A.D .844M40.
Morloss Sacra (Vermix), Sistema Cadwen, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.
+++ INFORME
RESERVADO +++
Anno Domini 844.M40 - Archivo de Diligencias: 246805.S4.SAR1.CAD1.VER1 -
Informe de Operaciones: 246805.MR.V1
Asunto: Hermana Redentora Alara Farlane - Nivel
de Seguridad: 7 - Documento encargado por el Inquisidor General Aeneas
Crisagon, Ordo Xenos, y el Interrogador Legado Taddeus Damaris, Ordo Hereticus.
Taddeus
Damaris: Atención, probando servocráneo de escritura automática... correcto. A
fecha 302.844.M40, yo Taddeus Damaris, Interrogador Legado del Ordo Hereticus
por nombramiento del Inquisidor General Darius Ravenstein, me dispongo a
presidir la reunión mixta de los ordos Xenos y Hereticus cuyo primer y único
orden del día es esclarecer el origen de las visiones premonitorias de Alara
Farlane, Hermana Militante Redentora de la Orden de la Rosa Ensangrentada del
Adepta Sororitas. A la reunión asisten las siguientes personas, que por medio
de su asentimiento dan testimonio de su presencia y juran guardar secreto de
todo lo que aquí se diga so pena de los castigos establecidos por las leyes imperiales
y la Santa Inquisición. Melacton Kyrion, Interrogador Legado del Ordo Xenos.
Kyrion:
Sí.
Damaris:
Mathias Trandor, Investigador Legado del Ordo Xenos.
Trandor:
Sí.
Damaris:
Syrio Dryas, Investigador Legado del Ordo Hereticus.
Dryas:
Sí.
Damaris:
Aurelius Lebereth, Archidiácono de Morloss Sacra.
Lebereth:
Sí.
Damaris:
Bruno Drayven, Predicador Apostólico y Nuncio del Obispado.
Drayven:
Sí.
Damaris:
Magíster Baltazhar Astellas, Psíquico Autorizado del Ordo Hereticus.
Astellas:
Sí.
Damaris:
Magíster Dymas Molocai, Psíquico Autorizado del Ordo Xenos.
Molocai:
Sí.
Damaris:
Certificada la asistencia de los presentes, da comienzo a la reunión. Bien, creo
que todos disponen del informe preliminar redactado por el Legado Dryas, ¿no es
así?
*murmullos
de asentimiento*
Damaris:
En ese caso, llamo a declarar al Magíster Astellas. Magíster, ¿qué resultados
arroja el sondeo psíquico de la hermana Alara?
Astellas:
En primer lugar, quisiera dejar claro que el sondeo psíquico se realizó con la
asistencia de la hermana Dialogante Octavia Branwen, que supervisó todo el
proceso con su Auspex Psíquico. En el anexo número uno del informe Dryas podrán
encontrar las lecturas. Los resultados del sondeo preliminar son... curiosos.
Damaris:
¿Curiosos? Explíquese, Magíster.
Astellas:
Ni la hermana Octavia ni yo pudimos detectar señal alguna de corrupción en el
alma de la hermana Alara. Tampoco observamos marca psíquica o física alguna que
delatara contacto con la Disformidad. Asimismo, puedo certificar que la hermana
Alara no es una psíquica en ciernes ni emergida; su canal mental a la
Disformidad está cerrado.
Damaris:
Así que no es psíquica, ni está corrompida, ni ha sido tocada por la
Disformidad... pero ha manifestado en varias ocasiones capacidades proféticas,
¿no es así? ¿Cómo explica usted este punto, Magíster Molocai? Usted es un vidente
autorizado.
Molocai:
En primer lugar quisiera explicar, para los legos en la materia, en qué
consiste la videncia. Esta disciplina psíquica, también llamada precognición,
permite determinar los acontecimientos futuros e inmediatos. Existen dos clases
de videntes, los activos y los pasivos. Un vidente activo es capaz de manipular
a voluntad la Disformidad para ver los acontecimientos futuros, recurriendo a
diversos métodos como puede ser una lectura del Tarot Imperial. Los videntes
pasivos tienen sus visiones involuntariamente, por lo general mientras duermen
o están inconscientes, si bien se han dado casos de quienes las han tenido
estando despiertos. Según el informe del Legado Dryas, la hermana Alara ha dado
muestras de poseer el don de la videncia pasiva a un nivel medio-alto, a juzgar
por el realismo y el detalle del sueño profético que tuvo en Morloss Sacra. También
ha tenido numerosas manifestaciones precognitivas menos espectaculares pero
igualmente decisivas; por ejemplo, cuando intuyó algo extraño tras las
supersticiones locales, o cuando adivinó cuál era el destino de los brujos liberados
en la prisión de Isla Cráneo. También ha tenido intuiciones, como su
ocurrencia acerca de la vacuna, que casi podrían considerarse chispazos
clarividentes.
Trandor:
O muestra de un gran sentido común, si se me permite comentarlo. Como ya le
dije al Legado Dryas cuando mencionó esta cuestión, yo mismo podría haber
deducido que los bioterroristas estaban vacunados, de haberme encontrado allí.
Dryas:
Y como yo le respondí, Doctor Trandor, habría sido perfectamente lógico
atribuirlo a una mera deducción afortunada... si lo observamos como un hecho
aislado. Pero en el caso de la hermana Alara, no ha sido más que otro punto en
una larga lista. Una lista que, por cierto, comienza con la idea misma de
organizar la expedición del Ordo Xenos, y continúa con la sugerencia de
pernoctar en Shantuor Ledeesme cuando conducían bajo la tormenta monzónica. Y,
por lo que se ve, aquello fue sólo el principio. ¿Qué hay de la pesadilla que
sufrió la hermana en Shantuor Ledeesme, Magíster Molocai? ¿Fue otra señal de Videncia?
*Molocai
y Astellas se miran de reojo. Breve pausa de silencio*
Molocai:
Me temo que no, Interrogador.
Astellas:
Creemos que fue algo completamente diferente. La hermana Octavia nos expuso una
teoría, que por cierto se le ocurrió al Legado Mathias Trandor.
Trandor:
En realidad sólo se trata de una hipótesis...
