precede a la tempestad. Y durante el monzón, más que nunca. Si ahora no llueve, es que esta noche va a descargar a gusto. Ya lo verás-.
-Confío en que cuando eso ocurra ya estemos a salvo en el hotel- suspiró Octavia.
-¡Bah! ¿A quién le importa un poco más de lluvia?- exclamó Alara, riendo. Cada vez estaba de mejor humor.
-Por cierto, Mathias- dijo Octavia- ¿has hablado con su Señoría? Ayer dijiste que le llamarías-.
-Y lo he hecho, pero no ha contestado- respondió el joven.- Estaría ocupado, o no habrá oído la llamada del vocofonador. Le he dejado un mensaje; espero tener noticias suyas cuando volvamos-.
Pronto llegaron a la iglesia de San Sebastian Thor, una montaña triangular de piedra blanca cuyos pináculos góticos se elevaban hacia el cielo. Decenas de estatuas de santos menores y querubines alados se agolpaban en torno a una talla del santo que presidía el tímpano, entre arquivoltas llenas de volutas. Entre los santos menores había incluso sendas imágenes de san Leandro y santa Minerva, que en esta ocasión eran ellos mismos y estaban tallados conforme al canon imperial.
Aún faltaba un rato para el inicio de la ceremonia, y aunque ya había gente en el templo, pudieron conseguir asientos cerca del altar. Poco después, la iglesia se fue llenando, y cinco minutos antes de que comenzara el oficio ya estaba a rebosar. Alara, satisfecha, echó un vistazo a la multitud que había a su alrededor.
“Después de tanta blasfemia y herejía, es un alivio encontrarme al fin entre fieles ciudadanos imperiales”, pensó.
Era emocionante y reconfortante a la vez. Por lo general, Alara asistía a los oficios sólo en compañía de sus hermanas, y cuando acudían a la catedral siempre ocupaban una zona aparte, separada de los fieles ordinarios. Mezclarse con la gente le traía felices recuerdos de cuando asistía a la catedral de Galvan, siendo niña. Por un fugaz instante volvió a ver a las dos familias, los Farlane y los Trandor, sentadas juntas en los bancos mientras se unían en oración. Mathias y ella siempre se sentaban juntos. Se giró hacia él, sonriendo, y al ver que él también le dedicaba una sonrisa cariñosa y cómplice supo que estaba recordando lo mismo que ella. Entrelazaron sus manos y las estrecharon con fuerza.
En ese momento, el sacerdote hizo su aparición y se subió al púlpito. Se trataba de un hombre ya mayor pero todavía vigoroso, como atestiguaban los músculos firmes y las marcadas venas de sus antebrazos, que se dejaban entrever bajo las amplias mangas de la túnica. Saludó a todos los fieles con una sonrisa amistosa y comenzó el oficio.
Durante toda la ceremonia, Alara se sintió inmersa en una nube de felicidad. Respondió con fervor y auténtica emoción a todas las oraciones del sacerdote, y cuando llegó el momento de los himnos, se puso en pie junto a sus hermanas y las tres alzaron su voz para honrar el Emperador. Aparte de teología y combate, una de las principales materias en las que todas las Sororitas destacaban era el canto. Incluso las que menos voz tenían aprendían a cantar sin desafinar y a entonar cada nota correctamente. No era sin embargo el caso de Octavia, Valeria y Alara, que cantaban bastante bien. Aunque la más virtuosa solía ser Octavia, Alara se sintió aquel día especialmente inspirada; dejó fluir libremente su fe, su agradecimiento y su amor por el Dios Emperador, y sus sentimientos se elevaron en un crescendo perfecto por medio de su canto. Las voces de las tres Sororitas se unieron en una melodía pura y cristalina, casi angelical, aunque absortas como estaban, ninguna de las tres se dio cuenta de ello hasta que los himnos acabaron y notaron un silencio extraño a su alrededor. Al abrir los ojos, Alara se dio cuenta de que todos los fieles las estaban mirando atónitos, y al darse cuenta de que habían llamado la atención un leve rubor cubrió sus mejillas.
