A.D .844M40. Morloss Sacra (Vermix), Sistema Cadwen, Sector Sardan,
Segmento Tempestuoso.
Desde que Alara cayó en coma, las horas pasan lentas como eones en la vida
de Mathias. Hace ya cinco días, pero la joven no despierta, y no se percibe
ningún cambio. “Estable” es la respuesta que siempre recibe cuando pregunta por
ella a los Adeptus Medicae.
Cada día va a verla. Pasa media hora junto a ella, acariciándole la mano y
hablándole en voz baja, aunque no sabe si puede escucharle. Ha ordenado que
instalen una cama supletoria en su habitación -al fin y al cabo, sigue siendo
un Legado Inquisitorial, y el personal del hospital debe obedecer sus órdenes-,
y todas las noches duerme junto a ella. La explicación oficial es que teme que
los herejes descubran su paradero y traten de atentar contra su vida, y se
siente más tranquilo si sabe que además de los Arbitradores que custodian la
entrada a la planta, él está ahí para montar guardia. Lo cierto es que después
de pasar casi un mes durmiendo con ella, no soporta la soledad de un lecho
vacío. Aunque Alara no pueda sentir nada de lo que hay a su alrededor, Mathias
se tiende junto a su cuerpo, se arrima lo suficiente como para sentir el aroma
y el calor de su piel, y le susurra “te quiero” antes de dormirse.
Por lo demás, aguanta bien el tipo porque sus horas están demasiado llenas
como para dejarse llevar por la depresión. La mayor parte del tiempo lo pasa en
el laboratorio del Santa Sybilla, donde se ha convertido en jefe del equipo de
microbiólogos y anatomopatólogos que trabajan contrarreloj en producir la
vacuna y los retrovirales necesarios para combatir la pandemia. Trabaja
coordinado con el Magus Biologis Asmodel, el enlace con el Adeptus Mechanicus
que se está encargado de preparar los Manofactorum para que
produzcan en serie los medicamentos. No está resultando tarea fácil, porque el
virus es psicoactivo y extremadamente virulento, pero el trabajo avanza, y si
los ensayos clínicos van bien, Mathias calcula que podrán empezar la producción
esa misma semana.
Al darse cuenta de que está divagando, Mathias se pasa la mano por el pelo
y resuella. No quiere volver a pensar en los ensayos clínicos. Otra vez no. Es
demasiado terrible.
“Dios Emperador, perdóname por lo que he hecho…”
En ese momento, llaman a la puerta. Mathias consulta el crono de pared; es
casi la hora de comer. El laboratorio en el que trabaja está aislado, pero a la
hora de las comidas Phoebe siempre le espera en el pasillo con una bandeja. Hoy
ha llegado unos minutos antes.
Mathias se rocía los guantes y la máscara con desinfectante mientras esboza
una sonrisa cansada. Phoebe Aberlindt fue una de las acólitas inquisitoriales
que vino en el Valkyria acompañando al Interrogador Kyrion y a Dymas Molocai.
Comen todos los días juntos, aunque tiene poco tiempo para estar con ella. A
veces, Phoebe lo mira de un modo que hace pensar a Mathias que su amiga está
deseando consolarle, que se lo cuente todo, todo lo que está sufriendo y todo
por lo que está pasando. Pero Mathias se resiste. No por falta de confianza o
de afecto, sino porque teme que, si deja salir los sentimientos que bullen en
su interior, tal vez no sea capaz de encerrarlos de nuevo. No quiere afrontar
el pesar, el miedo, el horror. Si los deja salir, se convertirían en una carga
demasiado pesada, y necesita estar entero. Es el jefe del equipo de
investigación microbiológica, el Legado Inquisitorial, el único que puede encontrar
la cura. Alara se lo pidió. Fue su último deseo. Y cueste lo que cueste,
Mathias va a cumplirlo.
Tras desprenderse del traje de aislamiento siguiendo el proceso
reglamentario, Mathias deja el laboratorio y sale al pasillo. Sonríe, pero la
sonrisa se desvanece de sus labios cuando ve que delante de él no está Phoebe
Aberlindt, sino Syrio Dryas, el Legado del Ordo Hereticus. Acaba de llegar del
exterior, a juzgar por la humedad de los rizos negros que se le pegan a frente
resaltando el tono cetrino de su piel. Y la gravedad de su semblante no anuncia
nada bueno.
-Doctor Trandor- Dryas saluda con un ademán de la cabeza.
-Legado Dryas. ¿En qué puedo ayudarlo?-.
-Necesito hablar con usted. En privado-.
Su tono no admite réplica. Mathias asiente, y echa a andar en pos de Syrio
hasta llegar a una habitación vacía situada al otro extremo del pasillo. Parece
una sala de espera, aunque la planta no alberga a ningún otro paciente aparte
de Alara Farlane.
-Ya estamos aquí- dice Mathias.- ¿De qué quiere hablarme?-.
-De la Hermana Alara-.
Mathias siente una punzada de temor.
-¿Está bien? ¿Le ha ocurrido algo mientras yo estaba en el laboratorio?-.
-No, que yo sepa- Dryas rechaza sus preocupaciones con un ademán.- Y si
hubiera cualquier cambio en su estado de salud, imagino que lo avisarían a
usted antes que a mí. No; me refiero a hablar acerca de ciertas…
particularidades-.
Mathias traga saliva. El tono de voz de Syrio suena ominoso. Muy “Ordo
Hereticus”, por decirlo de algún modo. Pero, ¿qué debería temer del Ordo Hereticus
una Adepta Sororitas?
-Las Hermanas de Batalla son la tropa más pura y fiable del Imperio-
comienza Dryas, como si le hubiese leído el pensamiento.- Cualquier siervo fiel
del Emperador puede sentirse seguro teniendo a una de ellas a su lado. Y sin
embargo, a lo largo de estos días el Ordo Hereticus ha descubierto ciertas
cosas acerca de la Hermana Alara que podríamos calificar de preocupantes-.
“¿Preocupantes?” Mathias siente que un sudor frío amenaza con cubrirle la
frente. “¿Se refiere a lo nuestro? ¿Cree que Alara y yo hemos… hemos cometido
herejía al… al…? ¡No, es absurdo! ¡Ella me dijo que no estaba rompiendo sus
votos! ¡La Ejecutoria Tharasia y Bruno estaban al corriente!”.
-¿Se encuentra bien, Doctor Trandor?- pregunta Syrio Dryas con una voz
peligrosamente afable.- Lo noto un poco tenso-.
-Esto es absurdo- las palabras escapan de golpe de la boca de Mathias.-
Alara no ha hecho nada que merezca las sospechas del Ordo Hereticus. Es una
heroína-.
-Oh, lo es, sin duda- conviene Dryas, sacándose del bolsillo una placa de
datos y pulsando una runa para encender la pantalla.- Son justamente sus
heroicidades las que me han llamado la atención. Lo cierto es que la Hermana
Alara, en varias ocasiones, ha estado yendo un paso por delante de los herejes.
Tengo aquí el testimonio del Sargento Gaskill del Adeptus Arbites. Le debería
sonar; es uno de los que acudieron a la llamada de emergencia que hicieron
desde el hotel Tres Hermanas. Gaskill ha declarado a la Inquisición que la
Hermana Alara dedujo… adivinó, casi podríamos decir, con una habilidad pasmosa,
que los ataques bioterroristas en Morloss eran el principio de una rebelión a
escala planetaria-.
-Así es- responde Mathias.- Fue gracias a esa deducción por lo que pudimos
alertar a nuestro equipo en Gemdall y a las autoridades de Prelux Magna,
evitando un desastre de proporciones catastróficas-.
-En efecto. Pero hay más. El Sargento Gaskill ha asegurado, asimismo, que
la Hermana Alara también adivinó el plan enemigo de rescatar a los brujos del
centro penitenciario y formar un coro psíquico para llevar a cabo un ritual
impío en la isla Zarasakis. Brillante deductiva la de la Hermana Alara, ¿no
está de acuerdo, Doctor Trandor? Harían falta más mentes así en la
Inquisición-.
Mathias no dijo nada.
-Gaskill, por supuesto, se deshace en elogios- continuó Dryas, con la
mirada fija en la placa de datos.- Afirma que la Hermana Alara luchó con valor
desmedido, que le salvó la vida a él y a muchos de sus hombres, y que... ¡oh,
vaya! Dedujo que los herejes estaban vacunados contra la infección y que debía
utilizarse su sangre para crear la cura. En esto también tenía razón, ¿verdad,
doctor? Tengo entendido que los ensayos clínicos están muy avanzados-.
-Así es- responde Mathias, escueto. La sola mención de los ensayos clínicos
consigue que le vuelva a escocer el alma.
-Según veo aquí, los Frateris Milita quedaron encantados con ella. Una
líder inspiradora, dicen. No tenían miedo a su lado. Y una familia residente en
la plaza General Kareman; de hecho, los únicos supervivientes en el edificio
que se derrumbó, también se encontraron con ella. Un matrimonio y dos críos que
juran y perjuran por el Trono Dorado que sobrevivieron al derrumbe porque la
Hermana Alara los bendijo y les otorgó la protección del Emperador. Y por último,
pero no por ello menos importante, tenemos la declaración de la enfermera Myra
Holeen, auxiliar de urgencias del Adeptus Medicae. Holeen hizo constar en el
informe médico preliminar que cuando comprobó las constantes vitales de la
Hermana Alara, no pudo verificarlas. La dio por muerta. Aunque luego consta la
anotación de la Doctora Aerin Maxton, que le tomó la presión arterial a la
Hermana Alara un minuto después y constató que estaba viva-.
-Lo siento, pero no veo nada de sospechoso en toda esa información- dice
Mathias, aliviado al ver que su nombre no aparece en la lista.- La Hermana
Alara es una mujer inteligente, con una gran capacidad deductiva, De hecho, las
instructoras de su Orden la propusieron inicialmente para la Cámara Dialogante;
lo puede comprobar en su historial. Lo de la vacuna, por ejemplo, podría
haberlo deducido yo mismo de haber estado allí: era lógico que los herejes
hubieran tomado medidas para impedir que sus propios agentes se contaminaran
con el virus. Los Frateris vieron en ella una líder inspiradora, algo normal si
tenemos en cuenta que es una jefa de escuadra y probablemente la primera
Hermana de Batalla que veían en su vida. La familia se salvó porque siguió el
consejo de Alara y se puso a cubierto en el subsótano más profundo del
edificio. Y la tal Myra Holeen, sin duda, cometió un error. Usted mismo lo ha
dicho: era enfermera, no médico. La doctora que la acompañaba se dio cuenta de
la verdad tan pronto examinó a Alara de la manera correcta, vio que seguía viva
y la hizo trasladar a este hospital en helicóptero, donde fue operada de
urgencia y permanece en coma hasta ahora. No sé usted, Dryas, pero yo no veo
por qué deberíamos considerar preocupante todo eso-.
-Tiene razón- conviene Syrio.- Por sí solo, nada de esto sería preocupante…
hasta que entran en liza esos extraños sueños- y al decir eso último, levanta
la mirada y clava sus ojos en Mathias.
El joven siente un desagradable hormigueo recorriéndole la espalda.
-¿Los… sueños?-.
-Pues sí. Al menos dos, según mis averiguaciones. Y en uno de ellos, está
usted directamente involucrado-.
-¿Cómo sabe…
-Soy un Investigador Legado del Ordo Hereticus- lo corta Dryas.- Mi trabajo
es averiguar cosas, igual que el suyo, Trandor. Bien, el caso es que el primero
sueño documentado tuvo lugar en Shantuor Ledeesme. La Hermana Alara tuvo una
pesadilla muy perturbadora, sobre gusanos que le salían del cuerpo… se despertó
con un ataque de ansiedad, tuvieron que sedarla, y cuando despertó lo primero
que hizo fue ir derechita a la entrada secreta del templo vermisionario, que
había permanecido oculta durante miles de años, y descubrir lo que había
debajo. El segundo sueño documentado tuvo lugar la noche de la Luminaria, pocas
horas antes del ataque bioterrorista. La Hermana Alara soñó que usted era la
primera víctima, se levantó dispuesta a impedirlo, y efectivamente abortó el
ataque contra usted que los herejes iban a llevar a cabo. La cuestión es, ¿cómo
podía saberlo? ¿cómo es posible que la Hermana Alara fuera capaz de adivinar lo
que había en Shantuor Ledeesme y anticipar lo que le iba a suceder a usted? ¿De
dónde vienen todas esas sorprendentes capacidades?-.
Mathias traga saliva. No responde. No tiene respuesta para esa pregunta.
-Espero que entienda mi preocupación, doctor Trandor. Si le estuviera
pasando a cualquier otra persona, casi daría por hecho que se trata de las
primeras señales de emersión psíquica. Pero, ¿en una Hermana de Batalla?
