A fe y fuego

A fe y fuego

jueves, 28 de mayo de 2015

Capítulo 4



A.D. 824M40. El Espacio Exterior. Segmento Tempestuoso.


-Alara, no llores...
Alara Farlane trata de limpiarse con mano torpe las mejillas, pero no puede evitar seguir llorando. La desolación es demasiado absoluta, demasiado brutal. Duncan y el capitán Farlane están muertos, caídos heroicamente en acto de servicio, del mismo modo que han muerto el padre y el hermano de Mathias. Está sola en el mundo, y el recuerdo de su familia muerta la quema por dentro. Mathias le roza la mejilla con los dedos; a pesar de sus palabras, él mismo también está llorando.
-Les echo tanto de menos- solloza Alara.- Mathias, tengo mucho miedo-.
No es para menos. Ninguno de los huérfanos que abandonan Tarion, dejando a sus espaldas el recuerdo de sus hogares destruidos y sus familias asesinadas, tiene el corazón en paz. Van a viajar a través del espacio exterior, casi todos ellos por primera vez en su vida, para ser enviados a la Schola Progenium de Randor Augusta, en Kerbos. Muchos de ellos lloran, otros están pálidos y parecen enfermos, algunos aún están heridos, y todos tiemblan de miedo. Los más mayores tienen doce años -un niño de más edad se considera demasiado mayor para convertirse en progénito-, y entre los más pequeños hay algunos bebés que tan sólo cuentan con unos pocos meses de vida. No muchos, por supuesto. En el tipo de ataques que el Caos había lanzado contra Galvan, los bebés solían morir o sobrevivir junto con sus madres.
-Yo también tengo miedo- afirma Mathias con seriedad.- Pero te protegeré. Te... te juro que te protegeré, Alara-.
La afirmación hubiese resultado cómica en cualquier otro niño como él, pero Mathias Trandor pronuncia el juramento en un tono serio y solemne, demasiado para una criatura de ocho años. Claro que en cierto modo ha crecido. Todos han perdido gran parte de su inocencia en los días anteriores. Mathias tiene pesadillas cada vez que cierra los ojos; fue el único superviviente del incendio que destruyó su hogar y mató a su familia. Por las noches se despierta llamando a gritos a su madre, y Alara tiene que abrazarlo muy fuerte para que deje de temblar. Aún así, ha jurado que la protegerá.
Alara echa mucho de menos a sus padres, a Kevan y a Duncan, y sigue teniendo ganas de llorar, pero se siente consolada por la firme promesa de su amigo.
-Yo también te protegeré a ti- susurra.
Mira los claros ojos de Mathias, que la observan con seriedad, y una oleada de ternura invade su corazón.
"Te quiero", piensa, pero no lo dice. Esas cosas sólo se le dicen a los padres; hasta sus hermanos se habrían burlado de ella si se lo hubiera dicho así, a pesar de lo mucho que se querían. No sabe si es normal decírselo a un amigo de su edad. Parece el tipo de cosas que sólo hacen los mayores. En lugar de eso, se agarra del brazo de Mathias.
-Estaremos siempre juntos, ¿verdad?- pregunta con un hilo de voz. Octavia, Valeria y él son el único asidero firme que le queda de su vida pasada, de sus recuerdos de Tarion.
-Claro que sí- responde él, asintiendo con la cabeza.- Siempre estaremos juntos-.
Ambos están de pie frente al mirador principal de la nave; frente a ellos, la brillante silueta de Kerbos se recorta claramente contra la oscuridad sideral. Ella recuesta la cabeza sobre su hombro y él la rodea con sus brazos. Puede que parezca absurdo, dado que los dos son críos indefensos, perdidos e igualmente asustados, pero cuando está con Mathias, Alara nota que el dolor de su corazón se apacigua y callan las voces del miedo. Junto a Mathias, Alara se siente a salvo.




A.D. 844M40. Prelux Magna (Vermix), Sistema Cadwen, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.


