A fe y fuego

A fe y fuego

domingo, 29 de enero de 2017

Capítulo 32




A.D .844M40. Morloss Sacra (Vermix), Sistema Cadwen, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.
 

+++  INFORME  RESERVADO  +++
Anno Domini 844.M40 - Archivo de Diligencias: 246805.S4.SAR1.CAD1.VER1 - Informe de Operaciones: 246805.MR.V1
Asunto: Hermana Redentora Alara Farlane - Nivel de Seguridad: 7 - Documento encargado por el Inquisidor General Aeneas Crisagon, Ordo Xenos, y el Interrogador Legado Taddeus Damaris, Ordo Hereticus.
Taddeus Damaris: Atención, probando servocráneo de escritura automática... correcto. A fecha 302.844.M40, yo Taddeus Damaris, Interrogador Legado del Ordo Hereticus por nombramiento del Inquisidor General Darius Ravenstein, me dispongo a presidir la reunión mixta de los ordos Xenos y Hereticus cuyo primer y único orden del día es esclarecer el origen de las visiones premonitorias de Alara Farlane, Hermana Militante Redentora de la Orden de la Rosa Ensangrentada del Adepta Sororitas. A la reunión asisten las siguientes personas, que por medio de su asentimiento dan testimonio de su presencia y juran guardar secreto de todo lo que aquí se diga so pena de los castigos establecidos por las leyes imperiales y la Santa Inquisición. Melacton Kyrion, Interrogador Legado del Ordo Xenos.
Kyrion: Sí.
Damaris: Mathias Trandor, Investigador Legado del Ordo Xenos.
Trandor: Sí.
Damaris: Syrio Dryas, Investigador Legado del Ordo Hereticus.
Dryas: Sí.
Damaris: Aurelius Lebereth, Archidiácono de Morloss Sacra.
Lebereth: Sí.
Damaris: Bruno Drayven, Predicador Apostólico y Nuncio del Obispado.
Drayven: Sí.
Damaris: Magíster Baltazhar Astellas, Psíquico Autorizado del Ordo Hereticus.
Astellas: Sí.
Damaris: Magíster Dymas Molocai, Psíquico Autorizado del Ordo Xenos.
Molocai: Sí.
Damaris: Certificada la asistencia de los presentes, da comienzo a la reunión. Bien, creo que todos disponen del informe preliminar redactado por el Legado Dryas, ¿no es así?
*murmullos de asentimiento*
Damaris: En ese caso, llamo a declarar al Magíster Astellas. Magíster, ¿qué resultados arroja el sondeo psíquico de la hermana Alara?
Astellas: En primer lugar, quisiera dejar claro que el sondeo psíquico se realizó con la asistencia de la hermana Dialogante Octavia Branwen, que supervisó todo el proceso con su Auspex Psíquico. En el anexo número uno del informe Dryas podrán encontrar las lecturas. Los resultados del sondeo preliminar son... curiosos.
Damaris: ¿Curiosos? Explíquese, Magíster.
Astellas: Ni la hermana Octavia ni yo pudimos detectar señal alguna de corrupción en el alma de la hermana Alara. Tampoco observamos marca psíquica o física alguna que delatara contacto con la Disformidad. Asimismo, puedo certificar que la hermana Alara no es una psíquica en ciernes ni emergida; su canal mental a la Disformidad está cerrado.
Damaris: Así que no es psíquica, ni está corrompida, ni ha sido tocada por la Disformidad... pero ha manifestado en varias ocasiones capacidades proféticas, ¿no es así? ¿Cómo explica usted este punto, Magíster Molocai? Usted es un vidente autorizado.
Molocai: En primer lugar quisiera explicar, para los legos en la materia, en qué consiste la videncia. Esta disciplina psíquica, también llamada precognición, permite determinar los acontecimientos futuros e inmediatos. Existen dos clases de videntes, los activos y los pasivos. Un vidente activo es capaz de manipular a voluntad la Disformidad para ver los acontecimientos futuros, recurriendo a diversos métodos como puede ser una lectura del Tarot Imperial. Los videntes pasivos tienen sus visiones involuntariamente, por lo general mientras duermen o están inconscientes, si bien se han dado casos de quienes las han tenido estando despiertos. Según el informe del Legado Dryas, la hermana Alara ha dado muestras de poseer el don de la videncia pasiva a un nivel medio-alto, a juzgar por el realismo y el detalle del sueño profético que tuvo en Morloss Sacra. También ha tenido numerosas manifestaciones precognitivas menos espectaculares pero igualmente decisivas; por ejemplo, cuando intuyó algo extraño tras las supersticiones locales, o cuando adivinó cuál era el destino de los brujos liberados en la prisión de Isla Cráneo. También ha tenido intuiciones, como su ocurrencia acerca de la vacuna, que casi podrían considerarse chispazos clarividentes.
Trandor: O muestra de un gran sentido común, si se me permite comentarlo. Como ya le dije al Legado Dryas cuando mencionó esta cuestión, yo mismo podría haber deducido que los bioterroristas estaban vacunados, de haberme encontrado allí.
Dryas: Y como yo le respondí, Doctor Trandor, habría sido perfectamente lógico atribuirlo a una mera deducción afortunada... si lo observamos como un hecho aislado. Pero en el caso de la hermana Alara, no ha sido más que otro punto en una larga lista. Una lista que, por cierto, comienza con la idea misma de organizar la expedición del Ordo Xenos, y continúa con la sugerencia de pernoctar en Shantuor Ledeesme cuando conducían bajo la tormenta monzónica. Y, por lo que se ve, aquello fue sólo el principio. ¿Qué hay de la pesadilla que sufrió la hermana en Shantuor Ledeesme, Magíster Molocai? ¿Fue otra señal de Videncia?
*Molocai y Astellas se miran de reojo. Breve pausa de silencio*
Molocai: Me temo que no, Interrogador.
Astellas: Creemos que fue algo completamente diferente. La hermana Octavia nos expuso una teoría, que por cierto se le ocurrió al Legado Mathias Trandor.
Trandor: En realidad sólo se trata de una hipótesis...
