A fe y fuego

A fe y fuego

sábado, 16 de mayo de 2015

Capítulo I



A.D. 816M40. Galvan (Tarion), Sistema Cadwen, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.


Cadwen Astrum luce con todo su esplendor en el cielo cuando Randall y Alyssa Trandor llegan a las puertas del Hospital Militar de Galvan, a pesar de lo avanzado del otoño. Las hojas de los árboles bailan mecidas por el viento, como duendecillos traviesos. Randall sostiene en sus manos un ramo de flores y una caja de dulces decorada con un enorme lazo rosa. Alyssa tiene las dos manos ocupadas en empujar un carrito de bebé.
Cuando entran en el vestíbulo del hospital, el joven administrativo del mostrador los reconoce y sonríe.
-Buenos días, teniente Trandor, señora- hace una inclinación de cabeza al referirse a Alyssa.- ¿En qué puedo ayudarles?-.
-Buenos días; ¿en qué habitación está Selene Farlane?- inquiere Randall.
-Habitación 430- informa el joven con una sonrisa solícita.- Cuarta planta.
-Gracias- responde Randall.
Él y su esposa se dirigen al ascensor. A su alrededor, el hospital aparece limpio, reluciente, con las paredes blancas iluminadas por el sol. Ascienden con el ascensor hasta el cuarto piso, y nada más salir se encuentran con el emblema del Administratum en la pared y un cartel debajo que reza "Maternidad".
-¿Recuerdas?- pregunta Alyssa a Randall con una dulce sonrisa.- Hace casi dos meses que nosotros estábamos aquí-.
El teniente asiente y mira al bebé que gorjea y patalea en el carrito: un niño de mejillas sonrosadas y fino cabello castaño claro, idéntico al de su padre. La familia avanza hasta la habitación 430, llaman a la puerta y entran.
En la cama está tendida su amiga Selene Farlane, que les sonríe al verlos aparecer. Tiene aspecto de estar cansada pero feliz; su cabello negro y liso le cae algo descuidado sobre los hombros, y la piel le luce un tanto pálida, sin duda a causa de la sangre que ha perdido el día anterior. No obstante, la alegría que ilumina su amplia sonrisa la hace parecer hermosa. A su diestra, un hombre alto con el cabello casi rapado propio de los militares les hace un gesto de bienvenida.
-Me alegro de veros- dice, contento.- Todo ha salido bien-.
-Tienes un aspecto magnífico, Selene- la elogia Randall, mientras le tiende las flores y los bombones.
-Mentiroso- le regaña Selene, encantada.
Alyssa Trandor, en cambio, fija su atención en la cunita situada a la izquierda de la cama.
-¿Cómo está la pequeña Alara?-.
-Perfectamente- contesta el capitán Marcus Farlane, satisfecho. Hace un gesto que la invita a acercarse.- Juzga tú misma-.
Alyssa se acerca a la cuna y ve a una recién nacida diminuta, profundamente dormida. Tiene los labios aterciopelados, la barbilla afilada y el pelo negro de Selene.
En esos momentos, un gorjeo de protesta surge del carrito de bebé. Alyssa se apresura a volver sobre sus pasos y sacar de allí al niño.
-Ven aquí, Mathias- dice con voz cantarina.- Ven a conocer a Alara-.
-Espero que se lleven bien- comenta Selene desde la cama.
-Claro que se llevarán bien, mujer- afirma Randall.- ¡Si han nacido casi a la vez!-.
Alyssa se acerca de nuevo a la cuna con Mathias en brazos y se inclina sobre la niña, que acaba de abrir los ojos.
-Mira, Mathias, esta nena va a ser tu amiguita- dice Alyssa con dulzura.
Su hijo mira fijamente a la niña recién nacida de la cuna. Durante unos segundos, su carita muestra una expresión atenta. Luego, sus labios dibujan una sonrisa de entusiasmo, alarga el bracito y sus dedos rozan torpemente la diminuta mano de Alara.
-¿Lo ves?- le dice Marcus, sonriente, a su esposa.- Se van a llevar bien.



Año 844 del Milenio 40. Convento Sanctorum (Ophelia VII), Sistema Ophelia, Sector Sacro, Segmento Tempestuoso.