Alara se marchó del convento rumiando las palabras de Lissandra. Al parecer, su magnífica idea se había convertido en un arma de doble filo; sería todo un éxito para ella si salía bien, pero si fracasaba quedaría muy mal delante de la Hermana Superiora.
"Bah, ya me las arreglaré", pensó. "No ha de ser tan difícil".
Afortunadamente, tuvo un golpe de suerte apenas llegó a la Plaza del Emperador. Al llegar a la altura de la estatua dorada, divisó al padre Bruno, que salía a buen paso de la catedral en dirección al Palacio Episcopal. Alara trotó para alcanzarlo y llamó su atención.
-¡Padre Bruno!-.
El joven sacerdote se giró, sorprendido.
-¿Sí?-.
-Buenas tardes, padre; soy la hermana Alara- dijo Alara con una sonrisa cordial.- Una de las nuevas Hermanas de Batalla que ha llegado hoy-.
Bruno le devolvió la sonrisa.
-Ah, sí, sí. ¿Puedo ayudarla en algo, hermana Alara?-.
-Busco la capilla del Ordo Xenos. ¿Usted sabría indicarme dónde está?-.
El sacerdote la miró algo sorprendido.
-Sí, claro. No tiene pérdida- se situó junto a Alara y señaló con el dedo para indicarle el camino.- Siga recto por la avenida hasta la capilla de Santa Celestine, justo donde empieza el Sector Oeste. Una vez allí, gire en la primera calle a la derecha y se encontrará de frente con un edificio gris muy grande, rodeado por un enrejado; no tiene pérdida. Es lo bastante grande para dar cabida a una cábala de cada Ordo, pero actualmente sólo tenemos al Ordo Xenos de misión en esta ciudad. Tardará en llegar unos veinte minutos; diez si aligera el paso-.
Alara se lo agradeció amablemente y partió hacia allí. Con toda la tarde libre no tenía ninguna prisa, de modo que optó por caminar tranquilamente durante veinte minutos, disfrutando de su paseo y observando con detalle los hermosos edificios y las fuentes ajardinadas que adornaban plazas y plazoletas. Finalmente, llegó a una capilla redonda con la cúpula de plata centelleante cuya estatua del pórtico- una Hermana de Batalla que sostenía una espada flamígera entre sus manos y de cuya espalda brotaban dos alas tan plateadas como la cúpula- le reveló que había llegado el momento de girar a la derecha. Y allí, justo como había dicho el padre Bruno, lo vio: un gran edificio de piedra gris rodeado por una alta valla erizada de chuzos afilados. Había un interfono junto a la puerta de la verja; Alara llamó y pronto respondió una voz de mujer.
-¿Quién es?-.
-Hermana Alara del Adepta Sororitas, Orden de la Rosa Ensangrentada- respondió Alara.
Al cabo de unos segundos, la verja se abrió con un chasquido. Alara penetró en el recinto; a ambos lados, la carretera se hundía bajo el nivel del suelo, sin duda para conducir los vehículos a un garaje. Frente a Alara, en cambio, el camino se convertía en un puente peatonal que cruzaba sobre el desnivel y conducía directamente al porche central, donde se encontraba la puerta blindada. Cuando llegó hasta allí, dos soportes ocultos en la pared se abrieron dejando ver los cañones de sendos rifles bólter mientras una voz metálica indicaba: "Por favor, identifíquese".
Alara extrajo del bolsillo que llevaba prendido al cinto su tarjeta de identidad de la Eclesiarquía y la pasó por el lector de la puerta, mientras apoyaba la mano en el lector de huellas. Un instante después, brilló una lucecita verde y los bólter desaparecieron, de nuevo encerrados en sus compartimentos. La puerta blindada se abrió para dejarla pasar.
Alara entró. Cuando los ojos se le acostumbraron a la penumbra, se dio cuenta de que estaba en un amplio vestíbulo del que partían tres pasillos en tres direcciones opuestas, cada una a un ala del edificio. En la recepción, tras un atril en altura protegido por un cristal blindado, había una mujer de mediana edad. Alara se acercó a ella.
-Buenas tardes- saludó.
-Buenas tardes, hermana. Soy la Adepta Orbiana; ¿en qué puedo ayudarle?- el tono de voz seco y la mirada avinagrada de la mujer no se correspondían con sus amables palabras; parecía una persona dura y desconfiada, más proclive a sospechar de las personas que a simpatizar con ellas.
-Me ha enviado la Hermana Superiora Lissandra para recabar información en su nombre acerca de la fauna autóctona del planeta- Alara tenía la sensación de que se la tomarían más en serio si daba a entender que la iniciativa había partido de la Superiora.- Quisiera hablar con el Inquisidor del Ordo Xenos, por favor-.
La Adepta Orbiana frunció el ceño.
-Lord Crisagon no recibe a nadie sin cita previa, y además no se encuentra en la capilla en estos momentos. Si desea hablar con él, pida audiencia y su Señoría se la concederá si lo considera pertinente-.
Alara maldijo para sus adentros. No se esperaba aquel inconveniente; justo el tipo de cosa que haría que Lissandra se sintiera decepcionada con ella.
-La Hermana Superiora me ha ordenado que regrese con la información cuanto antes- dijo con todo el aplomo que pudo reunir.- Si su Señoría el Inquisidor no puede recibirme, tal vez en la capilla se encuentre algún acólito experto en xenobiología que pueda explicarme lo que necesito saber-.
El ceño de la Adepta Orbiana no cedió ni un ápice, pero al cabo de unos segundos se retiró al fondo de la recepción y Alara la vio coger un comunicador para hablar con alguien. Al cabo de unos minutos, la mujer regresó.
-Nuestro Docto Biologis puede recibirla en estos momentos. Está en el laboratorio; por el pasillo central, la cuarta puerta a la derecha. No tiene pérdida-.
-Gracias- respondió Alara, y se encaminó hacia allí.

