A.D. 816M40. Galvan (Tarion), Sistema Cadwen, Sector Sardan, Segmento
Tempestuoso.
Cadwen Astrum luce con todo su esplendor en
el cielo cuando Randall y Alyssa Trandor llegan a las puertas del Hospital
Militar de Galvan, a pesar de lo avanzado del otoño. Las hojas de los árboles
bailan mecidas por el viento, como duendecillos traviesos. Randall sostiene en
sus manos un ramo de flores y una caja de dulces decorada con un enorme lazo
rosa. Alyssa tiene las dos manos ocupadas en empujar un carrito de bebé.
Cuando entran en el vestíbulo del hospital,
el joven administrativo del mostrador los reconoce y sonríe.
-Buenos días, teniente Trandor, señora- hace
una inclinación de cabeza al referirse a Alyssa.- ¿En qué puedo ayudarles?-.
-Buenos días; ¿en qué habitación está Selene
Farlane?- inquiere Randall.
-Habitación 430- informa el joven con una
sonrisa solícita.- Cuarta planta.
-Gracias- responde Randall.
Él y su esposa se dirigen al ascensor. A su
alrededor, el hospital aparece limpio, reluciente, con las paredes blancas
iluminadas por el sol. Ascienden con el ascensor hasta el cuarto piso, y nada
más salir se encuentran con el emblema del Administratum en la pared y un
cartel debajo que reza "Maternidad".
-¿Recuerdas?- pregunta Alyssa a Randall con
una dulce sonrisa.- Hace casi dos meses que nosotros estábamos aquí-.
El teniente asiente y mira al bebé que gorjea
y patalea en el carrito: un niño de mejillas sonrosadas y fino cabello castaño
claro, idéntico al de su padre. La familia avanza hasta la habitación 430,
llaman a la puerta y entran.
En la cama está tendida su amiga Selene
Farlane, que les sonríe al verlos aparecer. Tiene aspecto de estar cansada pero
feliz; su cabello negro y liso le cae algo descuidado sobre los hombros, y la
piel le luce un tanto pálida, sin duda a causa de la sangre que ha perdido el
día anterior. No obstante, la alegría que ilumina su amplia sonrisa la hace
parecer hermosa. A su diestra, un hombre alto con el cabello casi rapado propio
de los militares les hace un gesto de bienvenida.
-Me alegro de veros- dice, contento.- Todo ha
salido bien-.
-Tienes un aspecto magnífico, Selene- la
elogia Randall, mientras le tiende las flores y los bombones.
-Mentiroso- le regaña Selene, encantada.
Alyssa Trandor, en cambio, fija su atención
en la cunita situada a la izquierda de la cama.
-¿Cómo está la pequeña Alara?-.
-Perfectamente- contesta el capitán Marcus
Farlane, satisfecho. Hace un gesto que la invita a acercarse.- Juzga tú misma-.
Alyssa se acerca a la cuna y ve a una recién
nacida diminuta, profundamente dormida. Tiene los labios aterciopelados, la
barbilla afilada y el pelo negro de Selene.
En esos momentos, un gorjeo de protesta surge
del carrito de bebé. Alyssa se apresura a volver sobre sus pasos y sacar de
allí al niño.
-Ven aquí, Mathias- dice con voz cantarina.-
Ven a conocer a Alara-.
-Espero que se lleven bien- comenta Selene
desde la cama.
-Claro que se llevarán bien, mujer- afirma
Randall.- ¡Si han nacido casi a la vez!-.
Alyssa se acerca de nuevo a la cuna con
Mathias en brazos y se inclina sobre la niña, que acaba de abrir los ojos.
-Mira, Mathias, esta nena va a ser tu
amiguita- dice Alyssa con dulzura.
Su hijo mira fijamente a la niña recién
nacida de la cuna. Durante unos segundos, su carita muestra una expresión
atenta. Luego, sus labios dibujan una sonrisa de entusiasmo, alarga el bracito
y sus dedos rozan torpemente la diminuta mano de Alara.
-¿Lo ves?- le dice Marcus, sonriente, a su esposa.- Se
van a llevar bien. Año 844 del Milenio 40. Convento Sanctorum (Ophelia VII), Sistema Ophelia, Sector Sacro, Segmento Tempestuoso.
Alara Farlane estaba furiosa.
