A fe y fuego

A fe y fuego

lunes, 12 de septiembre de 2016

Capítulo 31




A.D .844M40. Morloss Sacra (Vermix), Sistema Cadwen, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.


Desde que Alara cayó en coma, las horas pasan lentas como eones en la vida de Mathias. Hace ya cinco días, pero la joven no despierta, y no se percibe ningún cambio. “Estable” es la respuesta que siempre recibe cuando pregunta por ella a los Adeptus Medicae.
Cada día va a verla. Pasa media hora junto a ella, acariciándole la mano y hablándole en voz baja, aunque no sabe si puede escucharle. Ha ordenado que instalen una cama supletoria en su habitación -al fin y al cabo, sigue siendo un Legado Inquisitorial, y el personal del hospital debe obedecer sus órdenes-, y todas las noches duerme junto a ella. La explicación oficial es que teme que los herejes descubran su paradero y traten de atentar contra su vida, y se siente más tranquilo si sabe que además de los Arbitradores que custodian la entrada a la planta, él está ahí para montar guardia. Lo cierto es que después de pasar casi un mes durmiendo con ella, no soporta la soledad de un lecho vacío. Aunque Alara no pueda sentir nada de lo que hay a su alrededor, Mathias se tiende junto a su cuerpo, se arrima lo suficiente como para sentir el aroma y el calor de su piel, y le susurra “te quiero” antes de dormirse.
Por lo demás, aguanta bien el tipo porque sus horas están demasiado llenas como para dejarse llevar por la depresión. La mayor parte del tiempo lo pasa en el laboratorio del Santa Sybilla, donde se ha convertido en jefe del equipo de microbiólogos y anatomopatólogos que trabajan contrarreloj en producir la vacuna y los retrovirales necesarios para combatir la pandemia. Trabaja coordinado con el Magus Biologis Asmodel, el enlace con el Adeptus Mechanicus que se está encargado de preparar los Manofactorum para que produzcan en serie los medicamentos. No está resultando tarea fácil, porque el virus es psicoactivo y extremadamente virulento, pero el trabajo avanza, y si los ensayos clínicos van bien, Mathias calcula que podrán empezar la producción esa misma semana.
Al darse cuenta de que está divagando, Mathias se pasa la mano por el pelo y resuella. No quiere volver a pensar en los ensayos clínicos. Otra vez no. Es demasiado terrible.
“Dios Emperador, perdóname por lo que he hecho…”
En ese momento, llaman a la puerta. Mathias consulta el crono de pared; es casi la hora de comer. El laboratorio en el que trabaja está aislado, pero a la hora de las comidas Phoebe siempre le espera en el pasillo con una bandeja. Hoy ha llegado unos minutos antes.
Mathias se rocía los guantes y la máscara con desinfectante mientras esboza una sonrisa cansada. Phoebe Aberlindt fue una de las acólitas inquisitoriales que vino en el Valkyria acompañando al Interrogador Kyrion y a Dymas Molocai. Comen todos los días juntos, aunque tiene poco tiempo para estar con ella. A veces, Phoebe lo mira de un modo que hace pensar a Mathias que su amiga está deseando consolarle, que se lo cuente todo, todo lo que está sufriendo y todo por lo que está pasando. Pero Mathias se resiste. No por falta de confianza o de afecto, sino porque teme que, si deja salir los sentimientos que bullen en su interior, tal vez no sea capaz de encerrarlos de nuevo. No quiere afrontar el pesar, el miedo, el horror. Si los deja salir, se convertirían en una carga demasiado pesada, y necesita estar entero. Es el jefe del equipo de investigación microbiológica, el Legado Inquisitorial, el único que puede encontrar la cura. Alara se lo pidió. Fue su último deseo. Y cueste lo que cueste, Mathias va a cumplirlo.
Tras desprenderse del traje de aislamiento siguiendo el proceso reglamentario, Mathias deja el laboratorio y sale al pasillo. Sonríe, pero la sonrisa se desvanece de sus labios cuando ve que delante de él no está Phoebe Aberlindt, sino Syrio Dryas, el Legado del Ordo Hereticus. Acaba de llegar del exterior, a juzgar por la humedad de los rizos negros que se le pegan a frente resaltando el tono cetrino de su piel. Y la gravedad de su semblante no anuncia nada bueno.
-Doctor Trandor- Dryas saluda con un ademán de la cabeza.
-Legado Dryas. ¿En qué puedo ayudarlo?-.
-Necesito hablar con usted. En privado-.
Su tono no admite réplica. Mathias asiente, y echa a andar en pos de Syrio hasta llegar a una habitación vacía situada al otro extremo del pasillo. Parece una sala de espera, aunque la planta no alberga a ningún otro paciente aparte de Alara Farlane.
-Ya estamos aquí- dice Mathias.- ¿De qué quiere hablarme?-.
-De la Hermana Alara-.
Mathias siente una punzada de temor.
-¿Está bien? ¿Le ha ocurrido algo mientras yo estaba en el laboratorio?-.
-No, que yo sepa- Dryas rechaza sus preocupaciones con un ademán.- Y si hubiera cualquier cambio en su estado de salud, imagino que lo avisarían a usted antes que a mí. No; me refiero a hablar acerca de ciertas… particularidades-.
Mathias traga saliva. El tono de voz de Syrio suena ominoso. Muy “Ordo Hereticus”, por decirlo de algún modo. Pero, ¿qué debería temer del Ordo Hereticus una Adepta Sororitas?
-Las Hermanas de Batalla son la tropa más pura y fiable del Imperio- comienza Dryas, como si le hubiese leído el pensamiento.- Cualquier siervo fiel del Emperador puede sentirse seguro teniendo a una de ellas a su lado. Y sin embargo, a lo largo de estos días el Ordo Hereticus ha descubierto ciertas cosas acerca de la Hermana Alara que podríamos calificar de preocupantes-.
“¿Preocupantes?” Mathias siente que un sudor frío amenaza con cubrirle la frente. “¿Se refiere a lo nuestro? ¿Cree que Alara y yo hemos… hemos cometido herejía al… al…? ¡No, es absurdo! ¡Ella me dijo que no estaba rompiendo sus votos! ¡La Ejecutoria Tharasia y Bruno estaban al corriente!”.
-¿Se encuentra bien, Doctor Trandor?- pregunta Syrio Dryas con una voz peligrosamente afable.- Lo noto un poco tenso-.
-Esto es absurdo- las palabras escapan de golpe de la boca de Mathias.- Alara no ha hecho nada que merezca las sospechas del Ordo Hereticus. Es una heroína-.
-Oh, lo es, sin duda- conviene Dryas, sacándose del bolsillo una placa de datos y pulsando una runa para encender la pantalla.- Son justamente sus heroicidades las que me han llamado la atención. Lo cierto es que la Hermana Alara, en varias ocasiones, ha estado yendo un paso por delante de los herejes. Tengo aquí el testimonio del Sargento Gaskill del Adeptus Arbites. Le debería sonar; es uno de los que acudieron a la llamada de emergencia que hicieron desde el hotel Tres Hermanas. Gaskill ha declarado a la Inquisición que la Hermana Alara dedujo… adivinó, casi podríamos decir, con una habilidad pasmosa, que los ataques bioterroristas en Morloss eran el principio de una rebelión a escala planetaria-.
-Así es- responde Mathias.- Fue gracias a esa deducción por lo que pudimos alertar a nuestro equipo en Gemdall y a las autoridades de Prelux Magna, evitando un desastre de proporciones catastróficas-.
-En efecto. Pero hay más. El Sargento Gaskill ha asegurado, asimismo, que la Hermana Alara también adivinó el plan enemigo de rescatar a los brujos del centro penitenciario y formar un coro psíquico para llevar a cabo un ritual impío en la isla Zarasakis. Brillante deductiva la de la Hermana Alara, ¿no está de acuerdo, Doctor Trandor? Harían falta más mentes así en la Inquisición-.
Mathias no dijo nada.
-Gaskill, por supuesto, se deshace en elogios- continuó Dryas, con la mirada fija en la placa de datos.- Afirma que la Hermana Alara luchó con valor desmedido, que le salvó la vida a él y a muchos de sus hombres, y que... ¡oh, vaya! Dedujo que los herejes estaban vacunados contra la infección y que debía utilizarse su sangre para crear la cura. En esto también tenía razón, ¿verdad, doctor? Tengo entendido que los ensayos clínicos están muy avanzados-.
-Así es- responde Mathias, escueto. La sola mención de los ensayos clínicos consigue que le vuelva a escocer el alma.
-Según veo aquí, los Frateris Milita quedaron encantados con ella. Una líder inspiradora, dicen. No tenían miedo a su lado. Y una familia residente en la plaza General Kareman; de hecho, los únicos supervivientes en el edificio que se derrumbó, también se encontraron con ella. Un matrimonio y dos críos que juran y perjuran por el Trono Dorado que sobrevivieron al derrumbe porque la Hermana Alara los bendijo y les otorgó la protección del Emperador. Y por último, pero no por ello menos importante, tenemos la declaración de la enfermera Myra Holeen, auxiliar de urgencias del Adeptus Medicae. Holeen hizo constar en el informe médico preliminar que cuando comprobó las constantes vitales de la Hermana Alara, no pudo verificarlas. La dio por muerta. Aunque luego consta la anotación de la Doctora Aerin Maxton, que le tomó la presión arterial a la Hermana Alara un minuto después y constató que estaba viva-.
-Lo siento, pero no veo nada de sospechoso en toda esa información- dice Mathias, aliviado al ver que su nombre no aparece en la lista.- La Hermana Alara es una mujer inteligente, con una gran capacidad deductiva, De hecho, las instructoras de su Orden la propusieron inicialmente para la Cámara Dialogante; lo puede comprobar en su historial. Lo de la vacuna, por ejemplo, podría haberlo deducido yo mismo de haber estado allí: era lógico que los herejes hubieran tomado medidas para impedir que sus propios agentes se contaminaran con el virus. Los Frateris vieron en ella una líder inspiradora, algo normal si tenemos en cuenta que es una jefa de escuadra y probablemente la primera Hermana de Batalla que veían en su vida. La familia se salvó porque siguió el consejo de Alara y se puso a cubierto en el subsótano más profundo del edificio. Y la tal Myra Holeen, sin duda, cometió un error. Usted mismo lo ha dicho: era enfermera, no médico. La doctora que la acompañaba se dio cuenta de la verdad tan pronto examinó a Alara de la manera correcta, vio que seguía viva y la hizo trasladar a este hospital en helicóptero, donde fue operada de urgencia y permanece en coma hasta ahora. No sé usted, Dryas, pero yo no veo por qué deberíamos considerar preocupante todo eso-.
-Tiene razón- conviene Syrio.- Por sí solo, nada de esto sería preocupante… hasta que entran en liza esos extraños sueños- y al decir eso último, levanta la mirada y clava sus ojos en Mathias.
El joven siente un desagradable hormigueo recorriéndole la espalda.
-¿Los… sueños?-.
-Pues sí. Al menos dos, según mis averiguaciones. Y en uno de ellos, está usted directamente involucrado-.
-¿Cómo sabe…
-Soy un Investigador Legado del Ordo Hereticus- lo corta Dryas.- Mi trabajo es averiguar cosas, igual que el suyo, Trandor. Bien, el caso es que el primero sueño documentado tuvo lugar en Shantuor Ledeesme. La Hermana Alara tuvo una pesadilla muy perturbadora, sobre gusanos que le salían del cuerpo… se despertó con un ataque de ansiedad, tuvieron que sedarla, y cuando despertó lo primero que hizo fue ir derechita a la entrada secreta del templo vermisionario, que había permanecido oculta durante miles de años, y descubrir lo que había debajo. El segundo sueño documentado tuvo lugar la noche de la Luminaria, pocas horas antes del ataque bioterrorista. La Hermana Alara soñó que usted era la primera víctima, se levantó dispuesta a impedirlo, y efectivamente abortó el ataque contra usted que los herejes iban a llevar a cabo. La cuestión es, ¿cómo podía saberlo? ¿cómo es posible que la Hermana Alara fuera capaz de adivinar lo que había en Shantuor Ledeesme y anticipar lo que le iba a suceder a usted? ¿De dónde vienen todas esas sorprendentes capacidades?-.
Mathias traga saliva. No responde. No tiene respuesta para esa pregunta.