Alara Farlane estaba furiosa.
-¡Me odian!- protestó, caminando con largos pasos airados a lo largo del pasillo.- ¡Los altos mandos me odian!-.
-No deberías tomártelo de manera tan personal, Alara- la reprendió su amiga Octavia, que casi tenía que trotar para mantener su ritmo.- Nos envían allí a todas-.
-A lo mejor el planeta resulta ser interesante- dijo Valeria, la eternamente optimista.
-¿Interesante?- gruñó Alara.- ¡Por el Trono Dorado! ¿Qué puede tener de interesante un planeta llamado Vermix? ¡Yo os lo diré! ¡Gusanos gigantes, reptiles gigantes y arañas gigantes! ¡Todos ellos revolcándose en esas asquerosas ciénagas y marismas de las que al parecer está lleno el planeta!-.
-No todo son ciénagas y marismas- puntualizó Octavia, ajustándose las gafas sobre el puente de la nariz.- Recuerda lo que nos ha contado la Superiora. También hay muchas zonas montañosas, en las llamadas Tierras Altas; allí es donde se encuentran los saurios. Y las arañas gigantes sólo viven en los bosques-.
-Además no todo va a ser terreno agreste- añadió Valeria.- Vermix ya no es un mundo colonial; hace pocas décadas que ha sido ascendido a mundo imperial. Según la Superiora, nuestro primer destino va a ser Prelux Magna, una ciudad colmena. Allí no habrá animales, ni marismas...
-No por mucho tiempo, Valeria- dijo Alara con voz quejumbrosa.- Nuestra misión va a consistir principalmente en escoltar a los predicadores de la Eclesiarquía para que conviertan a los nativos rurales. Eso significa que tarde o temprano tendremos que dejar la ciudad y dedicarnos a sostenerle la túnica a algún vejestorio para que no se le manche de barro mientras corretea por las ciénagas. ¡Vaya destino para una Hermana de Batalla!-.
-Pues no sé de qué te extrañas- dijo Valeria.- Es muy común que las Sororitas escoltemos a los miembros de la Eclesiarquía; de hecho es la misión que siempre le suelen encomendar a las militantes recién ascendidas como tú-.
-Y a las hospitalarias, y a las dialogantes- suspiró Octavia.- Me temo que aquí no se libra ninguna...
-Apuesto a que ya te veías a ti misma convertida en una heroína gloriosa la primera semana, con hordas de maléficos herejes cayendo bajo el fuego de tu bólter- le dijo Valeria con voz burlona.
Alara suspiró. Era consciente de que sus amigas tenían razón, pero seguía sin hacerle la menor gracia. ¡Vermix! ¡Un horrible planeta agreste al otro extremo del Sector! ¿Cómo podía sonar algo tan aburrido y tan peligroso al mismo tiempo?
-Me ha entrenado para matar herejes, no gusanos- dijo entre dientes.
-¡Gusanos gigantes!- puntualizó Octavia, que comenzaba a estar fascinada a su pesar por mucho que su primera reacción al oír hablar de ellos hubiese sido de horror.- Creo que debe ser muy interesante estudiar su ciclo vital, sus costumbres y su metabolismo. Seguro que en Prelux Magna hay alguna cábala del Ordo Xenos llevando a cabo ese tipo de investigación-.
-Eso está bien para las dialogantes como tú- dijo Alara.- O incluso para las hospitalarias como Valeria, que tienen una mentalidad tan científica. ¡Pero cuando yo ingresé en la cámara militante me imaginaba otro tipo de destino!-.
-Al menos, estaremos juntas- la consoló Valeria.
Alara no tuvo nada que objetar a aquello. Era verdad; de hecho, era lo único positivo que le había encontrado a la misión. Octavia Branwen y Valeria Marlow habían sido sus mejores amigas desde niñas, y en la Schola Progrenium se habían unido todavía más, casi como si fueran hermanas. Ahora, años después, recién consagradas en la Orden de la Rosa Ensangrentada, la palabra "hermanas" aún tenía connotaciones más profundas: las tres se habían convertido en Hermanas del Adepta Sororitas.