Sinceramente, he intentado consultar si alguna vez se ha dado el caso, pero no
he podido encontrar información alguna… al menos con mis parámetros de
seguridad. Ya he dado parte a mi superior, el Interrogador Taddeus Damaris,
para que busque la información con sus claves de acceso-.
“¿Emersión psíquica?”. Mathias se marea. “No, no puede ser; el Auspex de
Octavia habría detectado algo. ¿Un Interrogador al tanto?”. Por la cabeza le
pasa la horrible imagen de Alara, inconsciente y en coma, siendo introducida en
una de las Naves Negras, para que el Ordo Hereticus pueda estudiarla a placer o
la envíe a la Scholastica Psykana.
-Dryas, escuche. Escúcheme bien. No sé qué está pasando, pero Alara no es
una psíquica emergente. Estoy seguro de ello. ¡La Hermana Dialogante Octavia la
examinó en persona con su Auspex! ¡Habríamos visto algo! ¡Ella nunca…
-Cálmese, Trandor- le conmina Syrio, alzando la mano.- Como le he dicho,
esta es sólo una hipótesis, y dudosa, teniendo en cuenta quién es el sujeto en
cuestión. Pero debe reconocer que las capacidades de la Hermana Alara son
sospechosas, sobre todo si tenemos en cuenta que se originaron en Shantuor
Ledeesme. Según el testimonio de sus Hermanas, Alara era propensa a las
pesadillas, pero nunca había tenido intuiciones ni sueños premonitorios hasta llegar
al Shantuor-.
-Eso depende- intervino Mathias.- Yo diría que existen antecedentes. Por
ejemplo, la propia idea de que la Inquisición investigara los cultos paganos
remanentes de adoración al Gran Gusano: fue de ella. Y la idea de que nos
desviáramos a Shantuor Ledeesme con el mal tiempo en lugar de seguir
conduciendo hasta Gemdall también la tuvo Alara-.
-Pues estamos en las mismas- opinó Dryas, ceñudo.- Desviarse hacia el
Shantuor, investigar el paganismo… todo apunta al culto vermisionario. Y en
cualquier caso, nunca mostró capacidad alguna antes de llegar a Vermix. Como
comprenderá, el Ordo Hereticus debe investigar. Personalmente estoy convencido
de que a la Hermana Alara jamás se le pasaría por la cabeza traicionar al
Emperador; con la fe y el valor que ha demostrado, eso queda fuera de toda
duda. Pero los Poderes Ruinosos son insidiosos y traicioneros, doctor Trandor.
Podría ser que la Disformidad hubiera encontrado el modo de colarse en su mente
e influir en sus acciones, aunque ella no lo sepa. Es deber de la Inquisición
estudiarla a fondo para discernir si su alma está limpia de toda mácula… o si
debe ser purificada por su propio bien-.
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Morloss Sacra (Vermix), Sistema Cadwen, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.
Al día siguiente, Alara desayunó en la
habitación y pasó el resto de la mañana entre análisis médicos. La tendieron en
camillas, la examinaron con extraños aparatos, sacaron radiografías y placas de
todo su cuerpo y le midieron la tensión, la presión arterial y el ritmo del
corazón. Finalmente, Valeria se dio por satisfecha y dijo que Alara ya estaba
lista.
-¿Lista para qué?- quiso saber la Militante.
-Para las sesiones de rehabilitación- respondió
Valeria, satisfecha.- Las fracturas ya tienen formado el callo óseo, lo cual
significa que están prácticamente cerradas. Con unas cuántas dosis más de
sueros regeneradores y varias sesiones de electroestimulación muscular,
deberías estar lista para volver al combate en un mes-.
-¿En un mes?- preguntó Alara con ironía.- ¿Tanta
prisa hay?-.
-Ríete, pero al parecer, sí. El Astra Militarum
y la Eclesiarquía Imperial están de acuerdo en que deberías regresar a la
batalla lo antes posible. Creen que tu presencia levantará la moral de las
tropas. Incluso los altos mandos del Administratum están de acuerdo, y cuando
hablo de altos mandos me refiero al mismísimo gobernador planetario-.
-¿Te refieres a esa sabandija de Lord Wargram?-
gruñó Alara.- ¿El mismo idiota que ha abonado el terreno para que brotara la
rebelión con sus dichosos sobreimpuestos?-.
-Te aconsejo que no digas esas cosas en voz tan
alta mientras estemos aquí- siseó Valeria.- No sabemos quién podría estar
escuchando-.
Alara se encogió de hombros. Después de enterarse
de que el Libertador había ofrecido la inmortalidad como premio por su cabeza,
no se le ocurrían que fueran necesarias otras formas de crearse enemigos en el
planeta.
Cuando volvieron a la habitación, Mathias ya se
había ido al laboratorio a trabajar, pero Octavia las aguardaba, y no estaba
sola. Junto a ella aguardaban tres personas a las que reconoció en el acto: las
hermanas Tharasia y Teodora, y el padre Bruno Drayven. Alara sonrió al verlos
llegar.
-¡Salve Imperator!- los saludo alegremente.-
¡Veo que las noticias de mi recuperación os han llegado!-.
Bruno fue el primero en adelantarse. El joven
sacerdote lucía una sonrisa deslumbrante en el rostro cuando se inclinó y tomó
las manos de Alara entre las suyas.
-¡No sabe lo contento que estoy de verla despierta
de nuevo, hermana!- exclamó.- ¡He rogado por usted sin cesar en mis
oraciones!-.
-Todas lo hemos hecho- añadió Teodora,
dedicándole una cálida sonrisa.- ¡La hermana Tharasia ordenó que las tres misas
diarias fueran por ti!-.
Alara cruzó una mirada con su superiora, cuyos
ojos reflejaban admiración, emoción contenida y un notable respeto. Tharasia,
al igual que Teodora, vestía la túnica monacal blanca y negra de la Rosa
Ensangrentada, aunque llevaba la pistola bólter colgando del cinto. Alara
estaba sentada en una silla de ruedas sostenida por Valeria, de modo que la
Ejecutora avanzó hasta ella, y para su sorpresa, se arrodilló junto a la silla
en un gesto que era casi ceremonial.
-Hermana Alara, es usted un ejemplo de valor y
de fe para su unidad, para el Adepta Sororitas y para todos los fieles del
Emperador. No esperaba menos de usted. La Hermana Superiora Lissandra y la
Palatina Sabina están informadas de todo lo sucedido y me han pedido que le
transmita sus bendiciones. Es un orgullo para mí contarla entre mis tropas-.
Alara se ruborizó, asombrada al escuchar tales
palabras.
-Le agradezco su benevolencia, Ejecutora
Tharasia, pero no hice más que lo que cualquier otra hermana hubiera hecho en
mi lugar-.
Tharasia no dijo nada, pero al mirar de nuevo a
Alara, la joven reconoció en sus ojos una viva emoción que nunca antes había
estado allí.
Bruno se levantó y sonrió, tratando de disipar
la tensión del momento.
-Bueno, mi querida hermana Alara, tendrá que
perdonar tanta formalidad, pero no sólo venimos a verla a título personal.
También hemos venido en representación oficial de la Hermandad y de la Santa
Eclesiarquía; concretamente de la Palatina Sabina y de su Muy Altísima Santidad el Obispo Theocratos. Ambos rezan por ti todos los días y han recibido la
noticia de tu despertar con gran regocijo. Ahora, lo que todos desean es que te
repongas cuanto antes para que puedas volver a sembrar el terror entre los
enemigos del Imperio-.
Tharasia también se levantó, dirigiendo la
mirada a Valeria.
-¿Cuándo cree que la hermana Alara estará lista
para reincorporarse al servicio activo?- inquirió.
-Eh… bueno… -la pregunta tomó a Valeria un tanto
desprevenida.- Tras las últimas pruebas, hemos decidido que las sesiones de
rehabilitación empiecen mañana. Pero aun así, no creo que la hermana Alara esté
lista antes de un mes. Tenga que cuenta que a pesar de la… ayuda externa que ha
recibido, sus heridas eran terribles. Si la forzamos demasiado, podría
lesionarse de nuevo. Es preferible ir con prudencia-.
-Desde luego, desde luego- se apresuró a asentir
el padre Bruno.- Es ya un milagro que podamos tenerla entre nosotros. Sin
embargo, confío en que la incapacidad temporal de la hermana Alara para el
combate no le impida… acudir a otros menesteres más tranquilos-.
-¿Qué quieres decir?- preguntó Valeria,
frunciendo el ceño.
-La Inquisición ha organizado una reunión
secreta para esta misma tarde- intervino Octavia.- Y digo “la Inquisición”
porque se trata de una reunión conjunta del Ordo Hereticus y el Ordo Xenos. Al
parecer, hay asuntos de la máxima importancia que requieren la colaboración de
ambos ordos, y los Interrogadores Damaris y Kyrion han insistido en que acudan
todos los miembros del grupo de investigación del Legado Trandor-.
-¿Incluso Alara?- el tono de voz de Valeria
tenía un inconfundible matiz reprobador.
-Especialmente la hermana Alara-
puntualizó Tharasia, muy seria- siempre y cuando su estado de salud se lo
permita-.
-La hermana Alara ha estado en coma hasta hace
cuatro días- dijo Valeria con frialdad.- Como hermana Hospitalaria, mi
obligación es evitar que sufra sobreesfuerzos innecesarios hasta que esté
recobrada por completo…
-La hermana Alara puede asistir perfectamente a
esa reunión- protestó Alara.- Vamos, Valeria, ni siquiera tendría que
levantarme de la silla de ruedas. Sólo se trata de oír lo que tengan que decir;
¿qué mal puede hacerme? Lo único que necesitaré ejercitar será el cerebro, que,
loado sea el Emperador, me funciona perfectamente-.
-Una reunión inquisitorial puede tratar asuntos
muy espinosos- insistió Valeria.- No te conviene sobreexcitarte. Además, no
puedes salir al exterior sin haberte vacunado contra la infección-.
-¿Aún no estoy vacunada?- es extrañó Alara.
-No lo creí conveniente- respondió Valeria.-
Estabas muy débil. No sabíamos si tu sistema inmunitario respondería con
normalidad, y dados los riesgos que había de que el virus tuviera un efecto
indeseado…
Tharasia y Teodora lanzaron una ahogada
exclamación de horror mientras trazaban apresuradamente el Signo del Aquila
sobre sus pechos.
-¡Eso ni lo mencione, hermana!- exclamó
Tharasia, horrorizada.- ¡Ni lo mencione!-.
Alara miró a Valeria con preocupación.
-¿Tan segura estás de que podría haberme
matado?-.
Valeria tragó saliva.
-Dado tu estado, el peligro no era que te
matara-.
-¿Por qué?- preguntó Alara, desconcertada.- ¿Qué
es lo que hace?-.
Valeria vacilaba, pero Tharasia se apresuró a
responder.
-¿No se lo ha contado?- le recriminó a la
Hospitalaria, y sin darle tiempo a replicar, miró a Alara de nuevo.- La hubiera
corrompido, hermana. Eso es lo que hace ese maldito virus demoníaco. Convierte
a las personas en mutantes del Caos iguales a los Propagadores-.
Alara palideció.
-¿Quiere decir que… que me habría convertido en
una de esas cosas si me hubieran puesto la vacuna estando en coma?-.
-No es tan sencillo- se apresuró a decir
Valeria.- Verás, Mathias ha descubierto que el virus es psicoactivo. Afecta al
sistema nervioso de la víctima causándole un dolor insoportable que la paraliza
y la sume en una agonía constante. Al mismo tiempo, algo… una voz, un mensaje
psíquico, empieza a latir en la mente de la víctima. Esto lo sabemos por los
psíquicos autorizados imperiales, que al recibir la vacuna empezaron a oír el
mensaje a gritos a pesar de que sus cuerpos no padecieron sufrimiento alguno.
Oyeron en sus mentes una voz que les instaba una y otra vez a aceptar al Gran
Padre como único dios, que cuando lo hicieran sus sufrimientos cesarían.
Aquellos que tienen la suficiente fuerza de voluntad para resistir hasta al
final, sufren un colapso por el dolor y mueren tras horas de agonía. Los que
claudican, se convierten en mutantes Propagadores, tocados por la marca de la
corrupción. Salvan la vida, pero pierden sus almas-.
