A.D .844M40.
Shantuor Ledeesme (Vermix), Sistema Cadwen, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.
Mathias no puede creer lo que está pasando.
Los gritos de los soldados heridos, el chasquido de los rifles láser y los
guturales rugidos que suenan a su alrededor le indican que es real, pero una
parte de su mente no acaba de aceptar lo que está viendo frente a sí.
Los muertos se han levantado.
No sólo están los bandidos, cuyos cerebros
muertos siguen recordando, al parecer, cómo manejar un arma. También han
empezado a venir más. Cadáveres procedentes de la Laguna Verde, horriblemente
putrefactos, lo bastante recientes para que aún tengan músculo sobre los huesos
y algo parecido a facciones humanas, aunque parecen sacadas de una pesadilla:
piel verdosa, hinchada y abotagada, cuencas oculares vacías o con ojos hundidos
y traslúcidos, semejantes a huevos cocidos. A muchos les faltan las orejas, la
nariz, o los peces les han comido las mejillas y los labios. Otros tienen el
vientre abierto, del que manan intestinos putrefactos como serpentinas azules.
Huelen a carne podrida, a descomposición, a maldad y a muerte. Algunos guardias
imperiales han vomitado al verlos, y Mathias también lo hubiera hecho de no
tener las fosas nasales protegidas por el casco completo de su armadura
caparazón.
Mathias no tiene ni idea de cómo es posible
que esos cadáveres animados puedan existir. No entiende cómo pueden moverse,
atacar y luchar en perfecta coordinación. Nada de lo que él sabe acerca de
ciencia imperial, biología humana o química metabólica puede explicarlo, pero
tampoco importa demasiado en esos momentos. Por ahora, está demasiado ocupado
en sobrevivir. En el vestíbulo fue relativamente sencillo librarse de los cadáveres armados, derribándolos con granadas de fragmentación y decapitando sus cuerpos maltrechos, pero los que van llegando del lago se cuentan por centenares, y aunque no llevan armas de fuego atacan sin vacilar con las manos desnudas, a dentelladas y zarpazos.
Mathias ha cedido al teniente Travis el mando militar,
ya que el veterano oficial de la Guardia Imperial es mil veces más experto en
táctica de lo que podría serlo él. Pero a pesar de todo, Mathias permanece al
lado del Teniente, dirigiendo con él, mano a mano, la defensa. Es el Legado
Inquisitorial, los hombres tienen que verle.
Dispara, dispara, vuelve a disparar. Los
cadáveres son extraordinariamente resistentes al daño, quizás porque ya están
muertos. La forma más efectiva de acabar con ellos es volarle la cabeza, las
extremidades, o partirlos por la mitad. Esto último es lo que ha estado
haciendo Ophirus Crane con su hacha de energía hasta que ha tenido que
retirarse a la sala heptagonal subterránea para asistir a las hermanas de
batalla. Las granadas también son efectivas, pero ya las han gastado casi todas.
Mientras Mathias abate a otro de los muertos
vivientes, piensa en la sala heptagonal. Hacia allí confluyen todos los
esfuerzos de los cadáveres animados; ese es el lugar donde intentan llegar. La prioridad
de las fuerzas imperiales es impedir que entren, y de momento han conseguido
expulsarlos del vestíbulo y trasladar el combate principal a las puertas de la
fortaleza, pero siguen llegando más. Caminan bajo la lluvia o serpentean intentando
penetrar en el garaje, tan bien coordinados como si fuera una sola mente la que
dirige sus actos. Una mente impía, oscura, blasfema.
Algunos disparos, tanto de los cadáveres que
van armados como de los guardias imperiales, rebotan en las paredes del garaje
y arrancan trozos de cemento. El sonido de los disparos láser resuena por
doquier.
-¡Legado, a su derecha!- grita de repente
Travis.
Mathias, espantado, se gira y ve que un grupo
de cinco muertos vivientes ha logrado entrar, superando las defensas de la
Guardia Imperial. Tres soldados que se oponían a ellos yacen muertos en el
suelo, desmembrados. Mathias dispara una y otra vez, pero son demasiados.
Revienta la cabeza de uno de ellos, salpicando gusanos y sesos podridos en
todas direcciones. Dispara en el torso al siguiente, quebrándole la base de la columna, a pesar de lo cual sigue arrastrándose
por el suelo hacia él como una babosa infecta. Travis acaba con otro. Pero los
dos restantes se le echan encima.
La pura fuerza de los cadáveres derriba a
Mathias contra el suelo, y a pesar de que la armadura caparazón impide que
sufra daños, no puede evitar que uno de los cadáveres le retuerza la mano hasta que el dolor lo obliga a soltar la pistola.
Las manos putrefactas de los muertos intentan golpear su armadura o
arrancársela a tirones. Mathias extrae el bastón eléctrico del cinto y ataca
con él a uno de los muertos vivientes.
No sucede absolutamente nada. El cadáver
parece inmune a los ataques eléctricos, al menos de baja intensidad. Una
descarga lo bastante potente podría tal vez eliminar los cadáveres por el
simple procedimiento de freírlos hasta carbonizarlos, pero su bastón no es ni
por asomo lo bastante potente para lograr algo así.
-¡Quítamelos de encima!- le grita a Travis.-
¡Quítamelos de encima!-.
Pero Travis está luchando contra otros tres que han entrado por el conducto de ventilación. No puede ayudarle, todavía no.
Mientras uno de los cadáveres animados sujeta
a Mathias, el otro coge del suelo la pistola que se ha soltado de sus manos y
le apunta con ella a la cabeza. El joven se retuerce, intentando ofrecer el
peor blanco posible. El primer disparo falla y agujerea el suelo. Entonces, el
cadáver que hace presa de él le sujeta el cuello, agarrándolo de la garganta, y
el otro muerto vuelve a apuntar.
Por la mente de Mathias cruza una única
palabra.
“Alara”.
Y entonces, como si la mera invocación del
nombre de la Sororita hubiera servido como exorcismo, los cadáveres se quedan
rígidos de repente. El que lo está apuntando suela la pistola y cae al suelo,
el que lo sujeta afloja las manos y se desploma junto a él. Mathias se lo quita
de encima de un empujón, asqueado, y mira a su alrededor.
No ha sido un hecho aislado. Todos los
muertos vivientes están derrumbándose a la vez, cayendo como frutos podridos de
un árbol sacudido por la tempestad. Un trueno de increíble potencia e
intensidad resuena en el exterior mientras los muertos, vacíos de repente del
poder que los animaba, se convierten de nuevo en simples trozos de carne
podrida, inmóviles e inertes.
-Legado Trandor, ¿está bien?- pregunta
Travis, tendiéndole la mano para ayudarlo a levantarse.
-Sí- responde Mathias, poniéndose en pie.-
Creo que las Sororitas han conseguido imponerse allí abajo. Sea lo que sea lo
que han hecho, han terminado con el hechizo de animaba a los muertos
vivientes-.
Mira a su alrededor, tratando de hacer un
primer recuento mental de bajas. Algunos guardias imperiales yacen muertos o heridos
en el suelo, pero no tantos como en un principio se había temido. Entonces, una
de las hermanas Hospitalarias, que se habían unido a la lucha con sus pistolas
bólter, se acerca a él.
-¡Legado Trandor, señor! Venga conmigo, por
favor-.
-¿Qué sucede, hermana?- pregunta Mathias,
acercándose.- ¿Algún problema-.
-No, señor- responde la Hospitalaria.- Pero
creo que debería ver esto-.
A.D .844M40.
