A.D. 840M40.
Randor Augusta (Kerbos), Sistema Kerbos, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.
Son las seis de la mañana. Kerbos Astrum I y
II aún no han amanecido, aunque el cielo ya empieza a clarear. Mathias Trandor
aguarda en la puerta XVII del espacio-puerto, esperando la lanzadera que de un
momento a otro llegara para conducirlo a la estación orbital de Kerbos.
Ha llegado el día. Va a dejar el Sistema
Kerbos para regresar al Cadwen, su Sistema natal. No lleva mucho equipaje; las
becas imperiales no permiten a los estudiantes vivir con holgura, y todas las
pertenencias personales de Mathias caben en una única maleta. Le ha bastado una
sola noche para reunir el equipaje con el que ha de marchar.
Lo más difícil ha sido despedirse de Aeryn,
la joven arbitradora con la que llevaba casi un año de relación. Fue complicado
inventarse una excusa para explicar por qué dejaba el planeta, puesto que no
podía contarle que había sido reclutado por la Inquisición. Al final, optó por
lo simple.
-Me han ofrecido un trabajo como profesor en
el Collegia Imperialis del Sector Donorian- le dijo.
Aeryn era una mujer práctica. Alta, pálida y
de cabello liso y oscuro, como todas las mujeres con las que Mathias había
estado. Al escuchar aquellas palabras, le había mirado con resignación.
-Supongo que has aceptado- dijo.
-Sí- respondió Mathias.- Es una gran
oportunidad para mí. Espero que lo entiendas-.
Ella asintió, serena, aunque la luz de sus
ojos se había marchitado al oírle hablar.
-Lo entiendo, Mathias. Pero te voy a echar
mucho de menos. He sido muy feliz contigo-.
Como siempre que una mujer le dedicaba
palabras de cariño, Mathias tragó saliva, nervioso. Tras su malograda
experiencia con Neria, jamás ha vuelto a cometer el desliz de llamar a una
chica por el nombre de Alara. Tampoco ha estado con muchas; Aeryn es la tercera
relación más o menos estable que ha tenido. Le gusta Aeryn; no es demasiado
posesiva ni le ha planteado exigencias emocionales que no se siente capaz de
satisfacer. Lo pasaban bien juntos, y punto. Con las otras dos chicas terminó
poco después de que le propusieran “dar un paso más en la relación” e irse a
vivir juntos. Mathias les tenía cariño, las apreciaba y lo pasaba bien con
ellas en la cama, pero cualquier mención al compromiso serio lo hacía tener
escalofríos de pánico. Se decía a sí mismo que aún era joven, que le sucedía
porque no estaba preparado. Tal vez sonara inmaduro, pero era mucho más fácil
que admitir ante sí mismo que no podía amar de verdad. Al menos, no mientras
estuviera atrapado por un recuerdo, atado a su ángel perdido. No podía entregar
un corazón que no era suyo, porque seguía perteneciéndole a Alara. Como siempre
le había pertenecido.
Racionalmente, Mathias sabe que es absurdo.
Hace dieciséis años que no la ve, jamás ha podido encontrarla, y probablemente no
lo hará jamás. De hecho, supone que ahí estriba la mayor parte del problema.
Sin saber la verdad, qué ha sido de ella y dónde se encuentra ahora, no puede
continuar hacia delante. Si hubiera averiguado que había profesado como monja o
Sororita, que estaba casada, o incluso -el Emperador no lo quisiera- que había
muerto, podría haber llorado su pérdida y dejado su recuerdo atrás. Pero no lo
ha conseguido, y la sombra de Alara Farlane sigue aferrándose a su corazón sin
dejarlo marchar. Cuando la soledad lo acuciaba, se sentía atraído por chicas y
creía que las amaba, pero luego se daba cuenta de que era mentira. Nunca se
trataba de amor. Ni por Aeryn, ni por ninguna de sus predecesoras. Y todas
ellas, ya fuera por el nombre, por la personalidad o por el físico, le
recordaban a Alara. Ellas, por supuesto, no lo han sabido jamás. Mathias nunca
les ha hablado de Alara. Para él, ella es su más preciado secreto.
Al menos, la despedida de Aeryn no ha sido
tan amarga como con las otras chicas, tal vez porque se ha producido por
factores externos, antes de que Mathias haya tenido que salir huyendo cuando
ella le pidiera más de lo que él le podía dar. Han quedado como amigos, se han
acostado juntos una última vez, y Mathias ha recogido sus bártulos y se ha
marchado sin mirar atrás.
Un zumbido atrae su atención: llega la
lanzadera. Mientras él y los demás pasajeros se aprestan en sacar sus pasajes
para poder embarcar, piensa que quizás esto es lo que le hace falta: cambiar de
aires, irse lejos, un trabajo absorbente y agotador. Tal vez, sólo tal vez,
este sea el modo de que los gritos de agonía de su corazón, que llora sin cesar
la ausencia de su dulce ángel, comiencen por fin a callar.
A.D .844M40.
Shantuor Ledeesme (Vermix), Sistema Cadwen, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.
Alara Farlane despertó
desorientada. ¿Era aún de noche? ¿Había amanecido ya? ¿Qué hora era?
De una cosa estaba
segura: dolía. Dolía aún más que cuando la habían metido en el Rhino. Pero por
fortuna, alguien parecía estar ocupándose de ella. Por alguna parte se colaba
la luz grisácea del amanecer.