Astellas:
Con grandes indicios de verosimilitud. En principio, es lo único que encaja,
teniendo en cuenta que, a pesar de los dones que ha mostrado, la hermana Alara
no es psíquica. Según la teoría del Legado Trandor, avalada por la hermana
Octavia y también por nosotros, la pesadilla que sufrió la hermana Alara, en la
que vio gusanos vivos brotando de sus heridas, fue un intento de posesión
fallido.
*Exclamaciones
de sorpresa y horror*
Lebereth:
¿¿Un intento de posesión??
Drayven:
Por el bendito Trono de Terra...
Trandor:
¡Eso no es exactamente lo que yo dije! Creí que fue un intento de corrupción...
Astellas:
Para el caso es lo mismo, Doctor. El demonio intentó penetrar en su mente y
hacerse con el control. Eso hubiera tenido como consecuencia la corrupción
inevitable del alma, y cualquier experto en la materia lo calificaría de posesión.
El motivo está claro: aunque la hermana Alara no sea psíquica, su potencial es
muy alto. 6‘8 según la lectura de Auspex; eso la habría convertido en una
poderosa Delta, o incluso en una Gamma de baja potencia. Sin duda, era el
miembro de la expedición con mayor potencial, y teniendo en cuenta que no había
psíquicos en el grupo, el demonio se fijó en ella. Intentó entrar en contacto
con su mente, infectar su alma y tomar el control... pero la hermana Alara lo
rechazó. Los gusanos con los que soñó eran el símbolo onírico del poder demoníaco siendo expulsado de su cuerpo. Permítanme señalar, pues lo considero importante, que tal hazaña es
señal de una fortaleza increíble. La hermana Alara estaba herida, sedada e
inconsciente, pero su voluntad, su pureza y su fe son de tal magnitud que la
hicieron capaz, incluso a nivel subconsciente, de percibir lo que estaba
pasando y rechazar al demonio. Es eso, más allá de toda duda, lo que me hace
estar seguro de que los dones que ha manifestado esa mujer no tienen un origen
impío.
Kyrion:
Disculpen, pero creo que no les sigo. Vamos a ver... dicen ustedes que la
hermana Alara ha dado muestras de Videncia, pero afirman que no es una psíquica
y que fue capaz de rechazar todo intento de corrupción demoníaca. ¿Me quieren
decir entonces cómo es posible que tuviera esas... intuiciones, o sueños, o
como quieran llamarlas?
Astellas: Creo que ahora entiende por qué he dicho al principio que
los resultados de nuestra investigación podían calificarse de “curiosos“.
Kyrion:
¡Pero tiene que haber alguna explicación!
Drayven:
Si no les importa... como erudito de la Eclesiarquía, yo podría tener una.
Damaris:
Hable, padre Bruno. Le escuchamos.
Drayven:
Bien, en primer lugar, permítanme citarles un antiquísimo axioma terrano: “Una
vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, es la
verdad“. En este caso, nos encontramos con una hermana del Adepta Sororitas que
muestra raptos de clarividencia y precognición. Sin embargo, no hay huellas de
emersión psíquica, ni tampoco de influencia o corrupción Disforme. Sólo nos queda
una opción, que unida a la fe y la devoción de una Hermana de Batalla es lo más
factible: la hermana Alara es una profetisa del Emperador.
*Breve
silencio*
Kyrion:
¿Una qué?
Lebereth: ¡Por supuesto que sí! ¡Todo encaja!
Drayven:
Si me permite, venerable archidiácono... Creo que todos los aquí presentes saben
lo que es un Acto de Fe. La gente común los llama milagros. Todas las Adepta
Sororitas tienen la facultad de manifestar su Fe Pura en forma de prodigios; la
hermana Alara no es una excepción. Algunos sacerdotes de la Eclesiarquía
también muestran esa capacidad; las llamadas Letanías de Fe pueden producir
milagros si quien las invoca es tan puro y justo que un fragmento de su alma
está en comunión con la del Dios Emperador. En múltiples ocasiones, a lo largo
de la historia de nuestro Imperio, han existido hombres y mujeres piadosos que,
en momentos de grave necesidad, han sido elegidos por el Divino Emperador para
ser instrumento de su voluntad. Para poder actuar en el mundo.
Damaris:
¿Se refiere a los Santos de Vida?
Lebereth:
¡Una Santa en Vida! ¡Loado sea el Emperador! ¡Una Santa en mi archidiócesis!
¡En verdad es un milagro!
Damaris:
Archidiácono, por favor, le ruego calma. Estamos intentando dilucidar...
Trandor:
Esperen un momento, ¡esto es absurdo! ¿Una Santa en Vida? ¡Por amor del
Emperador! ¿Acaso han visto a la hermana Alara levitar en el aire con alas de
luz a la espalda y palomas revoloteando a su alrededor?
Dryas: ¿Acaso no es mera iconografía?
Dryas: ¿Acaso no es mera iconografía?
Damaris:
No, no lo es. Tengo entendido que los pocos casos documentados de Santos en
Vida realmente tienen un apoteosis, en el sentido más puro del término.
Drayven:
Así es. Las crónicas eclesiásticas cuentan que uno de los casos más recientes,
Santa Celestine, surgió de la Capilla del Corazón Ardiente levitando en medio
de un divino resplandor, atendida por querubines y palomas. Sostenía en su mano
una espada recubierta de pétalos perfumados, y su arma y armadura eran tan
brillantes que nadie podía mirarla directamente. Cuando combatía, dos alas de
luz brillaban a su espalda haciéndola volar como los ángeles, y tan sólo con
mirarla los herejes y los blasfemos caían fulminados. Su espada flamígera
abatía a los enemigos por millares. La hermana Alara no ha mostrado ni de lejos
un poder semejante.
Trandor:
¡Desde luego que no!
Drayven:
Sin embargo, no todos los elegidos del Emperador son Santos en Vida, la mayoría
muestran capacidades especiales, más poderosas aún que los propios Actos de Fe.
Un ejemplo de ello es el mismísimo Sebastian Thor, así como Euphrati Keller, la
primera santa conocida. También tenemos a Santa Aspira -que, por cierto, fue
Canonesa de la misma Orden a la que pertenece la hermana Alara-, a los santos
Capilene y Josmane... todos ellos tienen algo en común: a lo largo de sus
vidas, el Dios Emperador de la Humanidad los eligió para ser recipientes de su
divina voluntad, intermediarios en los cuales hizo brillar su luz y por medio de
los cuales se sirvió para actuar en el mundo. Muchos de ellos fueron Profetas,
capaces de tener visiones e intuiciones inspiradas por el Emperador. Creo que
la hermana Alara es uno de ellos.