Shantuor Ledeesme (Vermix), Sistema Cadwen, Sector Sardan, Segmento Tempestuoso.
Alara miró los
siete cilindros, llenos de un verdoso líquido burbujeante, cada uno con una
silueta oscura yaciendo en su interior.
“Brujos caóticos.
Y se están despertando”.
Era lo que menos
necesitaban las Sororitas y el padre Bruno en ese momento. La mayoría estaban
heridas y les quedaba poca munición. Alara no era una Dialogante y no sabía con
exactitud lo que aquellos hechiceros consagrados a Nurgle serían capaces de
hacer, pero sí sabía que un brujo de semejante poder era capaz de provocar
efectos casi apocalípticos. ¿Qué serían capaces de hacer aquellos siete juntos
si despertaban?
“No pienso esperar
a averiguarlo”, pensó, y disparó con su pistola bólter hasta agotar las pocas
balas que quedaban en el cargador. El cristal se resquebrajó, pero no se
rompió. El agua verde comenzó a fluir lentamente por los agujeros.
-¡Maldita sea!-
siseó Alara, y corrió a recuperar el rifle de fusión.
-¿Cuánto tiempo
queda, tecnosacerdote Crane?- preguntó en plena carrera.
-No tengo manera
de saberlo- respondió Crane.- Pero a juzgar por la lectura de mi Auspex, sus
signos vitales se están recuperando muy rápido. No creo que tengamos más de uno
o dos minutos antes de que recuperen la consciencia e intenten salir de los
tanques.
“Un poco justo,
pero debería bastar”.
Alara recogió el
rifle de fusión, se demoró un momento en cambiarle el cargador, y regresó a la
jaula-portal. Apuntó al primero de los cilindros y disparo, haciendo un lento
barrido. El rayo de energía cortó el cristal blindado y el cuerpo que yacía
dentro como si fueran de mantequilla derretida, y el agua verde que se derramó
por el suelo estaba teñida de sangre.
El rifle emitió un
lento zumbido durante los segundos de recarga. Algunos de los brujos empezaron
a moverse. Alara apuntó al segundo cilindro, disparó y cortó. Quedaban cinco.
-La cadencia de
disparo de su arma es demasiado lenta- comentó Ophirus.
-¡Ya lo sé!- respondió
Alara.- ¡Pero esos malditos cristales tienen un blindaje muy resistente!
¡Tardaría demasiado en matar a los brujos usando el bólter!-.
El rifle volvía a
estar cargado. Disparó. Otro más. Cuatro. Las extremidades de los brujos se
sacudieron en movimientos espasmódicos. Recarga. Alara se mordió con fuerza el
labio inferior, rezando al Emperador para pedirle más tiempo. Más movimientos.
Volvió a disparar, partiendo al siguiente brujo por la mitad. Quedaban tres.
Mientras recargaba
el siguiente disparo, los movimientos de los brujos se volvieron menos
espasmódicos, más conscientes. Uno de ellos abrió los ojos y miró a Alara. Ella
apretó el gatillo y disparó, sesgando el cristal blindado y la vida del brujo.
La sangre aguada ya formaba un pequeño lago sobre la plataforma. El sexto brujo
de la fila miró a su alrededor, y clavó en Alara una mirada de ira y terror al
ver lo que había hecho con sus compañeros. El cilindro comenzó a vaciarse de
agua por una compuerta inferior, provocando una pequeña ola en el lago de
sangre. Abrió la boca para hablar, pero antes de que pudiera hacerlo, Alara
disparó una vez más el rifle de fusión. Una bocanada de sangre oscura brotó de
la boca del brujo cuando su torso cayó al suelo, separado de la mitad inferior
del cuerpo.
“¡Sólo queda
uno!”.
Mientras el rifle
recargaba, Alara apuntó al último cilindro.
Estaba vacío.
-¡Cuidado!- gritó
la voz de Crane a sus espaldas.
Alara se giró en
redondo. Tras ella había un hombre alto y musculoso, calvo, con la cabeza, el
cuello y los hombros llenos de implantes y la cara, los brazos y el torso
tatuados con multitud de símbolos arcanos, entre ellos el vermívoros que le
cruzaba el pecho. Su rostro mostraba una furia homicida, demencial, y en sus
manos brillaba un haz de rayos blanco azulados. Alara pudo sentir el enorme y
oscuro poder que emanaba de aquel sujeto; sentía el hedor de aquella energía
impía en la boca, en la piel.
El brujo lanzó la
descarga de rayos contra ella. Alara trazó con las manos el signo del Aquila.
-¡De la blasfemia
de los Descarriados, Domine Libra Nos!- gritó, mientras la oleada de energía
psíquica la rodeaba como una supernova. Se le erizó hasta el último vello del
cuerpo, mientras el halo dorado, sagrado, rodeaba su cuerpo y lo protegía una
vez más.- ¡Del rayo y la tempestad, Emperador, Líbranos!-.
Y la maraña de
rayos se disipó y desapareció. El brujo se quedó atónito y gruñó unas palabras
en un idioma extraño, tal vez paliano, que Alara no entendió.
La joven disparó
el rifle de fusión una vez más. Sin embargo, el brujo, que ya había visto cómo
actuaba el arma, extendió las manos frente a sí, creando con sus poderes algo
semejante a una esfera transparente que surgía de sus dedos y lo rodeaba de
pies a cabeza. Cuando la descarga del rifle impactó, la semiesfera desvió y disipó
el haz de energía.
-Ha creado un
campo disruptor de energía- dijo Crane a través del servocráneo.- Deje el
rifle; no creo que pueda atravesarlo-.
El brujo esbozó
una siniestra sonrisa la ver cómo Alara dejaba caer al suelo el rifle de
fusión. Formó entre sus manos una bola de energía psíquica aún mayor que la anterior,
y la lanzó contra ella. El aura sagrada volvió a disipar los rayos, pero en
aquella ocasión Alara sintió que las rodillas le flojeaban y las sienes le
latían con fuerza. Aunque su fe era tan fuerte como siempre, comenzaba a estar
agotada, física y mentalmente. Si aquella lucha se prolongaba mucho más, tarde
o temprano le fallarían las fuerzas o se rompería su concentración.
Apretando los
dientes, Alara desenfundó su espada sierra. Pronunció una breve oración
dedicada al Omnissiah para complacer al temperamental espíritu máquina de la
espada y la encendió. Los dientes de la banda giratoria se pusieron en
funcionamiento con un chirrido.
Alara atacó. El
brujo intentó esquivar, pero su escudo, que disipaba con efectividad la de
energía, no era igualmente efectivo contra los ataques físicos. El filo
vibrante de la espada rasgó el aire, y el hombre saltó a un lado recuperando el
equilibrio. Sin embargo, en ese momento cometió un error.
Intentó escapar.
Para volver a invocar sus impíos poderes le hacía falta concentración, y para
ello necesitaba alejarse del alcance inmediato de la espada sierra. Dio la
vuelta para correr y apartarse, pero aunque su fortaleza y su agilidad eran
grandes, las de Alara no le iban a la zaga, y contaba además con el servomotor
de su armadura, que aligeraba sus miembros y potenciaba sus capacidades
físicas. La joven Sororita alzó la espada con ambas manos, se abalanzó sobre el
brujo, y la hizo descender en un barrido lateral, incrustándola en el costado
del brujo y provocando una explosión de sangre, huesos astillados y carne
amputada.