-Espero que entienda mi preocupación, doctor Trandor. Si le estuviera pasando a cualquier otra persona, casi daría por hecho que se trata de las primeras señales de emersión psíquica. Pero, ¿en una Hermana de Batalla? Sinceramente, he intentado consultar si alguna vez se ha dado el caso, pero no he podido encontrar información alguna… al menos con mis parámetros de seguridad. Ya he dado parte a mi superior, el Interrogador Taddeus Damaris, para que busque la información con sus claves de acceso-.
“¿Emersión psíquica?”. Mathias se marea. “No, no puede ser; el Auspex de Octavia habría detectado algo. ¿Un Interrogador al tanto?”. Por la cabeza le pasa la horrible imagen de Alara, inconsciente y en coma, siendo introducida en una de las Naves Negras, para que el Ordo Hereticus pueda estudiarla a placer o la envíe a la Scholastica Psykana.
-Dryas, escuche. Escúcheme bien. No sé qué está pasando, pero Alara no es una psíquica emergente. Estoy seguro de ello. ¡La Hermana Dialogante Octavia la examinó en persona con su Auspex! ¡Habríamos visto algo! ¡Ella nunca…
-Cálmese, Trandor- le conmina Syrio, alzando la mano.- Como le he dicho, esta es sólo una hipótesis, y dudosa, teniendo en cuenta quién es el sujeto en cuestión. Pero debe reconocer que las capacidades de la Hermana Alara son sospechosas, sobre todo si tenemos en cuenta que se originaron en Shantuor Ledeesme. Según el testimonio de sus Hermanas, Alara era propensa a las pesadillas, pero nunca había tenido intuiciones ni sueños premonitorios hasta llegar al Shantuor-.
-Eso depende- intervino Mathias.- Yo diría que existen antecedentes. Por ejemplo, la propia idea de que la Inquisición investigara los cultos paganos remanentes de adoración al Gran Gusano: fue de ella. Y la idea de que nos desviáramos a Shantuor Ledeesme con el mal tiempo en lugar de seguir conduciendo hasta Gemdall también la tuvo Alara-.
-Pues estamos en las mismas- opinó Dryas, ceñudo.- Desviarse hacia el Shantuor, investigar el paganismo… todo apunta al culto vermisionario. Y en cualquier caso, nunca mostró capacidad alguna antes de llegar a Vermix. Como comprenderá, el Ordo Hereticus debe investigar. Personalmente estoy convencido de que a la Hermana Alara jamás se le pasaría por la cabeza traicionar al Emperador; con la fe y el valor que ha demostrado, eso queda fuera de toda duda. Pero los Poderes Ruinosos son insidiosos y traicioneros, doctor Trandor. Podría ser que la Disformidad hubiera encontrado el modo de colarse en su mente e influir en sus acciones, aunque ella no lo sepa. Es deber de la Inquisición estudiarla a fondo para discernir si su alma está limpia de toda mácula… o si debe ser purificada por su propio bien-.




A.D .844M40. Morloss Sacra (Vermix), Sistema Cadwen, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.


Al día siguiente, Alara desayunó en la habitación y pasó el resto de la mañana entre análisis médicos. La tendieron en camillas, la examinaron con extraños aparatos, sacaron radiografías y placas de todo su cuerpo y le midieron la tensión, la presión arterial y el ritmo del corazón. Finalmente, Valeria se dio por satisfecha y dijo que Alara ya estaba lista.
-¿Lista para qué?- quiso saber la Militante.
-Para las sesiones de rehabilitación- respondió Valeria, satisfecha.- Las fracturas ya tienen formado el callo óseo, lo cual significa que están prácticamente cerradas. Con unas cuántas dosis más de sueros regeneradores y varias sesiones de electroestimulación muscular, deberías estar lista para volver al combate en un mes-.
-¿En un mes?- preguntó Alara con ironía.- ¿Tanta prisa hay?-.
-Ríete, pero al parecer, sí. El Astra Militarum y la Eclesiarquía Imperial están de acuerdo en que deberías regresar a la batalla lo antes posible. Creen que tu presencia levantará la moral de las tropas. Incluso los altos mandos del Administratum están de acuerdo, y cuando hablo de altos mandos me refiero al mismísimo gobernador planetario-.
-¿Te refieres a esa sabandija de Lord Wargram?- gruñó Alara.- ¿El mismo idiota que ha abonado el terreno para que brotara la rebelión con sus dichosos sobreimpuestos?-.
-Te aconsejo que no digas esas cosas en voz tan alta mientras estemos aquí- siseó Valeria.- No sabemos quién podría estar escuchando-.
Alara se encogió de hombros. Después de enterarse de que el Libertador había ofrecido la inmortalidad como premio por su cabeza, no se le ocurrían que fueran necesarias otras formas de crearse enemigos en el planeta.
Cuando volvieron a la habitación, Mathias ya se había ido al laboratorio a trabajar, pero Octavia las aguardaba, y no estaba sola. Junto a ella aguardaban tres personas a las que reconoció en el acto: las hermanas Tharasia y Teodora, y el padre Bruno Drayven. Alara sonrió al verlos llegar.
-¡Salve Imperator!- los saludo alegremente.- ¡Veo que las noticias de mi recuperación os han llegado!-.
Bruno fue el primero en adelantarse. El joven sacerdote lucía una sonrisa deslumbrante en el rostro cuando se inclinó y tomó las manos de Alara entre las suyas.
-¡No sabe lo contento que estoy de verla despierta de nuevo, hermana!- exclamó.- ¡He rogado por usted sin cesar en mis oraciones!-.
-Todas lo hemos hecho- añadió Teodora, dedicándole una cálida sonrisa.- ¡La hermana Tharasia ordenó que las tres misas diarias fueran por ti!-.
Alara cruzó una mirada con su superiora, cuyos ojos reflejaban admiración, emoción contenida y un notable respeto. Tharasia, al igual que Teodora, vestía la túnica monacal blanca y negra de la Rosa Ensangrentada, aunque llevaba la pistola bólter colgando del cinto. Alara estaba sentada en una silla de ruedas sostenida por Valeria, de modo que la Ejecutora avanzó hasta ella, y para su sorpresa, se arrodilló junto a la silla en un gesto que era casi ceremonial.
-Hermana Alara, es usted un ejemplo de valor y de fe para su unidad, para el Adepta Sororitas y para todos los fieles del Emperador. No esperaba menos de usted. La Hermana Superiora Lissandra y la Palatina Sabina están informadas de todo lo sucedido y me han pedido que le transmita sus bendiciones. Es un orgullo para mí contarla entre mis tropas-.
Alara se ruborizó, asombrada al escuchar tales palabras.
-Le agradezco su benevolencia, Ejecutora Tharasia, pero no hice más que lo que cualquier otra hermana hubiera hecho en mi lugar-.
Tharasia no dijo nada, pero al mirar de nuevo a Alara, la joven reconoció en sus ojos una viva emoción que nunca antes había estado allí.
Bruno se levantó y sonrió, tratando de disipar la tensión del momento.
-Bueno, mi querida hermana Alara, tendrá que perdonar tanta formalidad, pero no sólo venimos a verla a título personal. También hemos venido en representación oficial de la Hermandad y de la Santa Eclesiarquía; concretamente de la Palatina Sabina y de su Muy Altísima Santidad el Obispo Theocratos. Ambos rezan por ti todos los días y han recibido la noticia de tu despertar con gran regocijo. Ahora, lo que todos desean es que te repongas cuanto antes para que puedas volver a sembrar el terror entre los enemigos del Imperio-.
Tharasia también se levantó, dirigiendo la mirada a Valeria.
-¿Cuándo cree que la hermana Alara estará lista para reincorporarse al servicio activo?- inquirió.
-Eh… bueno… -la pregunta tomó a Valeria un tanto desprevenida.- Tras las últimas pruebas, hemos decidido que las sesiones de rehabilitación empiecen mañana. Pero aun así, no creo que la hermana Alara esté lista antes de un mes. Tenga que cuenta que a pesar de la… ayuda externa que ha recibido, sus heridas eran terribles. Si la forzamos demasiado, podría lesionarse de nuevo. Es preferible ir con prudencia-.
-Desde luego, desde luego- se apresuró a asentir el padre Bruno.- Es ya un milagro que podamos tenerla entre nosotros. Sin embargo, confío en que la incapacidad temporal de la hermana Alara para el combate no le impida… acudir a otros menesteres más tranquilos-.
-¿Qué quieres decir?- preguntó Valeria, frunciendo el ceño.
-La Inquisición ha organizado una reunión secreta para esta misma tarde- intervino Octavia.- Y digo “la Inquisición” porque se trata de una reunión conjunta del Ordo Hereticus y el Ordo Xenos. Al parecer, hay asuntos de la máxima importancia que requieren la colaboración de ambos ordos, y los Interrogadores Damaris y Kyrion han insistido en que acudan todos los miembros del grupo de investigación del Legado Trandor-.
-¿Incluso Alara?- el tono de voz de Valeria tenía un inconfundible matiz reprobador.
-Especialmente la hermana Alara- puntualizó Tharasia, muy seria- siempre y cuando su estado de salud se lo permita-.
-La hermana Alara ha estado en coma hasta hace cuatro días- dijo Valeria con frialdad.- Como hermana Hospitalaria, mi obligación es evitar que sufra sobreesfuerzos innecesarios hasta que esté recobrada por completo…
-La hermana Alara puede asistir perfectamente a esa reunión- protestó Alara.- Vamos, Valeria, ni siquiera tendría que levantarme de la silla de ruedas. Sólo se trata de oír lo que tengan que decir; ¿qué mal puede hacerme? Lo único que necesitaré ejercitar será el cerebro, que, loado sea el Emperador, me funciona perfectamente-.
-Una reunión inquisitorial puede tratar asuntos muy espinosos- insistió Valeria.- No te conviene sobreexcitarte. Además, no puedes salir al exterior sin haberte vacunado contra la infección-.
-¿Aún no estoy vacunada?- es extrañó Alara.
-No lo creí conveniente- respondió Valeria.- Estabas muy débil. No sabíamos si tu sistema inmunitario respondería con normalidad, y dados los riesgos que había de que el virus tuviera un efecto indeseado…
Tharasia y Teodora lanzaron una ahogada exclamación de horror mientras trazaban apresuradamente el Signo del Aquila sobre sus pechos.
-¡Eso ni lo mencione, hermana!- exclamó Tharasia, horrorizada.- ¡Ni lo mencione!-.
Alara miró a Valeria con preocupación.
-¿Tan segura estás de que podría haberme matado?-.
Valeria tragó saliva.
-Dado tu estado, el peligro no era que te matara-.
-¿Por qué?- preguntó Alara, desconcertada.- ¿Qué es lo que hace?-.
Valeria vacilaba, pero Tharasia se apresuró a responder.
-¿No se lo ha contado?- le recriminó a la Hospitalaria, y sin darle tiempo a replicar, miró a Alara de nuevo.- La hubiera corrompido, hermana. Eso es lo que hace ese maldito virus demoníaco. Convierte a las personas en mutantes del Caos iguales a los Propagadores-.
Alara palideció.
-¿Quiere decir que… que me habría convertido en una de esas cosas si me hubieran puesto la vacuna estando en coma?-.
-No es tan sencillo- se apresuró a decir Valeria.- Verás, Mathias ha descubierto que el virus es psicoactivo. Afecta al sistema nervioso de la víctima causándole un dolor insoportable que la paraliza y la sume en una agonía constante. Al mismo tiempo, algo… una voz, un mensaje psíquico, empieza a latir en la mente de la víctima. Esto lo sabemos por los psíquicos autorizados imperiales, que al recibir la vacuna empezaron a oír el mensaje a gritos a pesar de que sus cuerpos no padecieron sufrimiento alguno. Oyeron en sus mentes una voz que les instaba una y otra vez a aceptar al Gran Padre como único dios, que cuando lo hicieran sus sufrimientos cesarían. Aquellos que tienen la suficiente fuerza de voluntad para resistir hasta al final, sufren un colapso por el dolor y mueren tras horas de agonía. Los que claudican, se convierten en mutantes Propagadores, tocados por la marca de la corrupción. Salvan la vida, pero pierden sus almas-.