-Vaya, vaya- bromeó el sacerdote, satisfecho.- Es evidente que tenemos a tres fieles nuevas en nuestra congregación, porque en caso contrario creo que todos recordaríamos sus voces. ¿Qué les parecería cantar otro himno, para mayor gloria del Emperador?
Las tres Hermanas se ruborizaron al unísono, pero sonrieron y asintieron. Volvieron a cantar, y aunque los demás fieles las acompañaron, la mayoría lo hizo en voz baja, porque prefería escuchar. Al terminar el último himno, y con él la ceremonia, la gente hizo algo poco común: prorrumpió en aplausos.
La gente comenzó a dejar los bancos; los más cercanos a ellos se despidieron con una sonrisa. Mathias miró a Alara asombrado y encantado.
-No sabía que cantabas tan bien- susurró.- Me gustaría oírte cantar más a menudo-.
-Oh, no, no- protestó Alara, riendo azorada.- Sólo lo hacemos durante la oración. Y nunca lo habíamos hecho… eh… fuera de nuestro entorno-.
-Pues entonces, lamento decir que el Imperio ha perdido a tres magníficas mezzosopranos- sonrió él.
Se levantaron dispuestos a marcharse, pero el sacerdote bajó del púlpito y se apresuró a acudir hacia ellos.
-Magníficas voces, hijas mías- dijo sonriendo.- ¿Cuándo han llegado a esta congregación? ¿Pertenecían a otra parroquia antes?-.
-En realidad somos de Prelux Magna, padre- dijo Octavia, devolviéndole la sonrisa.- Estamos aquí de viaje y hemos acudido a esta iglesia porque está cerca de nuestro hotel-.
El rostro del sacerdote mostró una leve decepción.
-Oh, lamento oír eso. Me había hecho la esperanza de pedirles que se unieran al coro. De todos modos, les agradezco su presencia aquí hoy. Soy el padre Lucius Korman-.
Tal vez fuera por la hermosa experiencia que acababa de vivir junto a sus hermanas y lo feliz que se sentía, pero Alara experimentó una súbita oleada de simpatía hacia él, unida a su creciente fervor.
-Encantada de conocerle, padre Lucius- dijo.- ¿Nos honraría usted dándonos su bendición?-.
-Por supuesto, hija mía, por supuesto- dijo el sacerdote, a quien la petición parecía haber agradado.- Arrodillaos todos-.
Alara, Valeria y Octavia apoyaron una rodilla en el suelo de inmediato, y tras un breve instante de vacilación, Mathias y Mikael las imitaron. El padre Lucius tendió las manos sobre ellas, hizo el signo del Aquila y musitó una bendición. Alara sintió un cálido estremecimiento muy familiar que le recorrió todo el cuerpo. Incluso sin mirar a sus hermanas, supo qué había pasado; le bastó ver la expresión atónita de Mathias y Mikael y el asombro maravillado que se dibujó en el rostro del sacerdote.
Tres aureolas doradas de fe, semejantes a un aura de luz brillante, rodeaban las cabezas y perfilaban los cuerpos de las tres Sororitas. Alara parpadeó atónita; aquello solía suceder cuando invocaban el poder de su fe de forma consciente, no como manifestación espontánea de la devoción. El padre Lucius cayó de rodillas ante ellas, mirándolas arrobado.
-Sois… sois santas- balbuceó.- ¡Estáis tocadas por el Emperador! ¡He visto su luz en vosotras!-.
Alara se giró, alarmada, pero la iglesia estaba ya casi vacía y los pocos fieles que quedaban estaban cerca de las puertas; ninguno parecía haber visto los halos dorados o escuchado las palabras del sacerdote. Consciente de que no podía permitir las proclamas de santidad de un sacerdote exaltado, se apresuró a llevarse un dedo a los labios.
-Por favor, padre- susurró.- Os ruego discreción-.