El hombre lanzó un
alarido de agonía y cayó de rodillas. Aún estaba vivo, pero apenas tuvo tiempo
de alzar la cabeza y mirar a Alara cuando la espada sierra volvió a descender y
lo decapitó. La sangre manó como un surtidor del cuello cercenado mientras la
cabeza rodaba por el suelo.
Alara apagó la
espada y apoyó el filo contra el suelo, sujetándose a la empuñadura para que
las rodillas no le flaquearan.
-El Emperador… no
tolerará… la existencia… de los brujos… -jadeó.
En ese momento, se
dio cuenta del silencio que había a sus espaldas. Al girarse, vio que todas las
Sororitas que no estaban heridas u ocupadas en ayudar a sus hermanas, la miraban
fijamente. La Ejecutoria Tharasia era una de ellas. Alara, de repente, tomó
consciencia del aspecto que debía tener: sola, erguida, con la armadura y la
túnica salpicadas de churretones de sangre, rodeada por los cadáveres mutilados
de siete brujos muertos.
En ese momento, se
oyó un correteo al otro lado de la puerta. Segundos más tarde, Valeria penetró
en la caverna, acompañada de dos Hospitalarias y ocho guardias imperiales que
portaban camillas vacías, más otros tantos empuñando sus rifles láser a modo de
escolta.
-¿Todo despejado?-
preguntó.
-Sí- respondió la
Ejecutoria.- Rápido, hermanas, atiendan a los heridos-.
Mientras Valeria
daba órdenes a su equipo y todos se apresuraban a seguir sus instrucciones,
Tharasia giró de nuevo hacia Alara y se retiró el yelmo.
-Hermana Alara- la
llamó.- Venga aquí-.
Alara se enfundó
la espada sierra al cinto, cogió su descargada pistola bólter y el rifle de
fusión, y bajó la rampa para acudir al encuentro de la Ejecutora.
-Hermana Tharasia,
está usted sangrando- le dijo Amalia.- Permita que la examine-.
-Estoy bien-
replicó ella, negando con la cabeza.- No son heridas graves. Atienda primero a
las demás hermanas-.
Alara llegó hasta
la Ejecutora y también se quitó el yelmo. Sacudió la cabeza; tenía la melena
empapada de sudor a pesar del regulador térmico que tenía la servoarmadura.
Inclinó la cabeza haciendo el signo del Aquila en su pecho.
-Hermana
Ejecutora-.
-Al menos tres
furias- dijo Tharasia con suavidad. Aún así, había algo en su voz que hizo que
todos los que se encontraban a su alrededor se la quedasen mirando.- Siete
bestias de Nurgle. El heraldo demoníaco. Varias decenas de nurgletes.- Su
mirada se levantó para ir más allá, hacia la plataforma.- Y siete brujos
impíos-.
Su voz había ido
elevándose de volumen, lenta pero constante. A esas alturas, todo el mundo la
miraba: las Militantes, las Hospitalarias, los guardias imperiales y el padre
Bruno.
Entonces, Tharasia
hizo algo que no había hecho jamás: alargó el brazo y tomó a Alara de la mano.
-¡Que todos la contemplen!-
dijo.- ¡Pues la luz del Emperador brilla en su alma, y su pureza es capaz de
resistir a la más vil corrupción! ¡Por su fe, su valor, y por las hazañas que
ha realizado en nombre del Divino Emperador y por Su Sagrada Gloria, le concedo
el sobrenombre de la Demonicida!-.
Los rostros de los
soldados se llenaron de asombro y de un temor reverencial; los de las hermanas,
de orgullo y devoción.
-¡Demonicida!-
corearon todas.- ¡Demonicida!-.
Alara sintió que el
rubor le teñía las mejillas.
Durante los
siguientes minutos, las Hospitalarias se dedicaron a aplicar primeros auxilios
a las hermanas heridas y a trasladarlas a los Rhinos médicos. La primea en
partir hacia la superficie fue la hermana Silvia, que había perdido mucha
sangre y estaba inconsciente. Valeria y sus subalternas trabajaron con
eficiencia y habilidad, sin perder un minuto. No tuvieron más incidentes, a
excepción de un par de nurgletes que intentaron regresar emboscados para
lanzarse sobre las Hospitalarias. Sin embargo, el sargento Tauton los vio
llegar, alertó con un grito a sus hombres y dio orden de disparar. Los pequeños
demonios quedaron reducidos a pulpa bajo el fuego simultáneo de ocho rifles
láser.
-¡Hemos matado a
un demonio!- corearon los guardias, entusiasmados.- ¡Hemos matado a un
demonio!-.
Alara puso los
ojos en blanco mordiéndose la lengua para no decirles cuántos había matado
ella.
Poco después de
que Valeria y las demás Hospitalarias se llevaran a los heridos, Ophirus Crane
y sus tecnomantes hicieron aparición, acompañados por los servidores.
-Le agradezco la
ayuda que nos ha prestado, tecnosacerdote- le dijo Tharasia con voz seca.- No
habríamos podido cerrar el portal sin usted-.
-Todos servimos al
Trono- dijo Crane, aceptando con displicencia las palabras de la Ejecutora.-
Hermana, si no es pedir mucho, desearía que las Sororitas que aún estén en
condiciones de luchar peinen esta caverna junto a la Guardia Imperial para
asegurarnos de que no tenemos compañía indeseable. Los demonios no puede
sobrevivir mucho tiempo en este plano sin la energía disforme del portal, pero
aún así, los nurgletes tardarán un buen rato en desaparecer. Hemos traído más
munición para sus bólters-.
Así fue como Alara
y sus compañeras pasaron la siguiente media hora buscando y exterminando hasta
el último de los nurgletes que se habían escondido entre los restos de las
setas. Gracias al promethium que los servidores del Mechanicus habían traído
para alimentar los lanzallamas, la tarea fue sencilla, y no hubo que lamentar
más heridos.
Cuando estuvo seguro
de que toda la zona estaba limpia, Ophirus Crane entró en acción.
-La maquinaria
arcana que sustentaba este portal y los conmutadores debe estar en el subsuelo-
dictaminó.- vamos a buscarla-.
No tuvieron que
investigar mucho; al fondo de la caverna encontraron una pequeña puerta de
metal inoxidable que, tras ser forzada, reveló una escalera de mantenimiento
que descendía hacia la oscuridad. Crane bajó por ella con paso decidido,
seguido por sus tecnomantes y por cuatro servocráneos que sostenían globos de
luz. Las Sororitas y los guardias imperiales esperaron arriba. Y esperaron, y
esperaron… hasta que Alara comenzó a inquietarse.
-¿Tecnosacerdote
Crane?- llamó, asomándose por la puerta. El eco de su voz reverberó escaleras
abajo.- ¿Va todo bien?-.
-Sí- respondió la
voz de Crane más allá.
-¿Han encontrado
el mecanismo?-.
-Así es- la voz
del tecnosacerdote sonó más cerca de medida que se aproximaba de nuevo hacia
las escaleras.- Pero no sólo eso. Ahí abajo hay mucho más-.
Su voz tenía un
tono que era casi de emoción contenida, o toda la emoción que era capaz de
transmitir la voz de un tecnosacerdote. Alara se dio cuenta de que su silueta
estaba iluminada por un leve resplandor azulado, que no procedía de los globos
de luz amarilla que lo acompañaban.
-¿De qué se
trata?-.
-Ahí abajo hay
otro portar-.
-¿Otro portal
disforme?- ladró Tharasia.- ¿Han detectado más presencia demoníaca?-.
-Cálmese, hermana
Ejecutora. Ahí abajo no hay nadie, y no se trata de un portal disforme. Es…
otro tipo de portal-.