-Los ancianos, los niños y los enfermos fueron los primeros en mutar- dijo Tharasia con amargura. -Todos claudicaron. Eran demasiado débiles. Y esos bastardos hijos de la Disformidad atacaron las scholas. Cientos de miles de niños, transformados en pocos minutos. Los Arbitradores tuvieron que acabar con hordas de ellos, y los que escaparon volvieron a sus casas para infectar a sus padres…
-Los ancianos, los niños y los enfermos fueron los primeros en mutar- dijo Tharasia con amargura. -Todos claudicaron. Eran demasiado débiles. Y esos bastardos hijos de la Disformidad atacaron las scholas. Cientos de miles de niños, transformados en pocos minutos. Los Arbitradores tuvieron que acabar con hordas de ellos, y los que escaparon volvieron a sus casas para infectar a sus padres…
Alara sintió una oleada de náuseas. Sufrió una
arcada y se dobló sobre sí misma. Valeria cogió rápidamente una palangana y se
la puso delante a Alara un segundo antes de que la Militante comenzara a
vomitar. Cuando alzó la mirada, tenía el rostro casi verdoso y los ojos llenos
de lágrimas.
-Esto es lo que ha conseguido- siseó Valeria
entre dientes, mirando a Tharasia con velado reproche.- ¿De veras era necesario
contárselo ahora?-.
-Tengo… que saberlo- jadeó Alara, limpiándose
con el trozo de gasa limpia que su amiga le ofreció.- He que saberlo todo.
¿Seguro que eso no le ocurre a los que reciben la vacuna? ¿Seguro?.-.
-¡No, no!- se apresuró a tranquilizarla su
amiga.- ¡Todas nosotras estamos ya inmunizadas! La vacuna es segura, Mathias se
aseguró de ello. Y tú no te hubieras convertido en mutante, precisamente porque
te encontrabas en coma. De hecho, el protocolo estándar del Adeptus Medicae ha
sido la sedación profunda de todos los infectados, administrando la Paz del
Emperador a aquellos para los que no llegaban los sedantes. Por fortuna,
Mathias comprobó que de ese modo los pacientes no sentían dolor y no oían la
voz. Ahora está trabajando en encontrar un retroviral para poder curar la infección
en lugar de solamente prevenirla, pero todavía no lo ha logrado, y sin tener la
cura no podíamos arriesgarnos a que te infectaras durante el coma. Habrías
comenzado a sentir los síntomas nada más despertar, y tendríamos que haberte
inducido al coma de nuevo para que no murieras de un colapso, o… o… algo peor-.
Alara se secó el sudor frío que había perlado su
frente, tratando de no pensar en los miles, en los millones de almas que
estaban en peligro o habían sido arrojadas a la condenación del Caos.
-Iré a la reunión- siseó. -No me importa de qué
hablen. Nada puede ser peor que esto-.
Valeria emitió un suspiro.
-Con una condición, Alara. Yo también estaré. Y
si considero que tu salud corre peligro, te sacaré de ahí de inmediato-.
-De hecho, usted también está convocada a
asistir- repuso el padre Bruno.- Todos los miembros del grupo de Lord Trandor,
¿recuerda? Eso significa que usted y la hermana Octavia deberán estar
presentes-.
-Está bien- dijo Valeria de mala gana.- Allí
estaremos-.
La reunión tuvo lugar una hora después de la
comida. Como Alara no podía abandonar aquella planta del hospital mientras
siguiera convaleciente, habilitaron una improvisada sala de juntas al otro
extremo del pasillo. Antes de que llegaran los invitados, se expulsó de allí a
todo el personal médico salvo a Valeria y a sus asistentes de la Cámara
Hospitalaria y se dispusieron dos patrullas de Adeptus Arbites para que
impidieran el acceso a cualquier persona no autorizada.
Cuando Alara llegó, empujada en silla de ruedas
por Valeria y con Octavia al lado, la sala de reuniones estaba casi llena.
Había más gente de la que esperaba. La habitación, que no tenía ventanas,
estaba iluminada con luz artificial, y no tenía más muebles que las sillas
donde reposaban los asistentes y una larga mesa en cuyo centro había un
holoproyector. De un vistazo, Alara vio a la hermana Tharasia, al padre Bruno,
al teniente Travis y al Vidente Molocai. También vio al visioingeniero Ophirus
Crane y al tecnomago Corban Wyllard, los únicos asistentes que se encontraban
de pie, ya que ni podía sentarse con todos aquellos mecandedritos emergiendo de
su espalda ni tenían necesidad de hacerlo con sus piernas biónicas potenciadas.
Al lado de Crane divisó a un sacerdote de túnica negra y una barba gris desmañada,
del cual recordó el nombre al cabo de un segundo: era el padre Milos Tarell, al
que había conocido en Shantuor Ledeesme cuando llegó como relevo en el séquito
del Interrogador Kyrion. Éste también estaba presente, sentado en la cabecera
de la mesa junto a un hombre moreno de facciones angulosas y barba bien
recortada que sin duda debía ser Taddeus Damaris, el Interrogador del Ordo
Hereticus. Finalmente, Alara vislumbró al Legado Syrio Dryas, a Damian Vogel, a
Samantha Anterrax, y por último a Mathias Trandor, que estaba sentado al lado
de Phoebe Aberlindt. La joven parecía preocupada y triste, y Mathias hablaba
con ella en voz baja, rodeándole los hombros con el brazo en un gesto de
protección y consuelo. Un aguijonazo de rabia atravesó el corazón de Alara.
-Hermana Alara- dijo el Interrogador Kyrion,
levantando la mirada al verla llegar.- Sean bienvenidas, usted y sus hermanas.
No puedo expresar lo mucho que nos alegramos de que pueda estar hoy aquí-.
Al oír a Kyrion, Mathias alzó la vista y soltó a
Phoebe de inmediato, aunque Alara le lanzó una agria mirada dejándole claro que
era tarde para disimulos. La joven vio un ramalazo de temor reflejado en los
ojos de Mathias, antes de desviar su atención hacia el Interrogador del Ordo
Xenos y saludarlo con una rígida inclinación de cabeza.
-Es un honor que hayan requerido mi presencia,
Interrogador. Perdone que no pueda levantarme a saludarle-.
No pretendía hacer un chiste, pero algunos de
los asistentes rieron con cordialidad. El hombre que estaba sentado junto a
Kyrion esbozó una discreta sonrisa, y éste se giró hacia él.
-Hermana Alara, permita que le presente al padre
Taddeus Damaris, Interrogador del Ordo Hereticus-.
-Un placer- dijo Damaris.- He oído hablar mucho
de usted, hermana-.
-Igualmente, Interrogador-.
Mathias hizo ademán de levantarse, pero otra
gélida mirada de Alara lo dejó quieto en el sitio. Inseguro, se volvió a
acomodar en la silla al lado de Phoebe, que miraba a la mesa con ojos gachos y
expresión apesadumbrada. Alara tuvo que tragarse la ira y los celos mientras
Valeria la conducía al extremo opuesto de la mesa, al lado de Tharasia.
-Bien, ahora que ya estamos todos, creo que
podemos empezar- dijo el Interrogador Kyrion. Sargento Gaskill, por favor…
El Sargento Arbitrador Gaskill, que se había
ofrecido voluntario junto a los supervivientes de su pelotón para formar la
escolta personal de Alara y la guardia de aquella planta del hospital, cerró
las puertas tras de sí y se aseguró de que estuvieran bien cerradas antes de
que sus pasos se alejaran del umbral. El Interrogador Damaris pulsó la runa de
activación de un servocráneo, cuyos ojos se encendieron con sendas luces rojas
un instante antes de que las mandíbulas metálicas chasquearan, señal de que ya
estaba listo para empezar a grabar todo lo que se hablase en aquella reunión.
-No aburriré a ninguno de los aquí presentes con
cháchara insustancial- dijo Kyrion.- Estamos en guerra. Una guerra orquestada
por rebeldes heréticos y contaminados por el Caos, cuyo verdadero alcance hasta
ahora apenas hemos podido vislumbrar. Teniente Travis, por favor…
Robert Travis se puso en pie.
-Actualmente, la Guardia Imperial está centrada
en combatir a los rebeldes en el norte y el sur del planeta. Las fuerzas
herejes se componen principalmente de cultistas y guerrilleros armados, aunque
el diez por ciento de ellas son regimientos traidores de la Milicia Planetaria.
Por fortuna, la gran mayoría de las Fuerzas de Defensa Planetaria y toda la
Guardia Imperial se han mantenido leales, y la infección masiva fallida, junto
a la pandemia que se produjo después, ha hecho que el levantamiento apenas haya
tenido apoyo popular en las zonas urbanas. Por desgracia, esa misma infección
ha sido la que más ha dificultado la organización y la logística-.
Travis encendió el holoproyector para mostrar un
mapa bidimensional de Vermix. En él se veían las tres grandes masas
continentales del planeta: a la izquierda, el enorme continente rural de
Mesothalasia, a la derecha, la agreste isla de Tolrea, En el centro se
encontraba Kamrea, el más grande y poblado de los continentes vermixianos.
-Como pueden ver, la mayor parte de la actividad
enemiga se centra en Kamrea. En Tolrea y en Mesothalasia también hubo comandos
bioterroristas dispuestos a sembrar el pánico, pero el aviso que el grupo del
Doctor Trandor emitió desde Morloss permitió que la virulencia de los ataques
se mitigara en gran parte desde el meridiano de Prelux y por toda la zona este
de Kamrea. Por fortuna, Morloss Sacra fue el escenario del primer ataque, lo
cual significó que los atentados pudieron ser previstos con muchas horas de
antelación en las otras dos masas continentales. Las infecciones de Tolrea y
Mesothalasia fueron casi testimoniales, y actualmente ambas se mantienen en
poder de las fuerzas imperiales. Por desgracia, se trata precisamente de los
continentes menos poblados y más salvajes de Vermix. Es en Kamrea donde el
enemigo ha dado el mayor golpe-.
La mano de Travis señaló la parte posterior del
mapa, agrandado la sección.
-Por fortuna- siguió diciendo- la rivalidad
tradicional entre palianos y montanos ha sido una ventaja. Al parecer, este
golpe ha sido orquestado fundamentalmente por herejes palianos, que aún rendían
culto soterrado a la antigua religión vermisionaria. Como pueden ver, los
ataques bioterroristas se han centrado exclusivamente en la zona de influencia
paliana: ninguna población de las Tierras Altas ha sufrido atentando alguno, y
las fuerzas de la Milicia Planetaria desplegadas allí se han mantenido leales,
a pesar de que sus miembros son de etnia paliana. Los milicianos montanos que
defienden el norte y el sur de Kamrea también se mantienen leales al imperio.
Sólo cuarenta y ocho regimientos de la Milicia, compuestos por soldados de
etnia paliana y situados en las zonas fronterizas, se han rebelado a favor de
los herejes-.
El mapa volvió a su tamaño habitual para que el
teniente Travis pudiera señalar las ciudades con mayor claridad.
-Como pueden ver, la zona más afectada por la
rebelión ha sido el suroeste de Kamrea. Morlian, Yamarzanda, Masarkanda y
Fleskorg no recibieron a tiempo el aviso de alerta bioterrorista y las
infecciones fueron catastróficas; actualmente Morlian y Fleskorg están en manos
del enemigo, mientras que Yamarzanda y Masarkanda se encuentran sitiadas.
Afortunadamente, Noan Sangor está lo bastante al este para que sus autoridades
contaran con margen de maniobra y pudieran evitar a duras penas lo peor de la
infección, y se ha convertido en el bastión de defensa del suroeste de Kamrea-.
Alara escuchaba con atención. El resto de asistentes
a la reunión parecían estar ya al corriente en mayor o menor medida de lo que
estaba contando Travis, pero para ella toda esa información era nueva.
-¿Qué hay de la contraofensiva?- inquirió.-
¿Acaso nuestras tropas no están luchando por recuperar el control del
territorio?-.
-Así es, hermana- respondió Travis- pero
nuestros recursos son limitados. Las tropas leales que luchan en Yamarzanda
pueden abastecerse por mar, pero en el interior las cosas están más difíciles.
Todo el apoyo a los defensores de Masarkanda proviene de Noan Sangor, que a su
vez cuenta con el apoyo y abastecimiento de Sangaranda. Sin embargo, la ruta es
larga, y los herejes tienden contínuas emboscadas para atacar nuestras líneas
de suministros por tierra, mar y aire. Gracias al Emperador, disponen de poco
armamento pesado, pero poseen el suficiente para ser un quebradero de cabeza.
Aprovechan su conocimiento del terreno pantanoso y agreste para hacer una
guerra de guerrillas, y no podemos enviar todas nuestras fuerzas al sur mientras
no hayamos conquistado el norte.- Volvió a agrandar la zona superior del mapa,
señalando con los dedos.- Conservamos el control de Morloss y Gemdall, pero
Fordall, Marlav y Prelux siguen bajo asedio. El grueso de nuestras fuerzas se
concentra en torno a la capital, en la que, según los últimos informes, se
espera la derrota de los herejes los próximos días gracias a la enconada
defensa del Adepta Sororitas desde dentro y a las divisiones de la Guardia
Imperial que luchan para romper el cerco desde fuera. Y una vez que liberemos
Prelux, Fordall y Marlav no tardarán mucho en volver a nuestras manos-.