Aquella mañana, la Hermana Superiora las había reunido a todas para asignarles su primer destino como hermanas consagradas. En un par de semanas, dos compañías de militantes, dos secciones de hospitalarias y otras dos de dialogantes abandonarían el Convento Sanctorum y el planeta Ophelia VII para dirigirse a Vermix, donde pasarían sin duda los siguientes años. Alara aún se estremecía al recordar lo que les habían contado de ese lugar: que se trataba de un mundo agreste, en el que unas pocas aunque gigantescas colmenas y una multitud de ciudades radiales crecían entre una inmensidad de mares tempestuosos, marismas nebulosas, ciénagas encharcadas -las llamadas tierras bajas-, y en las tierras altas, montañas escarpadas, amplias llanuras, y una jungla espesa y salvaje que tenía cierto parecido con el período Cretácico terrano. Las zonas alejadas de la civilización formaban un paisaje salvaje plagado de helechos gigantes y árboles milenarios, de lianas viscosas y de flores carnívoras. La fauna iba en consonancia con la flora y el paisaje: grandes saurios en las montañas, insectos gigantes en los bosques -incluso Valeria había perdido su optimismo habitual al escuchar las palabras "arañas gigantes"-, y unos repugnantes gusanos gigantes en las zonas húmedas y pantanosas. Para colmo, los condenados gusanos -dinovermos, se llamaban los muy malditos, en consonancia con sus primos los dinosaurios de las tierras altas- eran una auténtica plaga, hasta el punto de haberle dado nombre al planeta: se trataba de unos depredadores monstruosos que medían varios metros de largo y medio  metro de ancho ya de crías. Los adultos, los más ancianos, podían llegar a medir cuatro metros de anchura y veinte metros de longitud. Tenían unas fauces tetralobuladas tapizadas de afilados dientes con forma de gancho que segregaban un veneno paralizante, lo que los convertía en el mayor depredador de Vermix; incluso los grandes saurios carnívoros, como el Carnosaurio o el Rinoferox, lo temían y procuraban evitarlo cuando la sequía los obligaba a bajar a las tierras bajas para encontrar agua.
"En definitiva", pensó Alara mientras se despedía de sus amigas y se dirigía al pabellón de las hermanas militantes. "Que mi primera misión importante va a consistir en acribillar gusanos, arañas y lagartos gigantes mientras los predicadores de las Eclesiarquía adoctrinan a un puñado de campesinos supersticiosos e ignorantes. Desde luego, esa no es la manera de conseguir hazañas en combate que me permitan convertirme en una Serafín".
Desde que la Hermana Astrid, una Serafín veterana, le hubiera salvado la vida a los ocho años matando al Rapax que había asesinado a su madre y a su hermano mayor, Alara había deseado con todas sus fuerzas ser como ella: una guerrera valiente, pura y letal, imbuida de furia divina y cólera sagrada, que pudiera castigar a las fuerzas del Caos por todas las vidas inocentes que sesgaban e impedir que siguieran arruinando la existencia de todo aquel que tenía la desgracia de cruzarse en su camino. Deseaba vengar a su familia, honrar al Dios Emperador, y no tener miedo nunca más. Pero el Adepta Sororitas sólo seleccionaba para sus escuadras de Serafines a las mejores guerreras, y Alara no podía demostrar ser una de ellas si no era enviada a un destino donde tuviese la oportunidad de realizar hazañas en combate. Y dudaba mucho que matar a un gusano carnívoro, por grande que fuera, contara en su expediente como una gran hazaña de combate.
"Tendré que mantener la esperanza", se dijo a sí misma, mientras penetraba en su celda monacal para limpiar el bólter y hacer el mantenimiento semanal de su armadura. "Y confiar en que en Vermix se me presente alguna buena oportunidad. Al fin y al cabo, los caminos del Emperador son inescrutables".

4 comentarios:

  1. Te voy siguiendo! Y esperando el siguiente capítulo! ^^*

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  2. Gracias, Laura. Ya he subido los dos siguientes capítulos ;-)

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  3. Primer capítulo leído. Pinta bien, lo que a profanas como yo sonaría a arameo lo explicas de forma que no quede enciclopédico. Y cómo se nota que esto es tuyo y que no te gustan nada de nada los gusanos xDD. En tu estilo y ligero, bien bien bien.

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    1. Bueno, en realidad lo de los gusanos se le ocurrió a Juanjo (la historia la escribo yo pero se nos ha ocurrido entre los dos) ;-)

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