Astellas: Con grandes indicios de verosimilitud. En principio, es lo único que encaja, teniendo en cuenta que, a pesar de los dones que ha mostrado, la hermana Alara no es psíquica. Según la teoría del Legado Trandor, avalada por la hermana Octavia y también por nosotros, la pesadilla que sufrió la hermana Alara, en la que vio gusanos vivos brotando de sus heridas, fue un intento de posesión fallido.
*Exclamaciones de sorpresa y horror*
Lebereth: ¿¿Un intento de posesión??
Drayven: Por el bendito Trono de Terra...
Trandor: ¡Eso no es exactamente lo que yo dije! Creí que fue un intento de corrupción...
Astellas: Para el caso es lo mismo, Doctor. El demonio intentó penetrar en su mente y hacerse con el control. Eso hubiera tenido como consecuencia la corrupción inevitable del alma, y cualquier experto en la materia lo calificaría de posesión. El motivo está claro: aunque la hermana Alara no sea psíquica, su potencial es muy alto. 6‘8 según la lectura de Auspex; eso la habría convertido en una poderosa Delta, o incluso en una Gamma de baja potencia. Sin duda, era el miembro de la expedición con mayor potencial, y teniendo en cuenta que no había psíquicos en el grupo, el demonio se fijó en ella. Intentó entrar en contacto con su mente, infectar su alma y tomar el control... pero la hermana Alara lo rechazó. Los gusanos con los que soñó eran el símbolo onírico del poder demoníaco siendo expulsado de su cuerpo. Permítanme señalar, pues lo considero importante, que tal hazaña es señal de una fortaleza increíble. La hermana Alara estaba herida, sedada e inconsciente, pero su voluntad, su pureza y su fe son de tal magnitud que la hicieron capaz, incluso a nivel subconsciente, de percibir lo que estaba pasando y rechazar al demonio. Es eso, más allá de toda duda, lo que me hace estar seguro de que los dones que ha manifestado esa mujer no tienen un origen impío.
Kyrion: Disculpen, pero creo que no les sigo. Vamos a ver... dicen ustedes que la hermana Alara ha dado muestras de Videncia, pero afirman que no es una psíquica y que fue capaz de rechazar todo intento de corrupción demoníaca. ¿Me quieren decir entonces cómo es posible que tuviera esas... intuiciones, o sueños, o como quieran llamarlas?
Astellas: Creo que ahora entiende por qué he dicho al principio que los resultados de nuestra investigación podían calificarse de “curiosos“.
Kyrion: ¡Pero tiene que haber alguna explicación!
Drayven: Si no les importa... como erudito de la Eclesiarquía, yo podría tener una.
Damaris: Hable, padre Bruno. Le escuchamos.
Drayven: Bien, en primer lugar, permítanme citarles un antiquísimo axioma terrano: “Una vez descartado lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, es la verdad“. En este caso, nos encontramos con una hermana del Adepta Sororitas que muestra raptos de clarividencia y precognición. Sin embargo, no hay huellas de emersión psíquica, ni tampoco de influencia o corrupción Disforme. Sólo nos queda una opción, que unida a la fe y la devoción de una Hermana de Batalla es lo más factible: la hermana Alara es una profetisa del Emperador.
*Breve silencio*
Kyrion: ¿Una qué?
Lebereth: ¡Por supuesto que sí! ¡Todo encaja!
Drayven: Si me permite, venerable archidiácono... Creo que todos los aquí presentes saben lo que es un Acto de Fe. La gente común los llama milagros. Todas las Adepta Sororitas tienen la facultad de manifestar su Fe Pura en forma de prodigios; la hermana Alara no es una excepción. Algunos sacerdotes de la Eclesiarquía también muestran esa capacidad; las llamadas Letanías de Fe pueden producir milagros si quien las invoca es tan puro y justo que un fragmento de su alma está en comunión con la del Dios Emperador. En múltiples ocasiones, a lo largo de la historia de nuestro Imperio, han existido hombres y mujeres piadosos que, en momentos de grave necesidad, han sido elegidos por el Divino Emperador para ser instrumento de su voluntad. Para poder actuar en el mundo.
Damaris: ¿Se refiere a los Santos de Vida?
Lebereth: ¡Una Santa en Vida! ¡Loado sea el Emperador! ¡Una Santa en mi archidiócesis! ¡En verdad es un milagro!
Damaris: Archidiácono, por favor, le ruego calma. Estamos intentando dilucidar...
Trandor: Esperen un momento, ¡esto es absurdo! ¿Una Santa en Vida? ¡Por amor del Emperador! ¿Acaso han visto a la hermana Alara levitar en el aire con alas de luz a la espalda y palomas revoloteando a su alrededor?
Dryas: ¿Acaso no es mera iconografía?
Damaris: No, no lo es. Tengo entendido que los pocos casos documentados de Santos en Vida realmente tienen un apoteosis, en el sentido más puro del término.
Drayven: Así es. Las crónicas eclesiásticas cuentan que uno de los casos más recientes, Santa Celestine, surgió de la Capilla del Corazón Ardiente levitando en medio de un divino resplandor, atendida por querubines y palomas. Sostenía en su mano una espada recubierta de pétalos perfumados, y su arma y armadura eran tan brillantes que nadie podía mirarla directamente. Cuando combatía, dos alas de luz brillaban a su espalda haciéndola volar como los ángeles, y tan sólo con mirarla los herejes y los blasfemos caían fulminados. Su espada flamígera abatía a los enemigos por millares. La hermana Alara no ha mostrado ni de lejos un poder semejante.
Trandor: ¡Desde luego que no!
Drayven: Sin embargo, no todos los elegidos del Emperador son Santos en Vida, la mayoría muestran capacidades especiales, más poderosas aún que los propios Actos de Fe. Un ejemplo de ello es el mismísimo Sebastian Thor, así como Euphrati Keller, la primera santa conocida. También tenemos a Santa Aspira -que, por cierto, fue Canonesa de la misma Orden a la que pertenece la hermana Alara-, a los santos Capilene y Josmane... todos ellos tienen algo en común: a lo largo de sus vidas, el Dios Emperador de la Humanidad los eligió para ser recipientes de su divina voluntad, intermediarios en los cuales hizo brillar su luz y por medio de los cuales se sirvió para actuar en el mundo. Muchos de ellos fueron Profetas, capaces de tener visiones e intuiciones inspiradas por el Emperador. Creo que la hermana Alara es uno de ellos.