Una de las
hermanas hospitalarias estaba junto a ella, retirándole la sábana que la
cubría. Alara sintió frío.
-Hora de cambiar
los vendajes- dijo.
Sacó las tijeras y
cortó una tira de tela. Sus movimientos eran rápidos y eficientes,
profesionales, pero cuando Alara la miró sintió una leve punzada de inquietud. ¿De
quién se trataba? La voz no era de Valeria. Tampoco parecía Amalia ni Alicia.
Llevaba la servoarmadura de las hospitalarias en batalla, el cabello oculto por
la toca y el rostro cubierto con un respirador. Pero, ¿por qué iba a llevar
equipamiento de combate aquella hermana para trabajar en un Rhino médico, fuera
de zona hostil, a esas horas de la madrugada?
Y en el nombre del
Emperador, ¿quién era?
Comenzó a deshacer
el vendaje que cubría la piel de Alara. Y entonces la joven vio, incrédula y
aterrorizada, que a medida que las vendas se despegaban de su cuerpo se
llevaban consigo parte de la piel. Un intenso dolor, un escozor punzante, hizo
arder el torso de Alara a medida que los vendajes arrancaban la piel pegajosa
dejándole el cuerpo en carne viva.
-¿Pero qué es
esto?- balbuceó, conmocionada.
Las heridas
estaban negras, las quemaduras habían devorado la piel. El dolor se hizo más
intenso, semejante a un cosquilleo abrasador. Alara aún no se había recuperado
de la impresión de verse el torso convertido en semejante carnicería cuando los
costurones sangrantes y los hematomas negruzcos comenzaron a moverse.
-¿Qué es esto?-
gritó Alara, asustada.- ¿Qué me está pasando?-.
Entonces, todas
sus heridas se abrieron de súbito manando sangre espesa, negruzca, y revelando
una miríada de gusanos blancos que comenzaron a corretearle por el cuerpo, brotando
de sus palpitantes heridas y devorándole la carne. El pavor estalló como
cristal líquido en la mente de Alara, enloqueciéndola de terror.
-¡No!- aulló.- ¡No!
¡Noooo!-.
Su voz se quebró
en un salvaje alarido de dolor y pánico.
-¡En el nombre del
Emperador! ¿Pero qué es lo que pasa?-.
Alara abrió los
ojos. ¿Acaso no los tenía abiertos ya? ¿Por qué de repente sólo había
oscuridad? No importaba, sólo existían el dolor, el terror y el pánico. Sentía
el escozor y el correteo de aquellos seres repugnantes reptándole por el
cuerpo, escapando de sus heridas, devorándola. Comenzó a sacudirse entre
espasmos frenéticos, intentando quitárselos de encima como fuera…
-¡Alara!- oyó la
voz de Valeria, entre somnolienta y alarmada.- ¿Qué te sucede?-.
Alara estaba
incorporada en la camilla, con los ojos abiertos al vacío, clavándose las uñas
en los vendajes y dándose tirones.
-¡Quitádmelos!-
aullaba, histérica.- ¡Quitádmelos!-.
-¡Está tratando de
arrancarse los vendajes!- exclamó Amalia, alarmada.- ¡Rápido, sedación!-.
-¡Quitádmelooooos!-
chilló Alara.
Un pinchazo en el
cuello la dejó atontada casi de inmediato.
-¿Qué le pasa?-
una voz masculina sonaba muy lejos.
-No lo sé. Se ha
despertado de repente…
Alara lanzó un
gemido de agonía, retorciéndose de dolor. ¿Por qué nadie lo veía? ¿Por qué
nadie la ayudaba? ¿Qué estaba pasando?
-Ayudadme-
gimoteó.- Quitádmelos…
Su voz se disolvió
en balbuceos incoherentes antes de perder la consciencia de nuevo.
Luz del día.
Desconcierto. Confusión. Por un momento, no supo dónde estaba. Luego se acordó.
A su alrededor sonaban voces.
Sintió de nuevo el
escozor. Y después el miedo. Abrió los ojos de golpe y se incorporó con un gemido.
Cuatro pares de
ojos se giraron de inmediato hacia ella, mirándola con alarma: Valeria,
Octavia, Alicia y Amalia. Alara les devolvió una mirada de confusión que pronto
se transformó en angustia al recordar lo que había sucedido. Con un gemido, se
sacudió la sábana de encima y se observó a sí misma con ansiedad.
Tenía los vendajes
perfectamente puestos, en su sitio. Aún así, el escozor y el leve cosquilleo
estuvieron a punto de hacerla entrar el pánico.
-Quitadme los
vendajes- dijo con voz ahogada.
Valeria se acercó,
preocupada.
-Alara, ¿estás
bien? Tuviste una pesadilla muy extraña anoche…
Pero no había sido
una pesadilla; Alara estaba segura. El terror aún le latía en el corazón. Y
aquel repugnante cosquilleo…
-Quitadme los
vendajes- repitió más fuerte. La voz le temblaba.
-Alara, no es
conveniente. Si te los quitamos ahora…
Los recuerdos eran
demasiado intensos, demasiado reales. La repugnancia, el miedo, el horror, el
asco… todo regresaba con espeluznante claridad a la mente de Alara. Sintió que
los ojos se le llenaban de lágrimas, que comenzaron a chorrearle por las
mejillas. Rompió a llorar.