-¿A qué se
refiere?- preguntó Tharasia, ceñuda.- ¿Qué otro tipo de portal?-.
-Un portal de
manufactura xenos. Concretamente, de los Eldar-.
Un silencio
atónito se extendió por la caverna. Alara recordó al instante lo poco que sabía
acerca de los Eldar, todo ello aprendido durante sus años de instrucción: que
se trataba de una especie alienígena humanoide, con cuerpos parecidos a los der
ser humano pero más altos y delgados, de orejas picudas y el cabello de
coloración inusual. Tenían grandes poderes psíquicos y vivían millares de años,
pero por fortuna había muy pocos.
-Pero, ¿a dónde
lleva?- exigió Tharasia.- ¿Y por qué está ahí?-.
-Respecto a dónde
lleva, sólo el Emperador lo sabe- respondió Crane.- Haría falta entrar para
explorarlo, y me parece temerario emprender una tarea semejante ahora mismo. En
cuanto a por qué está aquí… eso es algo que debo consultar con Lord Crisagon-.
Alara sintió
alivio cuando por fin retornaron a la superficie. Respiró hondo varias veces,
feliz de verse libre por fin del aire enrarecido de las profundidades y sentir
el suave aroma a ozono de la lluvia que continuaba descargando en el exterior.
Mathias y el teniente Travis los estaban esperando.
-¡Magnífica tarea,
hermanas!- exclamó Mathias, dirigiéndose a Tharasia.- ¡No esperaba menos de
ustedes! Han honrado al Emperador con su valor y su sacrificio-.
-Es nuestro deber
servir a la Inquisición y al Trono, Legado- respondió la Ejecutora con
solemnidad, haciendo en signo del Aquila.
La mirada de
Mathias se desvió hacia Alara durante un breve segundo, y ella también le miró.
No hubiera sido correcto hacer nada más a la vista de todo el mundo, pero
durante aquel fugaz intercambio ambos leyeron el amor y la preocupación en los
ojos del otro.
Mathias desvió la
vista de nuevo hacia la Ejecutora.
-Por favor,
hermana, le ruego que venga conmigo al Salamandra para relatarme los pormenores
de la batalla. El padre Bruno ya se encuentra allí-.
Tharasia y Mathias
se marcharon en dirección al Salamandra. Alara, mientras tanto, se dirigió al
Rhino médico para que le retirasen la servoarmadura y la examinaran. Valeria le
hizo un reconocimiento médico, tras el cual decretó que sólo había sufrido
heridas superficiales. Tras suturar las dos más profundas, las roció con
desinfectante y las cubrió con apósitos. Alara se puso su túnica monacal y
llevó la servoarmadura al Rhino del Adeptus Mechanicus, donde ésta y todas las
demás serían sometidas a un ritual de descontaminación y a la posterior
reparación de todos los desperfectos.
Tras saludar a
Basilio y a Lauron, los tecnomantes, Alara tenía la intención de ir a rezar a
la capilla portátil, pero antes de que pudiera hacerlo, se tropezó con Octavia,
que la andaba buscando. También ella vestía ahora su túnica de Dialogante.
-¡Alara! Ven
conmigo. La Ejecutora Tharasia me ha pedido que te lleve al Salamandra-.
-¿Y te ha dicho
por qué?- quiso saber Alara, mientras caminaban juntas hacia el vehículo de
mando.
Octavia negó con
la cabeza. Cuando llegaron, los dos guardias imperiales apostados en la puerta
del vehículo las dejaron pasar. Mathias estaba junto a Bruno y al teniente
Travis examinando las anotaciones que estos dos habían hecho sobre la
holopantalla que proyectaba un rudimentario mapa del templo oscuro y la caverna
adyacente. Tharasia, en cambio, estaba mirando hacia la puerta y las vio
entrar.
-Legado Trandor,
la hermana Demonicida ya está aquí-.
-Ah, sí- dijo
Mathias, trazando una última anotación en la holopantalla antes de comenzar a
girarse.- Hermana, la quiero felicitar… -sus ojos se abrieron desmesuradamente
cuando se volvió del todo y vio quién estaba frente a sí.- ¿Alara? ¿La
Demonicida eres tú?-.
Alara miró a
Tharasia de reojo. La Ejecutora tenía una expresión seria y formal, pero la
comisura derecha de sus labios se torcía en una casi imperceptible media
sonrisa.
-Sí, soy yo-
respondió Alara.- Gracias por las felicitaciones, señor-.
-Pero… ¿cómo…?-
Mathias se repuso lo suficiente para dejar de mirarla con los ojos como
platos.- Siéntense, hermana Alara, por favor, y cuénteme con sus propias
palabras lo que sucedió en la caverna. Usted también, hermana Octavia. El padre
Bruno afirma que el ritual de exorcismo que ejecutaron mano a mano él y usted
fue decisivo para debilitar al heraldo demoníaco-.
Alara y Octavia se
sentaron y relataron todo lo que había acontecido. Alara se dio cuenta de que
las miradas que Mathias le lanzaba iban de la alarma al desconcierto, del
desconcierto a la admiración, y de la admiración al orgullo. Apenas habían
terminado su relato, hizo aparición en el Salamandra el tecnosacerdote Ophirus
Crane.
-Ya hemos
realizado los rituales de descontaminación sobre las armaduras, tal y como
usted ordenó- le dijo a Mathias nada más entrar.
-Muy bien.
Siéntese, por favor. Me ha dicho que tenía algo importante que contarme acerca
de un descubrimiento en el subsuelo de la caverna-.
-Así es- respondió
Crane.- Necesitamos contactar con Lord Crisagon. Hay que ponerle al corriente
de todo lo que ha sucedido, y avisarle de que hemos localizado un portal a la
Telaraña Eldar-.
-¿A la Telaraña
Eldar?- exclamó Mathias, atónito.
-Así es. Data como
mínimo de hace diez mil años, a juzgar por la runas inscritas a su alrededor.
Probablemente sea más, tal vez el doble; necesitaría hacer un examen detallado
para estar seguro-.
-¿Qué es la
Telaraña Eldar?- quiso saber Tharasia.
Ophirus Crane se
tomó unos instantes de reflexión antes de responder.
-Entre el
Inmaterium y el universo real, hay una dimensión intermedia- explicó
finalmente.- Una especie de manto fino y delgado que separa el espacio disforme
del espacio real; ese manto, precisamente, es el que rasgan y vuelven a cerrar
los motores disformes de nuestras naves imperiales para poder saltar al
Inmaterium. Los Eldar no emplean el salto disforme para viajar, pero disponen
de una especie de red de caminos construida en el manto que utilizan para
recorrer grandes distancias de manera segura y que se conoce con el nombre de
la Telaraña-.
-Es decir, que es
una especie de… red de caminos terminados en portales que esos Xenos usan para
desplazarse, ¿no? ¿Significa eso que podrían penetrar por el portal de ahí
abajo en cualquier momento?-.
-Dudo que lo
hagan- respondió Crane, entrelazando las manos.- No sé por qué querrían
intentar traspasarlo justamente ahora-.
-Sea como sea, el
tecnosacerdote Crane tiene razón- intervino Mathias.- Es necesario contactar
con Lord Crisagon. Hemos encontrado pruebas irrefutables de blasfemia,
adoración demoníaca y presencia Xenos en este planeta; debemos poner al
corriente de inmediato al Inquisidor. Intentaré establecer una holotransmisión;
si está en la capilla, contestará-.