-¿Y qué pasará cuando recuperemos el norte?-
quiso saber Alara.
-Dejaremos un contingente de reserva defendiendo
las zonas estratégicas y enviaremos el grueso de las fuerzas de la Guardia
Imperial para reforzar el sur. Dada nuestra gran superioridad numérica,
logística y armamentística, ni la más enconada resistencia de los herejes podrá
evitar que rompamos los asedios y recuperemos las ciudades que ahora están en
su poder. Tras romper los cercos de Masarkanda y Yamarzanda, podremos…
-Disculpe que lo interrumpa, teniente- le cortó
Alara- si se va a enviar al grueso de la Guardia Imperial al sur en cuanto
recobremos el norte, ¿significa eso que la Milicia Planetaria quedará al cargo
de la retaguardia?-.
Travis asintió.
-Lo más seguro es que algunas divisiones de la
Guardia se queden para reforzar las ciudades más importantes, como Prelux o
Morloss, ya que algún comando enemigo podría intentar traspasar nuestras líneas
y sembrar el terror con nuevos atentados. Pero sí, el grueso de las fuerzas
imperiales las compondría la Milicia Planetaria, que como ya he dicho, se ha
mantenido leal en su mayor parte-.
Alara frunció el ceño. Había algo en la
explicación de Travis que no cuadraba. Pero antes de que pudiera decir nada, el
Interrogador Damaris intervino.
-Teniente, ¿crees que las irregularidades en
cuanto al reclutamiento podrían suponer algún problema?-.
-Ninguno que nos cause una desventaja real,
señor- respondió Travis.- Afortunadamente, disponemos de suficientes unidades
de la Milicia formadas y entrenadas para el combate. Aunque para mayor
seguridad, contactaré esta misma tarde con el mando regional del Munitorum para saber si ya se ha solucionado el problema-.
-Perdón- dijo Alara, confusa, dejando por un
instante de lado sus resquemores- creo que no estoy al corriente de lo que
dicen. ¿De qué irregularidades hablan?-.
Travis dejó de mirar a Damaris para girarse
hacia ella.
-De un problema algo desconcertante, aunque por
fortuna está teniendo una incidencia menor. Desde que se declaró el estado de
guerra, se procedió a una leva forzosa entre todos los ciudadanos imperiales
aptos para el servicio militar, a fin de que suplieran las bajas que vaya
sufriendo la Milicia Planetaria. Y al parecer varias divisiones han
reportado que, al acudir a algunas zonas rurales para la leva, se había dado el
caso de que el reclutamiento ya se había llevado a cabo-.
-¿Por quién?-.
Travis lanzó un bufido.
-Por ellos mismos. Lo cual, por supuesto, es
imposible. Lo han achacado a algún tipo de duplicidad en los archivos
administrativos o un fallo en el sistema de cogitación central. Una comisión mixta del
Administratum y del Adeptus Mechanicus está trabajando en ello, aunque van más
lentos de lo que sería deseable, más que nada porque los mecanos parecen más
interesados en echar la culpa a los amanuenses que en arreglar el problema… No
es mi intención ofenderles, por supuesto- se apresuró a añadir el teniente,
recordando que había dos tecnoadeptos en la sala e inclinando la cabeza hacia
ellos con deferencia- desde luego, la misma actitud puede achacarse a los del
Administratum-.
En ese momento, Alara sintió algo extraño. Era
lo mismo que había sentido en Morloss la mañana de la infección, en la capilla
del Ordo Xenos al averiguar la verdad sobre la Matanza de Galvan, y en Shantuor
Ledeesme al leer el informe sobre las religiones vermixianas. Como si una luz
se encendiera en su mente y todas las piezas de un extraño puzzle comenzaran a
encajar entre ellas de una manera espantosa. Una palabra escapó abruptamente de
sus labios.
-No-.
Todos los ojos de la sala se volvieron para
mirarla. Alara negó con la cabeza en ademán nervioso, lamentando no poder
ponerse en pie por culpa de sus piernas escayoladas. Su pulso se aceleró cada
vez más. Todo estaba tan claro en su mente, que no podía comprender cómo los
demás no lo veían.
-Es una trampa- barbotó.- ¿No lo ven? ¡Todo es
una celada!-.
Los Interrogadores la miraron con fijeza. Sus
rostros eran dos máscaras funéreas; Melacton Kyrion casi la atravesó con la
intensidad de su mirada.
-¿A qué se refiere? Hable claro, hermana-
exigió.
-¿Por qué no han vuelto a intentar el ritual?-
preguntó Alara a su vez.
Damaris frunció el ceño.
-¿Cómo dice?-.
-El ritual para traer la hueste demoníaca, el
que impedimos en el último momento aquí en Morloss. El Libertador escapó,
podría haber…
-¿Qué quiere decir con eso de que el Libertador
escapó?- la interrumpió Damaris con brusquedad.- ¡El Libertador está en Prelux
Magna; ha estado allí desde el principio de esta guerra! Era el líder de las
tropas de choque que asaltaron la ciudad, y a día de hoy continúa luchando, a
pesar de los esfuerzos de la Palatina Sabina y de Lord Crisagon por ponerle la
mano encima…
Alara miró a Mathias de inmediato.
-¿No se lo has dicho?- exclamó consternada.
-¡Ni que hubiera tenido tiempo!- se defendió
él.- ¡Precisamente esta reunión era para poner a todo el mundo al corriente de
detalles como ese!-.
“Tal vez habrías tenido tiempo si no hubieras
estado tan ocupado consolando a la adepta Aberlindt”, pensó Alara, furiosa. Se
obligó a no dejar salir aquellas palabras. “No hagas el ridículo, Alara.
Tampoco Octavia y Valeria habían dicho nada aún, y también lo sabían”.
Los dos Interrogadores los miraron a uno y a
otro alternativamente.
-¡Será mejor que explique lo que ha querido
decir, hermana!- exclamó Kyrion, impaciente.
Alara les explicó lo más rápido que pudo la
existencia del Libertador de la armadura verde, su teoría sobre los orígenes de
ambos Libertadores y su hipótesis sobre la existencia de un tercero.
-¿No lo entienden?- exclamó.- ¡Si se hubiera
abierto una brecha disforme en Vermix y hubiera penetrado por ella una legión
demoníaca, los efectos serían evidentes! ¡Los psíquicos se habrían vuelto locos,
las entidades disformes atacarían a todo el mundo, la locura y la corrupción
camparían por doquier! Pero nada de eso ha ocurrido; ¿por qué? Aunque
extermináramos al cónclave de Morloss, no hemos matado aún a todos los brujos de
Vermix. ¿Por qué el Libertador no reunió más? Podría haber formado otro coro
psíquico. No tan fuerte como el primero, tal vez… ¿pero acaso no llevo casi
veinte días en este hospital? Han tenido tiempo de sobra para conjurar otro
ritual; ¿por qué no lo ha hecho?-.
Taddeus Damaris la miraba con una fijeza que
para cualquier otra persona habría resultado intimidante.
-Estoy seguro de que si está haciendo esa
pregunta es porque ya tiene en mente una respuesta, hermana- dijo.- Le ruego
que la comparta con nosotros-.
-Los reclutamientos- respondió Alara, cada vez
más agitada.- No son un error; son víctimas. Víctimas para un nuevo ritual-.
-¿Cómo que víctimas?- preguntó Valeria,
atónita.- ¡Si quisieran repetir el ritual, tienen medio Vermix disponible! ¡Hay
ciudades enteras en su poder!-.
Mathias, que se había quedado pensativo,
intervino algo vacilante.
-Bueno, no… Si lo pensamos, no es así en
realidad. Por lo que sabemos del ritual blasfemo, los brujos usaron la energía
psíquica generada por la infección y el sufrimiento que ésta provocaba en las
víctimas para alimentar sus poderes y abrir una brecha a la disformidad. Y hoy
en día, con la vacuna fabricándose a pleno rendimiento, los habitantes de las
zonas urbanas o está inmunizados o han sucumbido a la pandemia. Los infectados
que pudimos rescatar están sedados o han recibido la Paz del Emperador; los que
quedaron atrapados en territorio enemigo, están muertos o convertidos en
mutantes. Las zonas rurales son otro cantar; muchas siguen sin recibir la
vacuna porque los Manofactorum no van todo lo rápido que sería deseable en la
producción de dosis, ya que también necesitamos sedantes para los infectados y
medicinas de campaña para nuestros soldados… pero claro, las zonas rurales
están muy poco pobladas. En Morloss, la infección fue masiva; estamos hablando
varios millones en un día, concentrados en una sola ciudad. Los pueblos y
aldeas de Vermix son demasiado pequeños y están demasiado alejados unos de
otros para que puedan reunir la misma conmoción psíquica, incluso si infectaran
a todos los habitantes a la vez-.
-Pero si consiguieran reunir a muchos de ellos
en el mismo sitio… -aventuró Octavia, continuando el razonamiento- podrían
crear el suficiente eco psíquico para volver a alimentar otro ritual-.
-¡Eso es lo que están haciendo!- exclamó Alara.-
¡Apuesto cualquier cosa a que esos reclutamientos irregulares no han sido por
error! Si no, ¿por qué no aparecen registrado en ninguna parte a dónde han ido
esas tropas? ¡Porque los herejes se hacen pasar por Milicianos y se los llevan
antes de que lleguen los auténticos reclutadores!-.
-Su hipótesis es muy preocupante, hermana- dijo
el teniente Travis, mirándola con gravedad.- Si fuera cierta, significaría que
los herejes han conseguido de algún modo interceptar la información de la
Milicia Planetaria. Es cierto que alguna de las divisiones traidoras podría
estar haciéndose pasar por leal para reclutar civiles, pero, ¿cómo saben a
dónde y cuándo tienen que ir, para adelantarse siempre a los auténticos
reclutadores? ¡Supondría que tienen acceso al sistema de cogitación interna!-.
-Los generales de división la tienen- apuntó el
Interrogador Damaris.
-Claro, pero lo primero que debieron hacer los
tecnoadeptos al servicio de la Milicia fue anular las claves de acceso de las
divisiones traidoras. ¿Por qué iba cualquiera de los leales…
-No son leales- siseó Alara. Todo el mundo
volvió a mirarla de nuevo. -No sé cuántas divisiones de la Milicia Planetaria
son traidoras, pero estoy segura de que son muchas más de las que parece. ¡Por
amor del Emperador, mírenlo! ¡Miren el mapa! No se ha rebelado ni un solo
regimiento paliano de las Tierras Altas, y tampoco ninguno de los montanos de
las Tierras Bajas. Pero esta guerra no es sólo cosa de los vermisionarios;
sabemos que existe una alianza con los saurosicarios probablemente arreglada y
sostenida por los deomecanicistas. ¿Cómo es posible entonces que ningún
regimiento montano de los que están desplegados al norte o al sur de Kamrea se
haya rebelado?-.
-Pero, si son traidores, ¿por qué iban a
esperar?- preguntó Teodora, confundida.- Se supone que la estrategia de los
herejes era dar un único y contundente golpe para cogernos con la guardia baja
antes de que pudiéramos reaccionar. Si poseen más fuerzas, ¿por qué se las han
reservado?-.
El teniente Travis abrió mucho los ojos.
-Es como en el regicida- dijo.- Una celada-.
-¿Cómo dice?-.
-El regicida es un juego de tablero en el que
los jugadores enfrentan dos ejércitos de piezas para matar al rey del
contrario- explicó Travis.- Una celada consiste en sacrificar a propósito una
pieza para conseguir un beneficio aún mayor. Si existen regimientos de montanos
traidores en la Milicia Planetaria y no se han rebelado a la vez que los demás,
sólo existe un motivo lógico para ello, y es hacernos creer que la herejía de
Vermix es sólo cosa de los palianos. También sería el motivo por el cual
podrían tener algunos regimientos palianos traidores en reserva, en las Tierras
Altas: aparentar debilidad-.
Alara asintió con energía.