Lebereth:
¿Y no la convierte eso en una santa? ¡Todos los ejemplos que ha mencionado son
santos imperiales?
Trandor:
Proclamados como tales después de su muerte.
Damaris:
Calma, por favor. Archidiácono, incluso asumiendo que el padre Bruno esté en lo
cierto, creo que todos estamos de acuerdo en que la hermana Alara no es una
Santa en Vida. No ha tenido un apoteosis como tal, y si es así, el Emperador
tendrá sus motivos.
Drayven:
Además, sólo un cónclave conjunto de la Eclesiarquía y la Inquisición tiene la
potestad de proclamar a alguien Santo en Vida.
Lebereth:
¿Y qué es esta reunión, entonces?
Drayven:
Ese tipo de cónclaves están compuestos por obispos e inquisidores de los tres
Ordos; gente de rango mucho más alto que el nuestro. Y además, las
deliberaciones pueden durar semanas, e incluso meses. Lo lamento, archidiácono,
pero ninguno de los aquí presentes tenemos potestad para proclamar la santidad
de nadie. Y además, el Legado Trandor y el Interrogador Damaris tienen razón;
la hermana Alara no ha tenido ningún apoteosis.
Damaris:
Magíster Astellas, Magíster Molocai, ¿qué opinan de la hipótesis del padre
Bruno?
Molocai:
Es factible. No se me ocurre ninguna otra alternativa. Eso explicaría por qué
ella no es capaz de controlar cuándo y cómo tiene las visiones. Y también por
qué no hay huella de corrupción o poder psíquico alguno.
Damaris:
Pero, ¿por qué elegirla a ella? ¿Acaso no es usted vidente, Magíster Molocai?
¿Por qué el Emperador no lo ha elegido a usted?
Molocai
(tras una breve reflexión): Mi fe en el Emperador es grande, pero no alcanza la
excepcional pureza y devoción de una Hermana de Batalla. La fe de las Sororitas
es total y absoluta, está más allá de lo que los fieles ordinarios pueden
alcanzar. Uno de los inconvenientes de ser un psíquico es que nunca podemos
bajar la guardia. Nuestra mente es una puerta a la Disformidad, y del mismo
modo que nosotros podemos extraer su poder, al otro lado puede haber quienes
intenten manipularnos. El entrenamiento y los sellos arcanos de protección nos
protegen hasta cierto punto, pero no son infalibles. En cambio, la hermana
Alara tiene esa puerta cerrada, y encima su fe es un escudo para su alma. Es
prácticamente imposible que los Poderes Ruinosos la manipulen, o vicien de
alguna manera los mensajes que el Emperador le quiera transmitir.
Astellas:
Lo que el Magíster Molocai quiere decir es que el Emperador, cuando quiere
actuar directamente en el mundo, busca un canal libre de interferencias, que
está abierto sólo para él. La Fe es su único canal para comunicarse con la
hermana Alara, el único camino hasta su alma, y por consiguiente, está abierto
sólo a él. Él es el único ser en el Universo que puede comunicarse con ella
desde la Disformidad. No hay peligro de que otra entidad vicie el mensaje o lo
intercepte. Y, puestos a elegir a una persona devota que estuviera en Vermix,
es lógico que haya elegido a la de mayor potencial psíquico, porque es la que
mejor podría escucharle. La que con más claridad recibe los mensajes que quiere
transmitir.
Kyrion: Una Profetisa del Emperador...
Lebereth: Una elegida de Su Divina Majestad... Sin duda, debemos proclamarla
Heroína Imperial, y notificar de inmediato a su orden y al Obispo.
Trandor: Pero, ¿para qué?
Trandor: Pero, ¿para qué?
Lebereth:
Para convertirla en símbolo, Doctor Trandor. Para elevar la moral. No hay nada
que exalte más los ánimos de los civiles y las tropas que tener un héroe
imperial al que emular. Si el Emperador ha elegido a la hermana Alara, nosotros
no podemos hacer menos.
Kyrion:
Es una idea interesante. ¿Cómo la presentaríamos a la gente? Puede ser
peligroso dar a conocer su nombre; cuantos menos datos conozcan los herejes
sobre ella, mejor.
Drayven:
Sus hermanas del Sororitas la llaman Demonicida. Se ganó ese apodo después de
derrotar al Heraldo Demoníaco y a su hueste en Shantuor Ledeesme.
Lebereth:
¡Excelente! ¡Semejante nombre sembrará el terror en el corazón de los impuros!
Dryas:
Le recuerdo que la Demonicida está en coma. No sabemos si despertará, o en qué estado
va a hacerlo.
Kyrion: Eso se tiene que arreglar. Hablaré con Lord Crisagon en cuanto finalicemos esta
reunión. Uno de los miembros de su círculo interior es la Magíster Katia
Grobian, una reputada Biomante. Estoy segura de que el Lord Inquisidor la hará
venir para sanar a la hermana Alara. Entre ella y el Magíster Astellas deberían
poder arreglar cualquier herida del cuerpo o de la mente, incluyendo daños
cerebrales o conexiones neuronales rotas. ¿No es cierto, Astellas?
Astellas:
Sí, pero no creo que las hermanas del Sororitas estén muy conformes con ello. No
son amigas de dejarse tocar por la magia, ni siquiera por su bien. Creen que
puede ser una fuente de corrupción.
Lebereth:
¡Las hermanas de batalla harán lo que la Eclesiarquía les ordene!
Kyrion:
Y también lo que les ordene la Inquisición. No pueden desobedecer una orden
directa de Lord Crisagon.
Drayven:
Si me permiten, hablaré con el obispo Theócratos y le pediré que haga entrar en
razón a la Palatina Sabina. Estoy seguro de que entenderán lo importante que es
despertar a la hermana Alara.
Damaris:
Hágalo. Necesitamos que la Demonicida se recupere cuanto antes. No sólo para
que levante la moral de las tropas como heroína imperial, sino porque si usted
tiene razón, padre Bruno, ella es el instrumento que nuestro Divino Padre ha
escogido para comunicarse con todos nosotros. Y un terrible destino debe estar
cerniéndose sobre este planeta si el Dios Emperador de la Humanidad ha posado
sus ojos con tanta atención en Vermix.
A.D .844M40. Morloss Sacra (Vermix), Sistema Cadwen, Sector Sardan,
Segmento Tempestuoso.