Lebereth: ¿Y no la convierte eso en una santa? ¡Todos los ejemplos que ha mencionado son santos imperiales?
Trandor: Proclamados como tales después de su muerte.
Damaris: Calma, por favor. Archidiácono, incluso asumiendo que el padre Bruno esté en lo cierto, creo que todos estamos de acuerdo en que la hermana Alara no es una Santa en Vida. No ha tenido un apoteosis como tal, y si es así, el Emperador tendrá sus motivos.
Drayven: Además, sólo un cónclave conjunto de la Eclesiarquía y la Inquisición tiene la potestad de proclamar a alguien Santo en Vida.
Lebereth: ¿Y qué es esta reunión, entonces?
Drayven: Ese tipo de cónclaves están compuestos por obispos e inquisidores de los tres Ordos; gente de rango mucho más alto que el nuestro. Y además, las deliberaciones pueden durar semanas, e incluso meses. Lo lamento, archidiácono, pero ninguno de los aquí presentes tenemos potestad para proclamar la santidad de nadie. Y además, el Legado Trandor y el Interrogador Damaris tienen razón; la hermana Alara no ha tenido ningún apoteosis.
Damaris: Magíster Astellas, Magíster Molocai, ¿qué opinan de la hipótesis del padre Bruno?
Molocai: Es factible. No se me ocurre ninguna otra alternativa. Eso explicaría por qué ella no es capaz de controlar cuándo y cómo tiene las visiones. Y también por qué no hay huella de corrupción o poder psíquico alguno.
Damaris: Pero, ¿por qué elegirla a ella? ¿Acaso no es usted vidente, Magíster Molocai? ¿Por qué el Emperador no lo ha elegido a usted?
Molocai (tras una breve reflexión): Mi fe en el Emperador es grande, pero no alcanza la excepcional pureza y devoción de una Hermana de Batalla. La fe de las Sororitas es total y absoluta, está más allá de lo que los fieles ordinarios pueden alcanzar. Uno de los inconvenientes de ser un psíquico es que nunca podemos bajar la guardia. Nuestra mente es una puerta a la Disformidad, y del mismo modo que nosotros podemos extraer su poder, al otro lado puede haber quienes intenten manipularnos. El entrenamiento y los sellos arcanos de protección nos protegen hasta cierto punto, pero no son infalibles. En cambio, la hermana Alara tiene esa puerta cerrada, y encima su fe es un escudo para su alma. Es prácticamente imposible que los Poderes Ruinosos la manipulen, o vicien de alguna manera los mensajes que el Emperador le quiera transmitir.
Astellas: Lo que el Magíster Molocai quiere decir es que el Emperador, cuando quiere actuar directamente en el mundo, busca un canal libre de interferencias, que está abierto sólo para él. La Fe es su único canal para comunicarse con la hermana Alara, el único camino hasta su alma, y por consiguiente, está abierto sólo a él. Él es el único ser en el Universo que puede comunicarse con ella desde la Disformidad. No hay peligro de que otra entidad vicie el mensaje o lo intercepte. Y, puestos a elegir a una persona devota que estuviera en Vermix, es lógico que haya elegido a la de mayor potencial psíquico, porque es la que mejor podría escucharle. La que con más claridad recibe los mensajes que quiere transmitir.
Kyrion: Una Profetisa del Emperador...
Lebereth: Una elegida de Su Divina Majestad... Sin duda, debemos proclamarla Heroína Imperial, y notificar de inmediato a su orden y al Obispo. 
Trandor: Pero, ¿para qué?
Lebereth: Para convertirla en símbolo, Doctor Trandor. Para elevar la moral. No hay nada que exalte más los ánimos de los civiles y las tropas que tener un héroe imperial al que emular. Si el Emperador ha elegido a la hermana Alara, nosotros no podemos hacer menos.
Kyrion: Es una idea interesante. ¿Cómo la presentaríamos a la gente? Puede ser peligroso dar a conocer su nombre; cuantos menos datos conozcan los herejes sobre ella, mejor.
Drayven: Sus hermanas del Sororitas la llaman Demonicida. Se ganó ese apodo después de derrotar al Heraldo Demoníaco y a su hueste en Shantuor Ledeesme.
Lebereth: ¡Excelente! ¡Semejante nombre sembrará el terror en el corazón de los impuros!
Dryas: Le recuerdo que la Demonicida está en coma. No sabemos si despertará, o en qué estado va a hacerlo.
Kyrion: Eso se tiene que arreglar. Hablaré con Lord Crisagon en cuanto finalicemos esta reunión. Uno de los miembros de su círculo interior es la Magíster Katia Grobian, una reputada Biomante. Estoy segura de que el Lord Inquisidor la hará venir para sanar a la hermana Alara. Entre ella y el Magíster Astellas deberían poder arreglar cualquier herida del cuerpo o de la mente, incluyendo daños cerebrales o conexiones neuronales rotas. ¿No es cierto, Astellas?
Astellas: Sí, pero no creo que las hermanas del Sororitas estén muy conformes con ello. No son amigas de dejarse tocar por la magia, ni siquiera por su bien. Creen que puede ser una fuente de corrupción.
Lebereth: ¡Las hermanas de batalla harán lo que la Eclesiarquía les ordene!
Kyrion: Y también lo que les ordene la Inquisición. No pueden desobedecer una orden directa de Lord Crisagon.
Drayven: Si me permiten, hablaré con el obispo Theócratos y le pediré que haga entrar en razón a la Palatina Sabina. Estoy seguro de que entenderán lo importante que es despertar a la hermana Alara.
Damaris: Hágalo. Necesitamos que la Demonicida se recupere cuanto antes. No sólo para que levante la moral de las tropas como heroína imperial, sino porque si usted tiene razón, padre Bruno, ella es el instrumento que nuestro Divino Padre ha escogido para comunicarse con todos nosotros. Y un terrible destino debe estar cerniéndose sobre este planeta si el Dios Emperador de la Humanidad ha posado sus ojos con tanta atención en Vermix.