El padre Lucius tuvo un instante de confusión, que se acrecentó cuando Alara se subió una de las mangas de la blusa. Mostró al sacerdote el tatuaje que lucía en su hombro derecho: una flor de lys. Al contemplarlo, el rostro de Lucius se iluminó con una súbita comprensión.
-Por el Divino Emperador- dijo con voz ronca.- Sois… sois…
-No podemos hablar aquí- le interrumpió Alara, bajándose la manga.- Comprendo que sienta curiosidad, pero necesitamos un sitio más privado-.
El padre Lucius asintió.
-Acompañadme a la sacristía-.
Los cinco se levantaron. Mientras el sacerdote echaba a andar, Mathias agarró a Alara del brazo. Cuando ella se giró, vio que él la miraba con una mezcla de asombro y temor casi reverencial.
-Tú... tú brillabas- balbuceó en voz baja.- Por el Sagrado Trono, estabas brillando-.
Alara asintió, mirándolo con fijeza.
-Ha sido el aura sagrada de nuestra devoción lo que has visto ante ti-.
Mathias seguía confuso, como si no pudiera asimilar del todo lo que habían contemplado sus ojos.
-No puedo creerlo- susurró.- No puedo explicarlo. Yo... sabía que las Sororitas teníais algo... pero nunca había visto nada así-.
Ella le sonrió.
-Tu fe es débil, Mathias Trandor. Deberías orar más-.
Acto seguido, echó a andar en pos de sus hermanas.


 
Mientras entraban en la sacristía, Alara se dio cuenta de que Mathias, que apenas comenzaba a recobrarse del asombro, la miraba con intriga e incomprensión. Al advertir que Mikael tenia una expresión de desconcierto similar en la cara, comprendió lo que ambos se estaban preguntando; ¿por qué reunirse en privado con el padre Lucius?
Cuando todos hubieron penetrado en la sacristía, el sacerdote cerró la puerta con llave.
-Muy bien- dijo.- Ahora estamos solos y en un lugar seguro. Habladme-.
-¿Qué quiere saber, padre?- inquirió Alara.
-Bueno, debo admitir que siento curiosidad por el motivo que ha llevado a tres Sororitas vestidas de civiles a asistir al oficio de mi parroquia. Hermanas Dialogantes, supongo; ¿no es así?-.
-Yo soy Hospitalaria- apuntó Valeria.
-El caso, padre- respondió Alara, sin aclarar a qué cámara pertenecía- que le hemos dicho la verdad. Soy la hermana Alara y ellas son las hermanas Octavia y Valeria, de la Orden de la Rosa Ensangrentada. Estamos de viaje y nos hemos detenido a orar aquí porque este era el templo más cercano a nuestro hotel-.
-Pero… pero… ¿y ellos?- Lucius miró a Mathias y a Mikael.- ¿Acaso son sacerdotes? ¿Por qué vais de incógnito? ¿Y por qué pernoctáis en un hotel, en lugar de hacerlo en el Palacio Episcopal?-.
-Porque la misión que nos ha sido encomendada requiere discreción, padre- respondió Alara.- Estos hombres que veis aquí son Acólitos de la Santa Inquisición-.
De repente, el rostro del padre Lucius pareció tallado en piedra.
-¿La… Inquisición?-.
Mathias sacó su insignia de Investigador Legado y se la mostró al sacerdote.
-Soy Mathias Trandor, Legado del Ordo Xenos. Él es mi guardaespaldas, Mikael. Y las hermanas vienen con nosotros en calidad de protectoras, eruditas y asistentes-.
La mirada del padre Lucius se detuvo unos instantes en la insignia.
-Ahora entiendo vuestra discreción y el secretismo que requiere vuestra misión. Pero decidme, ¿puedo ayudaros en algo? ¿Qué queréis de mí?-.
-En realidad, padre, no teníamos pensado pedirle ayuda- explicó Alara con voz amable.- Pero dado lo que ha sucedido cuando nos ha dado su bendición, he creído necesario explicarle quiénes éramos para que comprenda por qué no debe contarle a nadie lo que ha visto, ni hablar de nuestra presencia aquí-.
Lucius asintió con vigor.