-Los ancianos, los niños y los enfermos fueron los primeros en mutar- dijo Tharasia con amargura. -Todos claudicaron. Eran demasiado débiles. Y esos bastardos hijos de la Disformidad atacaron las scholas. Cientos de miles de niños, transformados en pocos minutos. Los Arbitradores tuvieron que acabar con hordas de ellos, y los que escaparon volvieron a sus casas para infectar a sus padres…
Alara sintió una oleada de náuseas. Sufrió una arcada y se dobló sobre sí misma. Valeria cogió rápidamente una palangana y se la puso delante a Alara un segundo antes de que la Militante comenzara a vomitar. Cuando alzó la mirada, tenía el rostro casi verdoso y los ojos llenos de lágrimas.
-Esto es lo que ha conseguido- siseó Valeria entre dientes, mirando a Tharasia con velado reproche.- ¿De veras era necesario contárselo ahora?-.
-Tengo… que saberlo- jadeó Alara, limpiándose con el trozo de gasa limpia que su amiga le ofreció.- He que saberlo todo. ¿Seguro que eso no le ocurre a los que reciben la vacuna? ¿Seguro?.-.
-¡No, no!- se apresuró a tranquilizarla su amiga.- ¡Todas nosotras estamos ya inmunizadas! La vacuna es segura, Mathias se aseguró de ello. Y tú no te hubieras convertido en mutante, precisamente porque te encontrabas en coma. De hecho, el protocolo estándar del Adeptus Medicae ha sido la sedación profunda de todos los infectados, administrando la Paz del Emperador a aquellos para los que no llegaban los sedantes. Por fortuna, Mathias comprobó que de ese modo los pacientes no sentían dolor y no oían la voz. Ahora está trabajando en encontrar un retroviral para poder curar la infección en lugar de solamente prevenirla, pero todavía no lo ha logrado, y sin tener la cura no podíamos arriesgarnos a que te infectaras durante el coma. Habrías comenzado a sentir los síntomas nada más despertar, y tendríamos que haberte inducido al coma de nuevo para que no murieras de un colapso, o… o… algo peor-.
Alara se secó el sudor frío que había perlado su frente, tratando de no pensar en los miles, en los millones de almas que estaban en peligro o habían sido arrojadas a la condenación del Caos.
-Iré a la reunión- siseó. -No me importa de qué hablen. Nada puede ser peor que esto-.
Valeria emitió un suspiro.
-Con una condición, Alara. Yo también estaré. Y si considero que tu salud corre peligro, te sacaré de ahí de inmediato-.
-De hecho, usted también está convocada a asistir- repuso el padre Bruno.- Todos los miembros del grupo de Lord Trandor, ¿recuerda? Eso significa que usted y la hermana Octavia deberán estar presentes-.
-Está bien- dijo Valeria de mala gana.- Allí estaremos-.



La reunión tuvo lugar una hora después de la comida. Como Alara no podía abandonar aquella planta del hospital mientras siguiera convaleciente, habilitaron una improvisada sala de juntas al otro extremo del pasillo. Antes de que llegaran los invitados, se expulsó de allí a todo el personal médico salvo a Valeria y a sus asistentes de la Cámara Hospitalaria y se dispusieron dos patrullas de Adeptus Arbites para que impidieran el acceso a cualquier persona no autorizada.
Cuando Alara llegó, empujada en silla de ruedas por Valeria y con Octavia al lado, la sala de reuniones estaba casi llena. Había más gente de la que esperaba. La habitación, que no tenía ventanas, estaba iluminada con luz artificial, y no tenía más muebles que las sillas donde reposaban los asistentes y una larga mesa en cuyo centro había un holoproyector. De un vistazo, Alara vio a la hermana Tharasia, al padre Bruno, al teniente Travis y al Vidente Molocai. También vio al visioingeniero Ophirus Crane y al tecnomago Corban Wyllard, los únicos asistentes que se encontraban de pie, ya que ni podía sentarse con todos aquellos mecandedritos emergiendo de su espalda ni tenían necesidad de hacerlo con sus piernas biónicas potenciadas. Al lado de Crane divisó a un sacerdote de túnica negra y una barba gris desmañada, del cual recordó el nombre al cabo de un segundo: era el padre Milos Tarell, al que había conocido en Shantuor Ledeesme cuando llegó como relevo en el séquito del Interrogador Kyrion. Éste también estaba presente, sentado en la cabecera de la mesa junto a un hombre moreno de facciones angulosas y barba bien recortada que sin duda debía ser Taddeus Damaris, el Interrogador del Ordo Hereticus. Finalmente, Alara vislumbró al Legado Syrio Dryas, a Damian Vogel, a Samantha Anterrax, y por último a Mathias Trandor, que estaba sentado al lado de Phoebe Aberlindt. La joven parecía preocupada y triste, y Mathias hablaba con ella en voz baja, rodeándole los hombros con el brazo en un gesto de protección y consuelo. Un aguijonazo de rabia atravesó el corazón de Alara.
-Hermana Alara- dijo el Interrogador Kyrion, levantando la mirada al verla llegar.- Sean bienvenidas, usted y sus hermanas. No puedo expresar lo mucho que nos alegramos de que pueda estar hoy aquí-.
Al oír a Kyrion, Mathias alzó la vista y soltó a Phoebe de inmediato, aunque Alara le lanzó una agria mirada dejándole claro que era tarde para disimulos. La joven vio un ramalazo de temor reflejado en los ojos de Mathias, antes de desviar su atención hacia el Interrogador del Ordo Xenos y saludarlo con una rígida inclinación de cabeza.
-Es un honor que hayan requerido mi presencia, Interrogador. Perdone que no pueda levantarme a saludarle-.
No pretendía hacer un chiste, pero algunos de los asistentes rieron con cordialidad. El hombre que estaba sentado junto a Kyrion esbozó una discreta sonrisa, y éste se giró hacia él.
-Hermana Alara, permita que le presente al padre Taddeus Damaris, Interrogador del Ordo Hereticus-.
-Un placer- dijo Damaris.- He oído hablar mucho de usted, hermana-.
-Igualmente, Interrogador-.
Mathias hizo ademán de levantarse, pero otra gélida mirada de Alara lo dejó quieto en el sitio. Inseguro, se volvió a acomodar en la silla al lado de Phoebe, que miraba a la mesa con ojos gachos y expresión apesadumbrada. Alara tuvo que tragarse la ira y los celos mientras Valeria la conducía al extremo opuesto de la mesa, al lado de Tharasia.
-Bien, ahora que ya estamos todos, creo que podemos empezar- dijo el Interrogador Kyrion. Sargento Gaskill, por favor…
El Sargento Arbitrador Gaskill, que se había ofrecido voluntario junto a los supervivientes de su pelotón para formar la escolta personal de Alara y la guardia de aquella planta del hospital, cerró las puertas tras de sí y se aseguró de que estuvieran bien cerradas antes de que sus pasos se alejaran del umbral. El Interrogador Damaris pulsó la runa de activación de un servocráneo, cuyos ojos se encendieron con sendas luces rojas un instante antes de que las mandíbulas metálicas chasquearan, señal de que ya estaba listo para empezar a grabar todo lo que se hablase en aquella reunión.
-No aburriré a ninguno de los aquí presentes con cháchara insustancial- dijo Kyrion.- Estamos en guerra. Una guerra orquestada por rebeldes heréticos y contaminados por el Caos, cuyo verdadero alcance hasta ahora apenas hemos podido vislumbrar. Teniente Travis, por favor…
Robert Travis se puso en pie.
-Actualmente, la Guardia Imperial está centrada en combatir a los rebeldes en el norte y el sur del planeta. Las fuerzas herejes se componen principalmente de cultistas y guerrilleros armados, aunque el diez por ciento de ellas son regimientos traidores de la Milicia Planetaria. Por fortuna, la gran mayoría de las Fuerzas de Defensa Planetaria y toda la Guardia Imperial se han mantenido leales, y la infección masiva fallida, junto a la pandemia que se produjo después, ha hecho que el levantamiento apenas haya tenido apoyo popular en las zonas urbanas. Por desgracia, esa misma infección ha sido la que más ha dificultado la organización y la logística-.
Travis encendió el holoproyector para mostrar un mapa bidimensional de Vermix. En él se veían las tres grandes masas continentales del planeta: a la izquierda, el enorme continente rural de Mesothalasia, a la derecha, la agreste isla de Tolrea, En el centro se encontraba Kamrea, el más grande y poblado de los continentes vermixianos.
-Como pueden ver, la mayor parte de la actividad enemiga se centra en Kamrea. En Tolrea y en Mesothalasia también hubo comandos bioterroristas dispuestos a sembrar el pánico, pero el aviso que el grupo del Doctor Trandor emitió desde Morloss permitió que la virulencia de los ataques se mitigara en gran parte desde el meridiano de Prelux y por toda la zona este de Kamrea. Por fortuna, Morloss Sacra fue el escenario del primer ataque, lo cual significó que los atentados pudieron ser previstos con muchas horas de antelación en las otras dos masas continentales. Las infecciones de Tolrea y Mesothalasia fueron casi testimoniales, y actualmente ambas se mantienen en poder de las fuerzas imperiales. Por desgracia, se trata precisamente de los continentes menos poblados y más salvajes de Vermix. Es en Kamrea donde el enemigo ha dado el mayor golpe-.
La mano de Travis señaló la parte posterior del mapa, agrandado la sección.
-Por fortuna- siguió diciendo- la rivalidad tradicional entre palianos y montanos ha sido una ventaja. Al parecer, este golpe ha sido orquestado fundamentalmente por herejes palianos, que aún rendían culto soterrado a la antigua religión vermisionaria. Como pueden ver, los ataques bioterroristas se han centrado exclusivamente en la zona de influencia paliana: ninguna población de las Tierras Altas ha sufrido atentando alguno, y las fuerzas de la Milicia Planetaria desplegadas allí se han mantenido leales, a pesar de que sus miembros son de etnia paliana. Los milicianos montanos que defienden el norte y el sur de Kamrea también se mantienen leales al imperio. Sólo cuarenta y ocho regimientos de la Milicia, compuestos por soldados de etnia paliana y situados en las zonas fronterizas, se han rebelado a favor de los herejes-.
El mapa volvió a su tamaño habitual para que el teniente Travis pudiera señalar las ciudades con mayor claridad.
-Como pueden ver, la zona más afectada por la rebelión ha sido el suroeste de Kamrea. Morlian, Yamarzanda, Masarkanda y Fleskorg no recibieron a tiempo el aviso de alerta bioterrorista y las infecciones fueron catastróficas; actualmente Morlian y Fleskorg están en manos del enemigo, mientras que Yamarzanda y Masarkanda se encuentran sitiadas. Afortunadamente, Noan Sangor está lo bastante al este para que sus autoridades contaran con margen de maniobra y pudieran evitar a duras penas lo peor de la infección, y se ha convertido en el bastión de defensa del suroeste de Kamrea-.
Alara escuchaba con atención. El resto de asistentes a la reunión parecían estar ya al corriente en mayor o menor medida de lo que estaba contando Travis, pero para ella toda esa información era nueva.
-¿Qué hay de la contraofensiva?- inquirió.- ¿Acaso nuestras tropas no están luchando por recuperar el control del territorio?-.
-Así es, hermana- respondió Travis- pero nuestros recursos son limitados. Las tropas leales que luchan en Yamarzanda pueden abastecerse por mar, pero en el interior las cosas están más difíciles. Todo el apoyo a los defensores de Masarkanda proviene de Noan Sangor, que a su vez cuenta con el apoyo y abastecimiento de Sangaranda. Sin embargo, la ruta es larga, y los herejes tienden contínuas emboscadas para atacar nuestras líneas de suministros por tierra, mar y aire. Gracias al Emperador, disponen de poco armamento pesado, pero poseen el suficiente para ser un quebradero de cabeza. Aprovechan su conocimiento del terreno pantanoso y agreste para hacer una guerra de guerrillas, y no podemos enviar todas nuestras fuerzas al sur mientras no hayamos conquistado el norte.- Volvió a agrandar la zona superior del mapa, señalando con los dedos.- Conservamos el control de Morloss y Gemdall, pero Fordall, Marlav y Prelux siguen bajo asedio. El grueso de nuestras fuerzas se concentra en torno a la capital, en la que, según los últimos informes, se espera la derrota de los herejes los próximos días gracias a la enconada defensa del Adepta Sororitas desde dentro y a las divisiones de la Guardia Imperial que luchan para romper el cerco desde fuera. Y una vez que liberemos Prelux, Fordall y Marlav no tardarán mucho en volver a nuestras manos-.