-El teniente Travis ha captado perfectamente lo
que quería decir. Sin duda el enemigo sabía que, aún con todas las divisiones
traidoras de la Milicia de su parte, el resultado de la guerra habría sido
dudoso teniendo que luchar contra una fuerza combinada de la Guardia Imperial y
el Adepta Sororitas. Puede que lo tuvieran previsto desde el principio o que el
líder de la alianza tomara la decisión en cuanto se dio cuenta de que no estaba
tomando al Imperio tan por sorpresa como había planeado, pero al caso es lo
mismo: han intentado convencernos de que esta rebelión es sólo cosa de los
palianos, y que la mayor parte de la Milicia Planetaria es leal. Fíjense en el
mapa: como el teniente Travis ha dicho, estamos a punto der ganar la guerra en
el norte… ¿y qué pasará después? Que casi toda la Guardia Imperial se trasladará
al sur, donde el enemigo es más fuerte, para aplastarlo definitivamente. ¿Y
quién quedará atrás, en retaguardia? La Milicia Planetaria. Pero si la mayor
parte de los milicianos se rebelaran en ese momento, no habría manera de que
tan pocos Guardias Imperiales defendieran el norte, ni siquiera con nuestra
ayuda. Prelux, Morloss, Gemdall… incluso la zona oeste caería en sus garras.
Pero eso no es lo peor… -Alara señaló con la mano un poco más abajo, al centro
del mapa.- Si en ese momento los milicianos de las Tierras Altas también se
rebelaran, cortarían la comunicación entre el norte y el sur. ¡Todas nuestras
líneas de abastecimiento interrumpidas! ¡Sería un desastre!-.
-Interrumpidas por tierra- puntualizó Travis,
ceñudo.- Pero el poderío aéreo y naval lo seguiríamos teniendo nosotros. La
Marina controla todos los buques de guerra, y la mayor parte de los Valkyria y
los Vulture pertenecen a la Guardia Imperial, no a la Milicia Planetaria-.
-No les haría falta- dijo Alara, sintiendo un
escalofrío Se giró hacia la Dialogante que permanecía muda en su asiento.-
Octavia, ¿recuerdas a las serpientes marinas?-.
Su amiga parpadeó un instante tras las gafas.
-¿El qué? Ah, sí… ¡oh!- exclamó de repente,
mientras sus ojos se llenaban de una horrorizada comprensión.
-Exacto, oh- dijo Alara con voz fúnebre.- Los
herejes cuentan con brujas biomantes entre sus filas. Es la capacidad principal
de las sacerdotisas vermisionarias. Y las biomantes son capaces de controlar a
los animales; Octavia y yo lo vimos cuando nos dirigíamos en la patrullera a
interceptar la flota de brujos herejes que se dirigía aquí, a la isla
Zarasakis-.
-Lo que dice Alara es cierto- asintió Octavia,
tragando saliva.- Las serpientes marinas nunca se acercan a la costa; viven en
alta mar. Pero aquellas no sólo se acercaron, sino que nos atacaron
perfectamente coordinadas. Había una inteligencia maligna en ellas, y estaban
tocadas por el poder de la Disformidad. Pude percibirlo con claridad-.
-¿Se lo imaginan?- preguntó Alara en voz baja.-
¿Se imaginan a toda la fauna de este planeta luchando de repente contra
nosotros? Los carnosaurios y los rinoferox por tierra, las serpientes por mar,
los dinovermos en ríos y pantanos, los dracosaurios y los rinoferox en tierra
firme, y los dinoarácnidos en los bosques-.
-La hermana Alara tiene razón- intervino
Mathias.- Cualquiera de esos animales es lo bastante grande y fuerte para poner
en apuros un vehículo pesado si atacan en grupo. Una manada de dracosaurios
atacando coordinadamente podría derriban un Valkyria. Un dinovermo adulto
podría tragarse sin problemas cualquiera de nuestros tanques; para cuando el
artillero disparase, el animal ya estaría de nuevo bajo tierra o sumergido en
el agua de los pantanos. Y en cuanto a las serpientes… ya deben haber leído el
informe de lo que hicieron con la tripulación de la patrullera-.
-Y mientras tanto, una horda de demonios
penetrando en planeta- gruñó Travis.- Por la sangre del Emperador. Si su teoría
llega a ser cierta…
-Cierta o no, no podemos ignorar la posibilidad-
lo interrumpió Damaris abruptamente. Intercambió una mirada con Kyrion, que
asintió levemente.- Y dados los antecedentes de la hermana Alara, yo me inclino
a creerla. Si esa teoría de la celada se llega a materializar, los resultados
serán terribles. Y todo ello sin contar que además de cortar nuestras líneas de
suministros también podrían bloquear nuestras comunicaciones. Sabemos que
pueden hacerlo; el día del levantamiento general nos dejaron incomunicados
durante varias horas hasta que los Skitarii del Culto Mecánico consiguieron
recuperar el control de las torres de comunicación. Y ellos seguirían usando la
brujería para comunicarse y levantar a los muertos que perdieran en batalla,
como han estado haciendo hasta ahora. Además, sus capacidades de despliegue serían
mucho mayores que las nuestras gracias a los Portales Eldar- añadió, mirando de
soslayo a Syrio Dryas. Éste se puso en pie.
-Hermana Alara, Legado Trandor, supongo que
recuerdan la tablilla pintada por Oskar Eshmer que nos entregaron el día antes
de que estallara la rebelión-.
Alara maldijo para sus adentros; lo cierto es
que la había olvidado.
-Tal y como nos pidieron, el Magíster Astellas
la examinó- dijo Dryas.- Aunque no pudimos reunirnos al día siguiente con su
equipo, Legado Trandor, debido a la guerra civil que tan sorpresivamente
estalló, me tomé la libertad de contarle lo que habíamos descubierto al
Interrogador Kyrion, que a su vez lo puso en conocimiento de Lord Crisagon. Se
trataba de un mapa con la situación exacta de todos los portales de Kamrea-.
-El Inquisidor descubrió que hay tres tipos de
portales- intervino Melacton Kyrion.- Los portales a la Telañara Eldar de los
Shantuor, varios portales intraplanetarios que comunican unos con otros, y en
el centro del entramado, un portal interestelar-.
-¿Interestelar?- preguntó Alara.
-Significa que comunica varios planetas entre
sí. Lord Crisagon cree que podrían ser los tres planetas de este sistema que
fueron primitivamente colonizados por los Eldar: Vermix, Tarion y Voxtor. Por
desgracia, no hemos podido descubrirlo con certeza, por el mismo motivo que
tampoco pudimos examinar los portales intraplanetarios; al parecer, los herejes
ya conocían su existencia y los tenían custodiados. Los grupos de investigación
encontraron guardianes protegiendo la entrada a los portales. Al principio
creímos que eran rebeldes herejes, pero al entrar en batalla descubrimos que se
trataba de inteligencias abominables, como las que usted, hermana Alara,
descubrió y destruyó en Shantuor Ledeesme, aquellas que se habían hecho líderes
del grupo de bandidos. Al parecer, trabajan a las órdenes de los herejes, y
exterminaron a todos los investigadores que se acercaron a los portales. De
modo que podemos contar con que todos ellos están en poder del enemigo, que sin
duda se servirá de ellos para hacer redespliegues rápidos e inesperados. Es una
suerte que al menos contemos con un mapa que señala su ubicación, porque de lo
contrario podríamos habernos encontrado con ejércitos enemigos apareciendo por
sorpresa en nuestra retaguardia-.
Alara miró de reojo a los demás. Todos parecían
preocupados; incluso Ophirus Crane tenía una expresión inquieta en su único ojo
biológico. El único que permanecía impasible, al menos en apariencia, era
Corban Wyllard, aunque la Militante se figuró que la impresión se debía a que
el tecnomago no tenía un rostro visible en el que se pudiera leer emoción
alguna,
-La cuestión es- continuó el Interrogador del
Ordo Hereticus- ¿qué vamos a hacer ahora? Si alguien tiene alguna idea de cómo
proceder, estaré encantada de escucharla-.
-Hay que detener el ritual- afirmó Alara,
rotunda- como sea-.
-Pues ya me dirá cómo, hermana; no tenemos la
menor idea de dónde, cómo, ni cuándo…
-Si me permites, Interrogador- dijo una voz
rasposa- creo que tal vez yo pueda ayudar en eso-.
Alara miró al dueño de la voz, que no era otro
que Dymas Molocai, el vidente de la cábala de Lord Crisagon.
-Mi don me permite tener atisbos del futuro-
continuó el psíquico- si sé qué tengo que buscar, por supuesto. Con mi tarot
imperial y la asistencia del Divino Emperador, es posible que logre predecir
cuánto falta para el ritual y dónde tendrá lugar el próximo reclutamiento de
los traidores-.
-Es una buena idea, Dymas- lo alabó Kyrion.- Si
no tiene inconveniente, Damaris, creo que deberíamos aceptar. El Vidente
Molocai es de absoluta confianza-.
-Me parece bien- aceptó Damaris- pero evitar el
ritual, aunque es importante, no resuelve la otra cuestión. ¿Cómo impedir el
levantamiento de la Milicia traidora y la… rebelión de la fauna, por decirlo de
alguna manera?-.
Mathias se puso en pie.
-Creo que yo puedo aportar alguna luz a ese
asunto, Interrogador- dijo.- Como discípulo del Magíster Séneca, que es el
mayor especialista en flora y fauna vermixiana del Ordo Xenos, conozco los
mecanismos biológicos de los animales de este planeta. No podemos impedir que
los biomantes los utilicen, pero sí podríamos neutralizarlos de algún modo
cuando nos ataquen. Contamos con la ventaja de que, por muy controlados que
estén, seguirán teniendo flaquezas y debilidades. El punto débil que comparten
todos ellos es el sentido del oído; todos son sensibles a los estímulos
auditivos de una forma u otra. Si le pedimos al Magíster Seneca que lo
investigue, es probable que consiga desarrollar a tiempo algún aparato que
emita sonidos lo bastante perturbadores para desconcertar y desorientar a los
animales. ¿Ha oído hablar de los aparatos de ultrasonidos que usan los
agricultores vermixianos para espantar las bandadas de dracartijas de los
cultivos? Pues estaríamos hablando de un sistema parecido-.
-Bien pensado, doctor Trandor- lo felicitó
Kyrion.- Se pondrá usted en contacto con el Magíster Séneca tan pronto acabe la
reunión para transmitirle la petición. Confío en que no tenga problemas para
hacerse con los ejemplares que necesite-.
-Bueno… -Mathias titubeó un instante- Tenemos a
Vermilio en el acuario, pero a excepción de ese dinovermo, no sé cómo podremos
conseguir los demás animales. Tal vez una partida de caza, pero…
-Yo puedo ocuparme de eso- dijo Samatha
Anterrax, sonriente.- Muchos nobles vermixianos poseen zoológicos privados con
animales exóticos. Estoy segura de que, si muevo los hilos adecuados, no nos
costará mucho que algunos de ellos nos presten un ejemplar para su estudio-.
-Si el plan funciona, la situación no será tan
mala- apuntó Travis.- Con las líneas de comunicación aérea y marítima activas,
podríamos abastecernos y tener la oportunidad de hacer redespliegues. Y
sabiendo lo que sabemos ahora, la Inquisición debe contactar con el Gobernador
Militar para que dé la contraorden y autorice un puente aéreo que redespliegue
fuerzas de la Guardia Imperial tanto en el norte de Kamrea como en las Tierras
Altas. Sugiero centrar nuestros esfuerzos en defender cuatro puntos clave: Ankorgeyd,
Zordian, Borsian y Bardasanda; así contaremos con un corredor que mantenga comunicados
el norte y el sur y defenderemos a la mayor parte de la población montana. Si
no permitimos que los herejes partan Kamrea por la mitad, les negaremos una
ventaja estratégica decisiva-.
-Lo mejor sería acabar con sus líderes- dijo
Octavia, pensativa.- Palianos y montanos siguen siendo enemigos históricos. Descabezando
la rebelión, los herejes dejarían de luchar coordinados. Y creo que muchos se
desmoralizarían y huirían si ven caer a sus Libertadores-.
-Ojalá, hermana, pero a saber dónde se encuentran-
repuso Damaris.- A excepción de ese demonio rojo que lucha en Prelux, no creo
que se dejen ver-.
-Tal vez podamos acabar con ese problema al
mismo tiempo que acabamos con el del ritual impío- aventuró Alara.- El
Libertador Vermisionario fue quien dirigió a los brujos aquí en Morloss; lo
lógico sería que también fuese el director del segundo ritual. Si es así, creo
que la mejor opción sería mandar a un comando inquisitorial que boicotee el
hechizo en el último momento para acabar también con los brujos que lo estén
invocando y con su director-.
-Es una idea interesante, hermana Alara- admitió
el Interrogador.- Cuando el Vidente Molocai nos ilustre sobre este punto,
podremos planearlo al detalle. Pero creo que enviar un comando de infiltración
será lo más factible para localizar a los traidores y desbaratar sus planes.
¿No lo cree, Interrogador Kyrion?-.
El aludido asintió.
-Habrá que pensar detenidamente en el asunto.