-Por supuesto, lo comprendo, y les garantizo mi más absoluta discreción. De todos modos, si creen que puedo ayudar en algo, tengan por seguro que será para mí un honor servir a la Inquisición-.
Alara estuvo a punto de responder con una cortés negativa, pero algo la retuvo.
“¿Qué perdemos con preguntarle? Él es de aquí. Tal vez sepa alguna cosa”.
-Estamos investigando acerca de los antiguos cultos paganos de Vermix- dijo.- Y su posible conexión con ése al que llaman el Libertador-.
El padre Lucius se mantuvo varios segundos en silencio antes de contestar.
-No es mucho lo que sé de ese tema- dijo.- ¿Puedo preguntar por qué es de interés para el Ordo Xenos?-.
-Eso es asunto de su Señoría, el Lord Inquisidor- dijo Mathias.- Y dado que no nos consta la presencia activa de otros Ordos en Vermix, cualquier investigación acerca de la herejía es responsabilidad de cualquier Inquisidor que esté en el planeta-.
-Por supuesto, por supuesto, señor Legado- se apresuró a decir el sacerdote.- No pretendía ser descortés. Me temo, sin embargo, que tal vez no pueda ser de tanta utilidad como debería. Conozco algunos detalles sobre el asunto que están investigando; no muchos, sin embargo-.
-Será de utilidad todo lo que pueda contarnos, padre- lo animó Alara.
-Bueno, tengo entendido que, tal y como ustedes han comentado, antes de que los colonos imperiales llevaran la Luz del Emperador a este planeta los nativos creían en falsas religiones paganas. Las principales eran el culto Vermisionario, que adoraba a un pareja de deidades conocidas como el Padre y la Madre, y el Saurosicario, un culto violento basado en una especie de deidad guerrera personificada por el Gran Saurio. Ambos cultos fueron declarados falsas supersticiones y purgados hace muchos siglos, después de que el Imperio venciera la resistencia local y se hiciera con el control de Vermix. También había ciertos cultos filosóficos relacionados con la tecnología que en su debido momento fueron purgados por el Culto Mecánico por considerarlos tecno heréticos-.
-Eso es muy interesante, padre- dijo Alara, obviando que ya conocían la información que el sacerdote les estaba dando.- ¿Cree usted que un posible remanente de dichos cultos, especialmente el Vermisionario, podría estar detrás del grupo terrorista que se hace llamar Movimiento Libertador? Al fin y al cabo, proclaman la desobediencia a la autoridad imperial y el retorno a antiguas tradiciones-.
El padre Lucius se rascó la barba, pensativo.
-Me parece muy probable. De hecho, creo que las teorías de la sección del Adeptus Arbites que se encarga de investigarlos va encaminada por ahí. Aunque, por supuesto, quedaría la cuestión de cómo es posible que semejantes remanentes hayan sobrevivido hasta nuestros días.- Vaciló un instante, como si no supiera si seguir hablando, y finalmente continuó.- Miren, esto es información reservada dentro de la Eclesiarquía, pero dado que ustedes pertenecen a la Inquisición, creo que deberían saberlo; tal vez contribuya a proporcionar una posible explicación. El anterior Obispo de este planeta, antecesor de Theocratos, fue cesado por el Arzobispado de Cadwen cuando éstos se dieron cuenta, por una serie de informes confidenciales, de que el Obispo estaba descuidando la labor evangelizadora de las zonas más aisladas del planeta. Y no era una situación nueva. Tras la conquista de Vermix, por supuesto, la Eclesiarquía pasó varios siglos llevando a cabo campañas de evangelización por parte de numerosas compañías de Predicadores y Confesores, y hubo conversiones en masa. Por desgracia, algunos tememos que muchas de ellas, sobre todo en las zonas más agrestes, no fueran del todo sinceras. Supongo que sabrán que algunas regiones de Vermix son de muy difícil acceso; en las Tierras Bajas, marjales y pantanos que se extienden a lo largo de cientos de kilómetros; en la Tierras Altas, cadenas montañosas escarpadas e inexpugnables. Esas regiones tienen núcleos de población muy pequeños, aislados incluso entre sí, y de difícil acceso; a menudo, sólo los lugareños conocen las rutas seguras entre los marjales o los pasos de montaña para acceder a valles escondidos. Si cualquiera que no conozca dichos caminos se aventura por la zona, lo más seguro es que se lo acabe zampando un dinovermo o que se despeñe por un desfiladero-.