Al día siguiente, Valeria entró temprano en
la habitación de Alara y se la llevó antes de que Mathias despertara. El joven
había dormido allí como todas las noches, pero se acostó tarde, porque cuando
Alara se durmió su cama continuaba vacía. Aún adormilada, la joven se dejó
conducir por la Hospitalaria hasta la sala de rehabilitación, cuyo nombre, como
pronto descubriría, era un eufemismo. Deberían haberla llamado sala de
torturas.
Valeria ayudó a Alara a tenderse en una
camilla, cogió una pistola inyectora y acercó un extraño aparato lleno de
botones y cables con una pantalla llena de gráficos incomprensibles que emitía
una luz verdosa.
-¿Qué es eso?- quiso saber Alara.
-El inyector es para inocularte más dosis de
suero regenerador- respondió Valeria. -Pero eso será al final. Ahora vamos a
comenzar con tu primera sesión de electroestimulación neuro muscular. ENM para
los amigos. Servirá para eliminar la atrofia y permitir que recuperes el tono y
el rendimiento más rápido-.
Alara miró con desconfianza los electrodos,
apretó los dientes cuando las agujas se clavaron en su piel, y gritó sin poder
evitarlo al sentir la primera descarga.
-¿Esto es una sesión de rehabilitación o un
interrogatorio del Ordo Hereticus?- preguntó entre dientes.
Valeria esbozó una sonrisa burlona.
-Seguro que no es para tanto-.
-Túmbate aquí y me lo cuent... ¡aaah!-.
La sesión de ENM se hizo eterna. Cuando
finalmente terminó, Alara tuvo que soportar un nuevo pinchazo para recibir otra
dosis del suero regenerador. Cuando el mareo y la confusión se le pasaron,
encontró ante sí una bandeja con un bol de caldo y un filete de carne. Hizo una
mueca.
-No tengo hambre-.
-Tienes que comer- le ordenó Valeria.- Las
sesiones no van a servir de nada si no tomas proteínas. Necesitas reponer masa
muscular como sea. Así que come-.
Alara se obligó a beber el caldo, y poco a
poco acabó con el filete. Al terminar, estaba tan llena que sentía náuseas,
pero se forzó a retener la comida en el estómago.
“Tengo que recuperarme lo antes posible” se
dijo. “Por el Emperador”.
El resto del día lo pasó en la sala de
rehabilitación. Por la tarde, Valeria la hizo ponerse de pie y la forzó a
caminar en una cinta y a hacer ejercicios sencillos. Los músculos le dolieron,
pero fue más fácil de lo que Alara había temido. Al ver que su estómago admitía
bien la comida sólida, la Hospitalaria hizo que le sirvieran verduras y
tortilla en la cena. Cuando terminó de comer, Alara se dio cuenta de que no se
había sentido tan fuerte desde que había despertado del coma, y se empeñó en
regresar a su habitación andando por su propio pie. Cuando llegó, estaba tan
cansada que se quedó dormida diez segundos después de posar la cabeza en la
almohada. Mathias no había ido a visitarla en todo el día, y por la noche
tampoco lo oyó llegar.
El día siguiente comenzó igual. Volvió a
sufrir las sesiones de ENM, volvió a recibir una dosis de suero regenerador, y
volvió a hacer ejercicio bajo la supervisión de Valeria. A medida que tomaba
comidas cada vez más abundante, se sentía cada vez más restablecida. Antes de
merendar, Valeria midió su pulso, su tensión y sus ondas cerebrales, y le tomó
muestras de sangre y orina para un análisis.
-Cuando tenga los resultados de laboratorio,
sabremos si estás lo bastante fuerte para recibir la vacuna-.
Alara cenó otro menú repleto de proteínas y
regresó a la habitación andando. A pesar de que tenía todo el cuerpo dolorido,
se alegró al darse cuenta de que sus miembros volvían a moverse firmes y las
piernas no le temblaban. Poco a poco, recuperaba el control de su cuerpo.
Tardaría un tiempo en recuperar la fuerza y la agilidad habituales en ella,
pero con esfuerzo y constancia, lo lograría. Y estaría lista para volver a la
batalla.
Se sorprendió al entrar en la habitación y
ver que, a diferencia de los días anteriores, no estaba vacía. Sentado en la
cama supletoria, con la mirada fija en una placa de datos, estaba Mathias, que
levantó la vista en cuanto la vio entrar. Por un instante se miraron en
silencio.
-¿Qué haces aquí?- preguntó Alara.
-Duermo aquí, ¿recuerdas?-.
-Pues hoy has venido muy temprano. Buenas
noches-.
Se dirigió hacia su cama, y él se levantó.
-Alara, esto no tiene ningún sentido-.
Ella no estaba tan agotada como la noche
anterior, pero aun así no se veía con fuerzas ni ganas de discutir.
-Mathias, yo...
-Te quiero y me preocupo por ti. Temo que te
maten. ¿Es eso tan extraño?-.
Alara lo miró con gesto de cansancio.
-Estoy en manos del Emperador. Es él quien
dispone de mi vida y mi muerte, no tú. Ni yo-.
-Eso lo comprendo, y también que sientas
rabia por haber intentado matar al Libertador y haber fallado. Pero tengo miedo
de que vuelvas a combatir estando demasiado débil, sin haberte recuperado del
todo...
-Si realmente estoy demasiado débil, Valeria
no me dará el alta-.
-No sé si te has dado cuenta, pero Valeria
está muy presionada por las altas instancias. El obispo, el gobernador y hasta
la Palatina insisten en que debes volver al servicio activo cuanto antes-.
-¿Y qué quieres que haga? ¿Esconderme en este
hospital hasta que termine la guerra?-.
Mathias lanzó un suspiro, exasperado y
resignado.
-He tirado la toalla. He renunciado a
discutir con todos vosotros. A veces siento que soy el único cuerdo en un mundo
de locos. Al ver los resultados de la analítica, Valeria ha decidido vacunarte
mañana, y eso significa...
-Para, para un momento- lo interrumpió Alara.
-¿Qué es eso de que van a vacunarme mañana?-.