-Valeria, por
favor, quítame los vendajes- sollozó.
Valeria la miró
con una expresión de incredulidad casi cómica. Alara nunca lloraba en
público. Jamás. Fue aquella desesperación, aquella pérdida de control, lo que
hizo que sacara unas tijeras y cortara en silencio los vendajes.
Alara temblaba
espasmódicamente mientras las vendas se iban retirando de su cuerpo. Poco a
poco, fueron dejando al descubierto la piel, y por fin pudo ver lo que había
debajo.
Nada. No había
nada, salvo un leve enrojecimiento residual. La piel estaba lisa y sana. Los
hematomas habían desaparecido y las heridas estaban ya completamente
cicatrizadas, con los puntos casi reabsorbidos. Una curación espectacularmente
rápida, y nada más.
Alara se dejó caer
en la camilla y volvió a sollozar, esta vez de puro alivio. Por primera vez,
comenzó a ser consciente de que era real, que lo anterior sólo había sido un
mal sueño, que estaba a salvo.
-Alara, ¿qué te
pasa?- preguntó Valeria, cada vez más preocupada.
-A… anoche tuve
una visión horrible- gimoteó Alara, aún conmocionada.- Tenía… oh, Emperador,
tenía la piel podrida, y los gusanos me corrían por el cuerpo, y… -se cubrió
los ojos con espanto al recordar la escena.
-Fue una
pesadilla, Alara- dijo Valeria con suavidad.
-¡No!- exclamó
Alara, angustiada.- ¡No lo fue! ¡Las pesadillas no duelen, y aquello me dolía!
¡Me dolía mucho! E incluso ahora lo recuerdo tan claro, tan… tan real…
Se estremeció.
Alguien llamó a la puerta del Rhino.
-Soy yo- dijo la
voz de Mathias.- ¿Ya ha despertado Alara? ¿Se encuentra mejor?-.
-¡Ah, tú!- exclamó
Valeria, indignada.- ¡Me vas a oír! ¿Qué es lo que le has hecho?-.
Mathias entró en
el Rhino con cara de sorpresa.
-¿Cómo que qué le
he hecho? ¿Le ha pasado algo? ¿Cómo está?-.
-Bien, aunque no
gracias a tu maldito suero- gruñó Valeria.- Podrías haber avisado de que sus
efectos secundarios provocaban alucinaciones. Lo que tuvo anoche fue un ataque
de nervios al creer que tenía gusanos por el cuerpo; casi se arranca las vendas
a zarpazos. Tendremos suerte si los arañazos no le dejan cicatriz-.
-¡Eh, un momento!-
se defendió Mathias.- ¡Mi suero no provoca ese tipo de efectos secundarios!-.
Valeria puso mala
cara.
-¿Estás seguro?
¿Cuántas veces lo has probado?-.
-Lord Crisagon
lleva más de un año usándolo en nuestras misiones. Admito que los efectos son
más fuertes que los de un suero normal; puede crear estados de confusión, e
incluso pérdida transitoria de consciencia. Pero jamás había provocado
alucinaciones, jamás. Alara, ¿no habrás tomado anfetaminas de combate, verdad?
¿O algún otro medicamento que afecte al cerebro?-.
-N… no- respondió
Alara con voz temblorosa, limpiándose las lágrimas de los ojos.
-¡Entonces, no lo
entiendo!-.
Alara se dejó caer
en la camilla, lanzando un hondo suspiro. Aquello la ayudó a calmarse un tanto.
Era consciente de que la horrible visión de la noche anterior no era real. Pero
también tenía claro que no había sido una simple pesadilla. Algo extraño había
pasado. De repente, recordó lo extrañamente mal que se había sentido dentro del
sótano, aquella sensación de náusea, de desagrado enfermizo, y la invadió el
malestar.
-Mathias- dijo de
repente.- ¿Qué sentiste anoche, en el sótano?-.
-Pues, ¿qué voy a
sentir? Por un lado me sentía como un idiota porque nos habían atrapado. Estaba leyendo los archivos que Lord Crisagon me había enviado sobre los antiguos cultos paganos de Vermix y la verdad es que me confié. Los bandidos se acercaron a hurtadillas, la oscuridad y la lluvia no nos dejaron percibirlos hasta que los tuvimos encima-.
-¿Es que no había nadie vigilando?-.
-Teóricamente Valeria, pero estaban vigilándonos y se aprovecharon de que tuvo un instante de descuido. Abrieron la puerta de repente y me apuntaron con una pistola en la cabeza, amenazando con matarme si no salíamos del coche sin oponer resistencia. Tuve el tiempo justo para apretar la runa de apagado de la placa de datos...
-Pero, ¿no sentiste nada raro?- insistió Alara.
-Bueno, estaba preocupado por ellas y por ti…
-¿No sentiste
náuseas? ¿Cómo una sensación de asco o de desagrado interior?-.
-Pues… -Mathias la
miró con expresión de desconcierto.- El sitio era bastante decrépito y
cochambroso, la verdad, pero de ahí a sentir todo eso…
Alara miró a sus hermanas.-¿Octavia?- inquirió.- ¿Valeria?-.
-Yo sólo me sentía avergonzada por haber bajado la guardia- reconoció la Hospitalaria, bajando la cabeza.- Pero no me sentí tan mal como tú. Supongo que te sentías bajo una gran presión mental al verte en la responsabilidad de rescatarnos...