Bajo la atenta
mirada del tecnosacerdote, Mathias pulsó las runas adecuadas para establecer la
transmisión. Poco después, la cabeza y los hombros de Aeneas Crisagon
aparecieron en el holoproyector, eliminando de la vista el mapa. Era el mismo
hombre rubio, de rasgos duros y aspecto severo que Alara recordaba por haberlo
visto el día en ella y sus hermanas desfilaron para presentarse ante el
Gobernador Planetario Wargram.
“¿Cuándo fue eso?
¡Hace poco más de un mes! Y parece una eternidad…”
-Buenas noches,
Doctor Trandor- dijo Lord Crisagon, mirándolo con seriedad.- ¿A qué debo su
llamada?-.
-Buenas noches,
señor. Permítame que le presente a aquellos que están conmigo- Mathias fue
girando el holograbador para enfocar a cada uno de ellos, sentados en torno a
la mesa de mando.- El padre Bruno Drayven, la Ejecutora Tharasia Praxedis, la
hermana Octavia y la hermana Alara. Al teniente Travis y a Ophirus ya los
conocéis-.
El Inquisidor fue
mirándolos de uno en uno, saludando con un gesto de la cabeza. Cuando sus ojos
se encontraron con los de Alara, se demoraron un instante de más, y la joven
enrojeció.
“Lo sabe” recordó.
“Y tuvo que enterarse por esa asquerosa denuncia de Acadio Udrian”.
¿Qué pensaría Lord
Crisagon de ella? El deseo de estampar su puño contra la nariz de aquel erudito
metomentodo hizo que por un instante le temblasen las manos.
-Encantado de
verles a todos- dijo el Inquisidor.- Ahora, Trandor, tal vez pueda explicarme
lo que ha sucedido y por qué están reunidos aquí-.
Mathias comenzó a
hablar. Durante el largo rato que duró su relato, Lord Crisagon apenas le
interrumpió, y cuando lo hizo fue sólo para pedir aclaraciones. Travis y
Tharasia rellenaron los huecos que Mathias desconocía. Finalmente, habló
Ophirus Crane, revelándolo todo acerca del descubrimiento del portal Eldar.
Cuando todos
terminaron de hablar por fin, Aeneas Crisagon se frotó la barbilla con gesto
pensativo.
-Tal y como están
las cosas, ya no tiene sentido seguir guardando discreción al respecto- dijo.-
Doctor Trandor, hasta ahora no ha estado usted al corriente de todas las
actividades que el Ordo Xenos ha estado llevando a cabo en Vermix. El estudio y
catalogación de la flora y la fauna es una de ellas, por supuesto, pero no la
principal. Hacía tiempo que la Inquisición sospechaba de la influencia Eldar en
la cultura de este planeta. Eso es lo que yo, junto a mi círculo más próximo,
llevo investigando aquí desde hace años-.
Mathias asintió
con el rostro tenso. Su expresión facial parecía una máscara de hielo.
“Se siente furioso
y decepcionado porque lo dejaran al margen” comprendió Alara.
-Entiendo, señor-
dijo.- ¿Había alguien en este equipo que sí supiera de esa misión?-.
-El tecnosacerdote
Crane, por supuesto- respondió Crisagon.- Además de Visioingeniero, es un
eminente experto en tecnología Eldar. Y Mikael, por ser mi guardaespaldas
personal, estaba enterado de algunas cosas. Ambos tenían órdenes de aprovechar
la expedición que ideó el Adepta Sororitas para buscar cualquier rastro de
cultura o tecnología Xenos que pudieran encontrar… aunque, por supuesto, la
misión principal era investigar los cultos locales-.
“Naturalmente”,
comprendió Alara. “Claro que sí. ¿Una misión del Ordo Xenos con un Inquisidor
al mando, tantos años en este planeta sólo para investigar la flora y la fauna?
No encajaba. Demasiado ruido para tan pocas nueces. La verdadera misión era
encontrar cualquier rastro posible de influencia Eldar en el planeta… y Mathias
no lo sabía hasta ahora”.
-¿Y dado los
hallazgos que mi equipo ha llevado a cabo, considera usted conveniente ponerme
al corriente de esa misión, Señoría?- preguntó Mathias.
Alara se dio
cuenta de que se había esforzado lo máximo posible en ocultar todo rastro de
decepción en su voz.
-Será lo más
conveniente, dadas las circunstancias- dijo Lord Crisagon.- El Ordo Xenos no se
había interesado demasiado en este planeta hasta hace poco, y así habría
seguido siendo, de no ser por un descubrimiento que acaeció recientemente, hace
unos veinte años: una serie de indicios, a cada cual más revelador, de que la
cultura humana pre imperial de Vermix estaba fuertemente influenciada por la
cultura Eldar-.
Mathias asintió,
mirando con fijeza la imagen holográfica del Inquisidor. Una expresión de
creciente interés comenzaba a borrar la decepción en sus facciones.
-Como sin duda
sabrán, el planeta Vermix fue sometido a la autoridad imperial hace casi dos
milenios- continuó Crisagon.- Y los misioneros de la Eclesiarquía, tal y como
es lógico, se encargaron de evangelizar a la población, haciendo desaparecer
cualquier aspecto cultural que no pudiera ser asimilado o tolerado por el credo
imperial. Sin embargo, no lo eliminaron todo, ya que se conservaron diversos archivos
de los antiguos gobiernos locales escrito en alto paliano. Sin embargo, tras la
conquista de Vermix, las prioridades del Imperio fueron pacificar el planeta,
someter a la población y comenzar a recaudar los diezmos cuanto antes, razón por
la cual dichos archivos, que pocos eruditos podían leer por aquel entonces,
acabaron cayendo en el olvido, sepultados bajo toneladas de papeleo y
burocracia. Durante cientos de años, la información permaneció perdida en
polvorientas bases de datos, hasta que hace unas pocas décadas un archivista descubrió
uno de los archivos mientras ordenaba y clasificaba material antiguo. Tuvo el
buen tino de contárselo a sus superiores, los cuales se pusieron a buscar, y
tras encontrar más archivos al respecto que reforzaban las sospechas de
contaminación cultural, se pusieron en contacto con el Ordo Xenos. Fue a mí a
quien eligieron para llevar a cabo la investigación, y tras varios años en los
que algunos acólitos escogidos estuvieron recopilando toda la información
posible en el planeta, me trasladé aquí para investigar in situ. Efectuamos
labores de investigación paleográfica, hicimos excavaciones arqueológicas y
comenzamos a encontrar material xenológico por todo Vermix. Designé un equipo
especial que reuniera, clasificara y contrastara todos los datos, tarea ardua
que llevan muchos años realizando y que, me consta, está ya a punto de
finalizar. Al mismo tiempo, designé un segundo equipo al que di orden de
estudiar y clasificar la fauna y la flora local para desviar la atención de
posibles ojos indiscretos sobre el objetivo real del Ordo Xenos en el planeta.
A ese equipo pertenece el Magíster Séneca, y usted, Doctor Trandor, fue elegido
para reforzarlo hace cuatro años-.
-¿Y se sabe algo
de lo que ha descubierto el primer equipo?- quiso saber Mathias.- Supongo que
le habrán estado enviando informes periódicos de actividad-.
-Supone
correctamente, Trandor. Al equipo aún le quedan datos por averiguar, y no me
los han comunicado todos, aunque espero que lo hagan en breve, pero lo que sí
puedo revelares con seguridad es que Vermix, y probablemente el resto de
planetas habitados del Sistema Cadwen, fueron originalmente mundos del Imperio
Eldar-.