-¿Y qué pasará cuando recuperemos el norte?- quiso saber Alara.
-Dejaremos un contingente de reserva defendiendo las zonas estratégicas y enviaremos el grueso de las fuerzas de la Guardia Imperial para reforzar el sur. Dada nuestra gran superioridad numérica, logística y armamentística, ni la más enconada resistencia de los herejes podrá evitar que rompamos los asedios y recuperemos las ciudades que ahora están en su poder. Tras romper los cercos de Masarkanda y Yamarzanda, podremos…
-Disculpe que lo interrumpa, teniente- le cortó Alara- si se va a enviar al grueso de la Guardia Imperial al sur en cuanto recobremos el norte, ¿significa eso que la Milicia Planetaria quedará al cargo de la retaguardia?-.
Travis asintió.
-Lo más seguro es que algunas divisiones de la Guardia se queden para reforzar las ciudades más importantes, como Prelux o Morloss, ya que algún comando enemigo podría intentar traspasar nuestras líneas y sembrar el terror con nuevos atentados. Pero sí, el grueso de las fuerzas imperiales las compondría la Milicia Planetaria, que como ya he dicho, se ha mantenido leal en su mayor parte-.
Alara frunció el ceño. Había algo en la explicación de Travis que no cuadraba. Pero antes de que pudiera decir nada, el Interrogador Damaris intervino.
-Teniente, ¿crees que las irregularidades en cuanto al reclutamiento podrían suponer algún problema?-.
-Ninguno que nos cause una desventaja real, señor- respondió Travis.- Afortunadamente, disponemos de suficientes unidades de la Milicia formadas y entrenadas para el combate. Aunque para mayor seguridad, contactaré esta misma tarde con el mando regional del Munitorum para saber si ya se ha solucionado el problema-.
-Perdón- dijo Alara, confusa, dejando por un instante de lado sus resquemores- creo que no estoy al corriente de lo que dicen. ¿De qué irregularidades hablan?-.
Travis dejó de mirar a Damaris para girarse hacia ella.
-De un problema algo desconcertante, aunque por fortuna está teniendo una incidencia menor. Desde que se declaró el estado de guerra, se procedió a una leva forzosa entre todos los ciudadanos imperiales aptos para el servicio militar, a fin de que suplieran las bajas que vaya sufriendo la Milicia Planetaria. Y al parecer varias divisiones han reportado que, al acudir a algunas zonas rurales para la leva, se había dado el caso de que el reclutamiento ya se había llevado a cabo-.
-¿Por quién?-.
Travis lanzó un bufido.
-Por ellos mismos. Lo cual, por supuesto, es imposible. Lo han achacado a algún tipo de duplicidad en los archivos administrativos o un fallo en el sistema de cogitación central. Una comisión mixta del Administratum y del Adeptus Mechanicus está trabajando en ello, aunque van más lentos de lo que sería deseable, más que nada porque los mecanos parecen más interesados en echar la culpa a los amanuenses que en arreglar el problema… No es mi intención ofenderles, por supuesto- se apresuró a añadir el teniente, recordando que había dos tecnoadeptos en la sala e inclinando la cabeza hacia ellos con deferencia- desde luego, la misma actitud puede achacarse a los del Administratum-.
En ese momento, Alara sintió algo extraño. Era lo mismo que había sentido en Morloss la mañana de la infección, en la capilla del Ordo Xenos al averiguar la verdad sobre la Matanza de Galvan, y en Shantuor Ledeesme al leer el informe sobre las religiones vermixianas. Como si una luz se encendiera en su mente y todas las piezas de un extraño puzzle comenzaran a encajar entre ellas de una manera espantosa. Una palabra escapó abruptamente de sus labios.
-No-.
Todos los ojos de la sala se volvieron para mirarla. Alara negó con la cabeza en ademán nervioso, lamentando no poder ponerse en pie por culpa de sus piernas escayoladas. Su pulso se aceleró cada vez más. Todo estaba tan claro en su mente, que no podía comprender cómo los demás no lo veían.
-Es una trampa- barbotó.- ¿No lo ven? ¡Todo es una celada!-.
Los Interrogadores la miraron con fijeza. Sus rostros eran dos máscaras funéreas; Melacton Kyrion casi la atravesó con la intensidad de su mirada.
-¿A qué se refiere? Hable claro, hermana- exigió.
-¿Por qué no han vuelto a intentar el ritual?- preguntó Alara a su vez.
Damaris frunció el ceño.
-¿Cómo dice?-.
-El ritual para traer la hueste demoníaca, el que impedimos en el último momento aquí en Morloss. El Libertador escapó, podría haber…
-¿Qué quiere decir con eso de que el Libertador escapó?- la interrumpió Damaris con brusquedad.- ¡El Libertador está en Prelux Magna; ha estado allí desde el principio de esta guerra! Era el líder de las tropas de choque que asaltaron la ciudad, y a día de hoy continúa luchando, a pesar de los esfuerzos de la Palatina Sabina y de Lord Crisagon por ponerle la mano encima…
Alara miró a Mathias de inmediato.
-¿No se lo has dicho?- exclamó consternada.
-¡Ni que hubiera tenido tiempo!- se defendió él.- ¡Precisamente esta reunión era para poner a todo el mundo al corriente de detalles como ese!-.
“Tal vez habrías tenido tiempo si no hubieras estado tan ocupado consolando a la adepta Aberlindt”, pensó Alara, furiosa. Se obligó a no dejar salir aquellas palabras. “No hagas el ridículo, Alara. Tampoco Octavia y Valeria habían dicho nada aún, y también lo sabían”.
Los dos Interrogadores los miraron a uno y a otro alternativamente.
-¡Será mejor que explique lo que ha querido decir, hermana!- exclamó Kyrion, impaciente.
Alara les explicó lo más rápido que pudo la existencia del Libertador de la armadura verde, su teoría sobre los orígenes de ambos Libertadores y su hipótesis sobre la existencia de un tercero.
-¿No lo entienden?- exclamó.- ¡Si se hubiera abierto una brecha disforme en Vermix y hubiera penetrado por ella una legión demoníaca, los efectos serían evidentes! ¡Los psíquicos se habrían vuelto locos, las entidades disformes atacarían a todo el mundo, la locura y la corrupción camparían por doquier! Pero nada de eso ha ocurrido; ¿por qué? Aunque extermináramos al cónclave de Morloss, no hemos matado aún a todos los brujos de Vermix. ¿Por qué el Libertador no reunió más? Podría haber formado otro coro psíquico. No tan fuerte como el primero, tal vez… ¿pero acaso no llevo casi veinte días en este hospital? Han tenido tiempo de sobra para conjurar otro ritual; ¿por qué no lo ha hecho?-.
Taddeus Damaris la miraba con una fijeza que para cualquier otra persona habría resultado intimidante.
-Estoy seguro de que si está haciendo esa pregunta es porque ya tiene en mente una respuesta, hermana- dijo.- Le ruego que la comparta con nosotros-.
-Los reclutamientos- respondió Alara, cada vez más agitada.- No son un error; son víctimas. Víctimas para un nuevo ritual-.
-¿Cómo que víctimas?- preguntó Valeria, atónita.- ¡Si quisieran repetir el ritual, tienen medio Vermix disponible! ¡Hay ciudades enteras en su poder!-.
Mathias, que se había quedado pensativo, intervino algo vacilante.
-Bueno, no… Si lo pensamos, no es así en realidad. Por lo que sabemos del ritual blasfemo, los brujos usaron la energía psíquica generada por la infección y el sufrimiento que ésta provocaba en las víctimas para alimentar sus poderes y abrir una brecha a la disformidad. Y hoy en día, con la vacuna fabricándose a pleno rendimiento, los habitantes de las zonas urbanas o está inmunizados o han sucumbido a la pandemia. Los infectados que pudimos rescatar están sedados o han recibido la Paz del Emperador; los que quedaron atrapados en territorio enemigo, están muertos o convertidos en mutantes. Las zonas rurales son otro cantar; muchas siguen sin recibir la vacuna porque los Manofactorum no van todo lo rápido que sería deseable en la producción de dosis, ya que también necesitamos sedantes para los infectados y medicinas de campaña para nuestros soldados… pero claro, las zonas rurales están muy poco pobladas. En Morloss, la infección fue masiva; estamos hablando varios millones en un día, concentrados en una sola ciudad. Los pueblos y aldeas de Vermix son demasiado pequeños y están demasiado alejados unos de otros para que puedan reunir la misma conmoción psíquica, incluso si infectaran a todos los habitantes a la vez-.
-Pero si consiguieran reunir a muchos de ellos en el mismo sitio… -aventuró Octavia, continuando el razonamiento- podrían crear el suficiente eco psíquico para volver a alimentar otro ritual-.
-¡Eso es lo que están haciendo!- exclamó Alara.- ¡Apuesto cualquier cosa a que esos reclutamientos irregulares no han sido por error! Si no, ¿por qué no aparecen registrado en ninguna parte a dónde han ido esas tropas? ¡Porque los herejes se hacen pasar por Milicianos y se los llevan antes de que lleguen los auténticos reclutadores!-.
-Su hipótesis es muy preocupante, hermana- dijo el teniente Travis, mirándola con gravedad.- Si fuera cierta, significaría que los herejes han conseguido de algún modo interceptar la información de la Milicia Planetaria. Es cierto que alguna de las divisiones traidoras podría estar haciéndose pasar por leal para reclutar civiles, pero, ¿cómo saben a dónde y cuándo tienen que ir, para adelantarse siempre a los auténticos reclutadores? ¡Supondría que tienen acceso al sistema de cogitación interna!-.
-Los generales de división la tienen- apuntó el Interrogador Damaris.
-Claro, pero lo primero que debieron hacer los tecnoadeptos al servicio de la Milicia fue anular las claves de acceso de las divisiones traidoras. ¿Por qué iba cualquiera de los leales…
-No son leales- siseó Alara. Todo el mundo volvió a mirarla de nuevo. -No sé cuántas divisiones de la Milicia Planetaria son traidoras, pero estoy segura de que son muchas más de las que parece. ¡Por amor del Emperador, mírenlo! ¡Miren el mapa! No se ha rebelado ni un solo regimiento paliano de las Tierras Altas, y tampoco ninguno de los montanos de las Tierras Bajas. Pero esta guerra no es sólo cosa de los vermisionarios; sabemos que existe una alianza con los saurosicarios probablemente arreglada y sostenida por los deomecanicistas. ¿Cómo es posible entonces que ningún regimiento montano de los que están desplegados al norte o al sur de Kamrea se haya rebelado?-.
-Pero, si son traidores, ¿por qué iban a esperar?- preguntó Teodora, confundida.- Se supone que la estrategia de los herejes era dar un único y contundente golpe para cogernos con la guardia baja antes de que pudiéramos reaccionar. Si poseen más fuerzas, ¿por qué se las han reservado?-.
El teniente Travis abrió mucho los ojos.
-Es como en el regicida- dijo.- Una celada-.
-¿Cómo dice?-.
-El regicida es un juego de tablero en el que los jugadores enfrentan dos ejércitos de piezas para matar al rey del contrario- explicó Travis.- Una celada consiste en sacrificar a propósito una pieza para conseguir un beneficio aún mayor. Si existen regimientos de montanos traidores en la Milicia Planetaria y no se han rebelado a la vez que los demás, sólo existe un motivo lógico para ello, y es hacernos creer que la herejía de Vermix es sólo cosa de los palianos. También sería el motivo por el cual podrían tener algunos regimientos palianos traidores en reserva, en las Tierras Altas: aparentar debilidad-.
Alara asintió con energía.
