A.D. 824M40. El Espacio Exterior. Segmento Tempestuoso.
-Alara, no llores...
Alara Farlane trata de limpiarse con mano
torpe las mejillas, pero no puede evitar seguir llorando. La desolación es
demasiado absoluta, demasiado brutal. Duncan y el capitán Farlane están
muertos, caídos heroicamente en acto de servicio, del mismo modo que han muerto
el padre y el hermano de Mathias. Está sola en el mundo, y el recuerdo de su
familia muerta la quema por dentro. Mathias le roza la mejilla con los dedos; a
pesar de sus palabras, él mismo también está llorando.
-Les echo tanto de menos- solloza Alara.-
Mathias, tengo mucho miedo-.
No es para menos. Ninguno de los huérfanos
que abandonan Tarion, dejando a sus espaldas el recuerdo de sus hogares
destruidos y sus familias asesinadas, tiene el corazón en paz. Van a viajar a
través del espacio exterior, casi todos ellos por primera vez en su vida, para
ser enviados a la Schola Progenium de Randor Augusta, en Kerbos. Muchos de
ellos lloran, otros están pálidos y parecen enfermos, algunos aún están
heridos, y todos tiemblan de miedo. Los más mayores tienen doce años -un niño
de más edad se considera demasiado mayor para convertirse en progénito-, y entre
los más pequeños hay algunos bebés que tan sólo cuentan con unos pocos meses de
vida. No muchos, por supuesto. En el tipo de ataques que el Caos había lanzado
contra Galvan, los bebés solían morir o sobrevivir junto con sus madres.
-Yo también tengo miedo- afirma Mathias con
seriedad.- Pero te protegeré. Te... te juro que te protegeré, Alara-.
La afirmación hubiese resultado cómica en
cualquier otro niño como él, pero Mathias Trandor pronuncia el juramento en un
tono serio y solemne, demasiado para una criatura de ocho años. Claro que en
cierto modo ha crecido. Todos han perdido gran parte de su inocencia en los
días anteriores. Mathias tiene pesadillas cada vez que cierra los ojos; fue el
único superviviente del incendio que destruyó su hogar y mató a su familia. Por
las noches se despierta llamando a gritos a su madre, y Alara tiene que
abrazarlo muy fuerte para que deje de temblar. Aún así, ha jurado que la
protegerá.
Alara echa mucho de menos a sus padres, a
Kevan y a Duncan, y sigue teniendo ganas de llorar, pero se siente consolada
por la firme promesa de su amigo.
-Yo también te protegeré a ti- susurra.
Mira los claros ojos de Mathias, que la
observan con seriedad, y una oleada de ternura invade su corazón.
"Te quiero", piensa, pero no lo
dice. Esas cosas sólo se le dicen a los padres; hasta sus hermanos se habrían
burlado de ella si se lo hubiera dicho así, a pesar de lo mucho que se querían.
No sabe si es normal decírselo a un amigo de su edad. Parece el tipo de cosas
que sólo hacen los mayores. En lugar de eso, se agarra del brazo de Mathias.
-Estaremos siempre juntos, ¿verdad?- pregunta
con un hilo de voz. Octavia, Valeria y él son el único asidero firme que le
queda de su vida pasada, de sus recuerdos de Tarion.
-Claro que sí- responde él, asintiendo con la
cabeza.- Siempre estaremos juntos-.
Ambos están de pie frente al mirador principal de la
nave; frente a ellos, la brillante silueta de Kerbos se recorta claramente
contra la oscuridad sideral. Ella recuesta la cabeza sobre su hombro y él la rodea
con sus brazos. Puede que parezca absurdo, dado que los dos son críos
indefensos, perdidos e igualmente asustados, pero cuando está con Mathias,
Alara nota que el dolor de su corazón se apacigua y callan las voces del miedo.
Junto a Mathias, Alara se siente a salvo.
A.D. 844M40. Prelux Magna (Vermix), Sistema Cadwen, Sector Sardan,
Segmento Tempestuoso.
Alara se marchó del convento rumiando las palabras de Lissandra. Al parecer, su magnífica idea se había convertido en un arma
de doble filo; sería todo un éxito para ella si salía bien, pero si fracasaba
quedaría muy mal delante de la Hermana Superiora.
"Bah, ya me las arreglaré", pensó.
"No ha de ser tan difícil".
Afortunadamente, tuvo un golpe de suerte
apenas llegó a la Plaza del Emperador. Al llegar a la altura de la estatua
dorada, divisó al padre Bruno, que salía a buen paso de la catedral en
dirección al Palacio Episcopal. Alara trotó para alcanzarlo y llamó su
atención.
-¡Padre Bruno!-.
El joven sacerdote se giró, sorprendido.
-¿Sí?-.
-Buenas tardes, padre; soy la hermana Alara-
dijo Alara con una sonrisa cordial.- Una de las nuevas Hermanas de Batalla que
ha llegado hoy-.
Bruno le devolvió la sonrisa.