-¿Quiere decir que a esas zonas no llegaron los sacerdotes, padre?- preguntó Alara. Incrédula.
-¡Por supuesto que no, hija! Ninguna dificultad puede impedir a la Eclesiarquía llegar a donde se encuentra el infiel y convertirlo a la verdadera fe. Pero esas expediciones tan trabajosas se hicieron sobre todo al principio, y una vez las regiones aisladas se convirtieron oficialmente al Culto Imperial, se relajó la vigilancia sobre ellas. Me avergüenza tener que reconocer que los Obispos que se sucedieron en este planeta estaban más interesados en supervisar la construcción de catedrales y palacios en las grandes urbes que en ocuparse de las aldeas remontas. Los diezmos para la Eclesiarquía llegaban puntualmente desde todas ellas, y por desgracia, al parecer, eso era lo único que interesaba a los altos prelados. Asumieron que si los diezmos llegaban era porque todo iba bien.- El sacerdote meneó la cabeza en señal de desaprobación y desánimo.- Esta actitud la mantuvieron en mayor o menor medida todos los que pasaron por aquí, cuyos mandatos, en algunos casos, llegaron a durar siglos-.
-¡Siglos!- observó Mathias, sorprendido.- ¿Y qué hizo que las cosas cambiaran?-.
-Pues verá, Legado; hace unos diez años hubo un pequeño escándalo cuando se descubrió que el anterior Obispo estaba desviando una importante cantidad de dinero de los diezmos para construirse lujosos palacios en las principales zonas de recreo de Kamrea… palacios repletos de una ostentación decadente en los que el Obispo se retiraba para gozar de banquetes, conciertos privados, y otras diversiones decadentes que lo llevaban a descuidar su cargo. Aunque nos encargamos de que dicho escándalo se quedara dentro de la Eclesiarquía y no trascendiera en público, fue el momento en que muchos de nosotros, sacerdotes preocupados y deseosos de poner fin a esta situación, presionamos para que el Arzobispado de Cadwen nombrara al fin a un Obispo digno para este planeta. Theocratos está cambiando las cosas poco a poco, y aunque su actitud austera molesta a algunos, somos muchos más los que nos alegramos por ello. La política evangelizadora también está cambiando; hecho, el principal motivo por el que nuestro Obispo solicitó un refuerzo de la Hermanas de Batalla en este planeta fue para escoltar a las misiones que se van a enviar de nuevo a las regiones más aisladas, para asegurarnos de que la fe en el Divino Emperador permanece y se refuerza incluso en los rincones más apartados de Vermix. No es una casualidad que los mayores apoyos al Movimiento Libertador, según todos los informes, provengan de las zonas rurales-.
La leve sombra de una sonrisa, fugaz como el aleteo de una mariposa, se dibujó en los labios de Alara.
-Su información nos es muy útil, padre Lucius- dijo.- Lo veo muy bien informado sobre este tema-.
El sacerdote abrió la boca para responder, pero algo extraño debió ver en la expresión de Alara, porque la volvió a cerrar sin emitir un sonido.
-De hecho- continuó Alara, en un tono más suspicaz.- Lo veo demasiado bien informado-.
Su interlocutor le lanzó una inquisitiva mirada y frunció el ceño.
-¿Qué quiere decir con eso, hermana?-.
Alara miró a los ojos al sacerdote.
-Quiero decir que, ya que nosotros hemos sido sinceros con usted, sería una muestra de confianza y cortesía que usted se sincerase con nosotros- respondió.- Y ahora, dígame, padre Lucius, ¿hace cuánto que trabaja usted para el Ordo Hereticus?-.