-Tus defensas se han recuperado, tu cuerpo y
tu sangre se regeneran a toda velocidad. Eres increíblemente fuerte, Alara. O
yo soy demasiado bueno fabricando esos malditos sueros. Sea como sea, es
imprescindible que te vacunes, porque nos han convocado mañana por la tarde a
otra reunión fuera del hospital. Dymas Molocai ya ha consultado del
Tarot Imperial, y quieren reunirnos con los altos mandos imperiales para hablar
de la predicción y del plan que vamos a seguir. No puede salir del hospital sin
estar inmunizada contra la plaga-.
Alara tragó saliva. La idea de que le
inocularan un virus psicoactivo inventado por caóticos la ponía muy nerviosa, y
sólo la certeza que sus hermanas habían salido indemnes contenía su impulso de
negarse. Mathias advirtió su resquemor y le apretó la mano con delicadeza.
-No te preocupes. La vacuna es segura, te lo
juro por el Trono de Terra-. Al ver que ella no rechazaba su contacto, la
atrajo hacia sí y la abrazó. -Alara, no sé cuánto tiempo nos queda juntos. No
sé lo que va a pasar. No lo desperdiciemos discutiendo por tonterías-.
Al día siguiente, desayunaron juntos en la
habitación. Una hora después llegó Valeria, pero no para llevarse a Alara, sino
para ponerle la vacuna. Portaba una pistola inyectora y una ampolla de líquido
transparente y ambarino.
-No pongas esa cara- sonrió. -Confía en mí-.
-Confío en ti- dijo Alara, ceñuda. -Si no
fueras mi hermana del Sororitas, ya os habría lanzado a ti y al inyector al
otro extremo del pasillo-.
Valeria dejó la bandeja sobre la mesa, le
frotó el brazo con desinfectante e introdujo la ampolla en el inyector.
-Notarás cierto malestar. Dolor en el brazo,
acompañado quizás en enrojecimiento e hinchazón. Algunos pacientes sufren
también fiebre moderada y dolor de cabeza, pero todos los síntomas remiten a
las pocas horas-.
Alara sintió un
agudo pinchazo cuando la Hospitalaria le inyectó la vacuna. El dolor se mantuvo
latente unos instantes, incluso después de que Valeria retirase la aguja, y
poco a poco una extraña quemazón empezó a extenderse por el brazo.
-¿Estás segura de
que todo está bien?- preguntó inquieta. -Me duele el brazo. Me… está subiendo
hacia el codo-.
-Es normal- la
tranquilizó Valeria. -A mí me pasó lo mismo. Pero si te sientes más tranquila,
me quedaré contigo-.
Alara asintió,
agradecida, y se dejó caer en la cama. Poco a poco, la sensación de malestar se
extendió por todo su cuerpo. El mero roce de las sábanas le dolía. Era como si
tuviese la peor gripe de su vida, y se estremeció al preguntarse cómo sería
para las personas que realmente sufrían la infección, con el condenado virus a
pleno rendimiento. Le corría el sudor por la frente, y al mismo tiempo,
tiritaba. Comenzaron a castañearle los dientes.
-M… me encuentro
m… muy mal- balbuceó.
Valeria le tomó la
temperatura y frunció el ceño.
-Treinta y nueve
grados- dijo. -La fiebre te está subiendo demasiado. ¿Tienes dolor de cabeza?-.
-Sí- susurró
Alara.
La misma quemazón
sorda que le palpitaba en el brazo latía como un martilleo en sus sienes. Como
no era psíquica, no oía voz alguna, pero la vista pronto comenzó a nublársele
al tiempo que sentía un fuerte mareo.
-¿Alara?- la voz
preocupada de Valeria la inquietó más que cualquier otra cosa. -¿Qué te pasa?-.
-Me mareo… es como
si las paredes se inclinaran…
Cerró los ojos.
Oyó un siseo de tela; Valeria sacaba algo de su bata.
-Mathias- la oyó
decir. Había algo más que preocupación en su voz. -Sí, soy yo. No, no del todo
bien. Una reacción adversa. ¿Podrías venir?-.
Alara debería
haber sentido miedo, pero la pesadez de cabeza y el mareo eran demasiado
grandes. Todo su cuerpo palpitaba de dolor, y poco a poco notó cómo se
deslizaba hacia una inconsciencia febril.
-¡Alara, no te
duermas! ¡Alara!-.
Valeria le
abofeteaba la mejilla. Fue lo último que sintió antes de quedarse inconsciente.
Alara abrió los
ojos de golpe. Sorprendida, se dio cuenta de que no estaba en el hospital.
Desorientada, se incorporó y miró a su alrededor.
Estaba totalmente
sola, sumida en la penumbra de lo que parecía un enorme barracón. Hileras y más
hileras de literas vacías se extendían de lado a lado, todas con las sábanas
deshechas y revueltas, como si sus ocupantes hubieran tenido que largarse de allí
a toda prisa. Parpadeó con desconcierto.
“¿Qué hora es?
¿Qué hago aquí? ¿Y cómo he llegado?”.
A juzgar por la
oscuridad, parecía de noche, pero a través de las ventanas se vislumbraba un
leve resplandor anaranjado.
“El amanecer”,
pensó Alara, pero pronto se dio cuenta de que no era así; la luz danzaba y
titilaba demasiado para proceder del sol. “¡Fuego! ¡Algo se ha incendiado!”.
Como para
corroborar sus palabras, se oyó una fuerte explosión, tan cercana que las
paredes se estremecieron. Aquello activó el instinto militar de Alara, que
saltó de la cama para descubrir que se hallaba completamente vestida con un
uniforme que parecía de la Milicia Planetaria. Aquello la confundió todavía
más, pero no tenía tiempo de hacerse preguntas. Junto a la cabecera de su cama
había una taquilla abierta con un rifle láser y cargadores. En menos de treinta
segundos, se calzó las botas, cogió el arma y se metió la munición de sobra en
el bolsillo. Tras otear por la ventana y ver que no había nadie cerca, abrió la
puerta y salió al exterior.
Había más
barracones como el suyo a su alrededor. Estaban dispuestos en hileras, y todos
tenían un tamaño similar, suficiente para albergar como mínimo a unas
doscientas personas. Todos tenían un número pintado de blanco en la puerta, y
el aire austero y marcial era inconfundible; se trataba de un cuartel militar.
De la Milicia Planetaria, a juzgar por el armamento y el uniforme que Alara se
había encontrado. La violencia y la confusión reinaban por doquier. Varios
barracones estaban en llamas; otros tenían los cristales rotos o marcas de
metralla en las paredes. El olor a madera quemada, plastiacero fundido y
pólvora era tan intenso que resultaba casi mareante. Y había un olor más, el
indigno y nauseabundo aroma que Alara conocía tan bien: el de la Disformidad.