-¡Me odian!- protestó, caminando con largos
pasos airados a lo largo del pasillo.- ¡Los altos mandos me odian!-.
-No deberías tomártelo de manera tan
personal, Alara- la reprendió su amiga Octavia, que casi tenía que trotar para
mantener su ritmo.- Nos envían allí a todas-.
-A lo mejor el planeta resulta ser
interesante- dijo Valeria, la eternamente optimista.
-¿Interesante?- gruñó Alara.- ¡Por el Trono
Dorado! ¿Qué puede tener de interesante un planeta llamado Vermix? ¡Yo os lo
diré! ¡Gusanos gigantes, reptiles gigantes y arañas gigantes! ¡Todos ellos revolcándose en esas asquerosas ciénagas y
marismas de las que al parecer está lleno el planeta!-.
-No todo son ciénagas y marismas- puntualizó
Octavia, ajustándose las gafas sobre el puente de la nariz.- Recuerda lo que
nos ha contado la Superiora. También hay muchas zonas montañosas, en las
llamadas Tierras Altas; allí es donde se encuentran los saurios. Y las arañas gigantes sólo viven en los bosques-.
-Además no todo va a ser terreno agreste-
añadió Valeria.- Vermix ya no es un mundo colonial; hace pocas décadas que ha
sido ascendido a mundo imperial. Según la Superiora, nuestro primer destino va
a ser Prelux Magna, una ciudad colmena. Allí no habrá animales, ni marismas...
-No por mucho tiempo, Valeria- dijo Alara con
voz quejumbrosa.- Nuestra misión va a consistir principalmente en escoltar a
los predicadores de la Eclesiarquía para que conviertan a los nativos rurales.
Eso significa que tarde o temprano tendremos que dejar la ciudad y dedicarnos a
sostenerle la túnica a algún vejestorio para que no se le manche de barro mientras
corretea por las ciénagas. ¡Vaya destino para una Hermana de Batalla!-.
-Pues no sé de qué te extrañas- dijo
Valeria.- Es muy común que las Sororitas escoltemos a los miembros de la
Eclesiarquía; de hecho es la misión que siempre le suelen encomendar a las
militantes recién ascendidas como tú-.
-Y a las hospitalarias, y a las dialogantes-
suspiró Octavia.- Me temo que aquí no se libra ninguna...
-Apuesto a que ya te veías a ti misma
convertida en una heroína gloriosa la primera semana, con hordas de maléficos
herejes cayendo bajo el fuego de tu bólter- le dijo Valeria con voz burlona.
Alara suspiró. Era consciente de que sus
amigas tenían razón, pero seguía sin hacerle la menor gracia. ¡Vermix! ¡Un
horrible planeta agreste al otro extremo del Sector! ¿Cómo podía sonar algo
tan aburrido y tan peligroso al mismo tiempo?
-Me ha entrenado para matar herejes, no
gusanos- dijo entre dientes.
-¡Gusanos gigantes!- puntualizó Octavia, que
comenzaba a estar fascinada a su pesar por mucho que su primera reacción al oír
hablar de ellos hubiese sido de horror.- Creo que debe ser muy interesante
estudiar su ciclo vital, sus costumbres y su metabolismo. Seguro que en Prelux
Magna hay alguna cábala del Ordo Xenos llevando a cabo ese tipo de
investigación-.
-Eso está bien para las dialogantes como tú-
dijo Alara.- O incluso para las hospitalarias como Valeria, que tienen una
mentalidad tan científica. ¡Pero cuando yo ingresé en la cámara militante me
imaginaba otro tipo de destino!-.
-Al menos, estaremos juntas- la consoló
Valeria.
Alara no tuvo nada que objetar a aquello. Era
verdad; de hecho, era lo único positivo que le había encontrado a la misión.
Octavia Branwen y Valeria Marlow habían sido sus mejores amigas desde niñas, y
en la Schola Progrenium se habían unido todavía más, casi como si fueran
hermanas. Ahora, años después, recién consagradas en la Orden de la Rosa
Ensangrentada, la palabra "hermanas" aún tenía connotaciones más
profundas: las tres se habían convertido en Hermanas del Adepta Sororitas.