Alara sintió como
si le hubieran pegado un puñetazo en el estómago.
“¿Mundos Eldar?
¿Alienígenas? ¿Todo el Sistema Cadwen? Pero entonces, Tarion…”
El nudo en el
estómago le subió hasta la garganta. ¿Tarion, su hogar, había sido en el pasado
un planeta Eldar?
-También hemos
averiguado que los humanos llegaron a este Sistema en época pre imperial,
probablemente hace unos veinte mil años, en plena Edad Oscura de la Tecnología.
Y es evidente que hubo algún tipo de entendimiento pacífico entre ellos y los
Eldar, pues sólo así se explica que éstos les permitieran quedarse-.
-¿Cómo sabemos que
no conquistaron el planeta y los expulsaron?- intervino Tharasia, muy tensa.
-Porque se han
encontrado evidencias arqueológicas de convivencia Eldar y humana a lo largo de
varios milenios- respondió Lord Crisagon.- La contaminación xenológica a nivel
cultural, y sobre todo a nivel tecnológico, es más y más notoria cuanto más
antiguos son los hallazgos. Ese es, de hecho, el motivo por el que el Adeptus
Mechanicus está tan interesado en este Sistema. El material arcano tecnológico
basado en la ciencia Eldar es abundante-.
“Arcanotecnología”,
pensó Alara. “El informe de Darius Ravenstein. Los Barones del Trueno. El
contrabandista Jonas Blint. ¿Sería de origen Eldar la arcanotecnología
Tarionita que esos Marines Traidores andaban buscando?”.
-Hay algo que no
entiendo, señor- intervino Mathias.- Ahora comprendo cómo es posible que
hayamos encontrado un portal Eldar en Shantuor Ledeesme, pero, ¿por qué el
portal disforme? ¿Por qué los demonios? ¿Acaso los Eldar adoran al Caos?-.
-No, y es
francamente desconcertante- reconoció Lord Crisagon.- Mis esfuerzos han estado
centrados desde el principio en la xenofilia, no en la blasfemia. Y hasta donde
yo sé, no veo relación entre la una y la otra, sobre todo si estamos hablando
de Nurgle, como es el caso. Lo único que puedo ofrecer es mi teoría personal al
respecto-.
-Creo que todos
estamos impacientes por escucharla- intervino la voz metálica de Ophirus Crane.
-En mi opinión, los
humanos de este planeta abrieron el portal disforme e invocaron a los demonios
para impedir que los Eldar atravesaran el portal. Por algún motivo, los xenos
se marcharon, y los humanos trataron de impedir por todos los medios que
volvieran-.
-¡Por el Sagrado
Trono!- exclamó el padre Bruno, haciendo de inmediato el signo del Aquila.
Tharasia miró al
Inquisidor con el rostro descompuesto.
-¿Está insinuando
que los vermisionarios utilizaron a los demonios como… protectores contra los
Eldar, o algo así?- exclamó.- ¡Es una locura!-.
-Con su permiso,
hermana Ejecutora, creo que tiene razón- intervino Alara con voz tímida.-
Cuando estableció contacto conmigo, el demonio me dio a entender que los
sacerdotes lo habían invocado y encerrado en la cueva hacía más de nueve mil
años. Se presentó a sí mismo como Guardián-.
Tharasia la miró
con mala cara. Era obvio que no le hacía ninguna gracia recordar que un Heraldo
de Nurgle había entablado conversación con una de las Sororitas a su cargo.
-Las palabras de
la hermana Alara no hacen más que confirmar mis sospechas- dijo Lord Crisagon.-
Hasta las fechas coinciden-.
-¡Un momento!-
protestó Mathias.- ¿Qué fechas? No entiendo nada. Y tampoco le veo ningún
sentido. Si los Eldar eran amigos de los humanos, o por lo menos convivían con
ellos en paz, ¿por qué se marcharon? ¿Y por qué los humanos estaban tan
desesperados por impedirles volver, hasta el punto de caer en la blasfemia?-.
-Ese es el punto
más oscuro- reconoció Lord Crisagon.- Aún no sabemos con certeza qué deterioró
las relaciones entre los Eldar y los humanos, ni tampoco las circunstancias de
la marcha de los xenos. ¿Se fueron de propia voluntad, o los expulsaron? Sea
como sea, a juzgar por el lapso de tiempo que mencionó el heraldo demoníaco, la
causa más probable del fin de la convivencia pacífica debió ser la decadencia
del Imperio Eldar. Como todos los xenólogos expertos en la materia saben, los
Eldar llegaron a ser tan avanzados tecnológicamente, que pudieron dedicar todo
su tiempo al ocio y a la búsqueda de nuevas formas de diversión. Tal indolencia
los convirtió poco a poco en seres egoístas y pervertidos, que cada vez
buscaban experiencias más aberrantes y extremas para saciar sus ansias de
emoción. Llegaron a un nivel de degeneración moral tan grande, que acabaron
provocando la casi total destrucción de su imperio por medio de un terrible
cataclismo: el nacimiento de Slaanesh, señor de los placeres oscuros. La
resonancia psíquica de las depravaciones de los Eldar generaron una conmoción
psíquica tan grande que además de propiciar el nacimiento de un nuevo Poder
Ruinoso rasgó el tejido de la realidad, abriendo una brecha disforme en medio
del espacio. Todos ustedes habrán oído hablar de ella: aún está abierta, se
encuentra en el Segmento Oscuro, y se la conoce como “Ojo del Terror”-.
-¿Fueron ellos?-
exclamó el teniente Travis, incrédulo.- ¿Lo crearon ellos?-.
-Así es- respondió
Crisagon.- Aunque pagaron un precio terrible por ello. La explosión disforme se
tragó y aniquiló casi todos los planetas del imperio Eldar, exterminado a billones
de ellos y dejándolos al borde de la extinción. Sólo dos grupos sobrevivieron a
la catástrofe: aquellos pocos que rechazaron la degeneración de sus coetáneos y
se exiliaron voluntariamente antes de la caída, marchándose en unos gigantescos
mundos-astronave que todavía hoy son su hogar, y aquellos que siendo tan
degenerados como los demás vivían en colonias alejadas del núcleo imperial.
Como el Sistema Cadwen, por ejemplo-.
Un breve silencio
siguió a las palabras del Inquisidor.
-¿Y qué tipo de
Eldars se supone que estaban aquí?- preguntó Mathias.- ¿Los que se exiliaron de
manera voluntaria, o los que se volvieron malvados?-.
La mirada de Lord
Crisagon se desvió hacia Ophirus Crane.
-No estoy seguro-
dijo el tecnosacerdote.- Las runas que hay grabadas en el portal son anteriores
a la Caída; entonces usaban una escritura común. Tal vez el equipo del
Interrogador Melacton sepa más-.
-Desde luego,
sería muy conveniente traerlos aquí como relevo- observó Lord Crisagon.-
Shantuor Ledeesme no puede quedar sin vigilancia, pero ustedes tienen que
proseguir su misión. Les ordenaré que se desplacen hasta aquí lo antes posible,
y cuando lleguen ustedes podrán marchar. Creo que el estudio detallado de ese
portal, así como del templo pagano y de la arcanotecnología que había en la
caverna, podría dar respuesta a muchas de nuestras preguntas. Buen trabajo,
Doctor Trandor-.
-Gracias, señor-
respondió Mathias, y por primera vez en toda la conversación, sonrió.
Alara se sentía
indecisa. No sabía si hablar, pero tenía una idea rondando por la cabeza, y si
resultaba ser cierta, podía entrañar un gran peligro para todos. No podía
dejarlo pasar.