Alara frunció el ceño. Sabía muy bien lo que había sentido.
-Octavia, ¿no dijiste que anoche habíais descubierto algo aterrador en el informe?-.
-Inquietante- intervino Mathias, adelantándose a la Dialogante.- Más que aterrador, yo lo llamaría inquietante-.
-¿Tienes el informe aquí? ¿Puedo leerlo?-.
-Eh… sí, claro. Anoche estuve redactando un resumen con toda la información esencial; ya lo he cargado en la placa de datos. ¿Vas a leerlo ahora
mismo?-.
-Dámelo- le pidió
Alara, tendiendo la mano.- Y mientras lo leo, ve a buscar al padre Bruno.
Tenemos que hablar con él.
Mientras Mathias
se marchaba, Alara abrió el documento y empezó a leer.
+++ HISTORIA
ANTIGUA DEL PLANETA VERMIX +++
INFORME SOBRE CULTOS ANTIGUOS - ERA PREIMPERIAL
AD 286.844.M40 - Misión
Inquisitorial en la Provincia de Prelusia, Continente de Kamrea en el Planeta
Vermix, Sistema Cadwen del Sector Sardan. Investigador Legado Inquisitorial
Mathias Trandor.
Archivo de Diligencias:
246805.S4.SAR1.CAD1.VER1 - Informe de Operaciones: 246805.MR.V1
Como consecuencia de las hipótesis formuladas por la Hermana
Redentora Alara Farlane sobre la amenaza latente que supone la pervivencia
entre la población nativa de veneraciones paganas, hemos organizado una
comisión de investigación conjunta entre el Adepta Sororitas y la Santa
Inquisición para verificar sobre el terreno la verdadera extensión de ese
remanente pagano y valorar su potencial para la gestación de cultos heréticos
que perturben el orden imperial, ya sea a nivel local o planetario.
Durante las primeras investigaciones, iniciadas en el Museo
Memorial de la Batalla de Marlav que sucedió hace 2.500 años durante la
conquista imperial de Vermix, hemos encontrado indicios sobre los antiguos
cultos nativos que originaron las actuales tradiciones paganas. Los vestigios,
tanto materiales como documentales, sobre el pasado preimperial reciente que
hemos estudiado en el lugar muestran que el remanente pagano presente en las
zonas más remotas es una amalgama de esos antiguos cultos, con diferentes grados
de distorsión y combinación de sus doctrinas según sea su localización
regional. Todo esto resta cohesión y coherencia a las actuales tradiciones
paganas nativas, pero no potencial para ser un peligro como caldo de cultivo
para herejías. Incluso hemos encontrado evidencias de tolerancia hacia
psíquicos emergentes autodidactas (brujos) que llegaron a constituir un
sacerdocio organizado en mayor o menor medida durante dicho pasado preimperial
reciente, aunque todo apunta a su erradicación tras la conquista imperial del
planeta por parte de la Eclesiarquía y la posterior conversión de las tribus
nativas.
Utilizando la base de datos existente en el Departamento de
Estudios Históricos del museo, con la autoridad que me confiere mi rango de
Legado Inquisitorial, hemos accedido a interesante información restringida
sobre la sociedad existente en el planeta hace 2.500 años y los cultos paganos
dominantes cuyo origen parece remontarse a 12.500 años atrás, según se
desprende de los archivos y registros a los que hemos tenido acceso. Aún han
quedado más datos por investigar, pero mi nivel de seguridad no me permite
acceder a ellos. A continuación resumo lo que hemos averiguado sobre dichos
cultos:
● Culto
de los Silicologistas:
- Su emblema era un
cráneo frontal rodeado de un círculo con dos flechas que simbolizan el
movimiento, que tiene grabado en la frente el binario 0110 (6) con dos
relámpagos que se cruzan tras el círculo.
- Se trata de un culto
filosófico aparentemente carente de psíquicos (aunque éstos podrían existir
como telépatas o con otra clase de poderes discretos) centrado en la veneración
del Arquitecto Nomológico.
- Su extensión geográfica
era variada, teniendo presencia mayoritaria en las Tierras Bajas pero también
siendo significativa en las Tierras Altas del continente Kamrea y otras
regiones del planeta Vermix.
- La principal actividad
del culto fue el suministro de artefactos y dispositivos de tecnología avanzada
a la nobleza nativa, tanto equipamiento de carácter convencional como máquinas
de inteligencia artificial.
- Su condena como
tecnoherejes se debió a su absoluta falta de ética al desarrollar dichas
inteligencias abominables, prohibidas por el Emperador al ser responsables del
estallido de la Era de los Conflictos.
- La investigación de sus
actividades por la Inquisición reveló que habían fabricado cientos de guerreros
robotizados autónomos con apariencia humana y vestidos como soldados
prelusianos. Éstos monstruos metálicos con piel sintética dotados de
inteligencia abominable lucharon como fuerzas de élite durante la Guerra de
Sometimiento a la autoridad imperial, siendo confundidos como soldados humanos
entonces.
- No sólo fueron capaces
de fabricar guerreros robotizados con inteligencia abominable, también existen
evidencias de la creación de siervos robotizados con apariencia humana para
realizar cualquier función, de forma similar a nuestros Servidores pero
basándose en un sistema biónico en lugar de ser orgánico.