Podría mandarse un grupo reducido de entre cinco y diez agentes, no más, para
que se hagan pasar por lugareños reclutables, si Dymas consigue averiguar el
próximo punto de reclutamiento-.
-Me presento voluntaria- dijo Alara
inmediatamente.
Tuvo la satisfacción de ver cómo Mathias Trandor
se ponía rígido y la fulminaba con la mirada. Pero no fue el único; Octavia,
Valeria, incluso Tharasia y Teodora la miraron alarmadas.
-Alara, te recuerdo que estás en una silla de
ruedas ahora mismo- le reprochó Valeria.
Alara sintió que sus mejillas enrojecían de pura
rabia y frustración. ¿Después de tantos años de esfuerzo y entrenamiento, cómo
se atrevía su cuerpo a fallarle justo cuando necesitaba todas sus fuerzas para
combatir? Los brazos y las manos se le tensaron por el esfuerzo cuando,
apretando los dientes, hizo acopio de todas sus energías para levantarse.
Temía no conseguirlo, pero lo consiguió. Gracias
a los sueros regenerativos y al biomante enviado por Lord Crisagon, sus huesos
estaban soldados y sus heridas cerradas, aunque las operaciones y la
inmovilidad hubieran hecho estragos sobre su masa muscular. Sintiendo una
dolorosa punzada en la espalda, se irguió sobre las piernas, que tambalearon un
breve instante antes de responder y sostenerla con firmeza.
-Me presento voluntaria- repitió- siempre que mi
estado físico me lo permita-.
Mathias abrió la boca para hablar, pero Melacton
Kyrion lo silenció con una mirada.
-¿Por qué insiste el presentarse voluntaria a
pesar de su estado de salud, hermana?-.
Alara clavó los dedos sobre la superficie de la
mesa, tratando que nadie advirtiera su debilidad.
-Porque intenté matar al Libertador
vermisionario y fracasé. A pesar de todos mis esfuerzos, escapó con vida, y eso
se ha convertido en mi vergüenza. Le he fallado al Emperador-.
-¡Hermana Alara, no diga tonterías!- la
reprendió el padre Bruno, atónito.- ¡Le puedo asegurar que ninguno de los aquí
presentes cree, ni por un instante, que le haya fallado usted a nuestro Divino
Padre! Nos salvó a todos-.
-Pero el Libertador escapó- replicó ella. Las
palabras le sabían amargas en la boca al pronunciarlas.- Purgar su impía alma
del universo era mi deber. ¿Por qué, si no, el Emperador permitió que fuera yo
quien lo tuvo a tiro? Tendría que haberlo matado, pero sólo lo herí. Fallé. Y
suplico a la Inquisición que, si mis fuerzas me lo permiten, me dé la oportunidad
de remediar mi fallo. Además, las Hermanas de Batalla somos el brazo armado del
Ordo Hereticus, y actualmente yo sigo formando parte de un grupo de
investigación inquisitorial…
-Del Ordo Xenos- se apresuró a apuntar Mathias-
no del Ordo Hereticus. Y es evidente que una misión de tales características es
cosa del Hereticus, no del Xenos-.
-En realidad no, Legado Trandor- repuso Kyrion,
mirándolo con velado reproche.- Usted mismo descubrió que los cultos
vermisionario y saurosicario son blasfemias derivadas de cultos ancestrales a
los dioses Eldar. Eso hace que la herejía vermixiana sea asunto tanto del Xenos
como del Hereticus, motivos por el cual estamos ahora mismo en una reunión
mixta de ambos ordos. El comando de infiltración deberá ser mixto…sobre todo
porque la cuestión Eldar está muy lejos de resultar un simple misterio del
pasado. De hecho, se trata de un problema que resulta casi tan acuciante como
el de los brujos blasfemos-.
Mathias lo miró extrañado.
-¿Qué quiere decir, Interrogador?-.
-Quiero decir que el segundo punto de esta
reunión es exactamente el motivo por el cual ha encontrado a la Adepta
Aberlindt tan abatida- respondió Kyrion.- Y es la desaparición de todos los
miembros del Ordo Xenos que se encontraban en Shantuor Ledeesme-.
Alara se había vuelto a sentar mientras Mathias
y Melacton hablaban, y se alegró de haberlo hecho, porque estaba segura que de
haber seguido de pie las piernas no la hubieran sostenido. La sola mención de
ese lugar era como revivir la peor de sus pesadillas.
-¿Qué ha pasado en Shantuor Ledeesme?- preguntó
con voz ahogada.
-Lo mismo que ha pasado en los demás Shantuor-
dijo el Interrogador con gravedad.- Pocos días después de que empezara la
rebelión, los herejes los atacaron. Tiene su lógica, sabiendo lo que sabemos:
ellos estaban convencidos de que sólo los guardianes demoníacos mantenían a los
alienígenas fuera de Vermix, y la que ellos llaman Señal del Padre era una
llamada de advertencia: el signo de que las puertas volvían a estar abiertas.
En cada Shantuor había un grupo de investigación inquisitorial y sesenta
soldados de la Guardia Imperial como escolta, pero la incursión hereje fue por
sorpresa, atacaron con las mejores tropas de las que disponían y en una
proporción de diez a uno contra nosotros. Las fuerzas imperiales resistieron
días, pero no pudieron pedir ayuda porque los herejes bloquearon cualquier
señal de comunicación. Los herejes exterminaron a las fuerzas inquisitoriales,
aunque a costa de grandes pérdidas, y se hicieron con el control de todas las fortalezas
santuario-.
“Tanto
esfuerzo para nada”, pensó Alara con amargura. “Dios Emperador, ¿cómo es
posible que cada una de mis victorias se convierta en un trago tan amargo?”.
-¿Qué tiene que ver eso con la cuestión de los
Eldar?- quiso saber Octavia.- Si los que atacaron los Shantuor fueron los
herejes…
-Todavía no he terminado, hermana- la cortó
Kyrion.- De hecho, esto no ha sido más que el principio. Cuando Lord Crisagon
se dio cuenta de que ninguno de los equipos de investigación respondía a
nuestras llamadas, incluso después de que por fin se restablecieran las
comunicaciones en Kamrea, comprendió de inmediato que algo iba mal. Como el sur
del continente estaba bajo el control de los herejes, fue imposible llegar a
los tres Shantuor que se encuentran allí, a los que hoy en día seguimos sin
poder acceder, pero Lord Crisagon envió una nutrida fuerza de la Guardia
Imperial dirigida por un Legado del Ordo Xenos y un pelotón de Sororitas como
apoyo para recuperar los Shantuor del centro-norte de Kamrea. Sin embargo, no
hubo batalla alguna. Es más, pudimos recuperar el control de todas las fortalezas
santuario sin oposición… porque cuando las fuerzas imperiales irrumpieron,
esperando encontrar una enconada resistencia, descubrieron que todos estaban
muertos: tanto leales como rebeldes-.
-¿Tal vez los nuestros consiguieron acabar con
todos los herejes antes de morir?- aventuró Tharasia.
Melacton Kyrion negó con la cabeza.
-Saltaba a la vista que no. Los cadáveres de los
acólitos inquisitoriales y los guardias imperiales tenían varios días de
antigüedad, mientras que la mayoría de los herejes eran mucho más recientes. Y
cuando las Hospitalarias examinaron los cuerpos de los fallecidos, descubrieron
en el acto que algo no cuadraba: tanto los cadáveres de los imperiales como los
herejes muertos días atrás mostraban heridas fruto de armas de proyectiles y
láser, armas blancas y granadas de fragmentación. Sin embargo, los cadáveres
más recientes presentaban lesiones causadas por armas de energía, y lo que era
más extraño, unos proyectiles en forma de pequeños discos con bordes cortantes
monofilamentados. Los Legados informaron de inmediato a Lord Crisagon, que tras
examinar los proyectiles en persona, llegó a la conclusión de que se trataba de
armamento Eldar-.
Alara se llevó la mano a la boca, sorprendida.
-¿Armamento xenos?- preguntó, atónita.
-Así es- respondió Kyrion.- Concretamente,
procedentes de un arma llamada “catapulta shuriken”. Sin embargo, a pesar de
que peinaron hasta el último rincón de las fortalezas-santuario, los nuestros
no pudieron encontrar evidencia alguna de presencia Eldar, si exceptuamos los
proyectiles hallados en los cadáveres. Tampoco había superviviente alguno que
pudiera contarnos lo que había pasado, y nos habríamos quedado sin saberlo… de
no ser por lo que se encontró en Shantuor Ledeesme-.
La vocecilla de Phoebe Aberlindt resonó en la
habitación bañada por el temblor de las lágrimas.
-¿Qué se encontró?-.
-Los restos de un servocráneo- respondió el Interrogador.-
Concretamente, el que la Acólita Nora Reik estaba utilizando para
grabar sus exploraciones-.
Alara se dio cuenta de que le sonaba el nombre,
y un segundo más tarde recordó por qué: Nora Reik era la chica de pelo azul que
había llegado como relevo del Ordo Xenos a Shantuor Ledeesme junto a Phoebe
Aberlindt, Dymas Molocai y el propio Melacton Kyrion. Con un nudo en el
estómago, se dio cuenta de que si Phoebe, Kyrion, Molocai, Tarell y el
tecnomago Wyllard no hubieran acudido en ayuda de Mathias y su equipo durante
el ataque a Morloss, ellos también estarían muertos sin remedio.
-Nora no iba sola- continuó relatando Kyrion,
que hablaba con aparente serenidad a pesar de que la muerte de la mitad de su
equipo debía haberle afectado mucho.- El Acólito Gideon la acompañaba-.
-Él era mi ayudante- dijo Phoebe con un hilo de
voz- Debería haber venido conmigo, pero le pedí que se quedara para echarle una
mano a Nora y lo dejé allí. Yo se lo dije…
Alara se dio cuenta de que la joven se mordía el labio inferior para no
romper a llorar. Mathias no la abrazó como había hecho antes, pero apoyó una
mano en su hombro y volvió a susurrarle palabras de consuelo. La Militante
tragó saliva, sintiendo la extraña e incómoda sensación de ver sus sentimientos
divididos entre la compasión y el odio.
-La grabación es demasiado extensa para proyectarla en su totalidad ahora-
dijo el Interrogador-. Sin embargo, les haré un resumen de lo que hemos
descubierto en ella antes de mostrarles el fragmento que van a visionar. Nora y
Gideon investigaron las inmediaciones del portal a la Telaraña Eldar y
descubrieron que tras una de las paredes había una zona hueca que comunicaba
con un pasadizo. Al seguirlo, descubrieron un nivel inferior que se adentraba
aún más bajo la colina de Shantuor Ledeesme y que contenía los restos de un
asentamiento Eldar. A lo largo de un par de días, estuvieron investigando las
ruinas, abandonadas desde hacía muchos milenios como era evidente por su
aspecto. Por desgracia, mientras estaban allí los herejes atacaron en la
superficie, y cuando Nora y Gideon regresaron para informar de lo que habían
descubierto, se encontraron con una batalla infernal que había llegado ya al
interior del templo vermisionario. De inmediato, tomaron las armas y lucharon
para ayudar a los pocos acólitos y guardias imperiales que aún resistían. Por
desgracia, el avance de los herejes era imparable y encima tenían brujos entre
sus filas: una mujer que curaba a los heridos y un hombre que hacía estragos
entre nuestras filas. Tras horas de cruenta lucha, los herejes empujaron a los
nuestros hasta la caverna del lago. Para entonces sólo quedaban en pie Nora,
Gideon, el tecnomante Debrien y medio pelotón de la Guardia Imperial, dirigido
por el teniente Lean. Las imágenes que van a presenciar a continuación muestran
lo que ocurrió durante el asalto final, hasta el fin de la grabación-.
Hizo una señal a Ophirus Crane, que se acercó la holoproyector y
emitió un cántico ceremonioso mientras introducía una microplaca en el lector
de datos. Tras dirigir sus oraciones al espíritu-máquina del
aparato y pulsar la runa adecuada, una imagen bidimensional apareció en el
aire.
Lo primero que los ojos de Alara registraron fue una auténtica masacre.
Varios guardias imperiales, muchos de ellos heridos, combatían contra una furiosa
horda de herejes que llevaban tatuado en el pecho desnudo el símbolo del
vermívoros. Algunos de ellos, como los brujos, mostraban un aspecto extraño y
abotargado propio de mutantes. El hechicero era especialmente terrible; cuando
fijaba su poder en un guardia imperial, al cabo de unos instantes el pobre
hombre se desplomaba gritando de agonía y sangrando a chorros por orejas, nariz
y boca. Los acólitos inquisitoriales, seguidos desde el aire por el servocráneo
que seguía a Nora y desde cuyos ojos se contemplaba la escena, penetraron a
todo correr en la cueva donde Alara y sus hermanas habían derrotado a la hueste
demoníaca de Pustus. Los soldados de la guardia imperial cubrieron su retirada,
y finalmente se replegaron tras ellos. Rápidamente, tomaron posiciones
utilizando como cobertura la plataforma donde estaban los cañones Eldar y
habían estado los cilindros de los brujos en estasis.