-El teniente Travis ha captado perfectamente lo que quería decir. Sin duda el enemigo sabía que, aún con todas las divisiones traidoras de la Milicia de su parte, el resultado de la guerra habría sido dudoso teniendo que luchar contra una fuerza combinada de la Guardia Imperial y el Adepta Sororitas. Puede que lo tuvieran previsto desde el principio o que el líder de la alianza tomara la decisión en cuanto se dio cuenta de que no estaba tomando al Imperio tan por sorpresa como había planeado, pero al caso es lo mismo: han intentado convencernos de que esta rebelión es sólo cosa de los palianos, y que la mayor parte de la Milicia Planetaria es leal. Fíjense en el mapa: como el teniente Travis ha dicho, estamos a punto der ganar la guerra en el norte… ¿y qué pasará después? Que casi toda la Guardia Imperial se trasladará al sur, donde el enemigo es más fuerte, para aplastarlo definitivamente. ¿Y quién quedará atrás, en retaguardia? La Milicia Planetaria. Pero si la mayor parte de los milicianos se rebelaran en ese momento, no habría manera de que tan pocos Guardias Imperiales defendieran el norte, ni siquiera con nuestra ayuda. Prelux, Morloss, Gemdall… incluso la zona oeste caería en sus garras. Pero eso no es lo peor… -Alara señaló con la mano un poco más abajo, al centro del mapa.- Si en ese momento los milicianos de las Tierras Altas también se rebelaran, cortarían la comunicación entre el norte y el sur. ¡Todas nuestras líneas de abastecimiento interrumpidas! ¡Sería un desastre!-.
-Interrumpidas por tierra- puntualizó Travis, ceñudo.- Pero el poderío aéreo y naval lo seguiríamos teniendo nosotros. La Marina controla todos los buques de guerra, y la mayor parte de los Valkyria y los Vulture pertenecen a la Guardia Imperial, no a la Milicia Planetaria-.
-No les haría falta- dijo Alara, sintiendo un escalofrío Se giró hacia la Dialogante que permanecía muda en su asiento.- Octavia, ¿recuerdas a las serpientes marinas?-.
Su amiga parpadeó un instante tras las gafas.
-¿El qué? Ah, sí… ¡oh!- exclamó de repente, mientras sus ojos se llenaban de una horrorizada comprensión.
-Exacto, oh- dijo Alara con voz fúnebre.- Los herejes cuentan con brujas biomantes entre sus filas. Es la capacidad principal de las sacerdotisas vermisionarias. Y las biomantes son capaces de controlar a los animales; Octavia y yo lo vimos cuando nos dirigíamos en la patrullera a interceptar la flota de brujos herejes que se dirigía aquí, a la isla Zarasakis-.
-Lo que dice Alara es cierto- asintió Octavia, tragando saliva.- Las serpientes marinas nunca se acercan a la costa; viven en alta mar. Pero aquellas no sólo se acercaron, sino que nos atacaron perfectamente coordinadas. Había una inteligencia maligna en ellas, y estaban tocadas por el poder de la Disformidad. Pude percibirlo con claridad-.
-¿Se lo imaginan?- preguntó Alara en voz baja.- ¿Se imaginan a toda la fauna de este planeta luchando de repente contra nosotros? Los carnosaurios y los rinoferox por tierra, las serpientes por mar, los dinovermos en ríos y pantanos, los dracosaurios y los rinoferox en tierra firme, y los dinoarácnidos en los bosques-.
-La hermana Alara tiene razón- intervino Mathias.- Cualquiera de esos animales es lo bastante grande y fuerte para poner en apuros un vehículo pesado si atacan en grupo. Una manada de dracosaurios atacando coordinadamente podría derriban un Valkyria. Un dinovermo adulto podría tragarse sin problemas cualquiera de nuestros tanques; para cuando el artillero disparase, el animal ya estaría de nuevo bajo tierra o sumergido en el agua de los pantanos. Y en cuanto a las serpientes… ya deben haber leído el informe de lo que hicieron con la tripulación de la patrullera-.
-Y mientras tanto, una horda de demonios penetrando en planeta- gruñó Travis.- Por la sangre del Emperador. Si su teoría llega a ser cierta…
-Cierta o no, no podemos ignorar la posibilidad- lo interrumpió Damaris abruptamente. Intercambió una mirada con Kyrion, que asintió levemente.- Y dados los antecedentes de la hermana Alara, yo me inclino a creerla. Si esa teoría de la celada se llega a materializar, los resultados serán terribles. Y todo ello sin contar que además de cortar nuestras líneas de suministros también podrían bloquear nuestras comunicaciones. Sabemos que pueden hacerlo; el día del levantamiento general nos dejaron incomunicados durante varias horas hasta que los Skitarii del Culto Mecánico consiguieron recuperar el control de las torres de comunicación. Y ellos seguirían usando la brujería para comunicarse y levantar a los muertos que perdieran en batalla, como han estado haciendo hasta ahora. Además, sus capacidades de despliegue serían mucho mayores que las nuestras gracias a los Portales Eldar- añadió, mirando de soslayo a Syrio Dryas. Éste se puso en pie.
-Hermana Alara, Legado Trandor, supongo que recuerdan la tablilla pintada por Oskar Eshmer que nos entregaron el día antes de que estallara la rebelión-.
Alara maldijo para sus adentros; lo cierto es que la había olvidado.
-Tal y como nos pidieron, el Magíster Astellas la examinó- dijo Dryas.- Aunque no pudimos reunirnos al día siguiente con su equipo, Legado Trandor, debido a la guerra civil que tan sorpresivamente estalló, me tomé la libertad de contarle lo que habíamos descubierto al Interrogador Kyrion, que a su vez lo puso en conocimiento de Lord Crisagon. Se trataba de un mapa con la situación exacta de todos los portales de Kamrea-.
-El Inquisidor descubrió que hay tres tipos de portales- intervino Melacton Kyrion.- Los portales a la Telañara Eldar de los Shantuor, varios portales intraplanetarios que comunican unos con otros, y en el centro del entramado, un portal interestelar-.
-¿Interestelar?- preguntó Alara.
-Significa que comunica varios planetas entre sí. Lord Crisagon cree que podrían ser los tres planetas de este sistema que fueron primitivamente colonizados por los Eldar: Vermix, Tarion y Voxtor. Por desgracia, no hemos podido descubrirlo con certeza, por el mismo motivo que tampoco pudimos examinar los portales intraplanetarios; al parecer, los herejes ya conocían su existencia y los tenían custodiados. Los grupos de investigación encontraron guardianes protegiendo la entrada a los portales. Al principio creímos que eran rebeldes herejes, pero al entrar en batalla descubrimos que se trataba de inteligencias abominables, como las que usted, hermana Alara, descubrió y destruyó en Shantuor Ledeesme, aquellas que se habían hecho líderes del grupo de bandidos. Al parecer, trabajan a las órdenes de los herejes, y exterminaron a todos los investigadores que se acercaron a los portales. De modo que podemos contar con que todos ellos están en poder del enemigo, que sin duda se servirá de ellos para hacer redespliegues rápidos e inesperados. Es una suerte que al menos contemos con un mapa que señala su ubicación, porque de lo contrario podríamos habernos encontrado con ejércitos enemigos apareciendo por sorpresa en nuestra retaguardia-.
Alara miró de reojo a los demás. Todos parecían preocupados; incluso Ophirus Crane tenía una expresión inquieta en su único ojo biológico. El único que permanecía impasible, al menos en apariencia, era Corban Wyllard, aunque la Militante se figuró que la impresión se debía a que el tecnomago no tenía un rostro visible en el que se pudiera leer emoción alguna,
-La cuestión es- continuó el Interrogador del Ordo Hereticus- ¿qué vamos a hacer ahora? Si alguien tiene alguna idea de cómo proceder, estaré encantada de escucharla-.
-Hay que detener el ritual- afirmó Alara, rotunda- como sea-.
-Pues ya me dirá cómo, hermana; no tenemos la menor idea de dónde, cómo, ni cuándo…
-Si me permites, Interrogador- dijo una voz rasposa- creo que tal vez yo pueda ayudar en eso-.
Alara miró al dueño de la voz, que no era otro que Dymas Molocai, el vidente de la cábala de Lord Crisagon.
-Mi don me permite tener atisbos del futuro- continuó el psíquico- si sé qué tengo que buscar, por supuesto. Con mi tarot imperial y la asistencia del Divino Emperador, es posible que logre predecir cuánto falta para el ritual y dónde tendrá lugar el próximo reclutamiento de los traidores-.
-Es una buena idea, Dymas- lo alabó Kyrion.- Si no tiene inconveniente, Damaris, creo que deberíamos aceptar. El Vidente Molocai es de absoluta confianza-.
-Me parece bien- aceptó Damaris- pero evitar el ritual, aunque es importante, no resuelve la otra cuestión. ¿Cómo impedir el levantamiento de la Milicia traidora y la… rebelión de la fauna, por decirlo de alguna manera?-.
Mathias se puso en pie.
-Creo que yo puedo aportar alguna luz a ese asunto, Interrogador- dijo.- Como discípulo del Magíster Séneca, que es el mayor especialista en flora y fauna vermixiana del Ordo Xenos, conozco los mecanismos biológicos de los animales de este planeta. No podemos impedir que los biomantes los utilicen, pero sí podríamos neutralizarlos de algún modo cuando nos ataquen. Contamos con la ventaja de que, por muy controlados que estén, seguirán teniendo flaquezas y debilidades. El punto débil que comparten todos ellos es el sentido del oído; todos son sensibles a los estímulos auditivos de una forma u otra. Si le pedimos al Magíster Seneca que lo investigue, es probable que consiga desarrollar a tiempo algún aparato que emita sonidos lo bastante perturbadores para desconcertar y desorientar a los animales. ¿Ha oído hablar de los aparatos de ultrasonidos que usan los agricultores vermixianos para espantar las bandadas de dracartijas de los cultivos? Pues estaríamos hablando de un sistema parecido-.
-Bien pensado, doctor Trandor- lo felicitó Kyrion.- Se pondrá usted en contacto con el Magíster Séneca tan pronto acabe la reunión para transmitirle la petición. Confío en que no tenga problemas para hacerse con los ejemplares que necesite-.
-Bueno… -Mathias titubeó un instante- Tenemos a Vermilio en el acuario, pero a excepción de ese dinovermo, no sé cómo podremos conseguir los demás animales. Tal vez una partida de caza, pero…
-Yo puedo ocuparme de eso- dijo Samatha Anterrax, sonriente.- Muchos nobles vermixianos poseen zoológicos privados con animales exóticos. Estoy segura de que, si muevo los hilos adecuados, no nos costará mucho que algunos de ellos nos presten un ejemplar para su estudio-.
-Si el plan funciona, la situación no será tan mala- apuntó Travis.- Con las líneas de comunicación aérea y marítima activas, podríamos abastecernos y tener la oportunidad de hacer redespliegues. Y sabiendo lo que sabemos ahora, la Inquisición debe contactar con el Gobernador Militar para que dé la contraorden y autorice un puente aéreo que redespliegue fuerzas de la Guardia Imperial tanto en el norte de Kamrea como en las Tierras Altas. Sugiero centrar nuestros esfuerzos en defender cuatro puntos clave: Ankorgeyd, Zordian, Borsian y Bardasanda; así contaremos con un corredor que mantenga comunicados el norte y el sur y defenderemos a la mayor parte de la población montana. Si no permitimos que los herejes partan Kamrea por la mitad, les negaremos una ventaja estratégica decisiva-.
-Lo mejor sería acabar con sus líderes- dijo Octavia, pensativa.- Palianos y montanos siguen siendo enemigos históricos. Descabezando la rebelión, los herejes dejarían de luchar coordinados. Y creo que muchos se desmoralizarían y huirían si ven caer a sus Libertadores-.
-Ojalá, hermana, pero a saber dónde se encuentran- repuso Damaris.- A excepción de ese demonio rojo que lucha en Prelux, no creo que se dejen ver-.
-Tal vez podamos acabar con ese problema al mismo tiempo que acabamos con el del ritual impío- aventuró Alara.- El Libertador Vermisionario fue quien dirigió a los brujos aquí en Morloss; lo lógico sería que también fuese el director del segundo ritual. Si es así, creo que la mejor opción sería mandar a un comando inquisitorial que boicotee el hechizo en el último momento para acabar también con los brujos que lo estén invocando y con su director-.
-Es una idea interesante, hermana Alara- admitió el Interrogador.- Cuando el Vidente Molocai nos ilustre sobre este punto, podremos planearlo al detalle. Pero creo que enviar un comando de infiltración será lo más factible para localizar a los traidores y desbaratar sus planes. ¿No lo cree, Interrogador Kyrion?-.
El aludido asintió.