- Sin embargo, los
silicologistas lograron ocultar todo durante mucho tiempo tras la dominación
imperial a pesar de los indicios existentes en forma de testimonios, que fueron
recogidos entre los miembros de la Guardia Imperial que participaron en la
conquista y pacificación de Kamrea. Estos testimonios hablaban de adversarios
prelusianos extensamente modificados con implantes biónicos capaces de resistir
mucho daño y mostrar una fuerza sobrehumana, por lo que pasaron desapercibidos
durante muchos siglos ante las autoridades imperiales hasta el Incidente
Inhumano[1],
hace 1.500 años, que descubrió la verdad.
- Las fuerzas imperiales,
bajo dirección Inquisitorial, realizaron una violenta purga de Replicados
(nombre que recibieron éstos falsos humanos) durante más de 500 años. En el
proceso, tras arduas pesquisas y laboriosos escrutinios, se descubrió que los
silicologistas eran los responsables de tales aberraciones y se procedió a su
persecución sistemática para acabar con sus creaciones y sus prácticas impías.
Hoy día se considera el culto extinto, dado que estaba formado por sólo unos
cientos de miembros elegidos (el resto de iniciados ejercían como ayudantes o
supervisores de sus secretas factorías automatizadas) que fueron debidamente
purgados tras metódicas investigaciones. Sólo una minoría de tecnoherejes fue
perdonada al renegar de sus prácticas y aceptar integrarse dentro del Culto
Mecánico como adeptos.
● Culto
de los Deomecanicistas:
- Su emblema eran dos
ruedas dentadas superpuestas (negra y blanca) que enmarcan un cuadrado a su vez
dividido en dos triángulos, dentro de los cuales aparece un Alfa (superior) y
un Omega (inferior).
- Se trata de un culto filosófico
caracterizado por practicar la hechicería combinada con la tecnología en una
blasfema comunión desarrollada por psíquicos llamados tecnomagos que adoran al
Metagnóstikos.
- Su extensión geográfica
era variada, teniendo presencia mayoritaria en las Tierras Altas pero también
siendo significativa en las Tierras Bajas del continente Kamrea y otras
regiones del planeta Vermix.
- La principal actividad
del culto era la investigación de fenómenos psíquicos y la creación de
artefactos capaces de aprovechar las energías disformes que recorren la red
telúrica planetaria para reproducirlos.
- Se conocen algunas de
sus blasfemias tecnológicas por los relatos de los soldados imperiales que se
enfrentaron a ellas, como son el Cañón Disforme y el Rifle Abrasador. Otros
artilugios conocidos no son militares pero su naturaleza es igual de extraña,
como son los llamados Anima Mori y Ostium Dimensiva.
- Su organización era
bastante jerárquica y compleja, con los tecnomagos en la cúspide dirigiéndolo
todo y los tecnosiervos en la base trabajando como obreros en sus
talleres-laboratorio con un cuerpo central de tecnoguardias que hacían las
veces de guardaespaldas y operarios de sus impíos ingenios militares.
- La condena y
persecución de este culto fue inmediata a la derrota de sus protectores y
clientes, la vil nobleza nativa corrompida por el largo aislamiento del planeta
y la degeneración de sus costumbres, tras la victoriosa Guerra de Sometimiento
que incorporó a Vermix dentro del Imperio Galáctico. Pero la purga no se centró
únicamente en los cultistas sino que se extendió a muchos de sus antiguos
benefactores, de tal modo que su blasfema tecnología fue rastreada y confiscada
para su estudio y destrucción.
- Durante cien años
fueron combatidos en las Tierras Bajas mientras eran asediados sus bastiones de
las Tierras Altas. Expulsados los supervivientes a las montañas, mantuvieron
una guerra de desgaste a lo largo de 300 años utilizando hordas de
tecnoesclavos incubados en laboratorios o extraídos de entre la población
nativa (hay divergencia sobre su naturaleza, pero parece ser que se trataba de
mutantes o algo más extraño... los registros sobre el tema están restringidos),
que causaron muchos estragos.
- Finalmente, tras
numerosos bombardeos orbitales sobre las zonas montañosas que les servían a
modo de refugio, parece que su actividad bélica desapareció. Probablemente los
últimos talleres-laboratorio no resistieron el poder combinado de la Guardia
Imperial y la Armada Imperial, quedando neutralizados. Tras medio siglo de
elaboradas investigaciones, el último tecnomago conocido fue capturado y
ejecutado. Con este acontecimiento se dio por erradicada definitivamente ésta
tecnoherejía, aunque todavía permaneció activo un dispositivo inquisitorial de
vigilancia durante 50 años más para asegurarse que no resurgía.
● Culto
de los Vermisionarios:
- Su emblema es un gusano
de la especie Dinovermis que se muerde la cola mientras adopta la forma del
símbolo matemático de infinito. Éste vermiboros
aparece de color verde y encerrado en un círculo azul.
- Se trata de un culto
religioso organizado, dominado por una casta sacerdotal de psíquicos y un
cuerpo de acólitos a su servicio, con lugares específicos para la devoción en
los pantanos cercanos a cada una de las poblaciones con presencia de creyentes,
siendo sus templos-fortaleza centros de peregrinación.
- Su extensión geográfica
se limita a las Tierras Bajas, dónde era la religión dominante entre las gentes
nativas de esas regiones tanto en el continente Kamrea como en otras partes del
planeta Vermix.