Aquel lugar apestaba a energía disforme.
Conteniendo una
arcada, oteó en todas direcciones para ver de dónde provenía aquella blasfema
sensación, y en seguida lo vio: tras los tejados de los barracones, a lo lejos,
se erguía una mole oscura que parecía una fortaleza de piedra. En ella, unos
extraños círculos blanquecinos brillaban débilmente, incluso en la oscuridad.
Habrían parecido disco-antenas de transmisión, de no ser porque latían con la
repugnante energía de la Disformidad. ¿Absorbían la energía o la transmitían?
Alara no lo sabía, pero estaba segura de que aquellos discos eran artefactos
arcanos de brujería impía.
Por encima del
crepitar del fuego y el repiqueteo de la lluvia, se oía el inconfundible sonido
de los disparos láser. De vez en cuando sonaba un grito, una explosión o un
golpeteo de pasos apresurados. Alara no entendía cómo, pero estaba en medio de
un combate. El único modo de averiguar qué estaba pasando era sobrevivir lo
suficiente para encontrar a alguien que pudiera explicarle por qué estaba allí
y quién era el enemigo. Bajó las escaleras del barracón y saltó al rococemento
que pavimentaba las calles de aquel cuartel. Decidió ir hacia la fuente de
todos los sonidos: el lugar donde se desarrollaba el combate.
Pegada a las
paredes, cuidando de no ser vista, se acercó poco a poco a lo que parecía una
vía central. Llevaba hacia un edificio más alto y grande que los barracones,
que parecía el corazón de aquel cuartel. Alguien estaba sitiado allí; el
intercambio de disparos provenía de aquella fuente. ¿Eran amigos o enemigos?
A medida que se
acercaba, vio a algunos milicianos parapetados tras los barracones, disparando.
Iban vestidos como ella y no hicieron ademán de atacarla, lo cual confirmó a
Alara que, fuera lo que fuera lo que estaba pasando, los soldados de la Milicia
Planetaria eran su bando. Aquello la confundió todavía más. ¿Y sus hermanas del
Adepta Sororitas? Si estaba en medio de una batalla, ¿por qué no luchaba junto
a ellas?
Un fuerte sonido
en el cielo atrajo su atención. Al mirar hacia arriba, vio formas oscuras
recortándose contra la negrura del cielo. De vez en cuando, resplandores
blancos y rojizos iluminaban la lluvia. Otra batalla paralela se libraba en el
cielo. De repente, una aeronave estalló y se precipitó dando vueltas,
convertida en una bola de fuego humeante que se estrelló centenares de metros
más allá. El suelo tembló con el estruendo. Alara se forzó a fijar la visa de
nuevo en el edificio central que estaba siendo atacado, y cruzó la calle para
apostarse junto a la pared del barracón que tenía en frente, donde gozaba de
mejor visión.
Fue providencial.
Pocos segundos después, un silbido cortó el aire, y la explosión de un misil
hizo estallar en pedazos el barracón junto al que estaba antes. La onda
expansiva la arrojó al suelo y la dejó sin aliento. Un dolor punzante le
atravesó la pierna. Alara se incorporó aturdida y vio que un trozo de cristal
le había atravesado el muslo de lado a lado. La pierna le sangraba, pero había
tenido suerte; no le había roto ningún hueso, y a menos de un metro de
distancia había un trozo de rococemento del tamaño de su cabeza. Si le hubiera
golpeado aquello en lugar del cristal, podría haberse dado por muerta.
Entonces, oyó una
voz.
-¡Por fin! ¡Ahí
estás! ¿Te encuentras bien?-.
Alara se levantó,
haciendo un gesto de dolor al apoyar la pierna, y vio que un soldado corría
hacia ella. Era moreno y alto, de rasgos finos y unos ojos azules como los
lagos de Tarion, que la miraban llenos de preocupación. No lo conocía; estaba
segura de no haberlo visto en su vida. Pero era obvio que él a ella sí.
-Estás herida-
dijo angustiado.
Ella hizo un gesto
de negación con la cabeza y agarró con fuerza el rifle.
-No es nada. ¿Qué
está pasando aquí?-.
Él la miró con
cierta confusión.
-Vaya, sí que te
has dado un buen golpe. Ellos están aquí. ¿Te acuerdas? Han venido. Llamamos a
nuestros refuerzos, pero los suyos llegaron antes. La Guardia no puede pasar, y
nosotros no podemos salir. Nos han atrapado-.
Alara abrió la
boca para volver a preguntar, pero en ese momento los ojos del soldado se
abrieron llenos de terror.
-Por el Sagrado
Emperador… -balbuceó.
Alara se giró para
mirar tras ella, y lo que vio le congeló la sangre. Entre los barracones
destrozados, poco a poco, avanzaban tres seres acorazados con extrañas
servoarmaduras. Una verde, una roja, una azul. Alara conocía al de verde. Era
el Libertador. El Líder Vermisionario.
-A cubierto- siseó
el soldado, empujándola tras la esquina del barracón. Pero ya era tarde. El
Libertador los había visto. Alara oyó sus pasos acercándose. Y una certeza
cobró fuerza en su mente.
“No sé qué ha
pasado ni lo que hago aquí, pero tengo que matarlo. Es mi misión”.
-Apúntale y
dispara a mi señal- le siseó al soldado. -Los dos juntos tendremos más
posibilidades de acabar con él-.
Su compañero
asintió. Hizo rápidamente el signo del Aquila, se apostó junto a la pared y
apuntó con el fusil. Alara, apoyada en el lado opuesto, hizo lo mismo. En la
calle central, las pisadas se acercaban.
“Dios Emperador,
guía mi mano” rezó Alara en silencio.
Cuando la
servoarmadura verde apareció por la esquina el soldado disparó. Fue un tiro
certero; el rayo penetró la juntura del cuello y el Libertador lanzó un leve
gorgoteo bajo su yelmo. Por desgracia, al girarse vio con claridad a su
agresor. Sin decir una palabra, extendió el brazo, y Alara fue testigo de algo
espeluznante: con un gañido de agonía, el soldado comenzó a retorcerse mientras
su carne se marchitaba y su piel se arrugaba, como si en un solo instante
hubieran transcurrido cientos de años para él. Y, de algún modo, el Libertador
se alimentaba con la vida que le iba drenando; Alara lo percibió con claridad,
Cuando el cadáver reseco del soldado cayó al suelo, el Líder Vermisionario
volvía a moverse con vitalidad renovada. Como si hubiera extraído toda la
esencia vital de su víctima para sanarse.