-¿Me permite
expresarle una teoría personal, Lord Crisagon?- preguntó.
-¿Otra de sus
teorías, hermana?- preguntó Tharasia con tono de sospecha.
-Hasta ahora han
resultado ser útiles- apuntó Mathias.
-Hable, hermana
Alara- dijo el Inquisidor, mirándola con fijeza.
-Bueno, yo… Se me
ha ocurrido que, en verdad, lo más probable es que los Eldar de Vermix se
volvieran malvados y acabaran teniendo enfrentamientos armados con los humanos
vermixianos. Si se trataba de esos… Exoditas, de los que se marcharon de manera
voluntaria, ¿por qué los humanos iban a impedirles volver? ¿Por qué tratar de
mantenerles lejos, si los consideraban amigos? Al parecer, Shantuor Ledeesme se
construyó como una especie de campana de contención, y su función como templo
religioso fue consecuencia de ello: sin duda, la devoción impía de los
vermisionarios era un modo de reforzar el poder de los demonios guardianes. No
me extrañaría en absoluto que todos los demás Shantuor de Kamrea tuviesen
también un portal Eldar oculto y una horda de guardianes demoníacos para
custodiarlo-.
-¡Por la sangre de
Santa Mina!- exclamó Tharasia.- ¡Tiene usted razón! ¡Inquisidor, es necesario
informar a la Palatina de mi Orden inmediatamente! ¡Debemos efectuar cuanto
antes una expedición para purgar todos esos templos impíos de presencia
demoníaca!-.
-Tiene razón,
Ejecutora- dijo Lord Crisagon con voz serena.- No se preocupe. En cuanto
acabemos esta conversación, podrá usted informar a su Palatina, y yo en persona
hablaré con el Obispo Theocratos para organizar las expediciones tan pronto
como sea posible. Continúe, hermana Alara; ¿o eso era todo lo que tenía que
decir?-.
-No, Señoría.
Tengo más cosas que comentar- Alara comenzaba a ganar confianza poco a poco, al
ver que el Inquisidor y la Ejecutora se tomaban tan en serio sus palabras.-
Tenemos claro que los humanos se enfrentaron a los Eldar perversos e invocaron
a los demonios para impedir que volvieran, pero, ¿cómo sucedió? Se me acaba de
ocurrir una posibilidad al recordar ciertas pintadas subversivas que vimos en
la parte baja de la colmena de Prelux Magna el día que partió nuestra
expedición. Para empezar, debo decir que me llama la atención que, si el culto
vermisionario estaba consagrado en realidad a Nurgle, sus fieles no lo adorasen
directamente como tal. ¿Qué es eso del Gran Padre y de la Gran Madre? ¿Y el
brujo sacerdote que también estaba representado en el altar del templo? ¿Por
qué Vermix no era ya un mundo demoníaco cuando el Imperio llegó al Sistema
Cadwen?-.
-Son buenas
preguntas, hermana- dijo Crisagon.- ¿Acaso ha deducido usted alguna
respuesta?-.
-Bueno… tengo mis
teorías al respecto. En primer lugar, creo que la mayoría de fieles
vermisionarios nunca supieron que en realidad estaban adorando al Caos. Me
parece más probable que se trate de la perversión de un culto preexistente, una
religión pagana, pero no necesariamente blasfema. Tal vez se trate de una de
esas antiguas religiones terranas, ya que en la Edad Oscura de la tecnología el
Emperador aún no se había revelado como Dios de la humanidad. Aunque también
podría tratarse de algún culto de influencia Eldar, suponiendo que esos xenos
tuvieran algo parecido a la religión…
-Es una
posibilidad interesante. Ordenaré al equipo de mi Interrogador que lo
investigue. Continúe, por favor-.
Alara lanzó un
hondo suspiro, evitando a propósito la mirada del padre Bruno y de Tharasia.
Temía no ser capaz de continuar si veía desaprobación en ellos, y el Inquisidor
le había ordenado que no dejase de hablar.
-Imaginemos Vermix
justo antes de la caída de los Eldar, cuando éstos ya se habían vuelto crueles
y depravados. Tal vez comenzaron a maltratar a los humanos, puede incluso que
los esclavizaran o que trataran de destruirlos. Sea como sea, eran más
numerosos y poderosos que ellos, y los humanos se vieron acorralados. Se
enfrentaban a la opresión tiránica de unos alienígenas crueles. Y entonces, de
repente, aparece un libertador. Un poderoso brujo sacerdote que promete
conducir a los humanos a la victoria en nombre del Gran Padre, y lo consigue;
une a todos los humanos contra los xenos, y gracias a su poderosa magia y la de
sus lugartenientes, los Eldar son derrotados. Lo que nadie sabe, salvo tal vez
su círculo interior, es que lo ha conseguido mediante la adoración blasfema,
invocando la ayuda de los demonios. Los humanos creerían que el falso dios de
su religión pagana los estaba ayudando, y se volverían más devotos que nunca…
sin saber que en realidad estaban adorando al Caos-.
Lord Crisagon hizo
una breve pausa.
-Me sorprende
usted, hermana. Existe la terrible posibilidad de que tal cosa sea verdad;
desde luego, es una buena teoría. De hecho, y dado que las implicaciones
blasfemas del culto vermisionario están fuera de toda duda, la misión del
equipo del Doctor Trandor debería concentrarse en encontrar pruebas que apoyen
o refuten su teoría. Pero dígame, ¿qué tiene eso que ver con unas pintadas en
Prelux Magna?-.
-Me refería a ese
asunto del Libertador- contestó Alara.- Todas esas pintadas eran subversivas,
contra el Imperio, y hablaban de volver a las tradiciones y librarse de la
opresión. ¿Y si con eso de las antiguas tradiciones se refieren a usar la ayuda
de los Poderes Ruinosos para librarse del Imperio de la Humanidad, como antaño
hicieron con el Imperio Eldar? ¿Y si en realidad no estamos hablando sólo de
historia antigua, sino de un culto secreto que ha pervivido hasta nuestros días
y que se está aprovechando de los conflictos sociales provocados por el aumento
de las cuotas y los diezmos para expulsar al Imperio y regresar a la vieja
religión vermisionaria?-.
El silencio en
torno a la mesa cuando Alara se detuvo era tan espeso que podría cortarse con
un cuchillo.
-Preocupante-
reconoció el Inquisidor.- Tal vez se trate sólo de alborotadores sin
importancia. O tal vez no. Sea como sea, no me consta que haya ninguna cábala
del Ordo Hereticus en Vermix, de modo que se trata de otro asunto que deberán
investigar. Parece que se le acumula la faena, Doctor Trandor-.
-Es un honor que
confíe en mí para llevarla a cabo, señor- respondió Mathias con todo respetuoso.
-Puede estar
seguro de que confío en usted. En caso contrario, no le habría entregado el
sello de Investigador Legado. Y los hallazgos que usted y su equipo están
logrando no ha hecho sino confirmar lo acertado de mi decisión. Confío en que
sigan así-.
-Le aseguro que no
le defraudaremos, señor-.
-Lo que no
entiendo- dijo de repente Octavia.- Es por qué tanto odio a los nobles locales
por parte de ese Movimiento del Libertador. Si son unos herejes y unos
blasfemos, entiendo que se vuelvan contra el Imperio, pero, ¿la nobleza
local?-.