- La doctrina religiosa
se centraba en la adoración animista de los Dinovermos como poderosos heraldos
del Gran Padre de la Fausta Providencia y su consorte, la
Madre de Todas las Cosas. Ambos dioses no tienen representación propia, sino
que vienen simbolizados por el vermiboros
como tótem conjunto.
- Un rasgo característico
del culto era la posibilidad de servir al Padre formando una guardia ocupada de
proteger a los sacerdotes (Guardia Vermisionaria) o a la Madre como sanadoras
(Observancia Vitalista).
- Su práctica más habitual
era la ofrenda de objetos cerámicos para obtener augurios y bendiciones, así
como paliativos para la enfermedad y aflicción habituales entre las gentes
humildes o las zonas rurales. Su ritual más importante era la entrega a los
sacerdotes de los difuntos, que eran ofrecidos en sacrificio a los Dinovermos
para que los llevaran ante el Gran Padre para ser juzgados: aquellos que eran
dignos se encarnarían de nuevo como Elegidos con la señal del Gran Padre (es
decir, como psíquicos), mientras que los indignos renacerían como Dinovermos
por mediación de la Madre para purgar sus pecados en un largo servicio como
heraldos del Padre y volver a encarnarse como humanos normales tras su muerte.
- El culto fue condenado
por paganismo al iniciarse la campaña militar de sometimiento, por lo que en
vez de perseguirse (como sucede con los cultos blasfemos) se procedió a
evangelizar a la población adepta al mismo mediante misiones eclesiásticas,
buscando llevar la luz imperial a los supersticiosos nativos. La tarea resultó
difícil por lo arraigado de sus creencias paganas y hubo violentos
enfrentamientos cuando se realizó la persecución y purga de los sacerdotes por
su condición de psíquicos no autorizados, y por la necesidad de quebrantar la
estructura que cohesionaba su religión. Tras 2.500 años, todavía existen
numerosos remanentes de éste culto pagano entre los habitantes de las zonas
rurales más remotas.
● Culto
de los Sauriosicarios:
- Su emblema es un saurio
rampante de la especie Carnosaurida, de color negro sobre un triángulo rojo
invertido rodeado de tres triángulos dorados nacidos de sus aristas, formando
todos un triángulo mayor.
- Se trata de un culto
religioso organizado, dominado por una casta de sacerdotes-guerreros conocidos
como Mirmidones, con un cuerpo de acólitos fanáticos y una extensa legión de
aguerridos iniciados.
- Su extensión geográfica
se limita a las Tierras Altas, dónde era la religión dominante entre las gentes
nativas de esas regiones tanto en el continente Kamrea como en otras partes del
planeta Vermix.
- La doctrina religiosa
se centraba en la veneración del Gran Saurio, llamado Gorgonon, dios del fuego
y la fuerza. Consideraban al Carnosaurio como su avatar en las llanuras y al
Dracosaurio como su avatar en las montañas. Sus seguidores están consagrados a
una vida nómada guerrera basada en el saqueo, en el caso de las llanuras, o una
vida sedentaria belicosa basada en la metalurgia para los montañeses.
- El culto fue condenado
por paganismo al iniciarse la campaña militar de sometimiento, por lo que en
vez de perseguirse (como sucede con los cultos blasfemos) se procedió a
evangelizar a la población adepta al mismo mediante misiones eclesiásticas,
buscando llevar la luz imperial a los supersticiosos nativos. Su valor como
feroces guerreros fue apreciado por las autoridades imperiales como cantera de
soldados.
- La violenta resistencia
a la conversión de sus miembros hace que éste culto todavía hoy siga vigente.
Alara se mordió el
labio inferior. No era una experta en conocimientos acerca de la Disformidad
como Octavia, pero gracias a su adoctrinamiento en sus tiempos de novicia sabía
lo suficiente como para saber que el culto Vermisionario, al que había
pertenecido aquella fortaleza, poseía elementos siniestros. Culto a un dios
cuyo heraldo eran los gusanos… que los fieles acudieran a él para buscar el
remedio a la agonía de la enfermedad… y aquel horrible sueño, aquella terrible
alucinación en la que había contemplado su cuerpo supurante y tumefacto ser
devorado por gusanos…
-Octavia-
murmuró.- Tú has leído este informe igual que yo, sabes lo que soñé. ¿Qué crees
que significa esto? ¿Crees que los Vermisionarios eran… malignos?-.
Octavia vaciló
durante unos instantes, tratando de escoger las palabras.
-No es más que una
suposición, por supuesto, pero si los Vermisionarios tuvieran que estar
influidos por alguno de los Poderes Ruinosos, sin lugar a dudas yo apostaría
por Nurgle. El demonio de la enfermedad y la podredumbre-.
Valeria la miró
con inquietud.
-Octavia, ¿estás
segura de eso? ¿No crees mucho más probable que la veneración a los gusanos se
deba simplemente a que son unas criaturas inmensamente poderosas y endémicas en
este planeta? Además, la enfermedad ha preocupado a todas las sociedades
humanas desde que el mundo es mundo, y si los sacerdotes del Gran Padre y las
sacerdotisas de la Madre de Todo eran psíquicos, ¿acaso es tan extraño que
fueran capaces de remediar algunas dolencias?-.
-Sería lo más
lógico- respondió Octavia.- De no ser por la pesadilla, o alucinación, que ha tenido
Alara-.