“Brujo. Hechicero
del Caos” Alara sintió que la pena y la furia se aunaban en su corazón.
“¡Acabaré contigo!”.
Susurrando en voz
baja una letanía de batalla, apoyó el dedo en el gatillo. Apuntó. Con toda su
fe, todo su odio, toda su alma. Mataría a esa abominación o moriría
intentándolo.
-¡De la Blasfemia
de los Descarriados, Emperador, líbranos!- rugió, y disparó una ráfaga.
Uno, dos, tres,
cuatro disparos. Como si fueran guiados en por la sagrada mano del Emperador,
todos ellos se dirigieron directos a su objetivo. Uno a la cabeza, otro al
cuello, dos más por la juntura de la axila, directos al pecho. El monstruo de
armadura verde lanzó un rugido, que era a partes iguales de furia y agonía.
Tambaleándose, cayó de rodillas. Alara emergió de entre las sombras, envuelta
en un halo de luz dorada, presta a rematarlo.
-¡A morte
perpetua, Domine libra nos! ¡Muere, engendro del Infierno!- aulló, y volvió
a disparar.
Los rayos láser,
como imbuidos en su cólera sagrada, resquebrajaron el poderoso blindaje y
penetraron en el impío corazón del Libertador. Se oyó un estallido húmedo, y el
aire cargado de pólvora y cenizas se llenó con el olor a carne quemada. El
cuerpo de su enemigo cayó al suelo y quedó inmóvil. Inerte. Muerto.
Alara emitió un
leve jadeo de sorpresa y triunfo.
“¡Lo he
conseguido!”.
Pero apenas tuvo
tiempo de alegrarse. De repente, un impacto brutal la tiró al suelo. El dolor
que sintió en el pecho fue tan intenso y asfixiante que olvidó de inmediato el
que sentía en la pierna. Trató de tomar aire y se mareó. Miró hacia abajo; una
mancha de sangre se extendía a la altura del esternón, haciéndose cada vez más
grande.
Trató de alcanzar
el rifle, pero no pudo. Apenas tuvo fuerzas para levantar la cabeza y
comprender lo que pasaba. Vio quién había disparado: el sujeto de la armadura
azul. Iba seguido del de rojo, y ambos se acercaban hacia donde estaba ella.
“El Saurosicario”
pensó Alara, mientras luchaba por seguir respirando y no desmayarse de puro
dolor. “El Deomecanicista. Son tres. Tres Libertadores”.
Tenía razón. La
había tenido todo el tiempo. Lástima que no pudiera vivir para contarlo. El
engendro de la servoarmadura azul extendió su mano hacia el cadáver del Líder
Vermisionario. Una energía invisible cortó el aire, algo tan increíblemente
impío y blasfemo que Alara vomitó una mezcla de sangre y bilis. Jadeando, trató
nuevamente de incorporarse, pero antes de poder hacerlo, vio algo que la
horrorizó. Algo imposible.
El Vermisionario
se movió, estremeciéndose en el suelo, y se levantó. Estaba muerto, Alara
estaba segura de que lo había matado, pero mediante alguna brujería blasfema e
inimaginable, el Deomecanicista lo había revivido. Un gemido de rabia, impotencia
y desesperación emergió de los labios de la joven al comprender que el valiente
soldado que luchaba junto a ella había muerto en vano.
Mientras el
Vermisionario se incorporaba, el Deomecanicista la señaló, y el Saurosicario se
giró hacia ella. La desesperación hizo que Alara sacara fuerzas de flaqueza.
“¡No! ¡Ni hablar,
hijo de la Disformidad! ¡No me matasteis en Galvan y no me mataréis ahora!”.
Sus dedos,
pegajosos de sangre, consiguieron asir el rifle. Alara lo levantó con brazos
temblorosos, agonizando de dolor y asfixia. Podía sentir cómo la sangre iba
llenándole los pulmones. Intentó poner los dedos sobre el gatillo.
Entonces, el Líder
Saurosicario disparó, y el cuello de Alara estalló en una explosión de carne,
tendones y salpicaduras de sangre. En un último instante fugaz, se dio cuenta
de que lo último que vería al morir sería también lo último que vio Selene, su
madre: la figura de su asesino enfundada en una servoarmadura roja.
-¡Alara! ¡Alara!-.
Alara abrió los
ojos, aturdida. Tomó una angustiosa bocanada de aire, que emergió un segundo
después en forma de alarido.
Los pulmones ya no
le dolían. Podían inhalar y exhalar aire. Gritar nunca había sido tan hermoso.
-¡Sagrado Trono!-
exclamó una voz. Era Valeria.
Alara se incorporó
de golpe. Lo primero que hizo fue llevarse las manos al cuello, al pecho,
frenética. Entonces, se dio cuenta de que volvía a estar en el hospital.
Mathias, Octavia y Valeria estaban frente a ella, mirándola alarmados.
-¿Alara?- preguntó
Mathias con un timbre de pánico apenas disimulado en la voz.- Alara, ¿puedes
oírme? ¿Sigues siendo tú?-.
Alara emitió un
jadeo entrecortado.
-¿Qué clase de
pregunta es esa? ¿Te has vuelto loco?
Mathias se apoyó
en la pared como si las piernas no le sostuvieran, emitiendo un sollozo de
alivio.
-Ya te he dicho
que no había peligro- dijo Octavia.- El Auspex no mostraba nada extraño-.
-Una reacción
adversa- dijo Valeria, más calmada.- Sin duda, producida por la debilidad de tu
estado físico. Los análisis entraban dentro de lo normal, pero los valores
estaban algo bajos, y teniendo en cuenta que hace poco que saliste del coma,
has sufrido una bajada de tensión por culpa de la fiebre y te has desmayado. Y
ahora, si me disculpas, voy a ir a buscar un tranquilizante para Mathias. Por
poco le da un síncope-.
-¡No necesito
ningún tranquilizante!- protestó Mathias, zafándose de su brazo. -¡Estoy bien! Joder…
es que creía… creía…
Alara sintió un
nudo en la garganta al comprender.