Aquella mañana, la Hermana Superiora las
había reunido a todas para asignarles su primer destino como hermanas
consagradas. En un par de semanas, dos compañías de militantes, dos secciones
de hospitalarias y otras dos de dialogantes abandonarían el Convento Sanctorum
y el planeta Ophelia VII para dirigirse a Vermix, donde pasarían sin duda los
siguientes años. Alara aún se estremecía al recordar lo que les habían contado
de ese lugar: que se trataba de un mundo agreste, en el que unas pocas aunque
gigantescas colmenas y una multitud de ciudades radiales crecían entre una
inmensidad de mares tempestuosos, marismas nebulosas, ciénagas encharcadas -las
llamadas tierras bajas-, y en las tierras altas, montañas escarpadas, amplias llanuras, y una jungla espesa y salvaje que tenía cierto parecido con el
período Cretácico terrano. Las zonas alejadas de la civilización formaban un paisaje salvaje plagado de helechos
gigantes y árboles milenarios, de lianas viscosas y de flores carnívoras. La
fauna iba en consonancia con la flora y el paisaje: grandes saurios en las
montañas, insectos gigantes en los bosques -incluso Valeria había perdido su
optimismo habitual al escuchar las palabras "arañas gigantes"-, y
unos repugnantes gusanos gigantes en las zonas húmedas y pantanosas. Para
colmo, los condenados gusanos -dinovermos, se llamaban los muy malditos, en
consonancia con sus primos los dinosaurios de las tierras altas- eran una
auténtica plaga, hasta el punto de haberle dado nombre al planeta: se trataba
de unos depredadores monstruosos que medían varios metros de largo y medio metro de ancho ya de crías. Los adultos, los
más ancianos, podían llegar a medir cuatro metros de anchura y veinte metros de
longitud. Tenían unas fauces tetralobuladas tapizadas de afilados dientes con
forma de gancho que segregaban un veneno paralizante, lo que los convertía en
el mayor depredador de Vermix; incluso los grandes saurios carnívoros, como el
Carnosaurio o el Rinoferox, lo temían y procuraban evitarlo cuando la sequía
los obligaba a bajar a las tierras bajas para encontrar agua.
"En definitiva", pensó Alara
mientras se despedía de sus amigas y se dirigía al pabellón de las hermanas
militantes. "Que mi primera misión importante va a consistir en acribillar
gusanos, arañas y lagartos gigantes mientras los predicadores de las Eclesiarquía
adoctrinan a un puñado de campesinos supersticiosos e ignorantes. Desde luego,
esa no es la manera de conseguir hazañas en combate que me permitan convertirme
en una Serafín".
Desde que la Hermana Astrid, una Serafín
veterana, le hubiera salvado la vida a los ocho años matando al Rapax que había
asesinado a su madre y a su hermano mayor, Alara había deseado con todas sus
fuerzas ser como ella: una guerrera valiente, pura y letal, imbuida de furia
divina y cólera sagrada, que pudiera castigar a las fuerzas del Caos por todas
las vidas inocentes que sesgaban e impedir que siguieran arruinando la
existencia de todo aquel que tenía la desgracia de cruzarse en su camino.
Deseaba vengar a su familia, honrar al Dios Emperador, y no tener miedo nunca
más. Pero el Adepta Sororitas sólo seleccionaba para sus escuadras de Serafines
a las mejores guerreras, y Alara no podía demostrar ser una de ellas si no era
enviada a un destino donde tuviese la oportunidad de realizar hazañas en
combate. Y dudaba mucho que matar a un gusano carnívoro, por grande que fuera, contara en su expediente
como una gran hazaña de combate.
"Tendré que mantener la esperanza", se dijo a
sí misma, mientras penetraba en su celda monacal para limpiar el bólter y hacer
el mantenimiento semanal de su armadura. "Y confiar en que en Vermix se me
presente alguna buena oportunidad. Al fin y al cabo, los caminos del Emperador
son inescrutables".
Te voy siguiendo! Y esperando el siguiente capítulo! ^^*
ResponderEliminarGracias, Laura. Ya he subido los dos siguientes capítulos ;-)
ResponderEliminarPrimer capítulo leído. Pinta bien, lo que a profanas como yo sonaría a arameo lo explicas de forma que no quede enciclopédico. Y cómo se nota que esto es tuyo y que no te gustan nada de nada los gusanos xDD. En tu estilo y ligero, bien bien bien.
ResponderEliminarBueno, en realidad lo de los gusanos se le ocurrió a Juanjo (la historia la escribo yo pero se nos ha ocurrido entre los dos) ;-)
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