-Alara sufre
pesadillas desde hace años- objetó Valeria.
-Cierto- convino
Alara, malhumorada.- Pero nunca he soñado algo así. Nunca, jamás. Mis
pesadillas siempre tienen que ver con la Masacre de Galvan y la muerte de mi
familia-.
-Y en cuanto al
malestar, ¿cómo sabéis que no se debió tan sólo al hecho de estar sufriendo una
situación de gran tensión emocional?-.
-Eso lo
descubriremos en seguida- dijo Alara, al escuchar pasos que se acercaban. Pocos
segundos más tarde el padre Bruno entró en el Rhino, seguido de Mathias.
-¿Me llamaba,
hermana Alara?- preguntó Bruno.- ¿Qué quería?-.
Alara se dio
cuenta de que el joven sacerdote parecía pálido y cansado.
-¿Se encuentra
bien, padre?- quiso saber.
-Sí, eh… bueno, en
realidad… La verdad es que no he pasado muy buena noche. Tengo náuseas y no he
podido dormir bien; a decir verdad, cuando el Legado ha venido a buscarme
estaba pensando en pasarme a verlas a ustedes, hermanas hospitalarias, para
pedirles un remedio-.
-Faltaría más-
dijo Valeria, dándose la vuelta para buscar un frasco.- ¿Desde cuándo sufre
estos síntomas, padre?-.
-Pues… -Bruno se
rascó la tonsurada coronilla, pensando.- La verdad es que, es curioso, me
empecé a encontrar mal al poco de entrar en la fortaleza. Y así llevo desde que
llegamos-.
La mano de Valeria
se quedó inmóvil en el aire, a medio camino hacia el frasco.
-¿Lo veis?-
preguntó Alara en voz baja,- Él también lo ha sentido-.
-¿Sentir el qué?-
preguntó Bruno.
-¿Qué opina de
Shantuor Ledeesme, padre?- replicó Alara.
El padre Bruno parecía cada vez más desconcerado, pero respondió a la pregunta.
El padre Bruno parecía cada vez más desconcerado, pero respondió a la pregunta.
-Pues… me parece
un lugar perdido y abandonado. En muy mal estado, sí. Y a pesar de todo, se
mantiene en pie con una solidez sorprendente. Aún así, debo reconocer que
semejante estado de abandono y decadencia me desagrada sobremanera, y algunos
lugares son tan sórdidos que hasta me dan escalofríos. Me sentiré muy
satisfecho cuando podamos proseguir nuestro camino-.
Mathias se cruzó
de brazos.
-Ya veo por dónde
vas, Alara. Pero, ¿cómo sabéis que lo que ha afectado a Bruno es lo mismo que
te ha afectado a ti? Podría ser algún alimento en mal estado, un virus o alguna
bacteria fruto del ambiente húmedo e insalubre de los pantanos…
-No ha podido ser
ninguna de las dos cosas- repuso Valeria, preocupada.- Se le ha servido el
mismo rancho a todo el mundo, y a nadie le ha sentado mal. En cuanto a la
supuesta enfermedad del pantano, ¿por qué sólo ha afectado al padre Bruno? Ni
uno solo de los Guardias Imperiales han venido quejándose de síntomas como los
que nos ha descrito. Y tan cierto como que el Emperador se sienta en el Trono
que si hubieran podido encontrar alguna forma de alegar enfermedad para
escaquearse de algunas guardias, lo hubieran hecho-.
-¿Y por qué crees
entonces que está afectado él?-.
-Por lo mismo que
estoy afectada yo- dijo Alara en voz baja.- En
Shantuor Ledeesme hay algo extraño, algo maligno. Yo lo he percibido, y el
padre Bruno también-.
-¿Y de dónde crees
que procede? ¿De algún tipo de brujería psíquica? ¿De los Poderes Ruinosos?
¿Por qué solamente os está afectado a Bruno y a ti? Octavia y Valeria son tan
devotas como vosotros y no han percibido nada sobrenatural…
-No creo que tenga nada que ver con la devoción- dijo Octavia en voz baja.- Una de las bendiciones que nos otorga el Emperador gracias a nuestra devoción es la resistencia a los poderes psíquicos y la inmunidad a las perturbaciones que provoca la presencia demoníaca. Tiene que ser otra cosa...
Alara tragó
saliva. De repente, los pelos se le pusieron como escarpias.
-Nadie más ha
tenido esas… horribles alucinaciones; sólo yo. ¿Por qué? ¿Por qué me ha pasado
a mí? ¡Si se trata de una especie de… de influjo de los Poderes Ruinosos, eso
significa que han… han entrado en mi mente! ¡Se han metido en mi
cabeza!-.
La idea le pareció
tan espantosa, tan aterradora, que los ojos se le llenaron de lágrimas y un
sollozo escapó de su garganta, por segunda vez en aquel día.
-¿Alara?- dijo
Mathias, alarmado.- ¿Qué te pasa?-.
-¿Qué qué me pasa?