Efectivamente, el camino no tenía pérdida. No sólo porque las indicaciones eran muy claras sino porque la puerta del laboratorio era la única cuyo cierre no tenía la luz en rojo. Llamó a la puerta.
-Pase; está abierto- contestó una voz masculina. A Alara le sorprendió que aquella voz pareciera pertenecer a un hombre joven; se había figurado que el tal doctor sería un señor maduro, tal vez un anciano.
Al abrir la puerta, entró por el lateral a una especie de sala de reuniones; a su derecha había una mesa, varias sillas y un proyector. Al fondo, tras unas puertas de cristal, vio una especie de despacho con escritorio, cogitor y algunos útiles de escritura. A un lado había una puerta metálica, y Alara se figuró que el laboratorio debía encontrarse detrás.
Y en el umbral de la puerta de cristal, que estaba abierta, vio al dueño de la voz. Se trataba de un joven de su edad, de cabello castaño claro, rostro ovalado y unos bonitos ojos color azul celeste cuyo atractivo quedaba algo escondido tras los cristales de unas gafas sin montura.
-Buenas tardes, doctor- dijo ella, después de cerrar la puerta tras de sí.- Soy la hermana Alara, del Adepta Sororitas-.
Al verla entrar, el doctor había comenzado a esbozar una sonrisa cortés, que se le congeló en la cara al escuchar aquellas palabras. Por un instante, su rostro se demudó, como si en lugar de tener frente a sí a una persona real estuviera viendo a un fantasma.
-¿Alara Farlane?- preguntó con un hilo de voz.- ¿Originaria de Galvan, del planeta Tarion?-.
Alara se llevó una sorpresa mayúscula.
-¿Cómo lo sabe?- preguntó.
El hombre esbozó una sonrisa muy rara; entre tímida y nerviosa.
-Es que soy un psíquico y poseo poderes telepáticos- respondió.
El gesto automático de Alara fue llevarse la mano al cinto, donde pendía su pistola bólter, pero luego se dio cuenta de que algo no encajaba. Primero, porque un psíquico solía lucir visibles tatuajes con sellos de protección contra la Disformidad, algo de lo que aquel hombre carecía. Segundo, porque ningún psíquico en su sano juicio hablaría de su condición tan ligeramente con las Hermanas de Batalla, que en el mejor de los casos desconfiaban de ellos y en el peor los odiaban. Y en tercer lugar, porque la expresión del rostro del doctor daba a entender que no estaba hablando del todo en serio.
-¿Me está tomando el pelo?- preguntó Alara, ceñuda.
-Sí, claro- fue la respuesta de él.
El desconcierto de Alara se convirtió en rabia.
-¿Quién se cree usted que es para burlarse de mí?- rugió.
Entonces, para su sorpresa, fue él quien parecido desconcertado... y algo decepcionado. Sus labios esbozaron una nueva sonrisa, una sonrisa triste.
-¿No me has reconocido, Alara?- preguntó.- ¿O acaso es que ya no te acuerdas de mí? ¿No recuerdas a Mathias Trandor?-.

3 comentarios:

  1. Está muy bien narrado y me gusta mucho! No me extraña que hayas ganado premios por tus relatos. Escribes de maravilla!
    Lo malo es que, como no estoy familiarizada con el Warhammer, me pierdo un poco ^^U

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  2. pues veamos esto promete mucho, se que seria mucho pedir pero quioer ver aun mas grande el universo de warhammer de la mano de esta nueva y gran autora, quiero ver a la guardia imperial, a los marines y los eldar, no me agrada mucho el caos asi que serai quizas que fueran los necrones o los orkos pero no impirta esta genial y una cosas quier ver como se profundiza la relacion entre este siervo inquisitorial y esta sororita

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  3. ¡Qué bien, comentarios! ¡Muchas gracias por vuestras observaciones! :-D

    Laura: El de Warhammer es un mundo muy rico y complejo, y si no estás familiarizada es normal que se te escapen detalles del trasfondo. Si tienes alguna duda en concreto me la puedes preguntar que te explico sin problemas, aunque tal vez valga la pena que le eches un vistazo a uno de los enlaces que aparecen a la derecha de la página, justo debajo de mi información de perfil: la Wikihammer. Hay montones de artículos que lo explican todo genial, creo que encontrarás respuestas a todas tus dudas ;-)

    Iván: Sin spoilearme mi propia historia, te puedo garantizar que vas a encontrar mucho de lo que estás buscando: en próximos capítulos aparecerá mucho más de universo de Warhammer. Sin embargo, ten en cuenta que esta historia no sucede en el 41º Milenio, sino a finales del 39º: esto significa que aún no han sido descubiertos o catalogados ni los necrones ni los tiránidos. Así que ya te garantizo que, por coherencia con el trasfondo oficial, Mathias y Alara no se van a encontrar con esas dos razas en esta aventura.

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