A.D .844M40. Morloss Sacra (Vermix), Sistema Cadwen, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.


Al día siguiente, Valeria entró temprano en la habitación de Alara y se la llevó antes de que Mathias despertara. El joven había dormido allí como todas las noches, pero se acostó tarde, porque cuando Alara se durmió su cama continuaba vacía. Aún adormilada, la joven se dejó conducir por la Hospitalaria hasta la sala de rehabilitación, cuyo nombre, como pronto descubriría, era un eufemismo. Deberían haberla llamado sala de torturas.
Valeria ayudó a Alara a tenderse en una camilla, cogió una pistola inyectora y acercó un extraño aparato lleno de botones y cables con una pantalla llena de gráficos incomprensibles que emitía una luz verdosa.
-¿Qué es eso?- quiso saber Alara.
-El inyector es para inocularte más dosis de suero regenerador- respondió Valeria. -Pero eso será al final. Ahora vamos a comenzar con tu primera sesión de electroestimulación neuro muscular. ENM para los amigos. Servirá para eliminar la atrofia y permitir que recuperes el tono y el rendimiento más rápido-.
Alara miró con desconfianza los electrodos, apretó los dientes cuando las agujas se clavaron en su piel, y gritó sin poder evitarlo al sentir la primera descarga.
-¿Esto es una sesión de rehabilitación o un interrogatorio del Ordo Hereticus?- preguntó entre dientes.
Valeria esbozó una sonrisa burlona.
-Seguro que no es para tanto-.
-Túmbate aquí y me lo cuent... ¡aaah!-.
La sesión de ENM se hizo eterna. Cuando finalmente terminó, Alara tuvo que soportar un nuevo pinchazo para recibir otra dosis del suero regenerador. Cuando el mareo y la confusión se le pasaron, encontró ante sí una bandeja con un bol de caldo y un filete de carne. Hizo una mueca.
-No tengo hambre-.
-Tienes que comer- le ordenó Valeria.- Las sesiones no van a servir de nada si no tomas proteínas. Necesitas reponer masa muscular como sea. Así que come-.
Alara se obligó a beber el caldo, y poco a poco acabó con el filete. Al terminar, estaba tan llena que sentía náuseas, pero se forzó a retener la comida en el estómago.
“Tengo que recuperarme lo antes posible” se dijo. “Por el Emperador”.
El resto del día lo pasó en la sala de rehabilitación. Por la tarde, Valeria la hizo ponerse de pie y la forzó a caminar en una cinta y a hacer ejercicios sencillos. Los músculos le dolieron, pero fue más fácil de lo que Alara había temido. Al ver que su estómago admitía bien la comida sólida, la Hospitalaria hizo que le sirvieran verduras y tortilla en la cena. Cuando terminó de comer, Alara se dio cuenta de que no se había sentido tan fuerte desde que había despertado del coma, y se empeñó en regresar a su habitación andando por su propio pie. Cuando llegó, estaba tan cansada que se quedó dormida diez segundos después de posar la cabeza en la almohada. Mathias no había ido a visitarla en todo el día, y por la noche tampoco lo oyó llegar.
El día siguiente comenzó igual. Volvió a sufrir las sesiones de ENM, volvió a recibir una dosis de suero regenerador, y volvió a hacer ejercicio bajo la supervisión de Valeria. A medida que tomaba comidas cada vez más abundante, se sentía cada vez más restablecida. Antes de merendar, Valeria midió su pulso, su tensión y sus ondas cerebrales, y le tomó muestras de sangre y orina para un análisis.
-Cuando tenga los resultados de laboratorio, sabremos si estás lo bastante fuerte para recibir la vacuna-.
Alara cenó otro menú repleto de proteínas y regresó a la habitación andando. A pesar de que tenía todo el cuerpo dolorido, se alegró al darse cuenta de que sus miembros volvían a moverse firmes y las piernas no le temblaban. Poco a poco, recuperaba el control de su cuerpo. Tardaría un tiempo en recuperar la fuerza y la agilidad habituales en ella, pero con esfuerzo y constancia, lo lograría. Y estaría lista para volver a la batalla.
Se sorprendió al entrar en la habitación y ver que, a diferencia de los días anteriores, no estaba vacía. Sentado en la cama supletoria, con la mirada fija en una placa de datos, estaba Mathias, que levantó la vista en cuanto la vio entrar. Por un instante se miraron en silencio.
-¿Qué haces aquí?- preguntó Alara.
-Duermo aquí, ¿recuerdas?-.
-Pues hoy has venido muy temprano. Buenas noches-.
Se dirigió hacia su cama, y él se levantó.
-Alara, esto no tiene ningún sentido-.
Ella no estaba tan agotada como la noche anterior, pero aun así no se veía con fuerzas ni ganas de discutir.
-Mathias, yo...
-Te quiero y me preocupo por ti. Temo que te maten. ¿Es eso tan extraño?-.
Alara lo miró con gesto de cansancio.
-Estoy en manos del Emperador. Es él quien dispone de mi vida y mi muerte, no tú. Ni yo-.
-Eso lo comprendo, y también que sientas rabia por haber intentado matar al Libertador y haber fallado. Pero tengo miedo de que vuelvas a combatir estando demasiado débil, sin haberte recuperado del todo...
-Si realmente estoy demasiado débil, Valeria no me dará el alta-.
-No sé si te has dado cuenta, pero Valeria está muy presionada por las altas instancias. El obispo, el gobernador y hasta la Palatina insisten en que debes volver al servicio activo cuanto antes-.
-¿Y qué quieres que haga? ¿Esconderme en este hospital hasta que termine la guerra?-.
Mathias lanzó un suspiro, exasperado y resignado.
-He tirado la toalla. He renunciado a discutir con todos vosotros. A veces siento que soy el único cuerdo en un mundo de locos. Al ver los resultados de la analítica, Valeria ha decidido vacunarte mañana, y eso significa...
-Para, para un momento- lo interrumpió Alara. -¿Qué es eso de que van a vacunarme mañana?-.