-Ah, sí, sí. ¿Puedo ayudarla en algo, hermana
Alara?-.
-Busco la capilla del Ordo Xenos. ¿Usted
sabría indicarme dónde está?-.
El sacerdote la miró algo sorprendido.
-Sí, claro. No tiene pérdida- se situó junto
a Alara y señaló con el dedo para indicarle el camino.- Siga recto por la
avenida hasta la capilla de Santa Celestine, justo donde empieza el Sector
Oeste. Una vez allí, gire en la primera calle a la derecha y se encontrará de
frente con un edificio gris muy grande, rodeado por un enrejado; no tiene pérdida. Es lo bastante grande para dar
cabida a una cábala de cada Ordo, pero actualmente sólo tenemos al Ordo Xenos
de misión en esta ciudad. Tardará en llegar unos veinte minutos; diez si
aligera el paso-.
Alara se lo agradeció amablemente y partió
hacia allí. Con toda la tarde libre no tenía ninguna prisa, de modo que optó
por caminar tranquilamente durante veinte minutos, disfrutando de su paseo y
observando con detalle los hermosos edificios y las fuentes ajardinadas que
adornaban plazas y plazoletas. Finalmente, llegó a una capilla redonda con la
cúpula de plata centelleante cuya estatua del pórtico- una Hermana de Batalla
que sostenía una espada flamígera entre sus manos y de cuya espalda brotaban
dos alas tan plateadas como la cúpula- le reveló que había llegado el momento
de girar a la derecha. Y allí, justo como había dicho el padre Bruno, lo vio:
un gran edificio de piedra gris rodeado por una alta valla erizada de chuzos
afilados. Había un interfono junto a la puerta de la verja; Alara llamó y pronto respondió una voz
de mujer.
-¿Quién es?-.
-Hermana Alara del Adepta Sororitas, Orden de
la Rosa Ensangrentada- respondió Alara.
Al cabo de unos segundos, la verja se abrió
con un chasquido. Alara penetró en el recinto; a ambos lados, la carretera se
hundía bajo el nivel del suelo, sin duda para conducir los vehículos a un
garaje. Frente a Alara, en cambio, el camino se convertía en un puente peatonal
que cruzaba sobre el desnivel y conducía directamente al porche central, donde
se encontraba la puerta blindada. Cuando llegó hasta allí, dos soportes ocultos
en la pared se abrieron dejando ver los cañones de sendos rifles bólter
mientras una voz metálica indicaba: "Por favor, identifíquese".
Alara extrajo del bolsillo que llevaba
prendido al cinto su tarjeta de identidad de la Eclesiarquía y la pasó por el
lector de la puerta, mientras apoyaba la mano en el lector de huellas. Un
instante después, brilló una lucecita verde y los bólter desaparecieron, de
nuevo encerrados en sus compartimentos. La puerta blindada se abrió para dejarla
pasar.
Alara entró. Cuando los ojos se le
acostumbraron a la penumbra, se dio cuenta de que estaba en un amplio vestíbulo
del que partían tres pasillos en tres direcciones opuestas, cada una a un ala
del edificio. En la recepción, tras un atril en altura protegido por un cristal
blindado, había una mujer de mediana edad. Alara se acercó a ella.
-Buenas tardes- saludó.
-Buenas tardes, hermana. Soy la Adepta
Orbiana; ¿en qué puedo ayudarle?- el tono de voz seco y la mirada avinagrada de
la mujer no se correspondían con sus amables palabras; parecía una persona dura
y desconfiada, más proclive a sospechar de las personas que a simpatizar con
ellas.
-Me ha enviado la Hermana Superiora Lissandra
para recabar información en su nombre acerca de la fauna autóctona del planeta-
Alara tenía la sensación de que se la tomarían más en serio si daba a entender
que la iniciativa había partido de la Superiora.- Quisiera hablar con el
Inquisidor del Ordo Xenos, por favor-.
La Adepta Orbiana frunció el ceño.
-Lord Crisagon no recibe a nadie sin cita
previa, y además no se encuentra en la capilla en estos momentos. Si desea
hablar con él, pida audiencia y su Señoría se la concederá si lo considera pertinente-.
Alara maldijo para sus adentros. No se
esperaba aquel inconveniente; justo el tipo de cosa que haría que Lissandra se
sintiera decepcionada con ella.
-La Hermana Superiora me ha ordenado que
regrese con la información cuanto antes- dijo con todo el aplomo que pudo
reunir.- Si su Señoría el Inquisidor no puede recibirme, tal vez en la capilla
se encuentre algún acólito experto en xenobiología que pueda explicarme lo que
necesito saber-.
El ceño de la Adepta Orbiana no cedió ni un
ápice, pero al cabo de unos segundos se retiró al fondo de la recepción y Alara
la vio coger un comunicador para hablar con alguien. Al cabo de
unos minutos, la mujer regresó.
-Nuestro Docto Biologis puede recibirla en
estos momentos. Está en el laboratorio; por el pasillo central, la cuarta
puerta a la derecha. No tiene pérdida-.