-Habrá que pensar detenidamente en el asunto. Podría mandarse un grupo reducido de entre cinco y diez agentes, no más, para que se hagan pasar por lugareños reclutables, si Dymas consigue averiguar el próximo punto de reclutamiento-.
-Me presento voluntaria- dijo Alara inmediatamente.
Tuvo la satisfacción de ver cómo Mathias Trandor se ponía rígido y la fulminaba con la mirada. Pero no fue el único; Octavia, Valeria, incluso Tharasia y Teodora la miraron alarmadas.
-Alara, te recuerdo que estás en una silla de ruedas ahora mismo- le reprochó Valeria.
Alara sintió que sus mejillas enrojecían de pura rabia y frustración. ¿Después de tantos años de esfuerzo y entrenamiento, cómo se atrevía su cuerpo a fallarle justo cuando necesitaba todas sus fuerzas para combatir? Los brazos y las manos se le tensaron por el esfuerzo cuando, apretando los dientes, hizo acopio de todas sus energías para levantarse.
Temía no conseguirlo, pero lo consiguió. Gracias a los sueros regenerativos y al biomante enviado por Lord Crisagon, sus huesos estaban soldados y sus heridas cerradas, aunque las operaciones y la inmovilidad hubieran hecho estragos sobre su masa muscular. Sintiendo una dolorosa punzada en la espalda, se irguió sobre las piernas, que tambalearon un breve instante antes de responder y sostenerla con firmeza.
-Me presento voluntaria- repitió- siempre que mi estado físico me lo permita-.
Mathias abrió la boca para hablar, pero Melacton Kyrion lo silenció con una mirada.
-¿Por qué insiste el presentarse voluntaria a pesar de su estado de salud, hermana?-.
Alara clavó los dedos sobre la superficie de la mesa, tratando que nadie advirtiera su debilidad.
-Porque intenté matar al Libertador vermisionario y fracasé. A pesar de todos mis esfuerzos, escapó con vida, y eso se ha convertido en mi vergüenza. Le he fallado al Emperador-.
-¡Hermana Alara, no diga tonterías!- la reprendió el padre Bruno, atónito.- ¡Le puedo asegurar que ninguno de los aquí presentes cree, ni por un instante, que le haya fallado usted a nuestro Divino Padre! Nos salvó a todos-.
-Pero el Libertador escapó- replicó ella. Las palabras le sabían amargas en la boca al pronunciarlas.- Purgar su impía alma del universo era mi deber. ¿Por qué, si no, el Emperador permitió que fuera yo quien lo tuvo a tiro? Tendría que haberlo matado, pero sólo lo herí. Fallé. Y suplico a la Inquisición que, si mis fuerzas me lo permiten, me dé la oportunidad de remediar mi fallo. Además, las Hermanas de Batalla somos el brazo armado del Ordo Hereticus, y actualmente yo sigo formando parte de un grupo de investigación inquisitorial…
-Del Ordo Xenos- se apresuró a apuntar Mathias- no del Ordo Hereticus. Y es evidente que una misión de tales características es cosa del Hereticus, no del Xenos-.
-En realidad no, Legado Trandor- repuso Kyrion, mirándolo con velado reproche.- Usted mismo descubrió que los cultos vermisionario y saurosicario son blasfemias derivadas de cultos ancestrales a los dioses Eldar. Eso hace que la herejía vermixiana sea asunto tanto del Xenos como del Hereticus, motivos por el cual estamos ahora mismo en una reunión mixta de ambos ordos. El comando de infiltración deberá ser mixto…sobre todo porque la cuestión Eldar está muy lejos de resultar un simple misterio del pasado. De hecho, se trata de un problema que resulta casi tan acuciante como el de los brujos blasfemos-.
Mathias lo miró extrañado.
-¿Qué quiere decir, Interrogador?-.
-Quiero decir que el segundo punto de esta reunión es exactamente el motivo por el cual ha encontrado a la Adepta Aberlindt tan abatida- respondió Kyrion.- Y es la desaparición de todos los miembros del Ordo Xenos que se encontraban en Shantuor Ledeesme-.
Alara se había vuelto a sentar mientras Mathias y Melacton hablaban, y se alegró de haberlo hecho, porque estaba segura que de haber seguido de pie las piernas no la hubieran sostenido. La sola mención de ese lugar era como revivir la peor de sus pesadillas.
-¿Qué ha pasado en Shantuor Ledeesme?- preguntó con voz ahogada.
-Lo mismo que ha pasado en los demás Shantuor- dijo el Interrogador con gravedad.- Pocos días después de que empezara la rebelión, los herejes los atacaron. Tiene su lógica, sabiendo lo que sabemos: ellos estaban convencidos de que sólo los guardianes demoníacos mantenían a los alienígenas fuera de Vermix, y la que ellos llaman Señal del Padre era una llamada de advertencia: el signo de que las puertas volvían a estar abiertas. En cada Shantuor había un grupo de investigación inquisitorial y sesenta soldados de la Guardia Imperial como escolta, pero la incursión hereje fue por sorpresa, atacaron con las mejores tropas de las que disponían y en una proporción de diez a uno contra nosotros. Las fuerzas imperiales resistieron días, pero no pudieron pedir ayuda porque los herejes bloquearon cualquier señal de comunicación. Los herejes exterminaron a las fuerzas inquisitoriales, aunque a costa de grandes pérdidas, y se hicieron con el control de todas las fortalezas santuario-.
 “Tanto esfuerzo para nada”, pensó Alara con amargura. “Dios Emperador, ¿cómo es posible que cada una de mis victorias se convierta en un trago tan amargo?”.
-¿Qué tiene que ver eso con la cuestión de los Eldar?- quiso saber Octavia.- Si los que atacaron los Shantuor fueron los herejes…
-Todavía no he terminado, hermana- la cortó Kyrion.- De hecho, esto no ha sido más que el principio. Cuando Lord Crisagon se dio cuenta de que ninguno de los equipos de investigación respondía a nuestras llamadas, incluso después de que por fin se restablecieran las comunicaciones en Kamrea, comprendió de inmediato que algo iba mal. Como el sur del continente estaba bajo el control de los herejes, fue imposible llegar a los tres Shantuor que se encuentran allí, a los que hoy en día seguimos sin poder acceder, pero Lord Crisagon envió una nutrida fuerza de la Guardia Imperial dirigida por un Legado del Ordo Xenos y un pelotón de Sororitas como apoyo para recuperar los Shantuor del centro-norte de Kamrea. Sin embargo, no hubo batalla alguna. Es más, pudimos recuperar el control de todas las fortalezas santuario sin oposición… porque cuando las fuerzas imperiales irrumpieron, esperando encontrar una enconada resistencia, descubrieron que todos estaban muertos: tanto leales como rebeldes-.
-¿Tal vez los nuestros consiguieron acabar con todos los herejes antes de morir?- aventuró Tharasia.
Melacton Kyrion negó con la cabeza.
-Saltaba a la vista que no. Los cadáveres de los acólitos inquisitoriales y los guardias imperiales tenían varios días de antigüedad, mientras que la mayoría de los herejes eran mucho más recientes. Y cuando las Hospitalarias examinaron los cuerpos de los fallecidos, descubrieron en el acto que algo no cuadraba: tanto los cadáveres de los imperiales como los herejes muertos días atrás mostraban heridas fruto de armas de proyectiles y láser, armas blancas y granadas de fragmentación. Sin embargo, los cadáveres más recientes presentaban lesiones causadas por armas de energía, y lo que era más extraño, unos proyectiles en forma de pequeños discos con bordes cortantes monofilamentados. Los Legados informaron de inmediato a Lord Crisagon, que tras examinar los proyectiles en persona, llegó a la conclusión de que se trataba de armamento Eldar-.
Alara se llevó la mano a la boca, sorprendida.
-¿Armamento xenos?- preguntó, atónita.
-Así es- respondió Kyrion.- Concretamente, procedentes de un arma llamada “catapulta shuriken”. Sin embargo, a pesar de que peinaron hasta el último rincón de las fortalezas-santuario, los nuestros no pudieron encontrar evidencia alguna de presencia Eldar, si exceptuamos los proyectiles hallados en los cadáveres. Tampoco había superviviente alguno que pudiera contarnos lo que había pasado, y nos habríamos quedado sin saberlo… de no ser por lo que se encontró en Shantuor Ledeesme-.
La vocecilla de Phoebe Aberlindt resonó en la habitación bañada por el temblor de las lágrimas.
-¿Qué se encontró?-.
-Los restos de un servocráneo- respondió el Interrogador.- Concretamente, el que la Acólita Nora Reik estaba utilizando para grabar sus exploraciones-.
Alara se dio cuenta de que le sonaba el nombre, y un segundo más tarde recordó por qué: Nora Reik era la chica de pelo azul que había llegado como relevo del Ordo Xenos a Shantuor Ledeesme junto a Phoebe Aberlindt, Dymas Molocai y el propio Melacton Kyrion. Con un nudo en el estómago, se dio cuenta de que si Phoebe, Kyrion, Molocai, Tarell y el tecnomago Wyllard no hubieran acudido en ayuda de Mathias y su equipo durante el ataque a Morloss, ellos también estarían muertos sin remedio.
-Nora no iba sola- continuó relatando Kyrion, que hablaba con aparente serenidad a pesar de que la muerte de la mitad de su equipo debía haberle afectado mucho.- El Acólito Gideon la acompañaba-.
-Él era mi ayudante- dijo Phoebe con un hilo de voz- Debería haber venido conmigo, pero le pedí que se quedara para echarle una mano a Nora y lo dejé allí. Yo se lo dije…
Alara se dio cuenta de que la joven se mordía el labio inferior para no romper a llorar. Mathias no la abrazó como había hecho antes, pero apoyó una mano en su hombro y volvió a susurrarle palabras de consuelo. La Militante tragó saliva, sintiendo la extraña e incómoda sensación de ver sus sentimientos divididos entre la compasión y el odio.
-La grabación es demasiado extensa para proyectarla en su totalidad ahora- dijo el Interrogador-. Sin embargo, les haré un resumen de lo que hemos descubierto en ella antes de mostrarles el fragmento que van a visionar. Nora y Gideon investigaron las inmediaciones del portal a la Telaraña Eldar y descubrieron que tras una de las paredes había una zona hueca que comunicaba con un pasadizo. Al seguirlo, descubrieron un nivel inferior que se adentraba aún más bajo la colina de Shantuor Ledeesme y que contenía los restos de un asentamiento Eldar. A lo largo de un par de días, estuvieron investigando las ruinas, abandonadas desde hacía muchos milenios como era evidente por su aspecto. Por desgracia, mientras estaban allí los herejes atacaron en la superficie, y cuando Nora y Gideon regresaron para informar de lo que habían descubierto, se encontraron con una batalla infernal que había llegado ya al interior del templo vermisionario. De inmediato, tomaron las armas y lucharon para ayudar a los pocos acólitos y guardias imperiales que aún resistían. Por desgracia, el avance de los herejes era imparable y encima tenían brujos entre sus filas: una mujer que curaba a los heridos y un hombre que hacía estragos entre nuestras filas. Tras horas de cruenta lucha, los herejes empujaron a los nuestros hasta la caverna del lago. Para entonces sólo quedaban en pie Nora, Gideon, el tecnomante Debrien y medio pelotón de la Guardia Imperial, dirigido por el teniente Lean. Las imágenes que van a presenciar a continuación muestran lo que ocurrió durante el asalto final, hasta el fin de la grabación-.
Hizo una señal a Ophirus Crane, que se acercó la holoproyector y emitió un cántico ceremonioso mientras introducía una microplaca en el lector de datos. Tras dirigir sus oraciones al espíritu-máquina del aparato y pulsar la runa adecuada, una imagen bidimensional apareció en el aire.
Lo primero que los ojos de Alara registraron fue una auténtica masacre. Varios guardias imperiales, muchos de ellos heridos, combatían contra una furiosa horda de herejes que llevaban tatuado en el pecho desnudo el símbolo del vermívoros. Algunos de ellos, como los brujos, mostraban un aspecto extraño y abotargado propio de mutantes. El hechicero era especialmente terrible; cuando fijaba su poder en un guardia imperial, al cabo de unos instantes el pobre hombre se desplomaba gritando de agonía y sangrando a chorros por orejas, nariz y boca. Los acólitos inquisitoriales, seguidos desde el aire por el servocráneo que seguía a Nora y desde cuyos ojos se contemplaba la escena, penetraron a todo correr en la cueva donde Alara y sus hermanas habían derrotado a la hueste demoníaca de Pustus. Los soldados de la guardia imperial cubrieron su retirada, y finalmente se replegaron tras ellos. Rápidamente, tomaron posiciones utilizando como cobertura la plataforma donde estaban los cañones Eldar y habían estado los cilindros de los brujos en estasis.