-Tus defensas se han recuperado, tu cuerpo y tu sangre se regeneran a toda velocidad. Eres increíblemente fuerte, Alara. O yo soy demasiado bueno fabricando esos malditos sueros. Sea como sea, es imprescindible que te vacunes, porque nos han convocado mañana por la tarde a otra reunión fuera del hospital. Dymas Molocai ya ha consultado del Tarot Imperial, y quieren reunirnos con los altos mandos imperiales para hablar de la predicción y del plan que vamos a seguir. No puede salir del hospital sin estar inmunizada contra la plaga-.
Alara tragó saliva. La idea de que le inocularan un virus psicoactivo inventado por caóticos la ponía muy nerviosa, y sólo la certeza que sus hermanas habían salido indemnes contenía su impulso de negarse. Mathias advirtió su resquemor y le apretó la mano con delicadeza.
-No te preocupes. La vacuna es segura, te lo juro por el Trono de Terra-. Al ver que ella no rechazaba su contacto, la atrajo hacia sí y la abrazó. -Alara, no sé cuánto tiempo nos queda juntos. No sé lo que va a pasar. No lo desperdiciemos discutiendo por tonterías-.



Al día siguiente, desayunaron juntos en la habitación. Una hora después llegó Valeria, pero no para llevarse a Alara, sino para ponerle la vacuna. Portaba una pistola inyectora y una ampolla de líquido transparente y ambarino.
-No pongas esa cara- sonrió. -Confía en mí-.
-Confío en ti- dijo Alara, ceñuda. -Si no fueras mi hermana del Sororitas, ya os habría lanzado a ti y al inyector al otro extremo del pasillo-.
Valeria dejó la bandeja sobre la mesa, le frotó el brazo con desinfectante e introdujo la ampolla en el inyector.
-Notarás cierto malestar. Dolor en el brazo, acompañado quizás en enrojecimiento e hinchazón. Algunos pacientes sufren también fiebre moderada y dolor de cabeza, pero todos los síntomas remiten a las pocas horas-.
Alara sintió un agudo pinchazo cuando la Hospitalaria le inyectó la vacuna. El dolor se mantuvo latente unos instantes, incluso después de que Valeria retirase la aguja, y poco a poco una extraña quemazón empezó a extenderse por el brazo.
-¿Estás segura de que todo está bien?- preguntó inquieta. -Me duele el brazo. Me… está subiendo hacia el codo-.
-Es normal- la tranquilizó Valeria. -A mí me pasó lo mismo. Pero si te sientes más tranquila, me quedaré contigo-.
Alara asintió, agradecida, y se dejó caer en la cama. Poco a poco, la sensación de malestar se extendió por todo su cuerpo. El mero roce de las sábanas le dolía. Era como si tuviese la peor gripe de su vida, y se estremeció al preguntarse cómo sería para las personas que realmente sufrían la infección, con el condenado virus a pleno rendimiento. Le corría el sudor por la frente, y al mismo tiempo, tiritaba. Comenzaron a castañearle los dientes.
-M… me encuentro m… muy mal- balbuceó.
Valeria le tomó la temperatura y frunció el ceño.
-Treinta y nueve grados- dijo. -La fiebre te está subiendo demasiado. ¿Tienes dolor de cabeza?-.
-Sí- susurró Alara.
La misma quemazón sorda que le palpitaba en el brazo latía como un martilleo en sus sienes. Como no era psíquica, no oía voz alguna, pero la vista pronto comenzó a nublársele al tiempo que sentía un fuerte mareo.
-¿Alara?- la voz preocupada de Valeria la inquietó más que cualquier otra cosa. -¿Qué te pasa?-.
-Me mareo… es como si las paredes se inclinaran…
Cerró los ojos. Oyó un siseo de tela; Valeria sacaba algo de su bata.
-Mathias- la oyó decir. Había algo más que preocupación en su voz. -Sí, soy yo. No, no del todo bien. Una reacción adversa. ¿Podrías venir?-.
Alara debería haber sentido miedo, pero la pesadez de cabeza y el mareo eran demasiado grandes. Todo su cuerpo palpitaba de dolor, y poco a poco notó cómo se deslizaba hacia una inconsciencia febril.
-¡Alara, no te duermas! ¡Alara!-.
Valeria le abofeteaba la mejilla. Fue lo último que sintió antes de quedarse inconsciente.



Alara abrió los ojos de golpe. Sorprendida, se dio cuenta de que no estaba en el hospital. Desorientada, se incorporó y miró a su alrededor.
Estaba totalmente sola, sumida en la penumbra de lo que parecía un enorme barracón. Hileras y más hileras de literas vacías se extendían de lado a lado, todas con las sábanas deshechas y revueltas, como si sus ocupantes hubieran tenido que largarse de allí a toda prisa. Parpadeó con desconcierto.
“¿Qué hora es? ¿Qué hago aquí? ¿Y cómo he llegado?”.
A juzgar por la oscuridad, parecía de noche, pero a través de las ventanas se vislumbraba un leve resplandor anaranjado.
“El amanecer”, pensó Alara, pero pronto se dio cuenta de que no era así; la luz danzaba y titilaba demasiado para proceder del sol. “¡Fuego! ¡Algo se ha incendiado!”.
Como para corroborar sus palabras, se oyó una fuerte explosión, tan cercana que las paredes se estremecieron. Aquello activó el instinto militar de Alara, que saltó de la cama para descubrir que se hallaba completamente vestida con un uniforme que parecía de la Milicia Planetaria. Aquello la confundió todavía más, pero no tenía tiempo de hacerse preguntas. Junto a la cabecera de su cama había una taquilla abierta con un rifle láser y cargadores. En menos de treinta segundos, se calzó las botas, cogió el arma y se metió la munición de sobra en el bolsillo. Tras otear por la ventana y ver que no había nadie cerca, abrió la puerta y salió al exterior.
Había más barracones como el suyo a su alrededor. Estaban dispuestos en hileras, y todos tenían un tamaño similar, suficiente para albergar como mínimo a unas doscientas personas. Todos tenían un número pintado de blanco en la puerta, y el aire austero y marcial era inconfundible; se trataba de un cuartel militar. De la Milicia Planetaria, a juzgar por el armamento y el uniforme que Alara se había encontrado. La violencia y la confusión reinaban por doquier. Varios barracones estaban en llamas; otros tenían los cristales rotos o marcas de metralla en las paredes. El olor a madera quemada, plastiacero fundido y pólvora era tan intenso que resultaba casi mareante. Y había un olor más, el indigno y nauseabundo aroma que Alara conocía tan bien: el de la Disformidad. Aquel lugar apestaba a energía disforme.