-Creías que me
había infectado-.
Mathias la miró
angustiado. El color iba volviendo poco a poco a su cara, pero aún estaba
pálido. Alara se llevó las manos a la cara.
-No sé qué me ha
pasado. He visto algo terrible-.
-¿Has oído voces?-
pregunto Mathias con ansiedad.
-No exactamente.
Ha sido como uno de mis sueños. De… de mis visiones. Pero era… era algo horrible-.
De repente, se le ocurrió una idea espantosa. -Mathias, ¿crees que ha podido
ser a causa del virus? ¿Me ha hecho algo? ¿Me...
Octavia la cogió
de la mano.
-No te asustes,
Alara. En cuanto te has desmayado, Valeria nos ha llamado a mí y a Mathias. He
estado controlándote todo el tiempo con el Auspex. En ningún momento te has
visto afectada por ningún poder psíquico-.
-¿Cuánto tiempo he
estado inconsciente?-.
-Unos veinte
minutos. No podíamos despertarte, por eso nos hemos asustado-.
Valeria le tomó la
temperatura.
-No ha sido más
que una reacción adversa causada por la debilidad física y el pico de fiebre.
Tu temperatura está bajando; creo que la crisis ya ha remitido. No ha sido más
que un susto-.
-¿Y qué hay de mi
visión?-.
-¿Qué has visto?-
quiso saber Octavia.
Alara sintió un
escalofrío.
-Yo… no estoy muy
segura de dónde me encontraba. Creo que era parte de la misión de infiltración
a la que me presenté voluntaria. Estaba sola, y combatía a los Líderes. Eran
tres, tal y como creíamos: el de armadura verde al que me enfrenté en la plaza
General Kareman y otros dos; uno de armadura roja y otro de armadura azul.
Vermisionario, Saurosicario y Deomecanicista. Los líderes de un pacto impío de
Caos. Yo… yo me enfrentaba a ellos, pero me derrotaban- tragó saliva y miró a
sus amigos con aprensión. -Al final del sueño, yo moría-.
-¡No!- protestó
Mathias, incrédulo. -¡No puede ser!-.
Ella volvió a
cubrirse la cara con las manos, turbada.
-Ha sido ese
virus- gimió. -Su influjo impío se ha metido en mi cabeza para confundirme,
para atormentarme…
Mathias la agarró
de los hombros.
-No, Alara;
escúchame. No sé qué ha pasado ni por qué has tenido esa visión, pero no ha
sido fruto de ningún influjo impío, sino una señal del Emperador. ¡Tienes que
creerme! ¡Todas las visiones que has tenido han sido fruto de su voluntad!-.
Alara bajó las
manos para mirarle.
-¿Por qué estás
tan seguro?- preguntó.
Mathias vaciló
durante un momento.
-Bueno, yo… no te
lo había contado para no preocuparte, pero mientras estabas en coma, la
Inquisición te investigó. Los del Hereticus querían asegurarse de que tus
visiones no tenían un origen impío, y solicitaron la colaboración del Ordo
Xenos y de la Eclesiarquía. Hubo una reunión. Se interrogó a tus hermanas y a
los miembros de nuestra expedición; Astellas, Molocai y la propia Octavia te
hicieron un sondeo psíquico en profundidad. Al final, todos llegaron a la conclusión
de que eres… bueno… una Profetisa del Emperador-.
Alara lo miró
atónita, demasiado aturdida para decir nada.
-El padre Bruno
cree que todas los sueños e intuiciones que has tenido desde que llegaste a
Vermix han sido inspiradas directamente por el Emperador- continuó Mathias.
-Astellas y Molocai estuvieron de acuerdo, y los Interrogadores Kyrion y
Damaris también creyeron que era lo más probable. Hemos consultado con Lord
Crisagon, con la Palatina Sabina y con el Obispo Theócratos, y los tres apoyan
la misma conclusión. El Dios Emperador se comunica a través de ti, Alara. Te ha
elegido. Eres el instrumento de su voluntad-.
-Creo… -la cabeza
de Alara comenzaba a darle vueltas de nuevo, y esta vez no era a causa del
dolor- creo que tengo que volver a echarme. Me estoy mareando otra vez-.
Apoyó la cabeza en
la almohada y cerró los ojos de nuevo, intentando calmar el torbellino en que
se había convertido su mente. Llamar la atención del Emperador, convertirse en
un instrumento directo de su voluntad, era el sueño de cualquier Hermana de
Batalla. Pero ahora que le había tocado a ella, le parecía algo demasiado
grande. Apenas se lo creía.
“Todo, desde el
principio. Mi idea de organizar una expedición, mi empeño en pernoctar en Shantuor
Ledeesme. La búsqueda de los iconos, el sueño sobre la infección, mis
ocurrencias sobre los planes del enemigo, el modo de conseguir la vacuna… ¿qué
parte se ha debido a mi inteligencia y qué parte a la inspiración divina? Y esta
última visión…”
Abrió los ojos.
-Pero, entonces,
no lo entiendo- dijo con voz ronca. -¿Y la visión que acabo de tener? Mi
fracaso. Mi… muerte. Si soy un instrumento del Emperador, ¿por qué me ha
mostrado la derrota?-.
-Para que puedas
evitarla- dijo Octavia con firmeza. -Recuerda, Alara, ¿qué te mostró la visión
en el hotel, la noche de la Luminaria? A Mathias infectado por el virus. ¿Llegó
a infectarse acaso?-.
-No- respondió
Alara. Una semilla de esperanza germinó en su corazón. -Porque yo le salvé-.
-¡Exacto!- dijo su
amiga, esbozando una sonrisa triunfal. -¡El Emperador te mostró lo que iba a
pasar para que intervinieras y lo cambiases! Ahora ha hecho lo mismo. Algo en
el plan de infiltración va a salir mal. Algo que debe cambiarse-.
-Pero si aún no he
planeado nada… -protestó Alara.
-Tú no-
cayó en cuenta Mathias. -Pero ellos sí. El Ejército y la Inquisición.
Hoy teníamos una reunión con ellos por la tarde, ¿recuerdas? Era justamente
para conocer la predicción de Molocai y el plan que iba a trazarse a partir de
ella-.
Alara asintió con
energía. -Entonces, el sueño significa que en el plan hay un error. Y tendremos que averiguar cuál es para poder corregirlo antes de que empiece la misión, o estaremos condenados al fracaso-.