-Gracias- respondió Alara, y se encaminó hacia allí.
Efectivamente, el camino no tenía pérdida. No
sólo porque las indicaciones eran muy claras sino porque la puerta del
laboratorio era la única cuyo cierre no tenía la luz en rojo. Llamó a la puerta.
-Pase; está abierto- contestó una voz
masculina. A Alara le sorprendió que aquella voz pareciera pertenecer a un
hombre joven; se había figurado que el tal doctor sería un señor maduro, tal
vez un anciano.
Al
abrir la puerta, entró por el lateral a una
especie de sala de reuniones; a su derecha había una mesa, varias sillas
y un proyector. Al fondo, tras unas puertas de cristal, vio una especie
de despacho con
escritorio, cogitor y algunos útiles de escritura. A un lado había una
puerta
metálica, y Alara se figuró que el laboratorio debía encontrarse detrás.
Y
en el umbral de la puerta de cristal, que
estaba abierta, vio al dueño de la voz. Se trataba de un joven de su
edad, de cabello castaño claro, rostro ovalado y unos bonitos ojos color
azul celeste cuyo atractivo quedaba algo escondido tras los cristales de
unas
gafas sin montura.
-Buenas tardes, doctor- dijo ella, después de
cerrar la puerta tras de sí.- Soy la hermana Alara, del Adepta Sororitas-.
Al verla entrar, el doctor había comenzado a
esbozar una sonrisa cortés, que se le congeló en la cara al escuchar aquellas
palabras. Por un instante, su rostro se demudó, como si en lugar de tener
frente a sí a una persona real estuviera viendo a un fantasma.
-¿Alara Farlane?- preguntó con un hilo de
voz.- ¿Originaria de Galvan, del planeta Tarion?-.
Alara se llevó una sorpresa mayúscula.
-¿Cómo lo sabe?- preguntó.
El hombre esbozó una sonrisa muy rara; entre
tímida y nerviosa.
-Es que soy un psíquico y poseo poderes
telepáticos- respondió.
El gesto automático de Alara fue llevarse la
mano al cinto, donde pendía su pistola bólter, pero luego se dio cuenta de que
algo no encajaba. Primero, porque un psíquico solía lucir visibles tatuajes con
sellos de protección contra la Disformidad, algo de lo que aquel hombre carecía.
Segundo, porque ningún psíquico en su sano juicio hablaría de su condición tan
ligeramente con las Hermanas de Batalla, que en el mejor de los casos
desconfiaban de ellos y en el peor los odiaban. Y en tercer lugar, porque la
expresión del rostro del doctor daba a entender que no estaba hablando del todo
en serio.
-¿Me está tomando el pelo?- preguntó Alara,
ceñuda.
-Sí, claro- fue la respuesta de él.
El desconcierto de Alara se convirtió en
rabia.
-¿Quién se cree usted que es para burlarse de
mí?- rugió.
Entonces, para su sorpresa, fue él quien
parecido desconcertado... y algo decepcionado. Sus labios esbozaron una nueva
sonrisa, una sonrisa triste.
-¿No me has reconocido, Alara?- preguntó.- ¿O acaso es
que ya no te acuerdas de mí? ¿No recuerdas a Mathias Trandor?-.
Está muy bien narrado y me gusta mucho! No me extraña que hayas ganado premios por tus relatos. Escribes de maravilla!
ResponderEliminarLo malo es que, como no estoy familiarizada con el Warhammer, me pierdo un poco ^^U
pues veamos esto promete mucho, se que seria mucho pedir pero quioer ver aun mas grande el universo de warhammer de la mano de esta nueva y gran autora, quiero ver a la guardia imperial, a los marines y los eldar, no me agrada mucho el caos asi que serai quizas que fueran los necrones o los orkos pero no impirta esta genial y una cosas quier ver como se profundiza la relacion entre este siervo inquisitorial y esta sororita
ResponderEliminar¡Qué bien, comentarios! ¡Muchas gracias por vuestras observaciones! :-D
ResponderEliminarLaura: El de Warhammer es un mundo muy rico y complejo, y si no estás familiarizada es normal que se te escapen detalles del trasfondo. Si tienes alguna duda en concreto me la puedes preguntar que te explico sin problemas, aunque tal vez valga la pena que le eches un vistazo a uno de los enlaces que aparecen a la derecha de la página, justo debajo de mi información de perfil: la Wikihammer. Hay montones de artículos que lo explican todo genial, creo que encontrarás respuestas a todas tus dudas ;-)
Iván: Sin spoilearme mi propia historia, te puedo garantizar que vas a encontrar mucho de lo que estás buscando: en próximos capítulos aparecerá mucho más de universo de Warhammer. Sin embargo, ten en cuenta que esta historia no sucede en el 41º Milenio, sino a finales del 39º: esto significa que aún no han sido descubiertos o catalogados ni los necrones ni los tiránidos. Así que ya te garantizo que, por coherencia con el trasfondo oficial, Mathias y Alara no se van a encontrar con esas dos razas en esta aventura.