Conteniendo una arcada, oteó en todas direcciones para ver de dónde provenía aquella blasfema sensación, y en seguida lo vio: tras los tejados de los barracones, a lo lejos, se erguía una mole oscura que parecía una fortaleza de piedra. En ella, unos extraños círculos blanquecinos brillaban débilmente, incluso en la oscuridad. Habrían parecido disco-antenas de transmisión, de no ser porque latían con la repugnante energía de la Disformidad. ¿Absorbían la energía o la transmitían? Alara no lo sabía, pero estaba segura de que aquellos discos eran artefactos arcanos de brujería impía.
Por encima del crepitar del fuego y el repiqueteo de la lluvia, se oía el inconfundible sonido de los disparos láser. De vez en cuando sonaba un grito, una explosión o un golpeteo de pasos apresurados. Alara no entendía cómo, pero estaba en medio de un combate. El único modo de averiguar qué estaba pasando era sobrevivir lo suficiente para encontrar a alguien que pudiera explicarle por qué estaba allí y quién era el enemigo. Bajó las escaleras del barracón y saltó al rococemento que pavimentaba las calles de aquel cuartel. Decidió ir hacia la fuente de todos los sonidos: el lugar donde se desarrollaba el combate.
Pegada a las paredes, cuidando de no ser vista, se acercó poco a poco a lo que parecía una vía central. Llevaba hacia un edificio más alto y grande que los barracones, que parecía el corazón de aquel cuartel. Alguien estaba sitiado allí; el intercambio de disparos provenía de aquella fuente. ¿Eran amigos o enemigos?
A medida que se acercaba, vio a algunos milicianos parapetados tras los barracones, disparando. Iban vestidos como ella y no hicieron ademán de atacarla, lo cual confirmó a Alara que, fuera lo que fuera lo que estaba pasando, los soldados de la Milicia Planetaria eran su bando. Aquello la confundió todavía más. ¿Y sus hermanas del Adepta Sororitas? Si estaba en medio de una batalla, ¿por qué no luchaba junto a ellas?
Un fuerte sonido en el cielo atrajo su atención. Al mirar hacia arriba, vio formas oscuras recortándose contra la negrura del cielo. De vez en cuando, resplandores blancos y rojizos iluminaban la lluvia. Otra batalla paralela se libraba en el cielo. De repente, una aeronave estalló y se precipitó dando vueltas, convertida en una bola de fuego humeante que se estrelló centenares de metros más allá. El suelo tembló con el estruendo. Alara se forzó a fijar la visa de nuevo en el edificio central que estaba siendo atacado, y cruzó la calle para apostarse junto a la pared del barracón que tenía en frente, donde gozaba de mejor visión.
Fue providencial. Pocos segundos después, un silbido cortó el aire, y la explosión de un misil hizo estallar en pedazos el barracón junto al que estaba antes. La onda expansiva la arrojó al suelo y la dejó sin aliento. Un dolor punzante le atravesó la pierna. Alara se incorporó aturdida y vio que un trozo de cristal le había atravesado el muslo de lado a lado. La pierna le sangraba, pero había tenido suerte; no le había roto ningún hueso, y a menos de un metro de distancia había un trozo de rococemento del tamaño de su cabeza. Si le hubiera golpeado aquello en lugar del cristal, podría haberse dado por muerta.
Entonces, oyó una voz.
-¡Por fin! ¡Ahí estás! ¿Te encuentras bien?-.
Alara se levantó, haciendo un gesto de dolor al apoyar la pierna, y vio que un soldado corría hacia ella. Era moreno y alto, de rasgos finos y unos ojos azules como los lagos de Tarion, que la miraban llenos de preocupación. No lo conocía; estaba segura de no haberlo visto en su vida. Pero era obvio que él a ella sí.
-Estás herida- dijo angustiado.
Ella hizo un gesto de negación con la cabeza y agarró con fuerza el rifle.
-No es nada. ¿Qué está pasando aquí?-.
Él la miró con cierta confusión.
-Vaya, sí que te has dado un buen golpe. Ellos están aquí. ¿Te acuerdas? Han venido. Llamamos a nuestros refuerzos, pero los suyos llegaron antes. La Guardia no puede pasar, y nosotros no podemos salir. Nos han atrapado-.
Alara abrió la boca para volver a preguntar, pero en ese momento los ojos del soldado se abrieron llenos de terror.
-Por el Sagrado Emperador… -balbuceó.
Alara se giró para mirar tras ella, y lo que vio le congeló la sangre. Entre los barracones destrozados, poco a poco, avanzaban tres seres acorazados con extrañas servoarmaduras. Una verde, una roja, una azul. Alara conocía al de verde. Era el Libertador. El Líder Vermisionario.
-A cubierto- siseó el soldado, empujándola tras la esquina del barracón. Pero ya era tarde. El Libertador los había visto. Alara oyó sus pasos acercándose. Y una certeza cobró fuerza en su mente.
“No sé qué ha pasado ni lo que hago aquí, pero tengo que matarlo. Es mi misión”.
-Apúntale y dispara a mi señal- le siseó al soldado. -Los dos juntos tendremos más posibilidades de acabar con él-.
Su compañero asintió. Hizo rápidamente el signo del Aquila, se apostó junto a la pared y apuntó con el fusil. Alara, apoyada en el lado opuesto, hizo lo mismo. En la calle central, las pisadas se acercaban.
“Dios Emperador, guía mi mano” rezó Alara en silencio.
Cuando la servoarmadura verde apareció por la esquina el soldado disparó. Fue un tiro certero; el rayo penetró la juntura del cuello y el Libertador lanzó un leve gorgoteo bajo su yelmo. Por desgracia, al girarse vio con claridad a su agresor. Sin decir una palabra, extendió el brazo, y Alara fue testigo de algo espeluznante: con un gañido de agonía, el soldado comenzó a retorcerse mientras su carne se marchitaba y su piel se arrugaba, como si en un solo instante hubieran transcurrido cientos de años para él. Y, de algún modo, el Libertador se alimentaba con la vida que le iba drenando; Alara lo percibió con claridad, Cuando el cadáver reseco del soldado cayó al suelo, el Líder Vermisionario volvía a moverse con vitalidad renovada. Como si hubiera extraído toda la esencia vital de su víctima para sanarse.