-La nobleza local
no ha protegido en absoluto los intereses del pueblo- suspiró el padre Bruno
con todo apesadumbrado.- De hecho, tienen delegadas las funciones de
recaudación y de represión en todas las zonas rurales, que son la inmensa
mayoría del planeta. Mientras el Administratum tenga los diezmos, está
satisfecho, y si está satisfecho otorga privilegios a los nobles como
recompensa. Para colmo, hay pocas esperanzas de que las cosas cambien, porque
los propios nobles se ven como una casta superior. Se enorgullecen de la
riqueza, los privilegios y las particularidades físicas que los distinguen de
la plebe-.
Alara levantó la
mirada hacia él con los ojos muy abiertos.
-¿Particularidades
físicas? ¿De qué tipo?-.
-Pues… -Bruno la
miró con desconcierto.- Lo cierto es que no
recuerdo muy bien…
-La nobleza
paliana tiene un aspecto característico- informó Lord Crisagon.- Tal vez se
fijara en ellos, hermana, cuando su Compañía se presentó en el Palacio
Gubernamental. Altos, de aspecto lánguido, hombres barbilampiños… incluso
algunas familias tienen el cabello de color inusual, como negro azulado, rubio
verdoso o pelirrojo carmesí. Muchos imitan esos colores con tintes, pero
algunos de ellos lo tienen así de nacimiento-.
Una intensa sensación
de malestar se apoderó de Alara.
“No, no puede ser,
no es posible, es absurdo…”
-Por favor, dígame
que se trata de algún tipo de… herencia particular de este planeta- dijo con un
nudo en la garganta.- Dígame que no es posible que se trate de… de…
-¿De qué,
hermana?- preguntó el Inquisidor.
Alara se
estremeció.
-No creo que sea
posible- susurró.- Espero que no sea posible… algún tipo de hibridación con los
xenos. Pero eso significaría…. ay, Dios Emperador…
Se apoyó la mano
en el estómago conteniendo una arcada. Por un momento, creyó que iba a vomitar.
¿Lo que había pasado entre Mathias y ella… entre un humano y un alienígena? Era
nauseabundo. Repugnante.
-¡Hermana Alara!-
exclamó Tharasia furiosa.- ¿Cómo se atreve?-.
Alara miró al
padre Bruno. El joven sacerdote la observaba con expresión severa.
-Hermana Alara, la
mera afirmación de que algo así sea posible podría ser considerada herética-.
Alara gimió y
apartó la cabeza como si Bruno la hubiera abofeteado.
-Y sin embargo, no
debería usted descartarla tan rápido- intervino Lord Crisagon, cuyo rostro se
había vuelto de una seriedad funérea.- Oficialmente, la hibridación entre los
humanos y cualquier especie alienígena es completamente imposible… pero en
realidad el Ordo Xenos no está tan seguro. El genoma Eldar es muy similar al
humano desde el punto de vista biológico. Nunca he visto pruebas de que la
hibridación sea posible, pero las inusuales características físicas de algunas
familias nobles vermixianas fue uno de los factores que nos llevó a investigar
este planeta. Si tal teoría resultara ser cierta, estaríamos hablando de una
contaminación filoxenológica como pocas veces se ha visto en el Imperio.
Tendríamos que purgar a familias enteras de este planeta…
-¿Purgar?- gritó
Tharasia con voz estridente.- ¡Un Exterminatus más bien es lo que merecería
este… este antro de perversión, blasfemia, herejía y xenofilia! ¡Y usted,
hermana Alara!- se giró hacia la joven, que palideció y se encogió en el
asiento al ver la expresión de su superiora.- ¡Ya ha tenido bastantes ocurrencias
por hoy! ¿Por qué no entró en la Cámara Dialogante, si tanto le gusta pensar?
¡A esto ha llegado, a concebir ideas heréticas!-.
Alara sintió que dos
lágrimas de vergüenza y horror caían por sus mejillas.
-Hermana
Ejecutora, le ruego que me perdone. Yo…
-¡Levántese ahora
mismo! ¡Venga conmigo!-.
Alara se levantó
de inmediato.
-Un momento-
protestó Mathias, tan confuso como alarmado por el giro que habían dado los
acontecimientos.- ¿No debería ser el padre Bruno quien le imponga una
penitencia si lo cree conveniente?-.
-No tengo más que
decir al respecto lo que ya he dicho- intervino Bruno con seriedad.- Hermana
Alara, en lo sucesivo cuidará más sus palabras y no permitirá que ese tipo de
ideas le pasen por la mente. Es la Cámara Dialogante de su Orden, en todo caso,
la que dispone de hermanas entrenadas para hacer frente a ese tipo de
conocimiento, si resultara ser verdad-.
-Esto es un asunto
de disciplina interna- dijo Tharasia con voz glacial.- Yo me encargaré de
ello-.
Sincronización entre el pensamiento de Mathias y la caída de los muertos vivientes, después menuda tensión con los brujos de los tanques...poco más y no lo cuenta. Nuevo apodo para Alara ( bien merecido). Y ahora resulta que los Eldar tienen un portal en ese lugar y un pasado en común con los vermixianos ( por no hablar de los nobles que lo mismo hasta comparten genes).
ResponderEliminar¡Qué caña!
Me alegro de que te haya gustado :-D
ResponderEliminarRealmente la historia ha tomado un giro bastante interesante con todo lo que rodea a los Eldar (mierda, siempre pienso en los elfos cuando leo ese nombre...). La posibilidad de que hubiera hibridación entre los humanos y los alienígenas es muy atractiva, y me gustaría saber más sobre ese punto. Si resulta ser cierto que Alara lo es... madre mía!
ResponderEliminar¿Que Alara lo es? ¿En qué parte del texte se sugiere que Alara sea una híbrida? En todo caso, lo que se sugiere es que lo sean algunos miembros de las casas nobles de Vermix...
EliminarUn punto tengo que dejar claro: las exigencias para entrar en el Adepta Sororitas son muy altas, no las pasas cualquiera. No sólo se exigen una devoción fanática y un alma inmaculada, sino que las aspirantes también pasan un examen con Auspex (para asegurarse de que no son psíquicas) y genético (para asegurarse de que no tienen mutaciones). Una hibridación genética con otra especie alienígena habría hecho saltar todas las alarmas en el examen genético; a efectos prácticos habría parecido una mutación de las chungas. Así que, por coherencia con el trasfondo, ni Alara ni ninguna otra hermana de batalla consagrada pueden manifestar signos de hibridación genética, o en ese caso habrían sido rechazadas.
Y no me extraña que los Eldar te recuerden a los elfos, porque Games Workshop se basó claramente en los elfos para crear esta raza. Seres altos, delgados, bellos, mucho más longevos que los humanos (pueden vivir varios miles de años, aunque no son inmortales al estilo de los Eldar de Tolkien), con orejas picudas y un gran talento para la magia...
Humm... pues no sé... "Lo que había pasado entre Mathias y ella... un humano y un alienígena...". A menos que Mathias pudiera ser el alienígena... cosa que también podría ser aunque, como fangirl de Mathias, me provocaría desmayos muy teatrales. ¿Se les hacen los mismos exámenes con Auspex a los Inquisidores?
ResponderEliminarCreo que no me expliqué bien. Lo que Alara piensa en ese momento es que le parece repugnante que lo que ha pasado entre Mathias y ella haya podido pasar (en Vermix, durante la convivencia humano-eldar) entre humanos y alienígenas. Es decir, que la posibilidad de que un humano mantenga relaciones íntimas con un xenos es aberrante. Eso es lo que quería decir.
EliminarAh, vale. Entonces habría que achacarlo a un fallo por mi parte ;-)
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