La batalla se convirtió en una mascare. Los primeros herejes que entraron
por la puerta fueron barridos por una andanada de disparos láser, pero por cada
uno que caía otro conseguía entrar, y en pocos minutos consiguieron superar las
defensas de los imperiales. El tecnomante había dedicado todas sus energías en
disponer cargas explosivas alrededor de la plataforma para volarla. Alara
comprendió que el plan desesperado de los acólitos era destruir el mecanismo
que abría el portal disforme, aunque fuera a costa de inmolarse ellos mismo en
la explosión, para que los herejes no pudieran utilizarlo de nuevo. Sin
embargo, el brujo se dio cuenta de inmediato del plan y concentró todos sus
esfuerzos en acabar con el tecnomante, que murió entre gritos de agonía antes
de conseguir detonar los explosivos.
Sólo quedaban Nora, Gideon y un puñado de soldados de la guardia imperial
que no podían hacer otra cosa que disparar desesperadamente la poca munición
que les quedaba. Gideon intentó manipular el detonador para disparar las
cargas, pero uno de los herejes le disparó y le alcanzó en el costado,
hiriéndolo de gravedad. El joven se desplomó en brazos de Nora, que ya no tenía
munición y se encogía aterrada al otro lado de la plataforma. El servocráneo lo
grababa todo escondido en una esquina del techo de la caverna, a salvo de la
mirada de los herejes. También en esta ocasión Alara comprendió el motivo: la
Adepta Reik pretendía dejar constancia de lo que había ocurrido por medio de la
grabación, y para ello había dado órdenes al servocráneo de que se ocultara y
siguiera grabando hasta el final.
Dos guardias imperiales cayeron abatidos bajo el fuego enemigo. Otros dos
consiguieron matar a media docena de herejes antes de correr la misma muerte.
El brujo mató al último con el mismo horrible hechizo que había usado para
acabar con los demás soldados… y Nora y Gideon se quedaron solos, rodeados de
herejes y atrapados sin remedio.
Todo parecía perdido, pero en aquel momento, la cámara del servocráneo
captó algo. Un leve movimiento en la esquina del ángulo de visión. Y, de
repente, aparecieron.
Al principio sólo eran formas difusas en la oscuridad, pero al alcanzar el
campo de grabación del servocráneo, Alara pudo verlas con más claridad, aunque
le resultaron desconcertantes. Se trataba de un grupo de seres humanoides,
aunque más altos y esbeltos de lo que sería un humano normal. Iban vestidos del
modo más extraño y estrafalario que nadie hubiera podido imaginar: armaduras livianas,
mallas ceñidas y largos chaquetones decorados con cascabeles tintineantes y
rombos de colores chillones y vibrantes, como si fueran payasos o arlequines.
Todos lucían máscaras de muecas grotescas y extravagantes crestas de colores en
la cabeza, a excepción de dos de ellos: uno, vestido de colores como los demás,
llevaba una capucha sobre la cabeza y un báculo en la mano, y su máscara
carecía por completo de facciones: era totalmente lisa y reflectante como un
espejo. El otro era el único que no iba vestido de colores; sus ropajes estaban
hecho de retales negros y grises, llevaba un arma pesada de cañón negro en las
manos y su máscara tenía forma de una calavera de burlona sonrisa.
-Sangre del Emperador… -susurró Phoebe Aberlindt.- Son Arlequines. Es una troupe de Arlequines Eldar-.
Los alienígenas permanecían en suspenso, como si estuvieran esperando algo.
Entonces, el encapuchado habló, alzando su báculo, y dijo algo en una lengua
musical y extraña que Alara no pudo comprender.
-Traduzca, Aberlindt- ordenó Kyrios.
-Ha… ha dicho: “que comience el espectáculo, purgad a los impuros”-
balbuceó la erudita.
Y, de repente, la troupe se
deshizo. Literalmente, se volatilizó. Los cuerpos de los xenos saltaron en
todas direcciones y se desdibujaron en el aire, convirtiéndose en una especie
de irisaciones coloridas informes. A Alara le tomó varios segundos comprender
que se movían tan rápido que los ojos humanos no podían seguirlos con claridad.
El brujo vermisionario fue el primero en verlos, y cuando lo hizo, su
rostro perdió toda agresividad para convertirse en una máscara de puro terror.
El encapuchado lo señaló, trazando un símbolo en el aire, y de repente el brujo
enloqueció. Comenzó a lanzar alarido desquiciados, riendo, llorando y gritando
al mismo tiempo. Totalmente descontrolado, atacó a sus propios camaradas, que
no pudieron reaccionar cuando su líder empezó a reventarles con los mismos
letales hechizos que habían acabado con los valientes soldados de la Guardia
Imperial.
-¡Sagrado Trono!- exclamó Tharasia, lívida.- En el nombre de Terra, ¿qué es
eso?-.
-Un Vidente de Sombras- respondió Phoebe, que miraba las imágenes con los
ojos muy abiertos.- Los psíquicos Eldar de las troupes Arlequines. Crean ilusiones que confunden y enloquecen a
los enemigos-.
Alara comprobó, sobrecogida, que la joven erudita tenía razón. Todos los
herejes a los que señalaba el Vidente de Sombras caían en un trance de horror e
histeria o comenzaban a balbucear y a disparar a ciegas, como si el mundo se
hubiera desvanecido antes sus ojos. Y mientras tanto, el resto de la troupe comenzó la matanza. El Eldar de
la calavera y las ropas negras comenzó a disparar su arma pesada mientras
entonaba una alegre canción. Su canto extraño y discordante se elevaba creando
ecos en las paredes de la cueva, y cada estrofa iba acompañada de una andanada
de disparos que destrozaban sin compasión a los herejes.
-Bufón de la Muerte- apuntó Phoebe.- Y el de la espada de energía es el
Gran Arlequín, el jefe de la troupe.
Miren su cresta capilar, del doble del tamaño que la de los demás-.
Lo que más desconcertaba y perturbaba a Alara era que los Arlequines no se
limitaban a luchar sin más; estaban bailando.
Se movían con increíble agilidad, haciendo saltos y cabriolas al ritmo de la
canción del Bufón, como payasos demenciales que danzaban al son de la Muerte.
El Gran Arlequín dio un cuádruple salto mortal, aterrizó con elegancia felina
frente al brujo vermisionario y blandió la espada de energía con una graciosa
pirueta de bailarín. La cabeza del hechicero cayó cercenada al suelo con un
ruido sordo. Casi al mismo tiempo, el Bufón de la Muerte concentró sus disparos
en la mujer biomante, que convulsionó como si fuera un títere sacudido por mil
hilos invisibles y estalló como un melón maduro. El Bufón lanzó una grotesca
carcajada y aplaudió con las manos en un gesto tan elegante que fue casi
ridículo. Luego, se inclinó como si estuviera recibiendo aplausos y siguió
disparando.
-Los Arlequines son seres extraños incluso para los demás Eldar- explicó
Phoebe.- Se supone que son los guardianes de la Telaraña y sirven a Cegorach,
el Dios Que Ríe, el único de los dioses Eldar que continúa vivo, entero y en
libertad. Viven aislados de los demás y conciben la guerra como una actuación;
una suerte de interpretación artística donde ellos son los actores. Cada cual
interpreta su papel: el Vidente es el Destino, el Bufón es la Muerte, y el Gran
Arlequín representa al propio Cegorach. Miren cómo coordinan sus movimientos,
como si todo fuera una gran coreografía-.
La danza de muerte de los Arlequines continuó durante varios minutos más,
disparando las catapultas shuriken -una especie de rifles de cañón corto y
redondeado- con letales resultados sobre los aterrados herejes. Algunos
trataron de devolver el fuego, pero los Arlequines eran demasiado veloces como
para poderlos herir de gravedad. Al verse perdidos, muchos intentaron huir y
salieron de la cueva todo correr, pero la
troupe los persiguió entre saltos y cabriolas. Aunque desaparecieron del
ángulo de visión del servocráneo, los gritos agónicos que comenzaron a oírse en
la lejanía no dejaron lugar a dudas de los estragos que los Eldar estaban
cometiendo entre las filas de los herejes.
Nora, mientras tanto, seguía acurrucada contra el borde de la plataforma,
sosteniendo a una Gideon cada vez más pálido y ensangrentado entre sus brazos.
La Acólita había hecho lo posible para contener la hemorragia, pero no disponía
de material médico con el que socorrer al chico. Entonces, el Vidente de
Sombras la vio. Sin pronunciar una palabra, la observó fijamente. Alara temió
que sería ese el momento en que verían morir a Nora y a Gideon, pero el Vidente
continuó mirándola en silencio durante unos minutos que se antojaron
interminables, hasta que los Arlequines volvieron a aparecer en el campo de
visión. Algunos presentaban heridas de poca importancia; la mayoría estaban
ilesos. El Bufón de la Muerte llegó entre alegres saltos, canturreando mientras
hacía malabares con tres cabezas cortadas. Sin embargo, las arrojó a un rincón
en cuanto vio al Vidente y descubrió lo que estaba mirando. Se acercó a él e
hizo una respetuosa y elegante inclinación; luego, señaló a Nora y a Gideon y
habló en lengua Eldar.
-Aberlindt- dijo Kyrion.
-Ha dicho: “Los impuros han sido purgados. ¿Qué hacemos con éstos?- tradujo
Phoebe.
El Vidente de Sombras, tras un segundo de silencio más, se dirigió al
Bufón.
-“Ellos no son impuros, pero han visto demasiado. No será prudente
permitirles vivir”-.
En ese momento, Nora alzó una mano ensangrentada y habló en todo
suplicante. No en gótico clásico ni vulgar, sino en la misma lengua de los
Eldar.
-“¡No por favor! ¡No nos matéis! ¡Sabemos quiénes sois, y no os deseamos
mal alguno!”-.
Los Arlequines, que se habían congregado en torno a los dos Acólitos,
parecieron sorprenderse. El Vidente preguntó algo a Nora, ella respondió con
rapidez, y el Vidente volvió a preguntar. Entre ellos se estableció un rápido
diálogo en lengua Eldar, y Phoebe tuvo que dejar de traducir para poder
escuchar. Finalmente, el Vidente se sumió en un silencio pensativo, mientras
los demás Arlequines quedaban en el mismo estado de inmóvil suspensión del
principio, como aguardando su veredicto.
-¿Qué ha dicho?- inquirió el Interrogador Kyrion.
-Nora les ha explicado que son agentes de la Inquisición- explicó Phoebe.-
Y, al parecer, el Vidente conoce la existencia del Ordo Xenos y no está mal
dispuesto hacia él. Hay que tener en cuenta- añadió rápidamente, mirando a las
Hermanas de Batalla- que sólo los Inquisidores más puritanos pretenden
aniquilar a los Eldar sin más. La mayoría prefieren tener una relación de
distante cordialidad con ellos mientras no dañen a los humanos, dado que
nuestro mutuo odio hacia los Poderes Ruinosos es un punto común de unión entre
ambas especies. El Vidente ha preguntado a Nora si la Inquisición le enseñó a
hablar la lengua Eldar, y ella ha contestado que no, que se trata de un
conocimiento que su familia posee desde hace incontables generaciones. Los Reik
son una familia muy antigua dentro de la nobleza vermixiana- añadió a modo de
explicación.
Alara se sintió desconcertada, puesto que Nora, con su estrafalaria forma
de vestir y su actitud informal, no parecía miembro de la nobleza como la bella
y educada Samantha Anterrax. Pero no pudo hacer comentario alguno al respecto,
porque en las imágenes de la grabación el Vidente de Sombras volvió a moverse. Extendió
su mano aguantada y tocó con suavidad un mechón del cabello azul de Nora. Hizo
una pregunta.
-Quiere saber si es su color natural de pelo- dijo Phoebe.
Nora respondió con una sola palabra.
-Ella dice que sí-.
El Vidente retrocedió un paso y dijo en voz alta algo que sobresaltó a los
demás Arlequines, salvo al Bufón de la Muerte, que permaneció impertérrito.
Phoebe tragó saliva.
-Ha dicho: “No hablas nuestra lengua como los Mon-Keigh, y tu cabello es
azul. Quizás la sangre de los Caladai corre por tus venas”. Con Mon-Keigh se
refiere a los humanos, y Caladai es la palabra que los Eldar exoditas emplean
para referirse a sí mismos. El Vidente está considerando la posibilidad de que
Nora sea un híbrido humano y Eldar-.