“Brujo. Hechicero del Caos” Alara sintió que la pena y la furia se aunaban en su corazón. “¡Acabaré contigo!”.
Susurrando en voz baja una letanía de batalla, apoyó el dedo en el gatillo. Apuntó. Con toda su fe, todo su odio, toda su alma. Mataría a esa abominación o moriría intentándolo.
-¡De la Blasfemia de los Descarriados, Emperador, líbranos!- rugió, y disparó una ráfaga.
Uno, dos, tres, cuatro disparos. Como si fueran guiados en por la sagrada mano del Emperador, todos ellos se dirigieron directos a su objetivo. Uno a la cabeza, otro al cuello, dos más por la juntura de la axila, directos al pecho. El monstruo de armadura verde lanzó un rugido, que era a partes iguales de furia y agonía. Tambaleándose, cayó de rodillas. Alara emergió de entre las sombras, envuelta en un halo de luz dorada, presta a rematarlo.
A morte perpetua, Domine libra nos! ¡Muere, engendro del Infierno!- aulló, y volvió a disparar.
Los rayos láser, como imbuidos en su cólera sagrada, resquebrajaron el poderoso blindaje y penetraron en el impío corazón del Libertador. Se oyó un estallido húmedo, y el aire cargado de pólvora y cenizas se llenó con el olor a carne quemada. El cuerpo de su enemigo cayó al suelo y quedó inmóvil. Inerte. Muerto.
Alara emitió un leve jadeo de sorpresa y triunfo.
“¡Lo he conseguido!”.
Pero apenas tuvo tiempo de alegrarse. De repente, un impacto brutal la tiró al suelo. El dolor que sintió en el pecho fue tan intenso y asfixiante que olvidó de inmediato el que sentía en la pierna. Trató de tomar aire y se mareó. Miró hacia abajo; una mancha de sangre se extendía a la altura del esternón, haciéndose cada vez más grande.
Trató de alcanzar el rifle, pero no pudo. Apenas tuvo fuerzas para levantar la cabeza y comprender lo que pasaba. Vio quién había disparado: el sujeto de la armadura azul. Iba seguido del de rojo, y ambos se acercaban hacia donde estaba ella.
“El Saurosicario” pensó Alara, mientras luchaba por seguir respirando y no desmayarse de puro dolor. “El Deomecanicista. Son tres. Tres Libertadores”.
Tenía razón. La había tenido todo el tiempo. Lástima que no pudiera vivir para contarlo. El engendro de la servoarmadura azul extendió su mano hacia el cadáver del Líder Vermisionario. Una energía invisible cortó el aire, algo tan increíblemente impío y blasfemo que Alara vomitó una mezcla de sangre y bilis. Jadeando, trató nuevamente de incorporarse, pero antes de poder hacerlo, vio algo que la horrorizó. Algo imposible.
El Vermisionario se movió, estremeciéndose en el suelo, y se levantó. Estaba muerto, Alara estaba segura de que lo había matado, pero mediante alguna brujería blasfema e inimaginable, el Deomecanicista lo había revivido. Un gemido de rabia, impotencia y desesperación emergió de los labios de la joven al comprender que el valiente soldado que luchaba junto a ella había muerto en vano.
Mientras el Vermisionario se incorporaba, el Deomecanicista la señaló, y el Saurosicario se giró hacia ella. La desesperación hizo que Alara sacara fuerzas de flaqueza.
“¡No! ¡Ni hablar, hijo de la Disformidad! ¡No me matasteis en Galvan y no me mataréis ahora!”.
Sus dedos, pegajosos de sangre, consiguieron asir el rifle. Alara lo levantó con brazos temblorosos, agonizando de dolor y asfixia. Podía sentir cómo la sangre iba llenándole los pulmones. Intentó poner los dedos sobre el gatillo.
Entonces, el Líder Saurosicario disparó, y el cuello de Alara estalló en una explosión de carne, tendones y salpicaduras de sangre. En un último instante fugaz, se dio cuenta de que lo último que vería al morir sería también lo último que vio Selene, su madre: la figura de su asesino enfundada en una servoarmadura roja.



-¡Alara! ¡Alara!-.
Alara abrió los ojos, aturdida. Tomó una angustiosa bocanada de aire, que emergió un segundo después en forma de alarido.
Los pulmones ya no le dolían. Podían inhalar y exhalar aire. Gritar nunca había sido tan hermoso.
-¡Sagrado Trono!- exclamó una voz. Era Valeria.
Alara se incorporó de golpe. Lo primero que hizo fue llevarse las manos al cuello, al pecho, frenética. Entonces, se dio cuenta de que volvía a estar en el hospital. Mathias, Octavia y Valeria estaban frente a ella, mirándola alarmados.
-¿Alara?- preguntó Mathias con un timbre de pánico apenas disimulado en la voz.- Alara, ¿puedes oírme? ¿Sigues siendo tú?-.
Alara emitió un jadeo entrecortado.
-¿Qué clase de pregunta es esa? ¿Te has vuelto loco?
Mathias se apoyó en la pared como si las piernas no le sostuvieran, emitiendo un sollozo de alivio.
-Ya te he dicho que no había peligro- dijo Octavia.- El Auspex no mostraba nada extraño-.
-Una reacción adversa- dijo Valeria, más calmada.- Sin duda, producida por la debilidad de tu estado físico. Los análisis entraban dentro de lo normal, pero los valores estaban algo bajos, y teniendo en cuenta que hace poco que saliste del coma, has sufrido una bajada de tensión por culpa de la fiebre y te has desmayado. Y ahora, si me disculpas, voy a ir a buscar un tranquilizante para Mathias. Por poco le da un síncope-.
-¡No necesito ningún tranquilizante!- protestó Mathias, zafándose de su brazo. -¡Estoy bien! Joder… es que creía… creía…
Alara sintió un nudo en la garganta al comprender.