La batalla se convirtió en una mascare. Los primeros herejes que entraron por la puerta fueron barridos por una andanada de disparos láser, pero por cada uno que caía otro conseguía entrar, y en pocos minutos consiguieron superar las defensas de los imperiales. El tecnomante había dedicado todas sus energías en disponer cargas explosivas alrededor de la plataforma para volarla. Alara comprendió que el plan desesperado de los acólitos era destruir el mecanismo que abría el portal disforme, aunque fuera a costa de inmolarse ellos mismo en la explosión, para que los herejes no pudieran utilizarlo de nuevo. Sin embargo, el brujo se dio cuenta de inmediato del plan y concentró todos sus esfuerzos en acabar con el tecnomante, que murió entre gritos de agonía antes de conseguir detonar los explosivos.
Sólo quedaban Nora, Gideon y un puñado de soldados de la guardia imperial que no podían hacer otra cosa que disparar desesperadamente la poca munición que les quedaba. Gideon intentó manipular el detonador para disparar las cargas, pero uno de los herejes le disparó y le alcanzó en el costado, hiriéndolo de gravedad. El joven se desplomó en brazos de Nora, que ya no tenía munición y se encogía aterrada al otro lado de la plataforma. El servocráneo lo grababa todo escondido en una esquina del techo de la caverna, a salvo de la mirada de los herejes. También en esta ocasión Alara comprendió el motivo: la Adepta Reik pretendía dejar constancia de lo que había ocurrido por medio de la grabación, y para ello había dado órdenes al servocráneo de que se ocultara y siguiera grabando hasta el final.
Dos guardias imperiales cayeron abatidos bajo el fuego enemigo. Otros dos consiguieron matar a media docena de herejes antes de correr la misma muerte. El brujo mató al último con el mismo horrible hechizo que había usado para acabar con los demás soldados… y Nora y Gideon se quedaron solos, rodeados de herejes y atrapados sin remedio.
Todo parecía perdido, pero en aquel momento, la cámara del servocráneo captó algo. Un leve movimiento en la esquina del ángulo de visión. Y, de repente, aparecieron.
Al principio sólo eran formas difusas en la oscuridad, pero al alcanzar el campo de grabación del servocráneo, Alara pudo verlas con más claridad, aunque le resultaron desconcertantes. Se trataba de un grupo de seres humanoides, aunque más altos y esbeltos de lo que sería un humano normal. Iban vestidos del modo más extraño y estrafalario que nadie hubiera podido imaginar: armaduras livianas, mallas ceñidas y largos chaquetones decorados con cascabeles tintineantes y rombos de colores chillones y vibrantes, como si fueran payasos o arlequines. Todos lucían máscaras de muecas grotescas y extravagantes crestas de colores en la cabeza, a excepción de dos de ellos: uno, vestido de colores como los demás, llevaba una capucha sobre la cabeza y un báculo en la mano, y su máscara carecía por completo de facciones: era totalmente lisa y reflectante como un espejo. El otro era el único que no iba vestido de colores; sus ropajes estaban hecho de retales negros y grises, llevaba un arma pesada de cañón negro en las manos y su máscara tenía forma de una calavera de burlona sonrisa.
-Sangre del Emperador… -susurró Phoebe Aberlindt.- Son Arlequines. Es una troupe de Arlequines Eldar-.
Los alienígenas permanecían en suspenso, como si estuvieran esperando algo. Entonces, el encapuchado habló, alzando su báculo, y dijo algo en una lengua musical y extraña que Alara no pudo comprender.
-Traduzca, Aberlindt- ordenó Kyrios.
-Ha… ha dicho: “que comience el espectáculo, purgad a los impuros”- balbuceó la erudita.
Y, de repente, la troupe se deshizo. Literalmente, se volatilizó. Los cuerpos de los xenos saltaron en todas direcciones y se desdibujaron en el aire, convirtiéndose en una especie de irisaciones coloridas informes. A Alara le tomó varios segundos comprender que se movían tan rápido que los ojos humanos no podían seguirlos con claridad.
El brujo vermisionario fue el primero en verlos, y cuando lo hizo, su rostro perdió toda agresividad para convertirse en una máscara de puro terror. El encapuchado lo señaló, trazando un símbolo en el aire, y de repente el brujo enloqueció. Comenzó a lanzar alarido desquiciados, riendo, llorando y gritando al mismo tiempo. Totalmente descontrolado, atacó a sus propios camaradas, que no pudieron reaccionar cuando su líder empezó a reventarles con los mismos letales hechizos que habían acabado con los valientes soldados de la Guardia Imperial.
-¡Sagrado Trono!- exclamó Tharasia, lívida.- En el nombre de Terra, ¿qué es eso?-.
-Un Vidente de Sombras- respondió Phoebe, que miraba las imágenes con los ojos muy abiertos.- Los psíquicos Eldar de las troupes Arlequines. Crean ilusiones que confunden y enloquecen a los enemigos-.
Alara comprobó, sobrecogida, que la joven erudita tenía razón. Todos los herejes a los que señalaba el Vidente de Sombras caían en un trance de horror e histeria o comenzaban a balbucear y a disparar a ciegas, como si el mundo se hubiera desvanecido antes sus ojos. Y mientras tanto, el resto de la troupe comenzó la matanza. El Eldar de la calavera y las ropas negras comenzó a disparar su arma pesada mientras entonaba una alegre canción. Su canto extraño y discordante se elevaba creando ecos en las paredes de la cueva, y cada estrofa iba acompañada de una andanada de disparos que destrozaban sin compasión a los herejes.
-Bufón de la Muerte- apuntó Phoebe.- Y el de la espada de energía es el Gran Arlequín, el jefe de la troupe. Miren su cresta capilar, del doble del tamaño que la de los demás-.
Lo que más desconcertaba y perturbaba a Alara era que los Arlequines no se limitaban a luchar sin más; estaban bailando. Se movían con increíble agilidad, haciendo saltos y cabriolas al ritmo de la canción del Bufón, como payasos demenciales que danzaban al son de la Muerte. El Gran Arlequín dio un cuádruple salto mortal, aterrizó con elegancia felina frente al brujo vermisionario y blandió la espada de energía con una graciosa pirueta de bailarín. La cabeza del hechicero cayó cercenada al suelo con un ruido sordo. Casi al mismo tiempo, el Bufón de la Muerte concentró sus disparos en la mujer biomante, que convulsionó como si fuera un títere sacudido por mil hilos invisibles y estalló como un melón maduro. El Bufón lanzó una grotesca carcajada y aplaudió con las manos en un gesto tan elegante que fue casi ridículo. Luego, se inclinó como si estuviera recibiendo aplausos y siguió disparando.
-Los Arlequines son seres extraños incluso para los demás Eldar- explicó Phoebe.- Se supone que son los guardianes de la Telaraña y sirven a Cegorach, el Dios Que Ríe, el único de los dioses Eldar que continúa vivo, entero y en libertad. Viven aislados de los demás y conciben la guerra como una actuación; una suerte de interpretación artística donde ellos son los actores. Cada cual interpreta su papel: el Vidente es el Destino, el Bufón es la Muerte, y el Gran Arlequín representa al propio Cegorach. Miren cómo coordinan sus movimientos, como si todo fuera una gran coreografía-.
La danza de muerte de los Arlequines continuó durante varios minutos más, disparando las catapultas shuriken -una especie de rifles de cañón corto y redondeado- con letales resultados sobre los aterrados herejes. Algunos trataron de devolver el fuego, pero los Arlequines eran demasiado veloces como para poderlos herir de gravedad. Al verse perdidos, muchos intentaron huir y salieron de la cueva todo correr, pero la troupe los persiguió entre saltos y cabriolas. Aunque desaparecieron del ángulo de visión del servocráneo, los gritos agónicos que comenzaron a oírse en la lejanía no dejaron lugar a dudas de los estragos que los Eldar estaban cometiendo entre las filas de los herejes.
Nora, mientras tanto, seguía acurrucada contra el borde de la plataforma, sosteniendo a una Gideon cada vez más pálido y ensangrentado entre sus brazos. La Acólita había hecho lo posible para contener la hemorragia, pero no disponía de material médico con el que socorrer al chico. Entonces, el Vidente de Sombras la vio. Sin pronunciar una palabra, la observó fijamente. Alara temió que sería ese el momento en que verían morir a Nora y a Gideon, pero el Vidente continuó mirándola en silencio durante unos minutos que se antojaron interminables, hasta que los Arlequines volvieron a aparecer en el campo de visión. Algunos presentaban heridas de poca importancia; la mayoría estaban ilesos. El Bufón de la Muerte llegó entre alegres saltos, canturreando mientras hacía malabares con tres cabezas cortadas. Sin embargo, las arrojó a un rincón en cuanto vio al Vidente y descubrió lo que estaba mirando. Se acercó a él e hizo una respetuosa y elegante inclinación; luego, señaló a Nora y a Gideon y habló en lengua Eldar.
-Aberlindt- dijo Kyrion.
-Ha dicho: “Los impuros han sido purgados. ¿Qué hacemos con éstos?- tradujo Phoebe.
El Vidente de Sombras, tras un segundo de silencio más, se dirigió al Bufón.
-“Ellos no son impuros, pero han visto demasiado. No será prudente permitirles vivir”-.
En ese momento, Nora alzó una mano ensangrentada y habló en todo suplicante. No en gótico clásico ni vulgar, sino en la misma lengua de los Eldar.
-“¡No por favor! ¡No nos matéis! ¡Sabemos quiénes sois, y no os deseamos mal alguno!”-.
Los Arlequines, que se habían congregado en torno a los dos Acólitos, parecieron sorprenderse. El Vidente preguntó algo a Nora, ella respondió con rapidez, y el Vidente volvió a preguntar. Entre ellos se estableció un rápido diálogo en lengua Eldar, y Phoebe tuvo que dejar de traducir para poder escuchar. Finalmente, el Vidente se sumió en un silencio pensativo, mientras los demás Arlequines quedaban en el mismo estado de inmóvil suspensión del principio, como aguardando su veredicto.
-¿Qué ha dicho?- inquirió el Interrogador Kyrion.
-Nora les ha explicado que son agentes de la Inquisición- explicó Phoebe.- Y, al parecer, el Vidente conoce la existencia del Ordo Xenos y no está mal dispuesto hacia él. Hay que tener en cuenta- añadió rápidamente, mirando a las Hermanas de Batalla- que sólo los Inquisidores más puritanos pretenden aniquilar a los Eldar sin más. La mayoría prefieren tener una relación de distante cordialidad con ellos mientras no dañen a los humanos, dado que nuestro mutuo odio hacia los Poderes Ruinosos es un punto común de unión entre ambas especies. El Vidente ha preguntado a Nora si la Inquisición le enseñó a hablar la lengua Eldar, y ella ha contestado que no, que se trata de un conocimiento que su familia posee desde hace incontables generaciones. Los Reik son una familia muy antigua dentro de la nobleza vermixiana- añadió a modo de explicación.
Alara se sintió desconcertada, puesto que Nora, con su estrafalaria forma de vestir y su actitud informal, no parecía miembro de la nobleza como la bella y educada Samantha Anterrax. Pero no pudo hacer comentario alguno al respecto, porque en las imágenes de la grabación el Vidente de Sombras volvió a moverse. Extendió su mano aguantada y tocó con suavidad un mechón del cabello azul de Nora. Hizo una pregunta.
-Quiere saber si es su color natural de pelo- dijo Phoebe.
Nora respondió con una sola palabra.
-Ella dice que sí-.
El Vidente retrocedió un paso y dijo en voz alta algo que sobresaltó a los demás Arlequines, salvo al Bufón de la Muerte, que permaneció impertérrito. Phoebe tragó saliva.
-Ha dicho: “No hablas nuestra lengua como los Mon-Keigh, y tu cabello es azul. Quizás la sangre de los Caladai corre por tus venas”. Con Mon-Keigh se refiere a los humanos, y Caladai es la palabra que los Eldar exoditas emplean para referirse a sí mismos. El Vidente está considerando la posibilidad de que Nora sea un híbrido humano y Eldar-.