Se oyeron varias exclamaciones ahogadas en la sala. Alara miró a Tharasia
sin poderlo evitar, pero la Ejecutoria no le devolvió la mirada. Tenía los ojos
fijos en la superficie de la mesa, y apretaba los labios hasta convertirlos en
una fina línea. En la grabación, el Vidente volvió a hablar.
-Dice… dice que van a llevarse a Nora con ellos- dijo Phoebe con voz
temblorosa-. Dice que quiere hablar con ella para que averiguar qué está
pasando en Vermix y cómo es posible su mezcla de sangre-.
Nora vaciló. Parecía asustada, pero contestó al Vidente con voz firme y
señaló a Gideon. El Vidente dijo algo, y Nora volvió a responder con voz más
alta, estrechando al Acólito herido entre sus brazos. Los Arlequines se miraron
unos a otros con ademán interrogante, y todas las miradas confluyeron en el
Vidente.
-Ella acepta irse con ellos a condición de que no les hagan daño- explicó
Phoebe.- Pregunta qué será de Gideon. El Vidente quiere dejarlo allí porque es
un Mon-Keigh, no un híbrido como ella, pero Nora contesta que prefiere que la
maten antes de abandonar a Gideon-.
Transcurrieron unos instantes que parecieron eternos. Finalmente, el
Vidente hizo un gesto con su báculo y pronunció su decisión.
-Ha dicho: “Los dos vendrán con nosotros. Curaremos al Mon-Keigh. En marcha”-.
Nora se puso en pie y señaló a Gideon; parecía estar diciendo que no tenía
bastante fuerza para sostenerle por sí misma. A una orden del Vidente, uno de
los Arlequines se inclinó con la gracia de un bailarín y tomó al Acólito herido
entre sus brazos. El Vidente de Sombras señaló hacia el fondo de la caverna,
indicando el camino al Portal de la Telaraña por donde habían venido, y la troupe desapareció llevándose a Gideon y
a Nora consigo.
El último en salir fue el Bufón de Sombras, que sorpresivamente alzó la
cabeza y descubrió el servocráneo en su rincón. Apuntó su arma pesada, disparó,
y el enfoque de la cámara descendió a toda velocidad hasta sufrir una sacudida
y mostrar la imagen de los pies enfundados en negro del Bufón, a ras de suelo.
Entonces, la grotesca figura alzó el servocráneo entre sus manos, acercó los
dedos y arrancó los ojos-cámara, arrojándolos al suelo. La cámara grabó cómo el
Bufón adoptaba una grotesca pose sosteniendo el cráneo con una rodilla en
tierra, declamaba un par de versos con voz socarrona y se levantaba de nuevo,
marchando mientras se reía y jugaba con el cráneo pasándolo de mano en mano.
-Fin de la grabación- dijo Kyrion con voz seca, mientras la imagen se
desvanecía.- Por fortuna, el Bufón se llevó detrás la placa de memoria y la
célula de energía cuando arrancó el mecanismo de grabación del servocráneo. A
pesar del maltrato, el espíritu máquina aún siguió grabando durante veinte
minutos más, antes de que la célula de energía se agotara-.
-Alabado sea el Omnissiah- dijo el tecnomago Wyllard con voz reverente.- El
espíritu máquina del servocráneo era fuerte-.
-Ya ven, señores- dijo el Interrogador del Ordo Xenos, apoyando las manos
sobre la mesa.- Esta situación nos compete tanto a nosotros como al Ordo
Hereticus. Los Eldar han regresado a Vermix y se han llevado a dos de nuestros
agentes. La grabación es de hace casi dos semanas, y desde entonces no se ha
vuelto a saber nada de ellos. Pero si los Arlequines han venido, entonces
podrían venir más, y puede que no todos tengan intención de marcharse tan
rápido. No tenemos información sobre los Shantuor del sur, pero los cuatro del
norte mostraban las mismas señales de lucha que el de Ledeesme, lo cual hace
pensar que los Arlequines también hicieron limpieza de herejes en ellos. No
sabemos cuánto les han contado Gideon y Nora, ni siquiera si han cumplido su
palabra de dejarlos con vida o si tienen intención de dejarlos en libertad,
pero Lord Crisagon teme que decidan volver-.
-En ese caso, podríamos encontrarnos con un valioso aliado que nos ayudaría
a derrotar a los herejes- aventuró Phoebe.
-O a un doble frente enemigo- repuso Kyrion.- Los Eldar son impredecibles,
y los Arlequines más que ninguno. Tan pronto podrían decidir ayudarnos como no
regresar nunca más, o lo que es peor, venir a reconquistar Vermix y masacrar a
los humanos del planeta sin hacer distinción entre imperiales y herejes.
Recuerde que la intención inicial del Vidente era matar a Gideon y a Nora,
aunque no los considerase impuros como a los demás-.
El semblante de Alara se oscureció.
-Que el Emperador me lleve el día en que las Adepta Sororitas necesitemos
ayuda de los xenos para acabar con los herejes. No necesitamos a esos
arlequines locos para nada-.
-Este planeta está podrido- siseó Tharasia.- Enfermo de corrupción y
xenofilia hasta las entrañas. Híbridos de humano y xenos, adoradores del Caos… lo
mejor que se podría hacer con Vermix es un Exterminatus-.
-Modere sus palabras, hermana- le reconvino Damaris.- Todos estamos de
acuerdo en que la situación es aún peor de lo que imaginábamos, pero debemos
esforzarnos en purgar el planeta salvando el mayor número de vidas posibles, a
no ser que Lord Crisagon o mi maestro Lord Ravenstein ordenen lo contrario-.
-¿Y qué pretenden hacer con los híbridos?- exclamó la Ejecutora.- ¿Acaso
van a permitir que esas… esas… aberraciones… sigan con vida?-.
-Nora no es una aberración- salto Phoebe con voz temblorosa.- Es mi amiga-.
-Debería usted escoger mejor sus amistades- le dijo Tharasia con acritud.
-Soy el confesor de Nora Reik- intervino el padre Tarell, más sereno.- No
estábamos seguros de su ascendencia, pero Lord Crisagon la sospechaba. Por eso
la reclutó; no sólo por su valioso dominio del idioma Eldar, sino para poder
vigilarla de cerca. Yo fui el encargado de velar por su bienestar espiritual, y
debo decir que Nora siempre ha sido una mujer devota del Dios Emperador y fiel
cumplidora de los preceptos de la Santa Eclesiarquía. Y su familia jamás ha
sido sospechosa de actuar contra el Imperio en modo alguno-.
-Eso no tiene importancia, padre- insistió Tharasia.- El mutante no siempre
lo es porque lo haya elegido, pero no deja de ser mutante por ello. Nuestro
Credo nos enseña que deben ser purgados. Y si la mutación proviene de una hibridación
con sangre xenos, todavía con más razón. ¡Es una blasfemia contra la sagrada
forma humana!-.
-Eso podría provocar un incidente diplomático de impredecibles
consecuencias- dijo Phoebe con frialdad.- Los Reik no son la única familia
noble de Vermix que conocen la lengua Eldar o tienen el cabello y los ojos de
colores inusuales. ¿Qué pretende, purgarlos a todos? ¿Para que decidan apoyar a
los herejes? ¡Nos pondríamos en contra a toda la antigua nobleza vermixiana!-.
Varios pares de ojos se giraron de inmediato hacia Samantha Anterrax.
-¡Eh, a mí no me miren!- protestó la mujer.- ¡Yo no tengo nada de ningún
color extraño, y los Anterrax somos de origen colono, no vermixiano! ¡No
formamos parte de la antigua nobleza!-.
-Creo que yo podría tener la solución- dijo Mathias con voz suave, hablando
por primera vez en largo rato.
Alara se giró para mirarle. El joven Legado se había puesto en pie.
-No hay duda de que la impureza genética debe ser purgada de Vermix. Pero
purgar no tiene que significar necesariamente matar. Si la clave es eliminar
cualquier resto de sangre Eldar, bastaría con obligar a las familias nobles a
engendrar la siguiente generación de herederos por medio de la fecundación
artificial. Si los Magus Biologis eliminan todo el rastro genético xenos de las
células reproductivas, los embriones estarían limpios de toda mutación.
Conservarían los genes de sus padres biológicos, pero la impureza habría
quedado purgada. Y al no tener rastro xenos en el interior, no podrían
transmitírselo a sus descendientes-.
El Interrogador Kyrion lo miró con admiración.
-Excelente idea, Legado Trandor. Se la comunicaré personalmente a Lord
Crisagon. Creo que podremos planteárselas a los nobles en cuanto logremos
restaurar la paz en Vermix-.
La reunión no duró mucho más. Nadie tenía ideas nuevas que aportar, y se
decidió programar otra reunión dos días más tarde, cuando Dymas Molocai hubiera
empleado sus poderes psíquicos en averiguar todo lo que pudiera acerca del
siguiente reclutamiento de los milicianos traidores y la proximidad del ritual
blasfemo. Alara rechazó la ayuda de Octavia y Valeria y se empeñó en manejar
por sí misma la silla de ruedas, deseando con todas sus fuerzas comenzar las
sesiones de rehabilitación para poder andar por sí misma de nuevo.
Teodora y Tharasia se despidieron afectuosamente, asegurándole que todas las Hermanas seguirían rezando por ella. Antes de irse, Tharasia se retrasó un instante para mirarla a la cara. Parecía avergonzada.
Teodora y Tharasia se despidieron afectuosamente, asegurándole que todas las Hermanas seguirían rezando por ella. Antes de irse, Tharasia se retrasó un instante para mirarla a la cara. Parecía avergonzada.
-No debí castigarla en Shantuor Ledeesme- dijo.- Su hipótesis era cierta, y
yo me equivoqué. Lo siento mucho-.
Alara se quedó atónita al ver disculparse a su Superiora. La expresión de
pesar de Tharasia, tan inesperada, la hizo sentirse mal.
-No, hermana Ejecutora- protestó.- Usted obró correctamente. Aunque yo
acabara teniendo razón, su castigo me mostró el peligro de caer en el orgullo y
me recordó la necesidad de medir mis palabras antes de hablar. Se lo
agradezco-.
Tharasia esbozó una sonrisa fugaz y dio un rápido apretón a la mano de
Alara.
-Cuídese, hermana. Todos la necesitamos ahora-.
Alara la vio marchar con una extraña mezcla de tristeza y melancolía que de
repente le había llenado el corazón. Siguió haciendo rodar la silla, pero cuando
estaba a mitad del pasillo, notó que alguien la sujetaba por el respaldo. Alara
se giró; Octavia y Valeria se habían adelantado y los demás habían regresado a
sus quehaceres. Quien la retenía era Mathias, a solas con ella en el pasillo.
-¿Por qué lo has hecho?- siseó.
Alara puso cara de sorpresa.
-¿De qué hablas?-.
-Presentarte voluntaria para ese… comando de infiltración. ¿Cómo se te
ocurre en tu estado de salud?-.
-Voy a empezar mañana con las sesiones de rehabilitación…
-¡Pues peor aún!- se desesperó Mathias.- Si tienen éxito, podrían enviarte
de verdad. No lo entiendo, Alara; no entiendo por qué te empeñas en buscar el
peligro una y otra vez-.
-Soy una Hermana de Batalla, Mathias. Luchar por el Emperador es mi razón
de ser-.
Los puños de Mathias se tensaron sobre el respaldo de la silla.
-Acabas de salir de un coma. Casi te matan. Cualquier hermana del Sororitas
podía haberse presentado en tu lugar, no hacía falta que fueras tú. He pasado
quince días temiendo que no volvieras a despertar, y ahora que te he recuperado
quieres volver a marcharte. A la misión más peligrosa que podría imaginar, por
añadidura…
-Tendrás contigo a la Adepta Aberlindt- dijo Alara con tono agrio.- No me
echarás mucho de menos-.
Mathias soltó la silla y se irguió para mirarla con furia.
-Ah, ¿así que es eso? ¿Este es mi castigo por haber consolado a Phoebe?
¡Estaba desolada por la pérdida de Nora y Gideon; son sus amigos!-.
Alara sintió una oleada de ira que a duras penas pudo contener.
-Sé que te resultará difícil de creer, Mathias Trandor, pero no todo lo que
hago y digo tiene que ver contigo. No eres el sol alrededor del cual gira mi
mundo. Mi mayor prioridad es servir al Dios Emperador, y lo que dije en la
reunión era verdad. ¡Le fallé cuando no conseguí matar a Libertador, y voy a
enmendar mi falta!-.
Sin dar tiempo a que Mathias
contestara, se giró hacia delante y empujó las ruedas a toda prisa para
regresar lo más rápido posible a su habitación.