-Creías que me había infectado-.
Mathias la miró angustiado. El color iba volviendo poco a poco a su cara, pero aún estaba pálido. Alara se llevó las manos a la cara.
-No sé qué me ha pasado. He visto algo terrible-.
-¿Has oído voces?- pregunto Mathias con ansiedad.
-No exactamente. Ha sido como uno de mis sueños. De… de mis visiones. Pero era… era algo horrible-. De repente, se le ocurrió una idea espantosa. -Mathias, ¿crees que ha podido ser a causa del virus? ¿Me ha hecho algo? ¿Me...
Octavia la cogió de la mano.
-No te asustes, Alara. En cuanto te has desmayado, Valeria nos ha llamado a mí y a Mathias. He estado controlándote todo el tiempo con el Auspex. En ningún momento te has visto afectada por ningún poder psíquico-.
-¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?-.
-Unos veinte minutos. No podíamos despertarte, por eso nos hemos asustado-.
Valeria le tomó la temperatura.
-No ha sido más que una reacción adversa causada por la debilidad física y el pico de fiebre. Tu temperatura está bajando; creo que la crisis ya ha remitido. No ha sido más que un susto-.
-¿Y qué hay de mi visión?-.
-¿Qué has visto?- quiso saber Octavia.
Alara sintió un escalofrío.
-Yo… no estoy muy segura de dónde me encontraba. Creo que era parte de la misión de infiltración a la que me presenté voluntaria. Estaba sola, y combatía a los Líderes. Eran tres, tal y como creíamos: el de armadura verde al que me enfrenté en la plaza General Kareman y otros dos; uno de armadura roja y otro de armadura azul. Vermisionario, Saurosicario y Deomecanicista. Los líderes de un pacto impío de Caos. Yo… yo me enfrentaba a ellos, pero me derrotaban- tragó saliva y miró a sus amigos con aprensión. -Al final del sueño, yo moría-.
-¡No!- protestó Mathias, incrédulo. -¡No puede ser!-.
Ella volvió a cubrirse la cara con las manos, turbada.
-Ha sido ese virus- gimió. -Su influjo impío se ha metido en mi cabeza para confundirme, para atormentarme…
Mathias la agarró de los hombros.
-No, Alara; escúchame. No sé qué ha pasado ni por qué has tenido esa visión, pero no ha sido fruto de ningún influjo impío, sino una señal del Emperador. ¡Tienes que creerme! ¡Todas las visiones que has tenido han sido fruto de su voluntad!-.
Alara bajó las manos para mirarle.
-¿Por qué estás tan seguro?- preguntó.
Mathias vaciló durante un momento.
-Bueno, yo… no te lo había contado para no preocuparte, pero mientras estabas en coma, la Inquisición te investigó. Los del Hereticus querían asegurarse de que tus visiones no tenían un origen impío, y solicitaron la colaboración del Ordo Xenos y de la Eclesiarquía. Hubo una reunión. Se interrogó a tus hermanas y a los miembros de nuestra expedición; Astellas, Molocai y la propia Octavia te hicieron un sondeo psíquico en profundidad. Al final, todos llegaron a la conclusión de que eres… bueno… una Profetisa del Emperador-.
Alara lo miró atónita, demasiado aturdida para decir nada.
-El padre Bruno cree que todas los sueños e intuiciones que has tenido desde que llegaste a Vermix han sido inspiradas directamente por el Emperador- continuó Mathias. -Astellas y Molocai estuvieron de acuerdo, y los Interrogadores Kyrion y Damaris también creyeron que era lo más probable. Hemos consultado con Lord Crisagon, con la Palatina Sabina y con el Obispo Theócratos, y los tres apoyan la misma conclusión. El Dios Emperador se comunica a través de ti, Alara. Te ha elegido. Eres el instrumento de su voluntad-.
-Creo… -la cabeza de Alara comenzaba a darle vueltas de nuevo, y esta vez no era a causa del dolor- creo que tengo que volver a echarme. Me estoy mareando otra vez-.
Apoyó la cabeza en la almohada y cerró los ojos de nuevo, intentando calmar el torbellino en que se había convertido su mente. Llamar la atención del Emperador, convertirse en un instrumento directo de su voluntad, era el sueño de cualquier Hermana de Batalla. Pero ahora que le había tocado a ella, le parecía algo demasiado grande. Apenas se lo creía.
“Todo, desde el principio. Mi idea de organizar una expedición, mi empeño en pernoctar en Shantuor Ledeesme. La búsqueda de los iconos, el sueño sobre la infección, mis ocurrencias sobre los planes del enemigo, el modo de conseguir la vacuna… ¿qué parte se ha debido a mi inteligencia y qué parte a la inspiración divina? Y esta última visión…”
Abrió los ojos.
-Pero, entonces, no lo entiendo- dijo con voz ronca. -¿Y la visión que acabo de tener? Mi fracaso. Mi… muerte. Si soy un instrumento del Emperador, ¿por qué me ha mostrado la derrota?-.
-Para que puedas evitarla- dijo Octavia con firmeza. -Recuerda, Alara, ¿qué te mostró la visión en el hotel, la noche de la Luminaria? A Mathias infectado por el virus. ¿Llegó a infectarse acaso?-.
-No- respondió Alara. Una semilla de esperanza germinó en su corazón. -Porque yo le salvé-.
-¡Exacto!- dijo su amiga, esbozando una sonrisa triunfal. -¡El Emperador te mostró lo que iba a pasar para que intervinieras y lo cambiases! Ahora ha hecho lo mismo. Algo en el plan de infiltración va a salir mal. Algo que debe cambiarse-.
-Pero si aún no he planeado nada… -protestó Alara.
- no- cayó en cuenta Mathias. -Pero ellos sí. El Ejército y la Inquisición. Hoy teníamos una reunión con ellos por la tarde, ¿recuerdas? Era justamente para conocer la predicción de Molocai y el plan que iba a trazarse a partir de ella-.
Alara asintió con energía. -Entonces, el sueño significa que en el plan hay un error. Y tendremos que averiguar cuál es para poder corregirlo antes de que empiece la misión, o estaremos condenados al fracaso-.