¡Ese influjo impuro ha entrado dentro de mi cabeza!- de repente, volvía a
sentirse tan mareada y enferma como cuando estaba recorriendo el sótano de la
fortaleza; enferma de asco. Aquellos gusanos habían estado de verdad allí,
aunque no era su cuerpo por donde habían reptado, sino por su mente.- ¡Ha
intentado corromperme! ¡Ha intentado mancillarme!- sus ojos asustados se
volvieron al padre Bruno con una expresión despavorida.- ¡Por favor, padre,
ayúdeme! No d… d… deje que vuelvan a tocarme…
La voz se le
quebró en un gemido. Mathias estaba tan atónito como espantado por la reacción
de Alara y no supo cómo actuar, pero Bruno se hizo cargo de la situación de
inmediato. Se acercó con rapidez a Alara, la tomó de la mano y trazó el símbolo
del águila en su frente, murmurándole palabras tranquilizadoras.
-Tranquila. Hija,
serénate; el mal no ha mancillado tu cuerpo ni ha corrompido tu mente; tu alma
sigue estando inmaculada. Reza conmigo si quieres; reza, y te santificaré con
el signo de pureza-.
Alara aferró las
manos del padre Bruno y comenzó a rezar a la par con él una plegaria con voz
frenética, a la que pronto se unieron las demás Sororitas. Al cabo de unos
segundos, incluso Mathias se unió a la oración, aunque su rostro revelaba a las
claras que se sentía fuera de lugar y no alcanzaba a comprender la reacción de
Alara ni lo que estaba pasando. En otra ocasión, aquello hubiera sido una nueva
fuente de inquietud para Alara; una nueva constatación del abismo que, como
Sororitas, la separaba de Mathias, aunque en otras cuestiones estuvieran tan
compenetrados. Pero en aquellos momentos esa era la última de sus
preocupaciones; la aterradora sensación de haber sido alcanzada por un poder
impío era demasiado intensa, demasiado brutal. Una Hermana de Batalla no temía
al dolor, al sufrimiento ni a la muerte; su único verdadero temor era fallarle
al Dios Emperador, dejar de ser digna a sus ojos. Y eso era algo que podía
pasar si, voluntariamente o no, sucumbían a la corrupción.
Sin embargo, la
oración y la bendición del padre Bruno surtieron efecto. Poco a poco, Alara
dejó de llorar y rezar, y algo parecido a la calma volvió a llenarle el
corazón. Al cabo de unos segundos, se dio cuenta de la causa: en aquella ocasión,
lejos de los sórdidos y oscuros sótanos, acompañada por Bruno y Mathias y
rodeada de sus hermanas, había vuelto a sentir que el Emperador la escuchaba,
que seguía con ella, que permanecía el vínculo imperecedero entre sus almas.
Agarró con la mano su Rosarius, llena de un bendito alivio.
“No quiero
fallarte”, pensó, haciendo rodar las cuentas entre sus dedos y llevándose el
icono a los labios. “No quiero alejarme de tu lado, quiero ser digna a tus
ojos, no quiero fallarte jamás. Tú eres mi padre y mi guardián; protégeme, te
lo ruego. Protégeme contra el mal que habita en este lugar y concédeme
sabiduría para reconocerlo y fuerza para derrotarlo”.
Después de aquella
plegaria silenciosa, abrió los ojos.
-Gracias, padre
Bruno- susurró.- Gracias a todos. Ahora me siento mejor-.
El sacerdote le
palmeó la mano con ademán paternal.
-No te inquietes
más, hermana. Sea lo que sea lo que acecha aquí, tu alma es mucho más fuerte.
Jamás podrá mancillar tu pureza si no permites que lo haga. El Emperador está
contigo; el Emperador protege-.
Alara le dedicó
una débil sonrisa.
-El Emperador
protege- repitió.
[1] Incidente Inhumano:
durante la realización de una operación policial contra el crimen organizado en
Prelux, se descubrió que los miembros de una peligrosa banda carecían de
identidad civil y antecedentes familiares en los registros imperiales como si
hubieran vivido siempre al margen de la sociedad imperial (algo frecuente entre
los habitantes de las zonas remotas dónde los censores rara vez llegan para
hacer el recuento poblacional) o éstos hubieran sido borrados. Un veterano
agente de la policía imperial, encargado de elaborar las fichas policiales, se
percató de que uno de los detenidos ya había sido fichado antes por sus
delitos... hacía más de 300 años. Aunque usaba otro nombre, las huellas
dactilares y los rasgos faciales coincidían. Sospechando que el detenido
consumía drogas revitalizadoras (que alargan la vida y frenan temporalmente el
envejecimiento), el agente encargó un análisis de sangre tanto para el inmortal
delincuente como para los otros. La sorpresa fue absoluta cuando resultó que
todos ellos tenían una coincidencia genética del 99% como si fueran hermanos y
no había traza alguna de drogas revitalizadoras. Puesto el asunto en manos de
la Inquisición fue posible descubrir que se trataba de falsos humanos con un
esqueleto metálico y órganos artificiales cubiertos de piel sintética. Los así
llamados Replicados no necesitaban comer ni respirar ni otra función vital
humana para funcionar, pues tenían células de energía recargables de larga
duración (similares a las bobinas de potencia que usan los Tecnosacerdotes) y
un sistema locomotor mecánico que les proporcionaba fuerza y velocidad
sobrehumanas, así como una mente artificial que potenciaba enormemente su
inteligencia. Como puede deducirse, éstas abominaciones ofrecieron una violenta
resistencia a los intentos de ser estudiados por la Inquisición y por sus
acólitos del Culto Mecánico, que empezó a manifestarse en la propia comisaría
de la policía imperial cuando se percataron de que habían sido descubiertos,
llegando a matar a sesenta agentes antes de ser neutralizados.