Se oyeron varias exclamaciones ahogadas en la sala. Alara miró a Tharasia sin poderlo evitar, pero la Ejecutoria no le devolvió la mirada. Tenía los ojos fijos en la superficie de la mesa, y apretaba los labios hasta convertirlos en una fina línea. En la grabación, el Vidente volvió a hablar.
-Dice… dice que van a llevarse a Nora con ellos- dijo Phoebe con voz temblorosa-. Dice que quiere hablar con ella para que averiguar qué está pasando en Vermix y cómo es posible su mezcla de sangre-.
Nora vaciló. Parecía asustada, pero contestó al Vidente con voz firme y señaló a Gideon. El Vidente dijo algo, y Nora volvió a responder con voz más alta, estrechando al Acólito herido entre sus brazos. Los Arlequines se miraron unos a otros con ademán interrogante, y todas las miradas confluyeron en el Vidente.
-Ella acepta irse con ellos a condición de que no les hagan daño- explicó Phoebe.- Pregunta qué será de Gideon. El Vidente quiere dejarlo allí porque es un Mon-Keigh, no un híbrido como ella, pero Nora contesta que prefiere que la maten antes de abandonar a Gideon-.
Transcurrieron unos instantes que parecieron eternos. Finalmente, el Vidente hizo un gesto con su báculo y pronunció su decisión.
-Ha dicho: “Los dos vendrán con nosotros. Curaremos al Mon-Keigh. En marcha”-.
Nora se puso en pie y señaló a Gideon; parecía estar diciendo que no tenía bastante fuerza para sostenerle por sí misma. A una orden del Vidente, uno de los Arlequines se inclinó con la gracia de un bailarín y tomó al Acólito herido entre sus brazos. El Vidente de Sombras señaló hacia el fondo de la caverna, indicando el camino al Portal de la Telaraña por donde habían venido, y la troupe desapareció llevándose a Gideon y a Nora consigo.
El último en salir fue el Bufón de Sombras, que sorpresivamente alzó la cabeza y descubrió el servocráneo en su rincón. Apuntó su arma pesada, disparó, y el enfoque de la cámara descendió a toda velocidad hasta sufrir una sacudida y mostrar la imagen de los pies enfundados en negro del Bufón, a ras de suelo. Entonces, la grotesca figura alzó el servocráneo entre sus manos, acercó los dedos y arrancó los ojos-cámara, arrojándolos al suelo. La cámara grabó cómo el Bufón adoptaba una grotesca pose sosteniendo el cráneo con una rodilla en tierra, declamaba un par de versos con voz socarrona y se levantaba de nuevo, marchando mientras se reía y jugaba con el cráneo pasándolo de mano en mano.
-Fin de la grabación- dijo Kyrion con voz seca, mientras la imagen se desvanecía.- Por fortuna, el Bufón se llevó detrás la placa de memoria y la célula de energía cuando arrancó el mecanismo de grabación del servocráneo. A pesar del maltrato, el espíritu máquina aún siguió grabando durante veinte minutos más, antes de que la célula de energía se agotara-.
-Alabado sea el Omnissiah- dijo el tecnomago Wyllard con voz reverente.- El espíritu máquina del servocráneo era fuerte-.
-Ya ven, señores- dijo el Interrogador del Ordo Xenos, apoyando las manos sobre la mesa.- Esta situación nos compete tanto a nosotros como al Ordo Hereticus. Los Eldar han regresado a Vermix y se han llevado a dos de nuestros agentes. La grabación es de hace casi dos semanas, y desde entonces no se ha vuelto a saber nada de ellos. Pero si los Arlequines han venido, entonces podrían venir más, y puede que no todos tengan intención de marcharse tan rápido. No tenemos información sobre los Shantuor del sur, pero los cuatro del norte mostraban las mismas señales de lucha que el de Ledeesme, lo cual hace pensar que los Arlequines también hicieron limpieza de herejes en ellos. No sabemos cuánto les han contado Gideon y Nora, ni siquiera si han cumplido su palabra de dejarlos con vida o si tienen intención de dejarlos en libertad, pero Lord Crisagon teme que decidan volver-.
-En ese caso, podríamos encontrarnos con un valioso aliado que nos ayudaría a derrotar a los herejes- aventuró Phoebe.
-O a un doble frente enemigo- repuso Kyrion.- Los Eldar son impredecibles, y los Arlequines más que ninguno. Tan pronto podrían decidir ayudarnos como no regresar nunca más, o lo que es peor, venir a reconquistar Vermix y masacrar a los humanos del planeta sin hacer distinción entre imperiales y herejes. Recuerde que la intención inicial del Vidente era matar a Gideon y a Nora, aunque no los considerase impuros como a los demás-.
El semblante de Alara se oscureció.
-Que el Emperador me lleve el día en que las Adepta Sororitas necesitemos ayuda de los xenos para acabar con los herejes. No necesitamos a esos arlequines locos para nada-.
-Este planeta está podrido- siseó Tharasia.- Enfermo de corrupción y xenofilia hasta las entrañas. Híbridos de humano y xenos, adoradores del Caos… lo mejor que se podría hacer con Vermix es un Exterminatus-.
-Modere sus palabras, hermana- le reconvino Damaris.- Todos estamos de acuerdo en que la situación es aún peor de lo que imaginábamos, pero debemos esforzarnos en purgar el planeta salvando el mayor número de vidas posibles, a no ser que Lord Crisagon o mi maestro Lord Ravenstein ordenen lo contrario-.
-¿Y qué pretenden hacer con los híbridos?- exclamó la Ejecutora.- ¿Acaso van a permitir que esas… esas… aberraciones… sigan con vida?-.
-Nora no es una aberración- salto Phoebe con voz temblorosa.- Es mi amiga-.
-Debería usted escoger mejor sus amistades- le dijo Tharasia con acritud.
-Soy el confesor de Nora Reik- intervino el padre Tarell, más sereno.- No estábamos seguros de su ascendencia, pero Lord Crisagon la sospechaba. Por eso la reclutó; no sólo por su valioso dominio del idioma Eldar, sino para poder vigilarla de cerca. Yo fui el encargado de velar por su bienestar espiritual, y debo decir que Nora siempre ha sido una mujer devota del Dios Emperador y fiel cumplidora de los preceptos de la Santa Eclesiarquía. Y su familia jamás ha sido sospechosa de actuar contra el Imperio en modo alguno-.
-Eso no tiene importancia, padre- insistió Tharasia.- El mutante no siempre lo es porque lo haya elegido, pero no deja de ser mutante por ello. Nuestro Credo nos enseña que deben ser purgados. Y si la mutación proviene de una hibridación con sangre xenos, todavía con más razón. ¡Es una blasfemia contra la sagrada forma humana!-.
-Eso podría provocar un incidente diplomático de impredecibles consecuencias- dijo Phoebe con frialdad.- Los Reik no son la única familia noble de Vermix que conocen la lengua Eldar o tienen el cabello y los ojos de colores inusuales. ¿Qué pretende, purgarlos a todos? ¿Para que decidan apoyar a los herejes? ¡Nos pondríamos en contra a toda la antigua nobleza vermixiana!-.
Varios pares de ojos se giraron de inmediato hacia Samantha Anterrax.
-¡Eh, a mí no me miren!- protestó la mujer.- ¡Yo no tengo nada de ningún color extraño, y los Anterrax somos de origen colono, no vermixiano! ¡No formamos parte de la antigua nobleza!-.
-Creo que yo podría tener la solución- dijo Mathias con voz suave, hablando por primera vez en largo rato.
Alara se giró para mirarle. El joven Legado se había puesto en pie.
-No hay duda de que la impureza genética debe ser purgada de Vermix. Pero purgar no tiene que significar necesariamente matar. Si la clave es eliminar cualquier resto de sangre Eldar, bastaría con obligar a las familias nobles a engendrar la siguiente generación de herederos por medio de la fecundación artificial. Si los Magus Biologis eliminan todo el rastro genético xenos de las células reproductivas, los embriones estarían limpios de toda mutación. Conservarían los genes de sus padres biológicos, pero la impureza habría quedado purgada. Y al no tener rastro xenos en el interior, no podrían transmitírselo a sus descendientes-.
El Interrogador Kyrion lo miró con admiración.
-Excelente idea, Legado Trandor. Se la comunicaré personalmente a Lord Crisagon. Creo que podremos planteárselas a los nobles en cuanto logremos restaurar la paz en Vermix-.
La reunión no duró mucho más. Nadie tenía ideas nuevas que aportar, y se decidió programar otra reunión dos días más tarde, cuando Dymas Molocai hubiera empleado sus poderes psíquicos en averiguar todo lo que pudiera acerca del siguiente reclutamiento de los milicianos traidores y la proximidad del ritual blasfemo. Alara rechazó la ayuda de Octavia y Valeria y se empeñó en manejar por sí misma la silla de ruedas, deseando con todas sus fuerzas comenzar las sesiones de rehabilitación para poder andar por sí misma de nuevo.
Teodora y Tharasia se despidieron afectuosamente, asegurándole que todas las Hermanas seguirían rezando por ella. Antes de irse, Tharasia se retrasó un instante para mirarla a la cara. Parecía avergonzada.
-No debí castigarla en Shantuor Ledeesme- dijo.- Su hipótesis era cierta, y yo me equivoqué. Lo siento mucho-.
Alara se quedó atónita al ver disculparse a su Superiora. La expresión de pesar de Tharasia, tan inesperada, la hizo sentirse mal.
-No, hermana Ejecutora- protestó.- Usted obró correctamente. Aunque yo acabara teniendo razón, su castigo me mostró el peligro de caer en el orgullo y me recordó la necesidad de medir mis palabras antes de hablar. Se lo agradezco-.
Tharasia esbozó una sonrisa fugaz y dio un rápido apretón a la mano de Alara.
-Cuídese, hermana. Todos la necesitamos ahora-.
Alara la vio marchar con una extraña mezcla de tristeza y melancolía que de repente le había llenado el corazón. Siguió haciendo rodar la silla, pero cuando estaba a mitad del pasillo, notó que alguien la sujetaba por el respaldo. Alara se giró; Octavia y Valeria se habían adelantado y los demás habían regresado a sus quehaceres. Quien la retenía era Mathias, a solas con ella en el pasillo.
-¿Por qué lo has hecho?- siseó.
Alara puso cara de sorpresa.
-¿De qué hablas?-.
-Presentarte voluntaria para ese… comando de infiltración. ¿Cómo se te ocurre en tu estado de salud?-.
-Voy a empezar mañana con las sesiones de rehabilitación…
-¡Pues peor aún!- se desesperó Mathias.- Si tienen éxito, podrían enviarte de verdad. No lo entiendo, Alara; no entiendo por qué te empeñas en buscar el peligro una y otra vez-.
-Soy una Hermana de Batalla, Mathias. Luchar por el Emperador es mi razón de ser-.
Los puños de Mathias se tensaron sobre el respaldo de la silla.
-Acabas de salir de un coma. Casi te matan. Cualquier hermana del Sororitas podía haberse presentado en tu lugar, no hacía falta que fueras tú. He pasado quince días temiendo que no volvieras a despertar, y ahora que te he recuperado quieres volver a marcharte. A la misión más peligrosa que podría imaginar, por añadidura…
-Tendrás contigo a la Adepta Aberlindt- dijo Alara con tono agrio.- No me echarás mucho de menos-.
Mathias soltó la silla y se irguió para mirarla con furia.
-Ah, ¿así que es eso? ¿Este es mi castigo por haber consolado a Phoebe? ¡Estaba desolada por la pérdida de Nora y Gideon; son sus amigos!-.
Alara sintió una oleada de ira que a duras penas pudo contener.
-Sé que te resultará difícil de creer, Mathias Trandor, pero no todo lo que hago y digo tiene que ver contigo. No eres el sol alrededor del cual gira mi mundo. Mi mayor prioridad es servir al Dios Emperador, y lo que dije en la reunión era verdad. ¡Le fallé cuando no conseguí matar a Libertador, y voy a enmendar mi falta!-.
Sin dar tiempo a que Mathias contestara, se giró hacia delante y empujó las ruedas a toda prisa para regresar lo más rápido posible a su habitación.